jueves, 29 de agosto de 2019

Después de Auschwitz

Hoy, como ya viene siendo habitual desde hace años, desde que se iniciara este evento (como me recordara Marco González, el Vicepresidente de la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica), nos dimos cita, en el patio de la higuera del Museo del Bierzo, varios de autores y autoras para volver a hacer Memoria acerca de los crímenes cometidos durante la Guerra Incivil Española, una guerra que nunca debió de existir. Y que nos ha dejado heridas sangrantes. De justicia es recordar a nuestras víctimas, a quienes acabaron sepultados en fosas comunes, en cunetas... a resultas de la crueldad humana, de los muchos matarifes que se ensañaron contra sus propios vecinos, hermanos, paisanos, una guerra fratricida que sigue asustando. Tal vez por eso la España machorra y machistoide siga siendo cainita. 
Foto: Alejandro Nemonio

Este es el texto que escribí para la ocasión, para este acto de la Memoria del dolor, que compartiera con todos (todas) nuestros colegas y un público numeroso, entre el que estuvo el nuevo alcalde de Ponferrada, Olegario Ramón, además del exalcalde Samuel Folgeral o Santiago Macías, quien fuera en su día Vicepresidente de la ARMH. 

«Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie», nos dejó dicho el filósofo Adorno.
Y escribir poesía después de la Guerra Incivil también es un acto de barbarie. En todo caso, deberíamos ser bien conscientes de que la Historia de la Infamia y la Crueldad se repiten. El teatro de la crueldad se repite. Aquí y allá. En el orbe entero. Y la Humanidad, a lo largo de los tiempos, ha sido caníbal, caníbal y perversa, aunque también haya mostrado, por fortuna, su rostro más amable.
Los seres humanos somos capaces de lo mejor.
Foto: Alejandro Nemonio
Pero también de lo peor. No lo olvidemos. Ni nos hagamos los mensitos, como dirían en México lindo y chingado, país por el que siento gran cariño, aunque la violencia y el crimen estén mellando, machacando sus urdimbres afectivas.
Los seres humanos, además de animales (a sabiendas de que también los animales piensan y sienten y sueñan, la etología nos lo ha confirmado) somos racionales. Y aplicamos la razón en la ciencia, en el conocimiento en general. Y hemos logrado, con nuestra razón y con nuestros silogismos, llegar lejos en la tecnología, en la ciencia, con avances increíbles.
Pero sobre todo los humanos somos seres emocionales. Y las emociones a veces nos llevan por la calle de la amargura porque nos vuelven majaretas perdidos. Y por eso ocurre lo que ocurre en ese nuestro afán por poseer y manipular al otro, incluso esclavizarlo y sodomizarlo hasta asesinarlo. 
Las ciento veinte jornadas (o cornadas) de Sodoma, que escribiera el marqués de Sade en la cárcel de la Bastilla parisina (que posteriormente retomaría Pasolini en su cine), nos alerta de tales brutalidades. 
Con Sol Gómez. Foto: Alejandro Nemonio

El crimen como algo bestial. El asesinato entre hermanos, entre vecinos, entre paisanos, como algo inadmisible, fuera de toda lógica, que es lo que se produjo durante nuestra insoportable Guerra Incivil y aun durante nuestra Posguerra, que fue una guerra que nunca debió de existir. Pues hasta comienzos de los 50, bien lo sabemos, se siguieron cometiendo atrocidades. Y nuestras cunetas, nuestros montes, están repletos de muertos, de muertas, de inocentes, de todas esas víctimas que sufrieron los sinsabores de una guerra absurda, vomitiva. Cada vez que pienso en nuestra contienda me entran escalofríos. Me da pavor, sintiendo miedo a que en algún otro momento de la Historia pudiera repetirse tal aberración. Porque la Historia, como bien sabemos, se repite, sobre todo cuando uno la desconoce. O la ignora. Por eso debemos estar atentos y despiertos, ojo avizor, lo más despiertos posible, para al menos lograr vislumbrar lo que se pueda avecinar. Los tiempos asesinos que corren, también ahora (que nos ensañamos no sólo con nuestros semejantes sino con la madre Naturaleza), no nos dan tregua. Y la barbarie, la soberbia, la tiranía continúan campando a sus anchas porque los humanos, además de seres racionales, nos trastornamos. Y desplegamos nuestra ira, nuestro odio ante cualquier adversidad. El solo hecho de existir, el ser conscientes de nuestra finitud, el dolor de existir, ya nos provoca por sí mismo problemas de salud mental. Y la normalidad, el equilibrio en el ser humano, es como una utopía, un deseo.
Foto: Alejandro Nemonio
De fiesta, todos parecemos almitas de la caridad. Pero, en cuanto vienen mal dadas y se nos retuerce el colmillo, la cosa se torna requetefea. Y es entonces cuando nos convertimos en auténticos depredadores, en unos antropófagos. La maldad existe y el malvado (o la malvada) la ejerce como tal. Por eso debemos ser conscientes para combatirla.
Tal vez escribir poesía después de Auschwitz, después de tanto Holocausto y guerra fratricida y caníbal, sea un acto de barbarie, como escribiera el filósofo Adorno. Mas también pudiera ser lo contrario, esto es, que escribir poesía, después de tanta barbarie, se convirtiera en un acto de valentía, de belleza, y una forma de atajar la crueldad en todas sus variantes. Y hasta podría darse que escribir y recitar poesía, construir poesía, incluso con nuestras manos asesinas, fuera una terapia a todos nuestros males.
Necesitamos seguir generando poesía como un modo de ser y estar en el mundo. Necesitamos seguir reflexionando acerca de este mundo desequilibrado y vuelto del revés, acaso para equilibrarlo, al menos un poco, para que podamos vivir de un modo más sosegado, con esa templanza o ataraxia que promulgaran los filósofos estoicos. Porque, al final, de lo que se trata en esta vida, única e irrepetible, es vivir en paz, convivir con nuestros semejantes en armonía, sentir que nuestro paso por este mundo deja una huella de bondad en el resto de los seres humanos.


