Cultura
Avelino Fierro: "La lectura es esencial para vivir"
Manuel Cuenya
| 28/07/2015
El
narrador Avelino Fierro, autor de 'Una habitación en Europa', sigue
escribiendo y luchando por esta tierra leonesa, en la que se han dejado a
la intemperie iniciativas culturales con cierta proyección o ya
asentadas, como el Festival de Órgano, el Purple, el Magistral de
Ajedrez y aun el Premio Leteo, que está en entredicho.
Avelino Fierro. Foto de José Ramón Vega en La Barra
"Borges, tan dado a escribir para indagar en las
historias pequeñas y el culto al coraje, para preservar el recuerdo de
cuchilleros, soldados y ángeles caídos, ha seguido ganando batallas
después de muerto" ('Diario Before Londres', 'Una habitación en Europa')
"Funcionario de día, paseante en busca de historias de
noche", así se define Avelino Fierro, un amante de los libros y los
diarios, de la lectura y la escritura como completos perfectos para ir
más allá, en definitiva, en un viaje por el mundo adelante, como manera
de conocimiento, acaso en busca de emociones que le hagan vivir más y
mejor, al menos de un modo más intenso. Aunque él mismo nos previene, a
la vez que cita a Marguerite Yourcenar: "Mais les livres ne contiennent
pas la vie; ils n'en contiennent que la cendre" (Pero los libros no
contienen la vida, sólo contienen la ceniza").
"La lectura es esencial para vivir", precisa este
"escribidor que le echa un pulso a las palabras", el cual tiene una
biblioteca entera en su cabeza, a tenor de los muchos libros que ha
leído y las citas que recuerda: "Hay un librito precioso de Antoine
Compagnon, 'Para qué sirve la literatura', editado por Jaume Vallcorba
-fallecido no hace mucho- en Acantilado. Montaigne y Bacon decían que el
hombre culto vive mejor, que la literatura contribuye a la vida buena. Y
Kundera decía que resiste a la estupidez, no con violencia, sino de una
manera sutil y obstinada. Yo suelo citar a Harold Bloom: 'Sólo la
lectura atenta y constante proporciona y desarrolla plenamente una
personalidad autónoma'. No entiendo cómo se puede no leer, que te baste
con la plana realidad", matiza este narrador propenso a la melancolía.
"Creo, con Samuel Johnson, que la literatura nos hace capaces de gozar
mejor de la vida, o de soportarla mejor" (página 10, 'Una habitación en
Europa'). Resulta difícil no leer, claro, sobre todo si uno se lo puede
permitir, habida cuenta de que la mayoría de la gente ni tiempo tiene de
coger un libro en sus manos, pues, esclavizados como están a un sistema
caníbal, no les quedan ya ganas para nada, ni siquiera para sobrevivir a
la intemperie y la barbarie. Otra cosa es para quien se dedica en
cuerpo y alma a la escritura, o quien, como Avelino, tiene la fortuna de
compatibilizar su trabajo como fiscal de menores con su labor como
"aprendiz de plumífero", dice él de sí mismo, en cuyo caso la literatura
es esencial. Aunque no exista a priori ninguna relación, ni ninguna
"homología" entre su trabajo de funcionario y su dedicación a la
literatura, Fierro cree que para escribir "hay que estar un poco en
estado de ósmosis, perseverar en ser receptivo, como decía Léon-Paul
Fargue". Reconoce que, incluso cuando escribe artículos técnicos o
jurídicos, también le entra la vena "literaria" o se enoja con el
legislador, o con esta sociedad del cinismo y la corrupción; "con el
poder que ridiculiza las alternativas y la ilusión". En su trabajo como
fiscal de menores, está convencido de que "todas las vidas, tragedias,
miserias y aventuras -los adolescentes son propensos a la
autoexculpación y a la asunción de riesgos- que entran a diario en el
cedazo, no son cribadas luego para hacer prosas. Se pierden para la
escritura, se pudren en el engranaje del sistema".
