miércoles, 24 de enero de 2018

La Navidad sigue vomitando misiles

Os dejo este texto, que escribiera para La palabra en la noche, la antología de relatos y poemas alegóricos de la Navidad que coordinara Mara Ramos, con la colaboración de varios autores/as. Y que se presentó en Sierra Pambley el 21 de diciembre de 2017. 

Entre muros y controles se alza Belén
como una alucinación rojiza y viscosa en medio de un secarral.
¿No sabes que la Navidad dejó de existir en el instante en que los humanos, tus prójimos, asesinaron a dios?
¿Adónde te encaminas, penitente? ¿No hueles el peligro? ¿De qué dios estás hablando?
Anda, da la vuelta, gira sobre tu cintura, ábrete camino
entre los espejismos, que se doran en la retina memorial de tus sueños.
Regresa raudo a tu morada, que es templo de otro tiempo, acaso de otro espacio, porque tu reino quizá no sea de este mundo.
Anda, levántate, una vez más, camina
bajo un cielo tocado por el dedo juguetón de algún profeta desvergonzado.
Y no dejes que el polvo penetre en tus poros, en tus venas.
Busca refugio, protégete del sol, vuelve sobre tus pasos, antes de que te encañonen,
y acaben fusilando tus ilusiones de creyente/descreído.
No dejes que el viento y la arenisca del desierto te corroan el alma.
Habla con tus semejantes, diles lo que sientes, que has venido desde la otra orilla,
para reencontrarte con su figura.
Envíales un WhatsApp, con tus credenciales y tu hemograma.

Diles que has derramado tu sangre por su salvación.
¿Acaso no has oído tanques de guerra y disparos en el monte de los olivos?
Al otro lado, tu Jerusalén milagrera te espera,
con brazos de fusiles y ojos ensangrentados,
es tu tierra de oro y plata, tu mundo colorido y especiado.
No te fíes, es el eco de tu sombra, que siembra metralla por doquier.
Es tu intestino, que se retuerce de dolor
en tardes de siesta indigesta
en mitad de un paisaje árido armado hasta los dientes.
Es Judea, sí, tu tierra prometida, aquella que acogiera en su vientre a Jesús.
Tu Jesús de carne y hueso, que continúa derramando su sangre
en el cáliz sagrado de su eterna agonía,
tu héroe resucitado de entre los muertos,
en el huerto de la abundancia
para gloria y sufrimiento de la Humanidad.
¡En qué se ha convertido la Humanidad, santo cielo!
¡Y en qué te has convertido tú! Mírate en tu propio espejismo

¿No atisbas un horizonte curvado de desilusiones?
Tu Humanidad se ha vuelto del revés,
como un calcetín sudado que roncara atrocidades
mientras se deshace creyendo en viles patrañas,
en perpetuo conflicto.
El conflicto-savia que nutre tus instintos de alimaña más allá de los confines del universo.
¿No sabes que la Navidad dejó de existir en el instante en que los humanos, tus prójimos, asesinaron a dios?
¿De qué dios estás hablando?
La historia de la infamia se repite
como una serpiente, con su color verde clorofila y su textura rugosa, que se enroscara a tu espíritu.
Te sientes asfixiado. Y la Navidad, tu Navidad de rostro sonriente, y mirada asombrada sigue vomitando misiles
sobre esta tierra de iluminados,
edén de engañifas y tumba de santos y beatas costureras,
mientras el mundo colesterol hamburguesa revienta su sentido de la vida,
su sinsentido,
su absurdo inabarcable, de juegos y juguetes.
Se repite la historia, con sus genocidios y holocaustos, con sus barbaridades a prueba de bombas,
como una serpiente que se enroscara a tu cuerpo y te clavara todo su veneno.
Te has quedado sin resuello, sin palabras
y el miedo ha paralizado tu mirada, que se deshiela en estos montes desérticos.
La Navidad, tu Navidad de Reyes Magos de Oriente, con su semblante arbolado, sus papás noëles y sus trineos polares, dejó de existir cuando descubriste la mentira
un día en que te asomaste al balcón de los sueños
para contemplar un horizonte rayado de nieve:
Aquel Belén de pastorcillos y musgo y agua era de cartón piedra.
Aquel Belén, que ahora redescubres entre muros y controles,
se te reveló como una alucinación rojiza y viscosa en medio de un secarral
La historia de la infamia se repite,
la Navidad se repite: cantinela de turrón y cava en el reino del colesterol hamburguesa.
Y tú, como Cristo, te has dejado clavar en la cruz.
¿En qué estarías pensando?
Lástima que tu padre, que en verdad era Dios, ya no esté para socorrerte.
Él te hubiera salvado del monte de los olivos, donde crecen arbustos ponzoñosos.
Él te hubiera dado un aliento de amor, como cuando eras un niño, y te arrullaba, con su voz cálida, como cuando aún creías en la Navidad: ese invento en el que sólo puede creer un pueblo entontecido.
Un pueblo al que tú, sediento y hambriento, perteneces. No lo olvides.
Tu reino no es de este mundo, tu Navidad tampoco.
Ese mundo de alambradas y muros y barrancos seguirá girando como una peonza, bailando una danza macabra.
Y tú, que no perteneces a este reino, ya no estarás para verlo.
Un mundo de barbarie y absurdo, a partes iguales,
Un mundo de caníbales y reyes columpiándose en una Navidad que seguirá vomitando misiles
bajo los cielos de esta tierra santa y salvaje.
La Navidad ha llegado, ya está aquí.


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