sábado, 24 de agosto de 2019

El mar

*El mar como algo hipnótico, con su claridad de poniente y sus olas golpeando contra las rocas de textura rugosa. 
Solo ante la inmensidad del océano en un estado contemplativo que se aproxima a la felicidad.
Instante eterno para guardar en la memoria de los tiempos.
El mar arrullador como un sueño de infancia, mecido por un bienestar que me conduce al cielo, con sus nubes surreales. 
A la derecha, el faro de la navegación, que habla un lenguaje universal y eterno; a la izquierda, el obelisco de las ilusiones, que nos invita a viajar a otros mundos. 
La brisa refrescante me acaricia, templando el ánimo. Y así encuentro sosiego en el aroma a algas, en el sabor a salitre, en el ritmo acompasado de las olas, que baten en las entrañas de las rocas como un corazón que bombeara vida.
Acaso es la nostalgia de un paraíso, de un paraíso perdido, de un espacio amniótico, el reencuentro con la belleza primigenia, con las urdimbres de los afectos. 


Mientras, una lancha surca el mar, y unas gaviotas sobrevuelan este tiempo presente, que hoy me acuna. Como me arrullaba mi padre cuando era un niño, como me cantaba mi madre cuando estaba en su útero. 

Siento la luz soplando cerca del horizonte, que me acaricia. 
Siento el espacio-tiempo contenido en este trozo de mar que es universo.

Este trozo de mar coruñés, que es belleza, serenidad y amor. 


*El mar sigue nutriendo mis sueños. 
De Barna a Coruña, pasando por el Bierzo. De este a oeste. The west is the best. De la Barcelona de Picasso a la Coruña de este otro genio de la pintura. Aunque yo me quedó con la genialidad de artista de Figueras. 
Un viaje al mar. Y también a la música, al Festival Estrella rock de Riazor, con Patti Smith como gran estrella. Y los suecos The Sound como banda poderosa. 

Coruña, como sabéis, es una bellísima ciudad, rodeada de agua, con una brisa poética y unas calas para darse un chapuzón ensoñador, como si estuviéramos en un mundo de fantasía. 
Coruña es tierra hermana, un mirador a América. Nuestro mar.
Nuestra playa. Nuestro sueño. Nuestro amor. El faro de nuestros sueños. Coruña huele a sirena y a café trasatlántico, a algas y noroeste verde y marino. A pulpo y a marisco. Comunismo y marisco para todos. Como nos cantara el bueno de Antón Reixa. 
Un canto a Galicia, hey.

viernes, 23 de agosto de 2019

Gerona/Girona de cine

Gerona/Girona como siguiente parada. Había estado también, hace casi treinta años, en el mismo viaje que hiciera a Figueras. 

Recuerdo que visité Banyoles, con su hermoso lago, porque ahí vivía una amiga Teia. 
Y recordaba las casas colgadas, casi casi como las de Cuenca, con su colorido florentino, sobre el río Onyar u Oñar. Que es como un Arno con menos caudal de agua. 

Por cierto, esta imagen de las casitas gerundenses me hace recordar mi reciente visita a Bassano del Grappa, en el Véneto de Italia. Tiene cierto aire Gerona/Girona con Bassano. Lo que no recordaba en absoluto -es probable que ni siquiera lo recorriera-, es el casco histórico de esta ciudad medieval, que me ha parecido maravilloso, con su judería, una de las mejor conservadas de Europa, al decir de algunos. Es como pasearse por el barrio judío de Jerusalén, la tierra judía por excelencia, bueno, también palestina, y hasta cristiana, no vayamos a enredarnos o enfangarnos en politiqueos. O sí.
Sorprende su monumental catedral, de la que da cuenta Julio Llamazares en su periplo por todas las catedrales de España (en Las rosas del sur). 

