sábado, 4 de febrero de 2012

A Celso

Celso
Después de tanto tiempo, me entero de la muerte de Celso, que un buen día de verano conociera en Paradela de Muces, camino a Ferradillo. Aquel día iba acompañado. Hicimos un alto en la casa de Celso, que nos recibió con hospitalidad. Parecía un ranchero hamacado en su propia soledad, con la señal de la muerte grabada en la frente. Bueno, en realidad, el tipo no daba la impresión de que estuviera tan acabado, a punto de morirse, sólo la soledad lo envolvía en su aura de misterio. Pocos meses más tarde le llegaría la muerte. Permíteme, Miguel, que tome prestados esos versos sobre la huesuda, que tú rescatas del magnífico guionista Tonino Guerra: 


Yo si pienso en la muerte / me muero de miedo / porque al morir se dejan demasiadas cosas / que después ya no vuelves a ver nunca más: / los amigos, los parientes, los árboles / del paseo que tienen ese olor / y toda la gente que has visto / aunque sea una sola vez. / Yo quisiera morirme en el invierno / mientras llueve / en uno de esos días que se hace de noche pronto / y por la calle los zapatos se te llenan de barro / y la gente se encierra en los cafés / alrededor de la estufa.


Uno, la verdad sea dicha, no quisiera morirse nunca, o sí, porque si se te van tus seres más queridos, qué sentido tendría ya la vida. Bueno, cada cual como crea conveniente, porque estando bien, de cualquier manera, aunque sepamos que un día u otro todos y todas desfilaremos por la misma senda. 


Casa de Celso en Paradela de Muces
Celso se nos fue al otro barrio, que suele decirse en lenguaje castizo, y eso ya ocurrió en otoño de 2010, tal y como me cuenta el administrador de Paradelade Muces.com, de lo contrario no me hubiera enterado. Vayan aquí estas palabras de recuerdo para aquel hombre que un buen día de verano, soleado, estupendo, tuve a bien conocer, aunque sólo fuera durante breves momentos, antes de continuar rumbo a Ferradillo, la pequeña Rusia, donde en tiempos se refugiaran los maquis, los perseguidos por los fachorros. Qué curioso. A muchos bercianos y bercianas del Alto ni siquiera les suena el nombre de Ferradillo. ¿Por qué creéis que será? Tal vez porque la historia siempre la escriben quien manejan el cotarro. 


Celso -su figura, su recuerdo- me ha llevado hasta las mismas peñas de Ferradillo, que a lo lejos se asemejan a un hombre dormido, con la panza al sol, o bien a un indio que descansara su soledad como el pobre Celso, que a estas alturas ya estará entonando algún cántico en los cielos azules de los estíos bercianos.

4 comentarios:

  1. Al lado de esa casa comí un día en compañía de mi bici,

    allá donde esté, que le vaya bonito

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  2. ¡Que pena que no conocieras a ese señor un poco más, quizá te hubiera contado alguna historia interesante de su vida ! ¡ Aún así te impresionó su persona, a pesar de haberle visto un momento ! ¿Por qué sera que hay personas que sin conocerlas nos evocan algo en el alma? A ti, la soledad de este hombre ... aunque la soledad en la vejez es la compañera más fiel.

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  3. Gracias por los comentarios y sobre todo por la foto.
    Su afan por contar peripecias, hacia que los que sa paraban en su puerta pasasen un rato agradable.

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  4. No solo contaba sus peripecias, sino que también alegraba a todos los viandantes, por este recóndito pueblo, con su columpio de madera, por el que han pasado unas cuantas generaciones

    ¡Celso Siempre Estará En Nuestros Corazones!

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