sábado, 12 de octubre de 2024

El último trago, por Luis Segura


 (Curso de composición de relatos y microficciones, nivel intermedio, UNED de Ponferrada, impartido por Manuel Cuenya)

Bebió el último trago, una mezcla rosácea del vino que le quedaba en el vaso y de un chorro de orujo que alguien le había añadido. Lo paladeó, agradeciendo en silencio el suplemento de quien le había gastado una broma, tal vez de mal gusto; entonces se irguió sacando pecho y salió del bar.

En la calle la helada había cristalizado la superficie de los charcos, dejándolos finos, peligrosos.  Se quedó quieto, sin sentir el frío, pese a llevar la chaqueta y el abrigo abiertos y la camisa desabotonada. Buscó en los bolsillos hasta encontrar el mechero y un cigarrillo arrugado que pudo encender haciendo un cuenco con la mano para proteger la llama, lo dejó en los labios y caminó tambaleándose como un boxeador aturdido tras un crochet. 


Al llegar a la esquina que daba a su calle una ráfaga de aire se llevó la brasa del cigarrillo que dibujó un trazo rojo y aún llegó viva al suelo, donde se apagó.

Siguió caminando mecánicamente hasta su casa, acompañado de la suerte de no pisar zonas resbaladizas. Abrió la puerta tirando de una cuerda atada al pasador en la parte interior que, sacada por un agujero, estaba colgando del mismo. A oscuras fue tanteando la pared y llegó a la cama donde se dejó caer.

Los muelles del somier lo recibieron con un abrazo metálico, que él no oyó.

Vestido y boca abajo durmió un sueño de plomo.

 

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