Cataluña es España, por mucho que algunos se empeñen en decir que no lo es. Incluso diría que no he notado ninguna diferencia en lo que hasta ahora he podido ver, percibir y sentir, con respecto a otras partes de España. 
Sureña se me antoja, también Girona. Mas allá de ver banderas catalanas colgadas en algunas casas, carteles que piden la República (una República estaría bien para todo el Estado nación de España) o carteles donde se habla de presos políticos (algo de razón tienen, porque no se puede condenar a esta gente como si fueran criminales, que no lo son), el resto me ha hecho sentir como en cualquier otro sitio de España.
Con gente amable, por supuesto. Y sobre todo con muchos extranjeros viviendo en Cataluña. Como la jovencita recepcionista que me atendiera en el alojamiento en Figueras, Siam, de origen marroquí, en concreto de Nador, Nador dream. O la chica que me ofreciera información en la oficina de turismo de Girona, para indicarme, bien amable, cómo podría ir hasta el castillo de Púbol, donde residiera Dalí en sus últimos años de vida. 

Así que, por ahora, Cataluña me está tratando bien. Y me siento a gusto. 

Gerona/Girona es por lo demás un sitio tranquilo, por el que uno puede pasear en calma, entre callejuelas, los carrer, con mucho encanto, entre edificios imponentes. Y sobre todo me encantó pasear a lo largo de la muralla (cual si estuviera en Lugo), desde donde se tienen lindas vistas a la ciudad. Y a ese gran bosque pulmón oxigenante en medio de ciudad llamado La Devesa (en mi pueblo también existe una zona de robledal llamada La Devesa).

Lo que nunca habría imaginado, de no haber venido hasta aquí (por eso hay que viajar, aunque sea en un vagón de segunda) es que una parte de la película El perfume, basada en la aromática novela de Süskind (cinta que estuvo a punto de rodar Amenábar, él mismo me lo llegó a contar en una conversación en Ponferrada, en tiempos gloriosos de la Escuela de Cine) se rodó en el centro histórico de Girona. Y esto me ha encantado porque tengo devoción por la novela pero también por la peli, lenguajes diferentes pero complementarios, imagen y palabra fundidos en un abrazo entrañable.
Ah, Girona también cuenta con un museo dedicado al Séptimo Arte.

jueves, 22 de agosto de 2019

Décimo Encuentro Literario en Noceda del Bierzo

El tiempo vuela. Ese es mi sentimiento. Y cuantos más años cumple uno, tengo la sensación de que todo va más deprisa. Algo que creo que le ocurre a todo o casi todo el mundo. Quizá habría que quedarse contemplando las musarañas, acaso para tener la impresión de que el tiempo se detiene. Que se para en seco. Y aún así. 
Todos los participantes. Foto: Ale Nemonio

Sin darnos cuenta, hemos llegado ya al Décimo Encuentro Literario en Noceda del Bierzo, lo que es motivo de celebración. Y así lo hemos hecho el pasado sábado 17 de agosto, en la casa de la cultura, ante un auditorio fiel, numeroso y entregado, lo cual es de agradecer, contar con un público tan estupendo. 
Se dice a menudo que uno no es profeta en su tierra, tal vez sea cierto, no obstante, quiero señalar que uno se siente querido y valorado, lo que me impulsa a seguir haciendo actividades, encuentros, saraos varios... 
Foto: Ale Nemonio

Ojalá podamos seguir al menos otros diez años al frente. Con ilusión. Con el ánimo de quien sintiera que eso merece realmente la pena. Hablo de un público extraordinario. Mas también deseo hacer mención a los ya muchos autores y muchas autoras (más de sesenta) que han posado sus pies y su alma en Noceda, el pueblo de las fuentes curativas, el balneario del Bierzo Alto, el lugar donde aún sopla una brisa arrulladora, incluso en verano. Y el cielo aparece tachonado de estrellas como si estuviéramos casi casi en una noche de desierto, con ese cielo protector, bajo ese firmamento que parece mirarte directamente a los ojos, espejo del alma. Alma conectada con esas estrellas que también son nuestros queridos seres humanos ya desaparecidos, o quizá reencontrados en otra dimensión. Es inevitable que me asalte la nostalgia, la saudade, porque, con el tiempo, uno asiste de un modo irremisible a muchas pérdidas. 
Y las ausencias comienzan a multiplicarse. Son ya tantas las personas que se nos han ido. Qué pena. 
Foto: Ale Nemonio

