Os dejo este texto, que escribiera para La palabra en la noche, la antología de relatos y poemas alegóricos de la Navidad que coordinara Mara Ramos, con la colaboración de varios autores/as. Y que se presentó en Sierra Pambley el 21 de diciembre de 2017.
Entre muros y controles se alza Belén
como una alucinación rojiza y viscosa en
medio de un secarral.
¿No sabes que la Navidad dejó de existir
en el instante en que los humanos, tus prójimos, asesinaron a dios?
¿Adónde te encaminas, penitente? ¿No
hueles el peligro? ¿De qué dios estás hablando?
Anda, da la vuelta, gira sobre tu cintura,
ábrete camino
entre los espejismos, que se doran en la
retina memorial de tus sueños.
Regresa raudo a tu morada, que es templo
de otro tiempo, acaso de otro espacio, porque tu reino quizá no sea de este
mundo.
Anda, levántate, una vez más, camina
bajo un cielo tocado por el dedo juguetón
de algún profeta desvergonzado.
Y no dejes que el polvo penetre en tus
poros, en tus venas.
Busca refugio, protégete del sol, vuelve
sobre tus pasos, antes de que te encañonen,
y acaben fusilando tus ilusiones de
creyente/descreído.
No dejes que el viento y la arenisca del
desierto te corroan el alma.
Habla con tus semejantes, diles lo que sientes,
que has venido desde la otra orilla,
para reencontrarte con su figura.
Envíales un WhatsApp, con tus credenciales
y tu hemograma.
Diles que has derramado tu sangre por su
salvación.
¿Acaso no has oído tanques de guerra y
disparos en el monte de los olivos?
Al otro lado, tu Jerusalén milagrera te
espera,
con brazos de fusiles y ojos
ensangrentados,
es tu tierra de oro y plata, tu mundo
colorido y especiado.
No te fíes, es el eco de tu sombra,
que siembra metralla por doquier.
Es tu intestino, que se retuerce de dolor
en tardes de siesta indigesta
en mitad de un paisaje árido armado hasta
los dientes.
Es Judea, sí, tu tierra prometida, aquella
que acogiera en su vientre a Jesús.
Tu Jesús de carne y hueso, que continúa derramando
su sangre
en el cáliz sagrado de su eterna agonía,
tu héroe resucitado de entre los muertos,
en el huerto de la abundancia
para gloria y sufrimiento de la Humanidad.
¡En qué se ha convertido la Humanidad,
santo cielo!
¡Y en qué te has convertido tú! Mírate en
tu propio espejismo
¿No atisbas un horizonte curvado de
desilusiones?
Tu Humanidad se ha vuelto del revés,
como un calcetín sudado que roncara
atrocidades
mientras se deshace creyendo en viles
patrañas,
en perpetuo conflicto.
El conflicto-savia que nutre tus instintos
de alimaña más allá de los confines del universo.
¿No sabes que la Navidad dejó de existir
en el instante en que los humanos, tus prójimos, asesinaron a dios?
¿De qué dios estás hablando?
La historia de la infamia se repite
como una serpiente, con su color verde
clorofila y su textura rugosa, que se enroscara a tu espíritu.
Te sientes asfixiado. Y la Navidad, tu
Navidad de rostro sonriente, y mirada asombrada sigue vomitando misiles
sobre esta tierra de iluminados,
edén de engañifas y tumba de santos y
beatas costureras,
mientras el mundo colesterol hamburguesa
revienta su sentido de la vida,
su sinsentido,
su absurdo inabarcable, de juegos y
juguetes.
Se repite la historia, con sus genocidios
y holocaustos, con sus barbaridades a prueba de bombas,
como una serpiente que se enroscara a tu
cuerpo y te clavara todo su veneno.
Te has quedado sin resuello, sin palabras
y el miedo ha paralizado tu mirada, que se
deshiela en estos montes desérticos.
La Navidad, tu Navidad de Reyes Magos de
Oriente, con su semblante arbolado, sus papás noëles y sus trineos polares,
dejó de existir cuando descubriste la mentira
un día en que te asomaste al balcón de los
sueños
para contemplar un horizonte rayado de nieve:
Aquel Belén de pastorcillos y musgo y agua
era de cartón piedra.
Aquel Belén, que ahora redescubres entre
muros y controles,
se te reveló como una alucinación rojiza y
viscosa en medio de un secarral
La historia de la infamia se repite,
la Navidad se repite: cantinela de turrón
y cava en el reino del colesterol hamburguesa.
Y tú, como Cristo, te has dejado clavar en
la cruz.
¿En qué estarías pensando?
Lástima que tu padre, que en verdad era
Dios, ya no esté para socorrerte.
Él te hubiera salvado del monte de los
olivos, donde crecen arbustos ponzoñosos.
Él te hubiera dado un aliento de amor,
como cuando eras un niño, y te arrullaba, con su voz cálida, como cuando aún creías
en la Navidad: ese invento en el que sólo puede creer un pueblo entontecido.
Un pueblo al que tú, sediento y
hambriento, perteneces. No lo olvides.
Tu reino no es de este mundo, tu Navidad
tampoco.
Ese mundo de alambradas y muros y
barrancos seguirá girando como una peonza, bailando una danza macabra.
Y tú, que no perteneces a este reino, ya
no estarás para verlo.
Un mundo de barbarie y absurdo, a partes
iguales,
Un mundo de caníbales y reyes
columpiándose en una Navidad que seguirá vomitando misiles
bajo los cielos de esta tierra santa y
salvaje.
La Navidad ha llegado, ya está aquí.
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