martes, 16 de abril de 2013

Pecios sin nombre, de Idoia Arbillaga

Idoia Arbillaga


Los pecios sin nombre son como amores del pasado, barcos hundidos en tormentas lejanas, que acaban fondeados en las arenas más íntimas del alma (Santos da Costa, Lisboa interior)

Conozco a Idoia Arbillaga desde hace algún tiempo. La primera vez que nos vimos fue en Priego, Cuenca, y la última, al menos hasta ahora, también.

Priego como espacio poético en el que poder conversar acerca de lo divino y lo humano amigablemente, Priego como lugar de inspiración, bajo la protección del centro Diego Jesús Jiménez, que cada año nos acoge al amor de la lírica y la amistad. 

Aunque Idoia lleva tiempo componiendo poemas, fue el pasado año cuando se nos reveló, con su poemario Pecios sin nombre (Amargord), como una poeta que recuperara del fondo del mar aquellos amores del pasado, a ella que tanto le entusiasma sumergirse en las aguas de los océanos en busca de ese "líquido mar que no puede enjaularse", ese Mar-Amor-Eros en libertad

Pecios sin nombre, todo hay que decirlo, fue finalista del Premio Adonáis 2008, con un jurado compuesto por el propio Diego Jesús Jiménez, nuestro paisano y gran poeta Antonio Colinas, Joaquín Benito de Lucas y Julio Martínez Mesanza.

Sus poemas Sal de sirena, Inmersión atlántica o Pentagrama en clave de luna nos sumergen en el fondo del mar, un lugar seguro, según la poeta, para amar, y acaso para curarse del mal de amores. "Todo se cura con agua salada: con sudor, con lágrimas o con el mar", según la cita de Arthur Clarke, con la que Idoia introduce su poema Inmersión Atlántica, en cuyo fondo marino sentimos la "danza que agita las mareas del alma", acaso como "animale(s) viscoso(s) entregado(s) a la lujuria,/ azotar de olas y acantilados ebrios". 

En su Pentagrama en clave de luna, la poeta nos devuelve, una vez más, al mar (el lugar de los sueños, el espacio amniótico del amor y el deseo y aun del roce de la muerte: "morir un poco soñando nenúfares y algas") porque "en cada inmersión atravieso el pericardio del mar", dice ella, "vertiéndome hasta la arena/ del fondo de las aguas/ del Mar Mediterráneo", ay, el Mediterráneo, qué buen lugar para dejarse acariciar por su oleaje sereno y sensual.

Resultan cautivadores, también, esos poemas de la Serie de Estambul (qué bellezón, esta ciudad turca) donde la poeta se funde en un gran abrazo erótico con Santa Sofía (La Turca): "Yo quiero ser tus labios,/ ser tu saliva y cintura/ reír contra el Bósforo ciego/ (su humedad y tu caricia)" mientras rememora, con añoranza, un tiempo sabroso y acariciador: "Aprieto el dolor y la pulpa sabrosa/ del recuerdo/ de aquel zoco de Estambul/ donde rozaste mi espalda/ con las puntas de tus senos". 

En verdad, "sólo se pierde lo que no se ama", que diría el poeta Claudio Rodríguez, y al que tú citas, pero tú, Idoia, nos has obsequiado un poemario atrevido, con semillas de fuego y agua salada y sanadora. Un auténtico bálsamo o elixir de vida.  

 http://idoiaarbillaga.jimdo.com/
 

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