Pero es ley de vida, asegura la gente. O ley de muerte. Vida y muerte como caras de una misma moneda. Vamos a lanzarla al aire. Y si sale cruz, date por jodido. 
Mas prefiero, al menos por ahora, sentirme en paz, en armonía con el Universo, con los Otros, sentirme recompensado por tantas buenas vibraciones como las que se generaran en este reciente encuentro y décimo aniversario dedicado a la literatura, al arte en definitiva, que es algo que entronca con la vida de un modo directo. Quizá por eso el arte nos hace vivir más y acaso mejor. 
Foto: Ale Nemonio

Tengo la impresión de que este año (también el pasado con el homenaje al entrañable Fermín López Costero) se hizo la magia. La luz. Hágase la luz y la luz se hizo. Con el poder de la palabra. Con la presencia de los narradores y poetas que intervinieron. A quienes les agradezco de todo corazón que se acercaran a Noceda, al útero de Gistredo, a mi matria/patria/matriz, donde tengo mi memoria afectiva. Y no sólo narradores y poetas sino un músico chistoso y marchoso como Mario González, con quien he compartido tan buenos momentos en otros eventos. Y a quien conozco desde hace años (Mario es gran rabelista y hacedor de rabeles, además de un experto montañero, que conoce la provincia de León como nadie). Aparte de Mario tuvimos a un juglar como Gari Ferrero, que nos deleitó con su puesta en escena, acompañado con la música de rabel por el propio Mario. La intervención de nuestro Gari resultó emotiva (Esto no es América, carallo es un de sus relatos portentosos, que no nos leyó en Noceda. Pero que os invito a leer en Internet. Me alegra que haya podido conocer a Gari en los cursos de escritura creativa que imparto en León), o una actriz profesional como Ángeles Rodríguez, que puso su punto potente recitando algunos poemas con ese su acento mexicano y encantador. 
Foto: Ale Nemonio

En cuanto a narradoras, ahí estuvieron Lola Quintanilla (enorme su libro Tacones en la arena, con ese relato en verso que nos leyera con tanto aplomo) o Gemma A. Cubillas, que se mostró alegre y desenvuelta, simpática y atrevida (coautora que es de uno de los capítulos que conforman Tacones en la arena) o la buena de Carmen G. Pinillas con sus Huellas del alma y otros sentidos poemas. O bien la doctora Ana Ibis Sánchez con su Bendita locura y su desparpajo cubano, con su exotismo y su capacidad de meterse a la gente en el bolsillo (si bien al final me diera gorrión, como dicen en Cuba, cuando leyó Dios, uno de los poemas de mi libro Del agua y del tiempo, que le dedico a mi padre, porque además me pilló por sorpresa que Anita leyera este poema mío). 
Foto: Ale Nemonio

Tampoco quiero olvidarme de Lidia Fos, que, aunque no estaba en cartel, sí me apetecía que participara, habida cuenta de que además venía con su grupo de amigos y amigas, entre ellas Ana Ibis y Carmen Pinillas. Lidia, con su dulzura y su rostro de mujer serena, nos envolvió en una nube. Y su verbo fluyó por las regueras del útero de Gistredo. 
Todo eso ocurrió en la casa de la cultura ante la expectante mirada de un público generoso, que estuvo sin pestañear hasta el final del acto. Unas dos horas. Luego llegaron los saludos, las fotos, los abrazos, algunas firmas de libros, entre otros asuntos. Y casi sin daros cuenta (el tiempo vuela, en este caso al ritmo pausado de unas cervezas, ya en el lugar previsto para cenar) nos dieron las once de la noche. Nos dieron las once y las doce. Y llegó el Comandante y mandó parar. Como canta el músico cubano Carlos Puebla. La Cuba-isla caribeña de Ana Ibis, que también siente morriña por su tierra. 
Aún nos quedaba por delante una velada al calor de la amistad, de los afectos. Y de algunas viandas, que degustamos en amor y compañía. 
Ana, Marta y Reyes delante de la casa de la cultura.
Foto: Ale Nemonio

Nos vicenteamos (que dirían en México, ¿verdad Ángeles?) en el siguiente encuentro. Si no es antes. 
Qué todo sea por la letras, por la música, por el teatro. Por el arte, que nos hace vivir a buen seguro más y mejor. 