Cuenta que escribir es un acto que tiene mucho de soberbia;
por lo que procura curarse en salud, marcar cierta distancia con la
creación, "quizá porque he leído tanto a Steiner, porque no me veo digno
de descalzar a ninguno de los maestros, a los que han habitado la casa
insegura en la tierra de nadie de lo desconocido", argumenta este
narrador, que antes de publicar 'Una habitación en Europa' -uno de los
libros más hermosos de cuantos se han publicado en el 2014, según el
escritor Julio Llamazares ('El País')-, sólo había escrito un par de
cuentos sobre un viaje con amigos y sobre una noche tremebunda y
canalla. La insistencia de su editor Héctor Escobar y de sus amigos,
entre ellos Manuel Vicente González (Manolo Cerebro), Alberto R.
Torices, García Martín, Cecilia Orueta y el propio Julio Llamazares
lograron que publicara su ópera prima, "una especie de diario que me
pareció que iba más con mi carácter, con ese 'fondo sentimental' del
escritor del que habla Baroja". Ellos son, en su opinión, los
responsables, los inductores, los culpables de que ande metido en esto
del escribir. "Son enormemente generosos... con amigos así, todo es más
fácil, soy muy afortunado", concreta, haciendo constar que, antes de que
se publicara su libro, la periodista y poeta Eloísa Otero ya le había
pedido que escribiera en 'Tam-Tam Press'. Y es lo que viene haciendo
desde hace unos años, enviando ese 'Querido diario', con un dibujo de
cabecera y con periodicidad irregular.
"Decía Voltaire que el entusiasmo por la amistad ha sido más
fuerte entre los griegos y los árabes, que tienen cuentos admirables
sobre ella, que nosotros en esto estamos un poco secos. Pues yo con
Julio y Manolo me siento un poco musulmán; y he escrito algún relato
sobre ellos para poder abrazarlos cuando no los tengo al lado",
especifica el autor de 'Una habitación en Europa', "un diario por
encargo" (escribe en su capítulo-'Diario Before Londres'), algo
realmente inspirador habida cuenta de que otro especialista en diarios,
el gran Umbral, a quien cita Avelino, decía que "la mejor musa es el
encargo". También Umbral, en 'Un ser de lejanías', escribe que el
memorialismo es la literatura en estado puro, recuerda Avelino, que tal
vez por eso escribe diarios, porque es lo único que le sale, "por
defecto", aclara él, que no se siente escritor de ficciones. "No anda
uno peleando a brazo partido con las metáforas; esto es algo más
modesto, una especie de registro de acontecimientos, un acta notarial:
abres la ventana, calibras el oído y la vida va impregnando de imágenes,
sonidos o siluetas esa sutil y fina membrana que anda por alguna parte
de tu cerebro y que trata de atraparlas, como el negativo de una cámara
oscura", explica Fierro, cuyos primeros relatos eran austeros, fotos
fijas de una parte de nuestras vidas, escenas cotidianas. En el fondo,
lo siguen siendo, en los cuales "la realidad está en ellos como un
chicle pegado a la suela del zapato". No en vano, trae a mientes la
frase de Blanchot: "el diario es el ancla por medio de la cual el
escritor se ata a la realidad cotidiana".
"Decía Voltaire que el entusiasmo por la
amistad ha sido más fuerte entre los griegos y los árabes, que tienen
cuentos admirables sobre ella, que nosotros en esto estamos un poco
secos"
'Una habitación en Europa (Diarios 2010-2012)' (Eolas,
2014), cuya presentación en León hiciera en la Fundación Sierra Pambley,
por su empeño en la educación y cultura que sigue contagiando a buen
seguro aquella Institución Libre de Enseñanza, del krausismo, de aquella
gente que pretendía regenerar este país, "es el libro de un lector
agradecido. Y las citas o los reconocimientos a autores son constantes",
añade este lector voraz, convencido de que nadie se libra, ni siquiera
los maestros, de las citas o reconocimientos a otros escritores,
mientras rememora a un autor sudamericano que cita a Borges, el cual
decía –según Avelino–: "que si podemos escribir a partir de Borges, es
porque Borges no nos enseñó a escribir, sino a leer; nos enseñó que el
que puede pararse ante la literatura como un lector, puede escribirlo
todo".
