viernes, 30 de junio de 2023

El caimán dormido o el lagarto verde

    Mañana a Barajas para emprender vuelo, o parafraseando al bueno de Cortázar, "me gustaría venirme para agarrar y volar a un paíx adonde haiga calor". Lo de paíx, con esa equis exótica, y ese haiga han quedado monos, ¿verdad?

    El turista asegura que la vida en el Trópico es maravillosa. Y por eso desea abandonar el frío y la nieve de su país, algo así llegó a escribir Pedro Juan Gutiérrez a propósito de su isla caribeña, la cual sigue ejerciendo atracción en los europeos, y por supuesto en los españoles.

El aroma a Malecón y guayaba y el sabor a guarapo, aparte de la sensualidad de sus sones, me llevan de la mano a este mundo.
Mañana, dios mediante (a ver si entreno más con mi ateísmo revolucionario) espero estar allá después del último viaje a La Habana hace casi veinte años, que se dicen pronto pero no se entaman con tanta facilidad como a priori pudiera creerse.
     (Texto tomado de mi muro de Facebook, antes de emprender vuelo a La Habana)

     "Viajamos al caimán dormido", me dice sonriente A. (prefiero preservar su nombre), la chica cubana con quien coincido en el avión en el aeropuerto de Barajas de Madrid.  Pues qué chuli. Me entusiasma viajar a la isla del caimán dormido. 

"Dormido como un caimán, en las aguas del Caribe", leo en algún lugar. 

A. regresa a su país después de dos años, porque está viviendo en El Ejido, Almería, donde trabaja en la agricultura intensiva de los invernaderos, trabajo que no resulta fácil, aunque ella asegura que ya está habituada, habida cuenta de que ahora está en almacén, creo recordar. 

Desde el Malecón
Durante el trayecto, que acaba siendo largo a pesar de tratarse de un avión moderno de la compañía World2fly, me cuenta algunas cosas acerca de su isla, entre ellas que no sabe muy bien lo que va a encontrarse, y es que ni siquiera ella como cubana sabe qué rumbo ha tomado su país, el cual, después de la pandemia, quedó devastado en lo económico, aunque antes del coronavirus no es que estuviera precisamente boyante. 

Han transcurrido casi veinte años desde que estuviera la anterior vez en La Habana, y tampoco sé con qué me encontraré en esta visita. No obstante, ella me avisa de que el cambio de dinero, de euros a pesos cubanos, fluctúa bastante dependiendo de si éste se hace en una casa de cambio (CADECA), en un hotel o bien en la calle... En la calle conviene no arriesgar. 

Tengo la impresión de que, en vez de viajar a la isla del caimán dormido, lo haré a la isla del caimán despierto. Y entonces, de modo inevitable, me viene a la mente el microrrelato de Monterroso: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". El dinosaurio, en este caso el caimán metafórico, todavía estaba allí. Y seguirá estando. 

Charlamos sobre varios temas, aunque me apetece que A. me cuente cosas acerca de su país, que es una belleza, lo sé porque ya había viajado al mismo, pero ahora tengo la impresión, a tenor de lo que me dice A., de que ha ido a peor. Lástima, porque sus paisajes y sobre todo su paisanaje son magníficos. 

Pon fin, después de unas nueve horas de vuelo, el avión se dispone a aterrizar en el aeropuerto José Martí (todo un prócer este paisano en Cuba). Me despido de A. -la cual aún tiene que viajar desde La Habana hasta Camagüey para encontrarse con su familia- en espera de que tal vez algún día podamos reencontrarnos. Quién sabe. Quedamos contactados en todo caso vía WhatsApp. 

El contraste con Barajas en cuanto a color y vegetación se me antoja sorprendente. El terroso de Barajas frente al verde exuberante de La Habana. De repente, en vez de un caimán dormido se me aparece un lagarto verde. Cuánto animalito, si parece que hubiera llegado a la selva tropical. Bueno, este es el Trópico. 

Llego al aeropuerto bien pasada la medianoche (hora española), aunque en Cuba son seis horas menos. Como no facturo, los trámites burocráticos de entrada a este país van rápido. A la salida me espera un guía que me trasladará al hotel. Luego me entero de que se llama Gio. Me recibe amable. Con una amplia sonrisa. Después de intercambiar unas palabras con él se nota que es un tipo instruido y buen conocedor de España, incluso de su política, porque, además, su hermano vive en Madrid y le informa del discurrir vital español. 