*Mi agradecimiento a Alejandro Nemonio, por su magnífico reportaje fotográfico, a Jesús Madero (por el suyo), a Paco y Jose Manuel y Montse (que también hicieron fotos del encuentro), a Reyes, Marta, Martín, Chelmick... alumnos de Ponferrada, alumnos de León, Eduardo Keudell, familiares, amigos (Javi, Ana, Nina, Carlos, José Manuel, Nanci, Xava y Carolina, Toño, Ana María y Jose, Venancio y Carmen...), vecinos y amigos (como Ana y Paolo)...
Foto: Montse Rrat
A
 todos los presentes. Y ausentes, como la gran pintora y amiga Cristina (autora asimismo de la portada de la reciente revista La Curuja, a quien hiciera referencia en el Encuentro). Disculpadme que no pueda mencionar a todo el mundo porque siempre se me olvidaría alguien. 

miércoles, 14 de agosto de 2019

Cadaqués y Port Lligat

Dalí, con su singular mostacho y controvertido por su ideología facha (lo que quería en realidad es vivir bien, al margen de ideologías, le interesaba sobre todo la guita, Avida Dollars, así le llamaba el surrealista Breton) me lleva hasta Cadaqués, donde aparece fotografiado, en una de sus playas, junto a sus amigos Buñuel y Lorca (eso me recuerda mi amigo Javi). 

Cadaqués como el pueblo más bonito del mundo, llegó a decir el gran Salvador, desde su chovinismo. Al menos, el pueblo más bonito del Mediterráneo, como dijera el bueno de Pla, el gran viajero payés, ampurdanés, y buen conocedor de esta tierra, a la que dedicara varios textos. 
Sea como fuere, sorprende la belleza de Cadaqués por su luz, bien pictórica, por su blancura inmaculada y su bahía, por ese exotismo paisajístico, sureño, poblado de olivos y nopalitos. 


Por momentos, desde mi paranoia crítica (contagiado por Dalí) he creído viajar al Cabo de Gata almeriense. 

En realidad, el Cap de Creus es árido, mineral y planetario, como dijera el propio genio de Figueras.
Si es que al final nos parecemos más de lo que creemos, incluso en nuestros paisajes, también humanos, por supuesto. 


Cadaqués en su día debió de ser un paraje idílico, lo sigue siendo, aunque ahora atestado de turistas, a pesar de que la carretera, con curvas y más curvas, harto estrecha, algo tercermundista, no ponga fácil el acceso desde Roses hasta Cadaqués. 
Si bien Roses o Rosas es otro bello pueblo, en Ampuriabrava (
que si llegara a visitar hace casi treinta años, de la mano de mi amiga Teia) queda relativamente cerca de Cadaqués. 

Desde Cadaqués está a tiro de piedra el escondido y mágico lugar de retiro de Dalí y su musa Gala, el mítico Port Lligat, donde sigue en pie la casa de esta pareja feliz y romántica, que viviera allí hasta la muerte de Gala, a partir de la cual Dalí se volvió, esta vez sí, completamente ido de la realidad. Y se murió ya en vida. 
Bajo un sol justiciero, uno se trepa hasta Port Lligat como si caminara por el monte crístico de los olivos (otra paranoia crítica) para luego encarar la bajada hacia ese pueblo de fantasía, hacia esa cala crepuscular, que el mago convirtiera en universal, adonde viajaran artistas de todo el mundo, incluido el magnífico pintor Pitxot, quien fuera, aparte de amigo y colaborador de gran artista Dalí, vicepresidente de la Fundación Gala Dalí.


En Port Lligat Dalí conoció a su otra musa Lidia, la pescadora. 
La casa de Dalí-Gala es santuario de peregrinaje de propios y extraños, lo que le acaba restando encanto. 
Todo o casi todo acaba perdiendo su sacralidad en este mundo nuestro. Todo parece hecho para el consumo. Si ya lo decía el propio Dalí, la belleza será comestible o no será. Todo acaba siendo comestible. También el azul celeste fundido con el marino son comestibles. 
Me gustó saberme en la tierra del genio catalán, a quien también le entusiasmaba la estética nazi (a un loco se le perdona casi todo, menos haberse portado mal con su colega Buñuel, eso no me hace ninguna gracia, porque siento reverencia asimismo por el realizador de El ángel exterminador). Y hasta hacerme una fotina con su estatua en Cadaqués, costa que incluso aparece en una secuencia de Un perro andaluz y creo recordar que también en La edad de oro de Buñuel. Esta segunda peli del cineasta de Calanda se rodó en los acantilados del Cap de Creus. 

Seguiré tras las huellas del Salvador del arte moderno, el hombre que quiso ser Dios y parecerse a los artistas clásicos. A Velázquez y Vermeer, entre otros. Con influencias del Bosco (quien fuera precedente del surrealismo) y del esperpento de Valle Inclán, como me recuerda la poeta y narradora María José Prieto. Pero él era único e irrepetible. 

