jueves, 22 de agosto de 2019

Décimo Encuentro Literario en Noceda del Bierzo

El tiempo vuela. Ese es mi sentimiento. Y cuantos más años cumple uno, tengo la sensación de que todo va más deprisa. Algo que creo que le ocurre a todo o casi todo el mundo. Quizá habría que quedarse contemplando las musarañas, acaso para tener la impresión de que el tiempo se detiene. Que se para en seco. Y aún así. 
Todos los participantes. Foto: Ale Nemonio

Sin darnos cuenta, hemos llegado ya al Décimo Encuentro Literario en Noceda del Bierzo, lo que es motivo de celebración. Y así lo hemos hecho el pasado sábado 17 de agosto, en la casa de la cultura, ante un auditorio fiel, numeroso y entregado, lo cual es de agradecer, contar con un público tan estupendo. 
Se dice a menudo que uno no es profeta en su tierra, tal vez sea cierto, no obstante, quiero señalar que uno se siente querido y valorado, lo que me impulsa a seguir haciendo actividades, encuentros, saraos varios... 
Foto: Ale Nemonio

Ojalá podamos seguir al menos otros diez años al frente. Con ilusión. Con el ánimo de quien sintiera que eso merece realmente la pena. Hablo de un público extraordinario. Mas también deseo hacer mención a los ya muchos autores y muchas autoras (más de sesenta) que han posado sus pies y su alma en Noceda, el pueblo de las fuentes curativas, el balneario del Bierzo Alto, el lugar donde aún sopla una brisa arrulladora, incluso en verano. Y el cielo aparece tachonado de estrellas como si estuviéramos casi casi en una noche de desierto, con ese cielo protector, bajo ese firmamento que parece mirarte directamente a los ojos, espejo del alma. Alma conectada con esas estrellas que también son nuestros queridos seres humanos ya desaparecidos, o quizá reencontrados en otra dimensión. Es inevitable que me asalte la nostalgia, la saudade, porque, con el tiempo, uno asiste de un modo irremisible a muchas pérdidas. 
Y las ausencias comienzan a multiplicarse. Son ya tantas las personas que se nos han ido. Qué pena. 
Foto: Ale Nemonio

Pero es ley de vida, asegura la gente. O ley de muerte. Vida y muerte como caras de una misma moneda. Vamos a lanzarla al aire. Y si sale cruz, date por jodido. 
Mas prefiero, al menos por ahora, sentirme en paz, en armonía con el Universo, con los Otros, sentirme recompensado por tantas buenas vibraciones como las que se generaran en este reciente encuentro y décimo aniversario dedicado a la literatura, al arte en definitiva, que es algo que entronca con la vida de un modo directo. Quizá por eso el arte nos hace vivir más y acaso mejor. 
Foto: Ale Nemonio

Tengo la impresión de que este año (también el pasado con el homenaje al entrañable Fermín López Costero) se hizo la magia. La luz. Hágase la luz y la luz se hizo. Con el poder de la palabra. Con la presencia de los narradores y poetas que intervinieron. A quienes les agradezco de todo corazón que se acercaran a Noceda, al útero de Gistredo, a mi matria/patria/matriz, donde tengo mi memoria afectiva. Y no sólo narradores y poetas sino un músico chistoso y marchoso como Mario González, con quien he compartido tan buenos momentos en otros eventos. Y a quien conozco desde hace años (Mario es gran rabelista y hacedor de rabeles, además de un experto montañero, que conoce la provincia de León como nadie). Aparte de Mario tuvimos a un juglar como Gari Ferrero, que nos deleitó con su puesta en escena, acompañado con la música de rabel por el propio Mario. La intervención de nuestro Gari resultó emotiva (Esto no es América, carallo es un de sus relatos portentosos, que no nos leyó en Noceda. Pero que os invito a leer en Internet. Me alegra que haya podido conocer a Gari en los cursos de escritura creativa que imparto en León), o una actriz profesional como Ángeles Rodríguez, que puso su punto potente recitando algunos poemas con ese su acento mexicano y encantador. 
Foto: Ale Nemonio

En cuanto a narradoras, ahí estuvieron Lola Quintanilla (enorme su libro Tacones en la arena, con ese relato en verso que nos leyera con tanto aplomo) o Gemma A. Cubillas, que se mostró alegre y desenvuelta, simpática y atrevida (coautora que es de uno de los capítulos que conforman Tacones en la arena) o la buena de Carmen G. Pinillas con sus Huellas del alma y otros sentidos poemas. O bien la doctora Ana Ibis Sánchez con su Bendita locura y su desparpajo cubano, con su exotismo y su capacidad de meterse a la gente en el bolsillo (si bien al final me diera gorrión, como dicen en Cuba, cuando leyó Dios, uno de los poemas de mi libro Del agua y del tiempo, que le dedico a mi padre, porque además me pilló por sorpresa que Anita leyera este poema mío). 
Foto: Ale Nemonio

Tampoco quiero olvidarme de Lidia Fos, que, aunque no estaba en cartel, sí me apetecía que participara, habida cuenta de que además venía con su grupo de amigos y amigas, entre ellas Ana Ibis y Carmen Pinillas. Lidia, con su dulzura y su rostro de mujer serena, nos envolvió en una nube. Y su verbo fluyó por las regueras del útero de Gistredo. 
Todo eso ocurrió en la casa de la cultura ante la expectante mirada de un público generoso, que estuvo sin pestañear hasta el final del acto. Unas dos horas. Luego llegaron los saludos, las fotos, los abrazos, algunas firmas de libros, entre otros asuntos. Y casi sin daros cuenta (el tiempo vuela, en este caso al ritmo pausado de unas cervezas, ya en el lugar previsto para cenar) nos dieron las once de la noche. Nos dieron las once y las doce. Y llegó el Comandante y mandó parar. Como canta el músico cubano Carlos Puebla. La Cuba-isla caribeña de Ana Ibis, que también siente morriña por su tierra. 
Aún nos quedaba por delante una velada al calor de la amistad, de los afectos. Y de algunas viandas, que degustamos en amor y compañía. 
Ana, Marta y Reyes delante de la casa de la cultura.
Foto: Ale Nemonio

Nos vicenteamos (que dirían en México, ¿verdad Ángeles?) en el siguiente encuentro. Si no es antes. 
Qué todo sea por la letras, por la música, por el teatro. Por el arte, que nos hace vivir a buen seguro más y mejor. 

*Mi agradecimiento a Alejandro Nemonio, por su magnífico reportaje fotográfico, a Jesús Madero (por el suyo), a Paco y Jose Manuel y Montse (que también hicieron fotos del encuentro), a Reyes, Marta, Martín, Chelmick... alumnos de Ponferrada, alumnos de León, Eduardo Keudell, familiares, amigos (Javi, Ana, Nina, Carlos, José Manuel, Nanci, Xava y Carolina, Toño, Ana María y Jose, Venancio y Carmen...), vecinos y amigos (como Ana y Paolo)...
Foto: Montse Rrat
A
 todos los presentes. Y ausentes, como la gran pintora y amiga Cristina (autora asimismo de la portada de la reciente revista La Curuja, a quien hiciera referencia en el Encuentro). Disculpadme que no pueda mencionar a todo el mundo porque siempre se me olvidaría alguien. 

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