sábado, 4 de abril de 2020

Brote de esperanza

Hoy, 4 de abril de 2020, me he levantado con el optimismo subido. Y deseo contagiaros este optimismo, que éste creo que sí es un buen contagio. ¿Os apetece contagiaros... de optimismo?
Aunque no conviene auto-engañarse (esto puede resultar terrible), sí sabemos que el auto-engaño funciona como mecanismo defensivo, como mecanismo de adaptación con el fin de sobrevivir a la intemperie (por cierto, no llegué a ver esta película, basada en una novela de Jesús Carrasco, que sí pude leer hace tiempo, aunque debería releerla). 
Los seres humanos necesitamos de ilusiones, de sueños. "De sueños vive el tonto de los...", dice algún proverbio castizo. 
La ilusión, ay, es lo último que debemos perder, porque si la perdemos, entonces sí que estamos muertos, muertos en vida. 
"¿La ilusión?... A mí me costó vivir más de lo debido", escribe el mexicano Rulfo en su Pedro Páramo, libro mágico en el que las voces de los muertos conviven con la de los vivos en un diálogo sustancioso, que te deja sobrecogido. 

Lo importante, una vez más, no es saber si hay vida más allá de la muerte sino si hay vida en la vida (valga la redundancia). 
"La pregunta no es si hay vida después de la muerte; la pregunta es si hay vida antes de la muerte", se plantea el escritor, paisano y amigo Julio Llamazares en ese conmovedor libro titulado Escenas de cine mudo.
A menudo lo obvio es lo más difícil de explicar. Y de entender. 
Los seres humanos necesitamos creer en algo (incluso cuando uno se siente agnóstico o directamente ateo), sobre todo necesitamos creer en nosotros mismos para poder seguir caminando. 
Necesitamos seguir creyendo en nuestra capacidad para gestionar nuestras emociones, nuestros sentimientos. 
Seguir creyendo en nuestra capacidad para poder gestionar nuestras vidas, en definitiva. Seguir creyendo en la belleza del mundo, en la belleza contenida en un flor... de primavera (al final va a resultar que soy un gran creyente, y aún no me había dado cuenta). Pero también deberíamos ser conscientes de aquello que nos dijera el filósofo Ortega, que somos nosotros y nuestras circunstancias, y en esas circunstancias estamos, en la circunstancia de algo sobrevenido, de este alien que nos está machacando a la población mundial. 

Mucho hemos fantaseado, en el cine y en la literatura, con seres extraños, con extraterrestres, con zombis, con todo tipo de monstruos... Y hete aquí ahora, en vivo y en directo, nuestro virus, el corona, que nos ha atacado por sorpresa, pillándonos desprevenidos, desprotegidos. Aunque esta no sea, por lo demás, ninguna guerra, como se nos ha dicho, salvo la batalla que mantenemos los humanos contra el virus, contra la enfermedad, con muchos muertos, con muchas muertas (lamento profundamente esta situación de enfermedad y muerte), con mucha muerte en horizonte también, aunque, a tenor de los infectados que tenemos en el mundo (pueden ser varios millones en España, que no nos engañen, ni nos dejemos engañar), la tasa de mortalidad por el Corona-virus no está siendo tan elevada. Espero que no se me malinterprete lo que estoy diciendo. Ya quisiera que este virus no dejara ni una sola muerte. Ni un solo muerto. Ni una sola muerta. Vayan mis condolencias para todas las familias que hayan tenido que sufrir y estén sufriendo fallecimientos, que es algo horrible, sobre todo en estos momentos en que ni siquiera pueden despedirse de sus seres queridos. Vaya tambien mi sentido pésame para Auri por el reciente fallecimiento de su madre en Noceda del Bierzo (el útero de Gistredo).

No se trata de ninguna guerra aunque asomen paisajes desoladores durante la batalla. Y al fondo se intuya la desesperación. Y unas consecuencias (no quiero engañarme ni engañaros, ahora no) que serán demoledoras en lo económico, en lo social, en lo psicológico... Pero de momento, no adelantemos acontecimientos. Ni nos hagamos los adivinos (bueno, no hace falta ser muy adivino para darse cuenta), que ahora los pitonisos y leedores de futuro van a quedarse sin chamba, sin trabajo quiero decir, también, porque ni ellos ni nadie adivinó lo que se nos venía encima de nuestros cogotes, de nuestras seseras. 
Alguna gente ha interpretado este tsunami como una guerra vírica, que ahora las guerras ya no son con piedras y palos, como hacían nuestros prehistóricos. Pero al parecer (si nos fiamos de nuestros científicos, que deberíamos, por salud mental, sobre todo, y alguien en quien ampararnos), el virus no fue creado ex profeso para diezmar o literalmente cargarse a la Humanidad, sólo para ponerla en jaque. Y se trata de un virus que surgió de un modo natural y azaroso. Como por otra parte han surgido otros virus a lo largo de la Historia, que han causado millones de muertos (en estos momentos el coloso USA, con un descerebrado al mando, estará que se tira por la ventana. Y supongo que echará pestes, nunca mejor dicho, contra el Imperio económico de la China comunista y capitalista a la vez). 
Noticias recientes, que me llegan a través del guasap de un amigo poeta, aseguran que Estados Unidos ha descubierto al tipo que fabricó y vendió el virus Corona a China. Se trata de un químico y biólogo estadounidense de la Universidad de Harvard, que fue arrestado. Vaya movidón. Habrá que contrastar todo esto con el mayor rigor posible, porque, de ser así, entonces sí que la guerra vírica sería real. Y eso no me gusta nada. Como no le gustará a nadie. 