"El fin de semana siguiente fuimos a la sierra. Bueno,
aquí nadie dice 'sierra', nos parece gran cursilería... Y se trata de
una sierra, según los mapas, la de los Ancares. Estaba frente a
nosotros, allí veíamos perfectamente sus estribaciones, desde aquel
altozano al que nos llevaron Yuma y Teje para nombrar cada uno de los
picos" ("Diario en Blanco y Negro", "Una habitación en Europa")
La literatura, la amistad y la vida
Obsesionado con encontrar un buen título para su libro, y
después de anotar hasta ochenta, entre otros 'La ciudad sin sombra'
-escribe su autor-, llegó al de 'Una habitación en Europa', habida
cuenta de que su hijo Javi se iría dos años a Alemania para seguir con
sus estudios de música y necesitaba un alojamiento.
Estructurada en siete capítulos o diarios, esta obra es en
esencia un homenaje a la literatura y la amistad, tal y como dijera su
editor en la presentación del mismo en Oviedo. En este libro los
lectores y "lectrices" se encontrarán desde breves ensayos, literatura
de viajes, esbozos de poemas ("hay dos poemas en el libro -¡vaya
cosecha!–...Uno, pensado en el hospital, pensado porque no podía
escribirlo, ya que estaba lleno de goteros, vendajes y agujas
intravenosas. Otro, entrevisto en un invierno parisino, que una vez
redactado envié a un poeta, de esos de verdad, y lo corrigió y le dio
tanto la vuelta que no lo reconocía ni su padre, o sea, yo"), hasta
algún cuento... aparte de las anotaciones propias de un diario personal.
"Y citas de autores, sobre todo, poetas", detalla Avelino, consciente
de que es un gran lector al que le falta el don de la poesía. "Me falta,
para escribir poesía, esa mirada clara y conciencia del oficio, que
dice Álvaro García que deben tener los poetas, o la suerte para
encontrarla, perspicacia para reconocerla y sentido común para no
estropearla, como dice Almuzara... Sólo sé leer todos los libros de
versos que puedo. Y emocionarme. Y encomendarme a las musas del Olimpo. A
mí se me aparecen, no como a Hesíodo cuando cuidaba su rebaño en las
laderas del monte Helicón, sino cuando me veo desfallecer", matiza con
humor este "sabio, que hace de su sabiduría un arte" (Julio Llamazares),
satisfecho con la frase final de la reseña que le hicieran de su libro
en la revista 'Clarín': "Una vida que puede parecer indistinguible de
cualquier vida, pero que no lo es precisamente por ese saber aferrarse,
en medio del naufragio que resultan todas, al talón salvífico de la
literatura". La literatura como salvación y el diario personal como una
manera de agarrarse con uñas y dientes a la realidad. Entre los muchos
diarios que ha leído, Fierro cree que 'El Cuaderno gris' es el diario
mejor escrito. "Hace poco se ha publicado 'La vida lenta', anotaciones
de los años 56, 57 y 64, y en ella se hace referencia a la reescritura
del Cuaderno. De Andrés Trapiello alguien dijo en un programa de
televisión que le gustaba más que Marcel Proust. Yo, como no he leído a
Proust, lo suscribo", agrega él, que dedica en el último capítulo de su
libro ('Diario de los nombres') un homenaje a sus últimas lecturas,
entre las que se halla el propio Pla, además de Azúa, Zagajewski,
Stasiuk, Brodsky, Camba, Tranströmer, Jhonson, Zweig, Auden, Ruano,
Borges, D'Ors, Faure, Steiner, Sánchez Ferlosio...
(puedes seguir leyendo esta fragua en este enlace):