viernes, 9 de agosto de 2019

Figueras, la tierra de Dalí

Después de olisquear Barcelona me allegué a Figueras (por fortuna, luego de la visita de Figueras, Cadaqués, PortLligat y Girona, volví a la capital catalana).

Figueres/Figueras es la tierra natal del genio Dalí donde estuviera hace ahora cerca de treinta años (en el año de 1993, me hace recordar mi amiga catalana Teia, que ahora vive en Andorra), en una escapada que hiciera desde la France, donde residía en aquella época de juventud, en un viaje Inter-Raíl. Entonces, era joven y delgado. Y con mucha energía. Cómo pasa el tiempo, santo cielo. Si ya me han caído, por encima el llombo (este palabro también lo decimos en mi útero) 52 taquitos (taquitos al pastor, que dicen en México, bueno, en lo referente a la comida). 

Todo gira en torno a este genio del siglo XX, cuya figura y obra me encantan. 
Figueras es toda ella Dalí, al menos para mí, con su museo teatro, que es puro arte. Puro surrealismo. Porque el surrealismo era este tipo excéntrico, loco como una cabra. Y lúcido como un dios. 
Su figura es apasionante. Y su obra enorme. De una calidad excepcional. Una genuina factoría. Pues contaba con todo un elenco a su servicio, sin duda. Lo que no le resta genialidad. Una factoría como Disney (también uno llegó a ser cast member de este Reino).
Con Disney llegó a trabajar Dalí en un proyecto titulado Destino, un cortometraje inconcluso, de gran belleza, como todo lo que hacia este loco cuerdo. Porque en su caso la belleza es comestible.
Ahí están sus huevos, que no son sólo decorativos, sino simbólicos, y sus panes (sus panes y sus peces multiplicados, es un decir, acaso bíblico), y sus langostas, iconos gastronómico-artísticos, que representan su obra.
Un todoterreno del arte, gran pintor, buen escultor, ingenioso escritor, brillante escenógrafo, guionista delirante, un dibujante buenísimo, capaz de reproducir a su musa Gala cual si se tratara de una foto en alta definición, capaz de reproducir la realidad y la hiperrealidad, o mejor dicho, la surrealidad, el mundo onírico (sentía fascinación por Freud, por el mundo de los sueños, por el psicoanálisis). Por eso quiso inventar el método paranoico crítico. 

Asimismo, se sentía atraído por el mundo de la física (por la mecánica cuántica y el principio de incertidumbre), por la matemática (en concreto la teoría de las catástrofes del francés René Thom). 
Dalí estaba obsesionado con la antimateria y la relatividad de Einstein (con su homenaje de la persistencia de la memoria y ese queso Camembert derretido en forma de reloj, el queso es otro de sus iconos gastronómico artístico). 

Decía que el centro del universo estaba en la estación de trenes de Perpignan/Perpiñán. Pero podría estar en Figueras. O en Cadaqués, que quedan cerca de Perpignan. 

Cadaqués y PortLligat me esperan. 
Dalí y su museo teatro es una hermosa obra de arte surrealista. Con su torre Galatea. Y ese cadillac a la entrada. Y esa cúpula geodésica. Y todas sus esculturas y sus joyas (fue también diseñador de joyas) y sus cuadros. Y ese sofá labios de la actriz Mae West (el rostro de Mae West convertido en apartamento) y ese dromedario jirafa. 
O esos elefantes jirafa (otra obsesión). O el rinoceronte, con su cornamenta, que parece tomado de un cuadro de Duero (uno de sus maestros espirituales). Al igual que lo fueron Velázquez.
Y Vermeer de Delft. Y Millet y su Angelus. La barra de pan (la baguette) sobre la cabeza de una mujer despechada (era un fetichista y voyeur) y sobre la baguette de pan una reproducción de los labradores del Angelus de Millet, que ya aparece también en Un perro andaluz, mediometraje con el que Dali colaborara. 
Lástima que el genio de Figueras no se portara bien con Buñuel, que era un cineasta extraordinario. Otro genio. Esencialmente surrealista. 
La relación entre Dalí, Lorca y Buñuel resulta fascinante. Se conocieron en la mítica Residencia de Estudiantes madrileña. Toda una institución. 

El estudio que les dedica Agustín Sánchez Vidal es magnífico. Tres personalidades arrolladoras. Grandísimos artistas. Cada uno en su terreno. Al parecer, Lorca era el más iluminado del trío calavera. Pero por desgracia lo asesinaron muy joven. Pobre Lorca. Y a Buñuel no lo fusilaron de milagro, porque anduvo muy espabilado. Y tenía la mosca tras la oreja. 
Si bien es cierto, Dalí le daba a todos los palos, desde el pictórico al literario o cinematográfico. 
Su museo teatro en Figueras es una Capilla Sixtina del arte moderno, él que tanto influyera en el pop art, él que tan buen publicista fuera. Y tan estupendo diseñador. Y escenógrafo en películas como Spellbound (Recuerda, titulada así en español), dirigida por el mago del suspense Hitchcock. 


El marqués de Púbol está enterrado en el museo teatro de Figueras (aunque él quería ser enterrado con su musa y mujer Gala en el castillo de Púbol). 

Gala (que antes fuera la mujer del poeta francés Paul Eluard) era todo un personaje, sin la cual Dalí se hubiera vuelto rematadamente loco, tanto es así que, tras la muerte de su inspiratriz, el genio del mostacho se murió literalmente en vida. Entró en un túnel del cual ya nunca salió hasta su muerte. 

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