Sea como fuere, ya sabemos que la muerte forma parte de la vida, que la realidad se impone como una apisonadora. Pero en España, en Occidente, sobre todo, la vida es sagrada, y nos resistimos con uñas y dientes a aceptar la muerte, máxime cuando es debida a un virus como éste, que nos cogió a la trampa, cuando nadie se lo esperaba. 
El escenario que se nos presenta, aun siendo brutal, nos deja la esperanza de tanta gente recuperada, de tantas personas con síntomas leves y hasta con ausencia de síntomas (pues insisto en que hay varios millones de infectados en nuestro país). Y por supuesto tenemos la esperanza en estas medidas de confinamiento, que para algunos seres humanos están siendo duras (la soledad, la claustrofobia, la depresión, la ansiedad/angustia...); tenemos la esperanza en que pronto saldremos de este atolladero vírico. 
Aún un esfuerzo más, queridos amigos, queridas amigas, que en mayo, "cuando hace la calor, cuando los trigos encañan y los campos en flor", a buen seguro podremos salir a la calle y reunirnos con las personas que amamos, y volver, poco a poco, a una supuesta normalidad, y a una normalidad en cuanto se ponga en marcha una vacuna contra el Covid-19, algo que nos espantará el miedo, ese miedo a la incertidumbre que nos deja paralizados, con las neuronas mermadas.  

Confiemos en nuestros investigadores y científicos, en nuestro personal sanitario, que ellos (también quienes nos proporcionan los alimentos, lo esencial para vivir y sobrevivir) lograrán, lo están logrando, devolvernos a la normalidad, a esa vida maravillosa que vivíamos, sobre todo quienes tenemos la inmensa suerte de dedicarnos a lo que nos gusta. Y podemos viajar con libertad por el ancho mundo.  
Un brote de esperanza atisbamos ya en el campo de nuestras amapolas floridas, en esta primavera abierta ya de par en par a nuestros corazones.  
Un abrazo de luz, como dice la amiga poeta María José Montero, para todos vosotros, para todas vosotras, en este sábado post Dolores semana-santero, que deseo celebrar con la primaveral sonrisa de un tiempo venidero cargado de salud y afecto (la salud y los afectos, ay, es lo más importante, lo único importante en este mundo). 

3 comentarios:

  1. Gracias por hacernos recordar, y reflexionar, que hay esperanza y que por dura que sea la tormenta, al final, escampará. Disfrutad (también en nombre de los enclaustrados en otras latitudes) de la incipiente primavera del Bierzo.

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  2. La esperanza es necesaria, como el salvavidas en un naufragio, pero es aún más necesario que aprendamos algo. Miremos sólo al momento actual, y comprobemos cómo nuestro ombligo social hace que ya no exista más drama (relativo) que el nuestro, que ya no "exista" el vergonzoso drama de los refugiados sirios (los que no se ahogaron en el mar), ni otros escenarios no menos preocupantes...

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  3. Buena dosis de optimismo primaveral contra el miserable bicho corona-virus que, como bien dices, Manuel, nos tiene recluidos a la espera de que nuestro héroes médicos y científicos nos rescaten con la vacuna y nos quiten ese miedo o pánico a que nos contagie. Los que estamos en la metrópoli madrileña daremos un gran salto de alegría ése día, después de estar angustiados entre una nube de virus. Hoy se ha muerto un amigo, Emilio, vecino durante 20 años criando los hijos juntos puerta con puerta, con tantas charlas, cumpleaños y festines con los críos. Y mis ojos se inundaron con la noticia y el llanto, aúnque ya sabía de su hospitalización por ese bicho. Luego empecé a preguntar y otra amiga en el historial, y su nuera tambien mal, y otra más que luego por causalidad me lo dijo y no sé cuántos más porque mañana voy a continuar interésandome por mis amigos y conocidos, y ojalá no haya ninguno más pero siendo realistas es posible que me encuentre con varias sorpresas, pero no con otra muerte, ojalá que así sea ). Por lo demás como bien dices, seguramente sea diez veces mayor a las estadísticas oficiales que nos cuentan. Así que a cuidarse la salud. Ánimo amigos
    Siempre he sido optimista y saldremos de esta esta maldad que nos ha visitado o que nos la han hecho que sea una visitadora. Quizás nunca lo sabremos, o sí.

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