A ritmo de tango (Gardel, Piazzolla...), "tengo el alma hecha un tango", compone la escritora astur leonesa o leonesa astur Marta Muñiz esta novela, tanto es así que cada capítulo lleva el título de un tango, que es no sólo música sino una filosofía de vida, acaso un sentimiento de tristeza bailando con sensualidad. El tango daría y da para varios ensayos, además de alguna película, como la que filmara el bueno de Saura, con la espléndida fotografía del maestro Storaro.
Tú, yo, la lluvia es música, porque Marta, además de una prodigiosa narradora que escribe prosa lírica y poesía hecha carne y alma, es profesora de música y filóloga. Y eso se nota en su sintaxis, en su manera de construir los mundos de ficción, que tanta realidad entrañan y a la vez nos remiten a esa Rayuela de Cortázar, que es una novela-contranovela monumental, por la que uno siente fascinación. “Si esto les recuerda a Rayuela no es por casualidad”, nos alerta en la nota preliminar.
Marta Muñiz, tan devota de Cortázar (no se extraña uno habida cuenta de que es uno de los mejores narradores de todos los tiempos) ambienta su novela en el lado de allá (Buenos Aires, "magnética y divina": La Boca, Palermo, San Telmo, el histórico café Tortoni, Recoleta, Puerto Madero...), en el lado de acá (Lisboa: Praça do Comércio, El Chiado-café A Brasileira, Alfama...; Oporto: Rúa das Flores, Santa Catarina, La Ribeira, Librería Lello...) y también en otros lados, como la ciudad Eterna de Roma, "el mejor escenario del mundo" (Vía Appia Antica, El Trastevere, Piazza Venezia...), espacios todos o casi todos ellos impregnados por la lluvia ("seguía envolviendo la noche en su canción líquida"), que Marta parece conocer bien porque nos ofrece datos precisos y pinceladas maravillosas, plenas de sensorialidad, sobre todas estas grandes ciudades, que a uno también le fascinan.
Plácido y Gabriela, los protas que aparecen en esta novela, nos remiten asimismo a Horacio Oliveira y la Maga de Rayuela, aunque ambos estén inspirados -quizá sea atrevido decirlo- en los escritores Justo Sotelo y Gabriela Amorós. Sea como fuere, Plácido, "un hombre de ida y vuelta con el corazón de fuego", siempre en busca de su amante La Maga, "su fruto prohibido, su brújula dorada... una belleza primitiva y salvaje... diosa del tango", que en este caso es Gabriela Vargas, dan mucho juego y jugo narrativos, literarios. Con el teatro como algo esencial. La referencia a Jardiel Poncela, entre otras. Y el avión como un medio de transporte que nos invita a adentrarnos en un espacio de seducción, habida cuenta de que Plácido realiza viajes del lado de acá y del lado de allá.
"Volar. ¿Acaso no es el gran sueño de todo ser humano?". El viaje, los viajes como algo que se me antoja fundamental en esta urdimbre amorosa teñida también de muerte. Eros y Tánatos fundidos. El amor más allá del olvido... Más allá del olvido, como el poema de Pizarnik.
La actriz Valeria o Val ("con sus ojos verdes y su piel morena, su acento italiano y sus piernas de infarto"), Max Zimmmermann (dramaturgo, "el clon de Valle-Inclán"), Mario Duarte (el primo de Valeria), Violeta Paván, "una diosa en el escenario" (Violet o Cornelia Giacometti, con cierto parecido con la actriz Anna Karina), Augusto Lonardi, Carola la murciana, Eliana, Marita, Mateus, Madeleine, Alejandra o la propia Nuria Viuda (que encima existe como escritora leonesa, vaya sorpresa, "mi único amor es la literatura") son personajes que nos resultan atractivos, que nos cautivan, en definitiva, con su modo de hablar, su registro lingüístico, su manera de comportarse.
La música, con referencias al tango y otras canciones como Blue Moon, y el teatro, como ya había señalado; el cine, con guiños a Cinema Paradiso, Amélie, a Woody Allen en Desmontando a Harry, Hitchcock en Recuerda, Wyler en Vacaciones en Roma o Fellini, con toda su Cinecittà, aparte de la literatura (Pessoa y sus heterónimos, con quienes llega a dialogar Plácido; Ernesto y María Iribarne en homenaje a Sábato; Jorge Luis, Beatriz Viterbo/el Aleph en homenaje a Borges; Lorca…) están presentes en esta novela contada con una narrativa poética, que a veces se vuelve cinematográfica, empleando asimismo monólogos interiores, como cuando habla en ocasiones Plácido Salvatierra.
Marta logra, con todos estos ingredientes y técnicas narrativas, adentrarnos en su mundo, en el universo de sus personajes, de sus historias, de su ficción y su realidad, de su forma de ser y estar en el mundo.
"Todo empieza en una mujer": Marta Muñiz.