Gio me dice que tengo que esperar a que salgan otros cuatro pasajeros. Mientras esperamos, seguimos charlando entre risas y sonrisas, a las que se unen otros guías o agentes de turismo cubano. Se demoran en demasía los cuatro viajeros españoles. Han facturado y eso les lleva su tiempo. Por eso, a uno no le gusta facturar, salvo que sea estrictamente necesario. Con cuatro cosas, me apaño. Lo importante es llevar dinero, pasaporte, tarjetas... El resto es casi casi accesorio. Primero aparecen dos chicas, y finalmente sale un chico y una chica. Con quienes supuestamente voy a compartir durante unos días circuito turístico por el país. Ha transcurrido más de una hora, es probable que una hora y media, desde que saliera del interior del aeropuerto. Me siento cansado aunque con ganas de tomarle el pulso a La Habana. 

Hotel Habana Libre
Aún es de día en La Habana, pero pronto caerá la noche. El chofér (así le dicen) del Transtur y el guía nos van dejando en nuestros respectivos hoteles, primero se quedan Ana Eva y Pilar en un hotelazo de Miramar, luego me quedo yo mismo en el Habana Libre, en el Vedado, y finalmente dejarán a Saúl y Leticia en un hotel de La Habana Vieja. 

A decir verdad, ya lo adelanto, me gustó compartir con Gio y Saúl y Luis (que se incorporó al equipo como nuevo chofér al día siguiente) y con Ana Eva y Pilar y Leticia este el circuito turístico por Cuba pero me hubiera gustado más andar a mi aire, incluso quedarme mucho más tiempo en La Habana, que es un sitio que me entusiasma, con lo cual queda pendiente una próxima visita a la capital de Cuba, pero que sea en temporada de poco calor, porque en verano resulta asfixiante. 


Cuando llego a mi hotel en el Vedado ya es de noche pero, como dije, me apetece salir a estirar las piernas y tal vez comer algo y sobre todo beber, lo que sea, agua por supuesto. Ni siquiera en el Habana Libre tienen botellas de agua de litro y medio. Hasta el agua mineral escasea en este lugar. Y el agua del grifo, de la llave, conviene no beberla. No vaya a ser el demonio. Por puro instinto descubro, medio escondido frente al histórico hotel Habana Libre (algo contaré sobre este hotel en una próxima entrada en este blog), un bar-restaurante pequeño, llamado El Monguito, donde me tomo no sé cuántas cervezas y finalmente me zampo unas fajitas, que me prepara con esmero la mujer de Carlos, el regente. No recuerdo cómo se llama la mujer de Carlos, por eso no le he puesto nombre. 

Lisandra y Carlos en el Monguito
Aprovecho, además, para cambiar euros en pesos cubanos, porque en el hotel había cambiado por fortuna muy poco dinero de esta guisa, ya que por cada euro me dieron unos 125 pesos. Muy poco. Carlos, que es un tipo amable y conversador -el cual me ofrece su casa para que me quede allí en una próxima visita a Habana-, me da 180 pesos por cada euro. Incluso en algunos sitios podrían llegar a darte 200 pesos por cada euro. De este modo, ya tengo para pagar cervezas, fajitas al estilo cubano... Las cervezas me las sirve Lisandra, una chiquita que parece europea por su aspecto, a la que creo hija de la pareja que lleva este negocio. Es una empleada, me despeja Carlos. Por fortuna, desde hace algún tiempo se permiten negocios particulares, con lo cual ya no pertenece todo al Estado. No, al menos, de un modo absoluto. Al parecer, comienzan a proliferar este tipo de bares y restaurantes privados en Cuba. Digo que Lisandra parece una europea, tal vez una española, aunque sea cubana. ¿Pero qué tipología es la cubana? Si se trata de una población mestiza. 

Cuasi embolingado, no es cierto, porque tenía mucha sed, me dispongo a darme una vuelta por el entorno. Me acerco a la Rampa del Vedado, donde existe un club de jazz llamado La zorra y el cuervo, que ya conocía, porque además está al lado del hotel Saint John, donde me alojé en mi primer viaje a La Habana. La zorra y el cuervo recibe al visitante desde su cabina telefónica de color rojo, como si de repente fuera alguna cabina de Londres. 

Parece que no estuviera muy animada la Rampa del Vedado. Como sigue atizando el calor me dirijo al refrescante Malecón, que es un lugar de reunión de oriundos y foráneos, una especie de ágora habanera, donde siempre se encuentra ron y música, charla... 

Me vuelvo, algo tarde ya al hotel, pero no importa porque ha merecido la pena, o mejor dicho, ha merecido la alegría. Y además con el desfase horario me siento absolutamente desvelado. 

Duermo unas tres, a lo sumo cuatro horas, porque la claridad habanera me despierta para ver amanecer desde una terracita del piso 18, donde está mi habitación. Y aquí comienza un nuevo día, con ganas de explorar la ciudad. He quedado, después de desayunar temprano, con el guía Gio y el resto de la tropa para dar un voltión por la Habana. 