La próxima vez visitaré Vilajuïga, el monasterio benedictino de San Pedro de Roda y Port de la Selva, lugares que me recomienda la pintora Ángela Merayo. 
Volveré a releer su Diario de un genio y su vida secreta.

viernes, 9 de agosto de 2019

Figueras, la tierra de Dalí

Después de olisquear Barcelona me allegué a Figueras (por fortuna, luego de la visita de Figueras, Cadaqués, PortLligat y Girona, volví a la capital catalana).

Figueres/Figueras es la tierra natal del genio Dalí donde estuviera hace ahora cerca de treinta años (en el año de 1993, me hace recordar mi amiga catalana Teia, que ahora vive en Andorra), en una escapada que hiciera desde la France, donde residía en aquella época de juventud, en un viaje Inter-Raíl. Entonces, era joven y delgado. Y con mucha energía. Cómo pasa el tiempo, santo cielo. Si ya me han caído, por encima el llombo (este palabro también lo decimos en mi útero) 52 taquitos (taquitos al pastor, que dicen en México, bueno, en lo referente a la comida). 

Todo gira en torno a este genio del siglo XX, cuya figura y obra me encantan. 
Figueras es toda ella Dalí, al menos para mí, con su museo teatro, que es puro arte. Puro surrealismo. Porque el surrealismo era este tipo excéntrico, loco como una cabra. Y lúcido como un dios. 
Su figura es apasionante. Y su obra enorme. De una calidad excepcional. Una genuina factoría. Pues contaba con todo un elenco a su servicio, sin duda. Lo que no le resta genialidad. Una factoría como Disney (también uno llegó a ser cast member de este Reino).
Con Disney llegó a trabajar Dalí en un proyecto titulado Destino, un cortometraje inconcluso, de gran belleza, como todo lo que hacia este loco cuerdo. Porque en su caso la belleza es comestible.
Ahí están sus huevos, que no son sólo decorativos, sino simbólicos, y sus panes (sus panes y sus peces multiplicados, es un decir, acaso bíblico), y sus langostas, iconos gastronómico-artísticos, que representan su obra.
Un todoterreno del arte, gran pintor, buen escultor, ingenioso escritor, brillante escenógrafo, guionista delirante, un dibujante buenísimo, capaz de reproducir a su musa Gala cual si se tratara de una foto en alta definición, capaz de reproducir la realidad y la hiperrealidad, o mejor dicho, la surrealidad, el mundo onírico (sentía fascinación por Freud, por el mundo de los sueños, por el psicoanálisis). Por eso quiso inventar el método paranoico crítico. 

Asimismo, se sentía atraído por el mundo de la física (por la mecánica cuántica y el principio de incertidumbre), por la matemática (en concreto la teoría de las catástrofes del francés René Thom). 
Dalí estaba obsesionado con la antimateria y la relatividad de Einstein (con su homenaje de la persistencia de la memoria y ese queso Camembert derretido en forma de reloj, el queso es otro de sus iconos gastronómico artístico). 

Decía que el centro del universo estaba en la estación de trenes de Perpignan/Perpiñán. Pero podría estar en Figueras. O en Cadaqués, que quedan cerca de Perpignan. 

Cadaqués y PortLligat me esperan. 
Dalí y su museo teatro es una hermosa obra de arte surrealista. Con su torre Galatea. Y ese cadillac a la entrada. Y esa cúpula geodésica. Y todas sus esculturas y sus joyas (fue también diseñador de joyas) y sus cuadros. Y ese sofá labios de la actriz Mae West (el rostro de Mae West convertido en apartamento) y ese dromedario jirafa. 
O esos elefantes jirafa (otra obsesión). O el rinoceronte, con su cornamenta, que parece tomado de un cuadro de Duero (uno de sus maestros espirituales). Al igual que lo fueron Velázquez.
Y Vermeer de Delft. Y Millet y su Angelus. La barra de pan (la baguette) sobre la cabeza de una mujer despechada (era un fetichista y voyeur) y sobre la baguette de pan una reproducción de los labradores del Angelus de Millet, que ya aparece también en Un perro andaluz, mediometraje con el que Dali colaborara. 
Lástima que el genio de Figueras no se portara bien con Buñuel, que era un cineasta extraordinario. Otro genio. Esencialmente surrealista. 
La relación entre Dalí, Lorca y Buñuel resulta fascinante. Se conocieron en la mítica Residencia de Estudiantes madrileña. Toda una institución. 

El estudio que les dedica Agustín Sánchez Vidal es magnífico. Tres personalidades arrolladoras. Grandísimos artistas. Cada uno en su terreno. Al parecer, Lorca era el más iluminado del trío calavera. Pero por desgracia lo asesinaron muy joven. Pobre Lorca. Y a Buñuel no lo fusilaron de milagro, porque anduvo muy espabilado. Y tenía la mosca tras la oreja. 
Si bien es cierto, Dalí le daba a todos los palos, desde el pictórico al literario o cinematográfico. 
Su museo teatro en Figueras es una Capilla Sixtina del arte moderno, él que tanto influyera en el pop art, él que tan buen publicista fuera. Y tan estupendo diseñador. Y escenógrafo en películas como Spellbound (Recuerda, titulada así en español), dirigida por el mago del suspense Hitchcock. 


