domingo, 26 de junio de 2022

Amberes, barroca y portuaria, moderna y vanguardista, judía

calleja Vlaeykensgang

Casi, como por inercia, el viajero se dirige a la ciudad de Amberes, donde ha estado al menos en otras dos ocasiones. 

En una de estas visitas, el viajero recuerda haber viajado en Interrail y haberse encontrado con unos brasileños harto simpáticos, que estaban recorriendo Europa.

Y en otra ocasión visitó a su paisana y amiga Eva, que nació y vive en esta ciudad, aunque tenga orígenes bercianos, en concreto en el útero de Gistredo, por vía materna. 

Al viajero le fascina sobre todo que Amberes sea una ciudad portuaria, o sea, abierta al mar, al mundo. Uno de los puertos, junto a la ciudad holandesa de Rotterdam, más importantes del mundo. 

Me fascinan las ciudades portuarias y toda esa historia de migración, que en definitiva entronca con los viajes más allá del fin de las noches y de los días. Tardamos en llegar al Brasil, desde el puerto de Vigo, más de treinta días con sus noches, recuerdo que me decía mi padre. Vaya viajecito en barco al otro lado del charco.

Resulta conmovedor sólo escucharlo. Imaginaos hacer un viaje así, de este calado. Bueno, los marineros saben bien de lo que hablo. Un viaje en barco, con tantos días y tantas noches, entraña mucha lírica. Es pura poesía andante. También el científico Einstein, de origen judío, ante la amenaza nazi, embarcó en el puerto de Amberes en 1933 con destino a Princeton (Nueva Jersey, Estados Unidos).  

Antwerpen, que así es como se escribe en lengua original, en flamenco, y por tanto se ve de este modo escrito, es algo que deberíamos respetar en otros idiomas. 

El viajero está convencido de que se deberían respetar los nombres propios tal cual en otras lenguas porque esto ayudaría mucho a los viajeros, que van en ocasiones en busca de un nombre que es inexistente. Otra cosa es cómo lo pronuncie uno en su lengua pero la grafía original debería mantenerse en su ser primero. 

Y así uno no se llevaría a engaño cuando arribara a su destino y aun antes de arribar al mismo. 

Rubens

Desde que el viajero tiene uso de razón, Amberes forma parte de su imaginario. Y  hasta podría asegurar que era un ideal el poder visitar esta ciudad, con tanta historia, tan floreciente, sobre todo en el Siglo de Oro, que fue espacio que acogiera a grandes pintores como Van Eyck o el genio Rubens, el cual cuenta con su casa-museo y aun con una estatua en la Groenplaats. 

Al viajero le gustaría Amberes, como diría Fellini acerca de Viena, incluso sin haberla visitado. Pues se trata de un amor ideal. En realidad, el atractivo de una ciudad, también de una persona, reside en cómo se percibe y en cómo se siente.  En esta ocasión, al viajero le gustó alojarse en pleno centro, en el Grote Markt, en una habitación con vistas a la catedral. Y por supuesto le encantó la visita al edificio del MAS (Museum aan de Stroom), construido en piedra de color rojo y hojas de vidrio onduladas.  Al viajero le sorprendió que, subirse a la terraza panorámica de este singular edificio, fuera gratis, habida cuenta de que en este país se paga por todo, hasta por mear. Desde esta azotea el viajero puede contemplar en toda su extensión la ciudad de Amberes, con vistas inolvidables, que se han quedado grabadas en su retina de la memoria. 

Y disfrutó, es un decir, con la visita al barrio judío, situado en los alrededores de la espectacular Estación de trenes. Un barrio pintoresco poblado por judíos ortodoxos, con sus característicos tirabuzones algunos, vestidos con sus indumentarias negras, sus camisas blancas y sus sombreros, que al viajero tanto le hacen recordar a los toreros españoles o los señoritos andaluces.

Qué cosas. Adultos y jóvenes acostumbran a desplazarse en sus bicicletas. Y no parecen gustarles nada nada que alguien los pille en foto, tal vez porque captar a alguien en imágenes le roba el alma. Y esto es sagrado. Realmente, la visita a este curioso barrio, donde están, bajo toda protección y seguridad, algunas tiendas-taller de diamantes.  

La tradición de los diamantes en Amberes se remonta al siglo XVI, que se convirtió en una ciudad comercial esplendorosa gracias a su puerto. 

La visita a este barrio judío le recordó al viajero su viaje a Israel. De repente, Amberes devuelve al viajero al muro de las lamentaciones de Jerusalén. 





Barroca y portuaria, Amberes también es asimismo una ciudad moderna y vanguardista, con el cuarto puerto más importante del mundo. O eso se dice.
Amberes, Antwerpen, es un sitio animado en el Grote Markt y sus aledaños, además de sus arterias principales, como las que van a dar a la Centraal Station, que es, en palabras de un rapaz que atiende la oficina de turismo -por cierto ubicada en una fortaleza medieval estupenda-, una de las cuatro mejores estaciones del mundo. ¿Será cierto?
En todo caso la Centraal Station es sorprendente. Tanto que la recordaba con bastante nitidez, después de mis anteriores viajes -al menos en dos ocasiones- a esta ciudad en la que naciera el genio Rubens, que cuenta por supuesto con su propia casa museo.

Me ha llamado la atención el edificio del Museo MAS, desde cuya terraza se tienen unas panorámicas que quitan el hipo. Desde la altura se percibe una ciudad grande, diría que bastante grande, aunque no esté muy poblada, indicativo de que la gente vive confortablemente. Aun siendo la segunda ciudad más grande de Bélgica, después de Bruselas, naturalmente, aunque creo que como ciudad, sin incluir el área metropolitana, tiene incluso más habitantes Amberes que Bruselas. Bueno, este dato no es importante.
Amberes es, por lo demás, una ciudad harto neerlandesa, tanto en sus costumbres como en su habla. Muy poco belga, si tal puede decirse, se me antoja. Dicho sea de corrido, aquí vive la amiga y paisana Eva. Bueno, nació en esta ciudad. Y esta es en verdad una ciudad cosmopolita, mestiza, o sea, abierta al mundo. Con rincones pintorescos, también, como la calleja Vlaeykensgang. Al lado de la Centraal Station se conserva el barrio judío.


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