Amanecida desde el Habana libre.
Con vista panorámica de la ciudad. Y sí, funciona el Internet. Creo que hasta la conexión es buena y la carga de batería de móvil a través de la tele.
Me preparo para un día lleno de sorpresas después de ayer, una noche linda en el Monguito y luego en el Malecón, donde se agradece algo de brisa con la "caló que hase acá", acere.
    (Texto tomado de mi muro de Facebook, algunas anotaciones que hice durante el viaje)
Gio en el centro, Leticia y Saúl a la izquierda, Ana Eva y Pilar, a la derecha



Ana Eva y Pilar son dos chicas de la provincia de Toledo, creo recordar, con las que hago buenas migas, eso me pareció. Incluso les tomo una foto en la Plaza de la Revolución, delante de la silueta del Che, tan controvertido (sobre este personaje también espero contar algo en alguna otra entrada) y ellas, amables y simpáticas, me hacen una foto a mí con el fondo del Che Guevara. 

Por su parte, Saúl y Leticia, de Valladolid, van más a su aire aunque son bien cordiales. A Saúl le gusta la comida, el ron, los habanos. Y Leticia parece disfrutar viendo a su novio Saúl disfrutar. Y ella también da la impresión de estar contenta con el viaje. 

En una próxima entrada (supongo que escribiré al menos un par de entradas más, así podré dosificar la info) espero dar cuenta de este viaje por Cuba. 

*Como aún no he podido descargar las fotos de la cámara, os dejo estas estampitas hechas con el móvil. 

domingo, 11 de junio de 2023

Pizza y escritura en la ciudad de León

 ¿Y qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? 

El tocino, que era tan esencial en la época de la posguerra española para cocinar y alimentarse, ahora nos vuelve colesterólicos perdidos. Y el médico de turno nos lo prohíbe cual si se tratara del mismísimo Satanás. Bueno, cabe recordar que la pizza también nos sube el colesterol malo. ¿Y si es vegetariana? Pues también. Pero suele estar riquísima, sobre todo si es de elaboración artesanal. 

¿Y qué tendrá que ver la velocidad con el tocino? 

Perdón. ¿Y qué tendrá que ver la pizza con la escritura? 

Quizá comiendo pizza podría escribirse mejor. Una bobadina. Como cualquier otra. 

El asunto, tal vez de asuntos, es que no hace mucho celebramos con pizza el reciente curso de escritura en la ciudad de León, lo que se ha convertido ya en algo habitual en estos cursos que tanta satisfacción nos procuran. Al menos a este menda lerenda.

Nos juntamos la tropa de aspirantes a escribidores -me gusta la palabra escribidor- y algunos convidados para festejar que seguimos en la senda de la escritura, con mayor o menor acierto. Cabe matizar que algunos son escribidores de altos vuelos. Y otros hacemos lo que podemos, eso sí,  procurando contagiar siempre el gusto por la lectura y por la escritura.

El tema, acaso de los temas, es darle, hincarle el colmillo draculino a la carne y la sangre de la literatura, que es un modo de nutrirse de espíritu. Aunque, como ya he adelantado, nos gusta asimismo echarle el diente a la pizza, porque no sólo de espíritu... santo vive el ser humano sino del pan diario de cada día, en este caso de la pizza de marras.  Esto del pan diario no quedó muy afortunado aunque la intención era buena. ¡Qué se lo pregunten a los millones de personas que pasan hambre en el mundo! Si es que el mundo está hecho un asquito, en manos de unos pocos corruptos y todopoderosos. 

Echaremos en falta esos jueves de pizza y escritura a la espera también de volver a juntarnos y de que aparezcan publicados en el periódico algunos de los mejores relatos que se han trabajado en las clases.

De momento, seguiremos evocando los sabores de la Pizza, con mayúscula, y los momentos compartidos al amor de las letras. 

jueves, 8 de junio de 2023

Memorial lírico de Carracedo

 Mientras me quedo parado contemplando el monasterio de Santa María Carracedo, siento la llamada de Memorial de las piedras, el poemario del entrañable Fermín López Costero, que nos dejó hace ya unos años.

Las piedras de este monasterio  me hablan, me susurran notas de amistad. 
Sigo escuchando tu voz poética, amigo Fermín, ahora en este espacio histórico. Me dejo embargar por tu lírica, que me lleva de la mano, a través de tus versículos, acaso en un viaje imaginario, fabulado, por la monumentalidad de este sitio sagrado.

Tu poesía, la poesía en estado puro, resulta reveladora de los arcanos de un mundo que fue, y acaso de los códigos secretos de una vida aún por vivir. 

Algún día volveremos a encontrarnos en este lugar. Y entonces espero que las piedras nos sigan hablando con la poética de lo eterno.