El marqués de Púbol está enterrado en el museo teatro de Figueras (aunque él quería ser enterrado con su musa y mujer Gala en el castillo de Púbol). 

Gala (que antes fuera la mujer del poeta francés Paul Eluard) era todo un personaje, sin la cual Dalí se hubiera vuelto rematadamente loco, tanto es así que, tras la muerte de su inspiratriz, el genio del mostacho se murió literalmente en vida. Entró en un túnel del cual ya nunca salió hasta su muerte. 

miércoles, 7 de agosto de 2019

De la ciudad de León a la Barcelona de Gaudí

Arribo a la estación de Sants desde la ciudad de León, después de una velada inolvidable con motivo del Ágora poética que se celebra el último viernes de cada mes en el anfiteatro de San Marcos. Un trayecto en tren Alvia de poco más de ocho horas, habida cuenta de que Barcelona está a 800 kilómetros desde León city. Bueno, en un Ave el tiempo de viaje imagino que se reduciría considerablemente. Y se quedaría en unas tres horas. O algo así, supongo. Lyon-París (unos 500 kilómetros) son dos horas de viaje en TGV. 
Cabe recordar que el Alvia, aun alcanzando una buena velocidad, se para en varios sitios: Palencia, Burgos, Miranda, Vitoria, Pamplona... Zaragoza, Lleida... hasta alcanzar Barna, donde me esperan, con los brazos abiertos, mis sobrinos Mery e Iván, con su niño Nil, que es mi sobrinín nieto, un amor de crío, inteligente y tierno. Me encantó verlo/verlos. Nil me contagió su vitalidad. 

Desde Sants nos encaminamos, vía Diagonal, a Sant Joan Despi, que es como la periferia de la Gran Barna, aunque sea Ayuntamiento (cuántos ayuntamientos, santo dios).
Agradezco su generosidad.

Además, eso me permitió descansar bien en un día de mucho calor, que uno no está habituado a esas calorinas, con tanta humedad. 
Ahora que lo pienso, el Bierzo entero, incluida la olla ponferradina, es una maravilla incluso en verano, porque se duerme a gustito.
Al día siguiente, bien descansado y repuesto, me dirijo otra vez a Sants, pues mi deseo es allegarme a Figueras, la tierra natal de Dalí (de esto espero dar cuenta en el siguiente post o entrada en este blog). 
No obstante, encuentro tiempo para darme una vueltina por los alrededores. Y aun acercarme a Plaza España, con sus características torres venecianas, que sirvieran de entrada a la expo de 1929. De vez en cuando conviene echar la vista a la historia. 

Torres venecianas, así se les dice, por su parecido con el campanile o campanario de San Marcos de Venecia, ciudad que me deslumbrara y aun me emocionara la primera vez que la visitara, paseo en góndola incluido, que es como navegar en un ataúd, eso sí con música, por los canales de un mar que huele algo putrefacto. 
Recordaba estas torres, incluso en mi primera visita rápida a Barcelona, allá por el 88, en un viaje precisamente a Italia (con la ciudad de Venecia, entre otras, como destino).
Lo que no recordaba es la plaza de toros o Las Arenas, de estilo neo-mudéjar, que ahora (desde hace unos años) se ha reconvertido en un complejo comercial y cultural, de ocio. Con buenas vistas, al parecer, desde sus azoteas. Pero no me subí y ni me adentré en este edificio. Otra vez será. En cambio, eché la vista hacia Montjuïc. Y asomé el pescuezo al Paral.lel o Paralelo, que otrora era arteria con mucha movida nocturna. Sirva todo este preámbulo para introducirnos en una ciudad que ha sido/es una potencia en nuestro país de paisitos. Y que a lo largo de los años ha acogido a multitud de personas llegadas desde diferentes puntos de la geografía española. Y aun de otros países. Como es el caso de Mónica. 

En la actualidad, Barna es una mixtura de etnias y culturas. No hay más que darse un paseo por barrios como el Raval (con su gato gigante). Y aun otros barrios.

Una ciudad que tanto me hace recordar a París, al menos en sus espaciosas y arboladas avenidas (como la Diagonal, la Gran Vía, Meridiana o Aragón/Aragó). 
Dicho sea de corrido, me alojé en la céntrica Avenida Aragó, 291, a unos pasitos del passeig de Gràcia y de la casa Batlló, que es uno de los iconos del genio catalán y universal Gaudí, con quien estamos o deberíamos estar familiarizados los leoneses, pues este singular arquitecto dejó su impronta asimismo en la ciudad de León con la casa Botines y en Astorga con el palacio episcopal. Incluso en la bella Comillas con El Capricho. 

