sábado, 8 de septiembre de 2018

Ara Malikian

Divertido, irónico, enérgico, brillante... sublime. Así se mostró el genial violinista Ara Malikian en la noche de ayer, en el auditorio de Ponferrada. Una noche memorable. Para contar a nuestros hijos y nietos. Como nos contara él mismo sus propias historias de vida, de familia, entre su repertorio musical, que es mucho y muy bueno. 
Historias de su abuelo armenio, que ni hablaba ni bailaba, un hombre serio, que sobrevivió al genocidio armenio de 1915. Que logró salvar su vida gracias a que alguien le prestara su violín para poder fingir que formaba parte de un grupo de música, violín que heredara Malikian, un artista con mayúsculas, que logró hipnotizarnos con sus músicas, con sus ritmos y cambios bruscos de ritmo, con su puesta en escena (acompañado por una banda de músicos estupenda, simpático el percusionista-campanero). 
Foto: Alberto Tascón (Ponferradahoy)
Lástima que el auditorio de Ponferrada no tenga la mejor de las acústicas. Y me tocara verlo/escucharlo desde las gradas. No obstante, me erizó todos los vellos del alma. Tiene duende, Malikian. Y muchísima capacidad para meter en su bolsillo al público, para llevarlo a su terreno, e introducirlo de lleno, por la puerta grande, en su mundo musical, en su mundo vital. 
"Os deseo mucho cariño, amor. Y sobre todo mucha salud", nos dijo a modo de despedida, lo que lo convierte en grande, humano, muy humano. Un ser con una luz prodigiosa, con alegría, que emana buenas vibraciones, que transmite buen rollo. Y además es un virtuoso del violín, al que le hace hablar, por supuesto la lengua universal de lo emocional, que nos llega directamente a las entrañas: la música como arte sublime en manos de un ser tan excepcional como él. 
Era y no era la primera vez que veía a Ara Malikian sobre el escenario en vivo y en directo, porque lo recuerdo, hace unos diez años, en el teatro Bergidum, con la compañía Yllana y el espectáculo Pagagnini.  
Su reciente actuación me hizo rememorar al grupo polaco Kroke, por el que siento devoción (al que le he dedicado algunos textos). Y sobre todo me hizo recordar al genio Kukurba. Aunque para ser sincero Malikian es mucho más espectacular, con sus piruetas circenses, sus brincos, su teatralidad. Y además muestra un excelente sentido del humor en un castellano fluido, con meloso/exótico acento (lleva unos 20 años viviendo en España, según nos contara este libanés nacido en Beirut). 
Una belleza su espectáculo, de principio a fin, en el que, realiza una fusión extraordinaria de músicas: clásica (me quedó clara su pasión por Mozart y Bach, acaso mis preferidos), pop (Bowie), rock (Hendrix... Led Zeppelin, otro de sus grupos de cabecera, nunca mejor dicho, pues contaba que tenía, siendo jovencito, un póster de este grupo, que cubría con otro de Bach, cada vez que su padre intentaba adentrase en su cuarto, que además compartía con su hermana)... Y todos esas melodías propias del klezmer, el folclore del Oriente próximo, incluso la música balcánica, zíngara. 
Intentaba ocultar el póster de los Zeppelin (grupo al que uno escuchaba mucho en la adolescencia) porque su padre (violinista también) sólo escuchaba y tocaba música clásica, mientras que a su hermana le gustaba el rock. Y a Malikian le gustaba y le sigue gustando todo tipo de músicas ("la música es libertad", asegura él), siempre que éstas se toquen con la sensibilidad y maestría con las que él lo hace. Como el tema principal de la banda sonora de Pulp fiction, de Tarantino, que me dejó literalmente noqueado. Interpretado con una energía apoteósica. Me encantó. El título de esta melodía, de origen griego, es Misirlou. Y me hizo reír mucho en su intento de imitar al John Travolta chulesco, con el culo en pompa. 
Humor, teatro, música (incluida la canción que le dedica a su hijo Kairo)..., aparte de sus palabras cargadas de humanismo fueron los ingredientes esenciales para que el concierto de Ara Malikian fuera en verdad colosal, antológico. 
Ahora esperamos que regrese pronto a Ponferrada. Si bien prometió, con su característica chispa, que volvería al día siguiente. Y aun llegó a prometer que tocaría eternamente -eso fue ayer mismo-, o que haría un concierto que durara al menos unas dieciocho horas seguidas. 
En todo caso, dos horas (con los fuegos artificiales ya explosionando en el cielo ponferradino) fueron un buen aperitivo (Alfredo Ravioli al pesto) para seguir enganchado a sus músicas. 
La historia de Ravioli, de Alfredo Ravioli, se me hizo realmente maravillosa. Todos sus compis con violines prestigiosos (Stradivarius...), mientras Ara, aún jovencito formándose como violinista en Alemania, sólo disponía de su violín Ravioli. Y luego intentando sobrevivir, como un "pringado", según él, en un cabaret de mala muerte, donde sólo había borrachos, que por lo demás no se enteraban ni de lo que tocaba, tanto que llegó a interpretar una misma canción, eso sí, con variaciones (he ahí el truco musical). 
Al finalizar el concierto -casualidades de la vida- me topé con el artista Robés, quien me dijo que había tenido la ocasión de coincidir con Malikian en Madrid, durante al menos un mes y medio, cuando el genio beirutí era violinista en el Teatro Real de la capital del Reino. 
Ahora mismo me viene a la mente que el propio Malikian mencionó, de pasada, al compositor "villafranquino" Cristóbal Halffter. Y de este modo el artista libanés nos devuelve a Villafranca del Bierzo, de donde es (o mora) Robés y donde habita, castillo en ristre, Halffter. 
De Ponferrada a Villafranca del Bierzo pasando por todo el orbe, como ha hecho y seguirá haciendo Ara con sus giras mundiales/musicales. 

1 comentario:

  1. Nutrida y cautivante tu reseña, con mucho acervo musical que consultar y disfrutar, compartir y quizá regalar a generaciones más jóvenes que requieren un rescate cultural y un remanso de música verdadera en estos tiempos tan de fáciles cadencias. Gracias Manuel, felicidades, abrazo grande!

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