Barna es un poco París ("la pequeña París", le dicen), en la estética de sus edificios, que tanto le deben al modernismo de Gaudí.

Una ciudad apasionante para un arquitecto. 
Barna es un poco París (con Arco de Triunfo incluido) y también un poco Ámsterdam (ha querido imitar el modelo de carril de bicis). Y todos esos clubes de cannabis, que serían equivalentes a los coffee shop de la lírica ciudad holandesa, por la que siento tanto cariño. Y que he visitado en muchas ocasiones.

También Barna cuenta con su archifamoso Bagdad (carrer Nou de la Rambla) y su museo erótico en las Ramblas (animadas día y noche, con mucho listo ojo avizor en busca de algún pardillo turista al que birlarle la billetera) y aun un museo del has y la marihuana, a imitación del de la ciudad holandesa. 
Barna también cuenta con muchas y bellas fuentes, decorativas y para tomarse un trago, como Roma. Y en determinados lugares del barrio de Gracia tiene un aire con el madrileño barrio de Malasaña. O eso me pareció en un paseo en compañía de Ana y de Mónica. Y luego tomándonos una cerveza en una plaza de cuyo nombre no me acuerdo. 
Una ciudad que, en otro tiempo, diera la espalda al mar (grave error). Y que ahora ha integrado el mar en su vida. La Barceloneta, toda la zona portuaria y marítima, playera, está divina. Divina de la vida, porque Barcelona es una mirada al mar. Y aun otra a la montaña, al Tibidabo (conocido por su parque de atracciones), desde donde se puede contemplar la ciudad Condal en todo su esplendor, incluso el aeropuerto del Prat (en el que estuve hace dos años con motivo de un viaje que hiciera a Sicilia, Madrid-Barna-Palermo). 
Inolvidables las vistas desde las faldas del Tibidabo. Desde esas alturas da la impresión de que no fuera una ciudad tan grande en extensión, sobre todo a lo ancho. Pero la vista engaña. Y, cuando uno desciende a sus entrañas, se da cuenta de su magnitud, de su envergadura. 

Barcelona es una olla. Eso me cuenta Toni (también el Bierzo es una gran olla, me apetece recordar). Una olla en la que se cuece uno en verano, a resultas del calor y la humedad. Una olla en la que se cuecen muchos y exquisitos platos, de diversas culturas. La gastronomía catalana tiene fama, es muy buena (visita de rigor el mercado de la Boquería). 
Inolvidables son también las vistas desde Montjuïc. Lástima que no viera el espectáculo de luces.
Ni el cementerio, donde están enterrados por ejemplo los anarquistas leoneses Buenaventura Durruti y Ángel Pestaña (nacido en Santo Tomás de las Ollas, al lado de lo que hoy es el campus de Ponnferrada), o el poeta José Agustín Goytisolo, que me cautivó cuando leí por primera vez Palabras para Julia. Bellísimo y reflexivo poema que han musicalizado desde los Suaves hasta Paco Ibáñez.

Y estupendas son también las vistas panorámicas desde el parque Güell, que diseñara el genio Gaudí, por quien también siento devoción. Y es que Gaudí dejó su gran huella en Barna, con esas casas museo como la ya mencionada Batlló o bien la Pedrera. Amén de algún edificio más. Y por supuesto la fascinante Sagrada Familia, que es como una mezquita arborescente y católica, donde los ateos nos quedamos deslumbrados ante tamaña belleza. 
Una Sagrada Familia que también me hace recordar las estalactitas y estagmitas de la cueva de Valporquero.
Y cómo no las rocas fungiformes, las chimeneas de hadas de la Capadocia. Aproximaciones a Gaudí en Capadocia, como nos recordara el gran Juan Goytisolo, quien por cierto era barcelonés y ramblero, sempiterno rompesuelas, incansable viajero al corazón de la cultura islámica.
Gaudí nunca estuvo en la Capadocia, que se sepa, pero sí en Marruecos, que pudo haber sido su gran inspiración. Y hasta da la impresión de que hubiera conocido el valle de Göreme (Patrimonio de la Humanidad). 
No obstante, Gaudí, cuya inspiración encontró en la propia naturaleza, es probable que también se inspirara en sus paisajes familiares, en su Cataluña del alma (en Baix Camp, aseguran algunos estudiosos). 
Me siento entusiasmado con la Barcelona de Gaudí. Y por supuesto con el pluricultural barrio del Raval, que vibra a ritmo hindú y magrebí.
Todos y nadie somos extranjeros en esta animada y ahora calurosa ciudad de ciudades.