sábado, 30 de abril de 2022

Los santos inocentes

 He vuelto a ver por enésima vez Los santos inocentes, del director Mario Camus, con motivo del fallecimiento del actor Juan Diego, por quien siempre he sentido devoción. Vayan estas palabras por él, que nos dejó un montón de películas memorables como El séptimo día, La noche oscura o Dragón Rapide, entre otras muchas, en las que puso su rostro y su alma. 

En su papel de señorito Iván (Ivancito) está colosal, tanto que uno llega a despreciarlo como personaje, porque es un cabronazo, que no siente ninguna empatía por nadie. Y sólo se mira a su propio ombligo. Una personalidad psicópata, que nos produce vómitos. 

Hay un momento sobrecogedor de la película, en el que el señorito Iván  reclama a Paco, El Bajo, que está con la pierna tronzada. Y en vez de acercarse Iván a Paco, es el propio Paco, con todas las dificultades y dolores, quien tiene que aproximarse a Iván.  

Esa España franquista de señoritos y terratenientes y criados, que también refleja el gran Delibes en su obra como Camus recoge en su película, me resulta realmente espeluznante. Esas jerarquías, ese clasismo me repugna. Por fortuna, algo hemos avanzado en este tema en nuestra España democrática, aunque tampoco sea oro todo lo que reluce en este monte de los oréganos y orgasmos.

España siga siendo un país de paisitos harto clasista.

Tú en estas cosas de señoritos, oír, ver y callar, le dice Paco el Bajo a su hija Nieves en la película. 

Que los señoritos pueden hacer y desfacer a su antojo sin que nadie les ponga cortapisas, aunque pasen como apisonadoras por encima de quien sea, mientras que quienes les sirven deben consentir lo que les hagan sin rechistar. Qué terrible realidad, que sigue perviviendo en el orbe. 

Personajes

Los personajes que crea Delibes son fascinantes. Y los que más me entusiasman son sin duda el Azarías, Paco, el Bajo y el señorito Iván. Aunque también la Régula y don Pedro me fascinan. Algo a lo que supo sacarle partido Camus eligiendo a Paco Rabal para encarnar a Azarías (su mejor papel en su exitosa y dilatada carrera), Alfredo Landa para Paco, el Bajo (creo que también es su mejor papel como mandado, obediente y fiel perro del señorito Iván, que interpreta Juan Diego), Terele Pávez (también recordada en su papel de La Celestina) como la Régula ("A mandar, que para eso estamos") y don Pedro interpretado por Agustín González (magnífico en Las bicicletas son para el verano), que siempre me gustó como actor y con quien tuve la ocasión  de conversar en una comida en Valladolid con motivo de un festival. 


...el Azarías se despertaba flojo y como desfibrado, como si durante la noche alguien le hubiera sacado el esqueleto, y esos días, no rascaba los aseladeros, ni disponía la comida para los perros, ni aseaba el tabuco del búho, sino que salía al campo y se acostaba a la abrigada de los zahurdones o entre la torvisca y si acaso picaba el sol, pues a la sombra del madroño, y cuando Dacio le preguntaba, ¿qué es lo que te pasa a ti, Azarías? él, ando con la perezosa, que yo digo, y de esta forma, dejaba pasar las horas muertas, y si el señorito se tropezaba con él y le preguntaba, ¿qué te ocurre, hombre de Dios?, Azarías la misma, ando con la perezosa, que yo digo, señorito, sin inmutarse, encamado en la torvisca o al amparo del madroño, inmóvil, replegado sobre sí mismo, los muslos en el vientre, los codos en el pecho, mascando salivilla o rutando suavemente, como un cachorro ávido de mamar, mirando fijamente la línea azulverdosa de la sierra recortada contra el cielo, y los chozos redondos de los pastores y el Cerro de las Corzas (del otro lado del cual estaba Portugal), y los canchales agazapados como tortugas gigantes, y el vuelo chillón y estirado de las grullas camino del pantano, y las merinas merodeando con sus crías y si acaso se presentaba Dámaso, el Pastor, y le decía ¿ocurre algo, Azarías? él, ando con la perezosa, que yo digo, y de este modo transcurría el tiempo hasta que sobrevenía el apretón y daba de vientre orilla del madroño o en la oscura grieta de algún canchal y según se desahogaba...


He aquí este pasaje ilustrativo de la prosa del maestro Delibes, que con un estilo en apariencia sencillo nos envuelve con sus palabras y nos hace sentir con hondura tanto el paisanaje, en este caso al discapacitado Azarías, como el paisaje, que sitúa en la Raya, esa linde con Portugal. Aunque en el libro no se precisa exactamente donde se sitúa, sí se dice que Azarías vive en La Jara. Existe como tal una comarca con este nombre, que corresponde a Toledo, Ciudad Real y Cáceres. Y en la película Mario Camus filma algún cortijo y dehesas de algunos lugares extremeños como Mérida, Zafra y Alburquerque para ambientar esta historia real como la vida misma. Bella Extremadura, con sus alcornoques y encinas, en la que he podido estar recientemente, si bien tengo ganas de regresar para recorrer otros muchos lugares, entre ellos tal vez los que vemos en esta soberbia película. 

La simbiosis del Azarías con su milana bonita y aun con la Niña Chica (Charito), que nos sacude las entrañas con sus chillidos, me late inolvidable, escalofriante. Y a la vez me da mucha ternura. 

El Azarías y La Niña Chica parecen como sacados asimismo de la dramaturgia esperpéntica de Valle-Inclán.

... la Régula y Paco, el Bajo, asentían con la cabeza, e intercambiaban furtivas miradas cómplices, pero don Pedro, el Périto, no reparaba en ello, que estaba muy excitado don Pedro, el Périto, y siendo de vuestra conformidad, mañana a la mañana aguardamos a la niña en casa, y para que no la echéis en falta y ella no se imple, que ya sabemos todos cómo se las gastan los muchachos hora, por las noches puede dormir aquí, y después de muchas gesticulaciones y aspavientos, don Pedro se marchó y la Régula y Paco, el Bajo, empetaron a instalar sus enseres en silencio, y después cenaron y, al concluir la cena, se sentaron junto al fuego...

Este es otro pasaje magnífico, perteneciente al capítulo-Libro de Paco, el Bajo, en el que se introduce la voz narrativa de don Pedro en medio de esta narración en tercera persona del singular, que tiene mucho de narración visual, cinematográfica. En realidad, toda la obra está narrada así, intercalando voces narrativas de los personajes como un flujo de conciencia. 

Y este otro titulado La milana (Libro tercero), que es todo un personaje, como ya sugiriera en su fusión afectiva con el Azarías.  

... pero, bien mirado, el Azarías era un engorro, como otra criatura, a la par que la Niña Chica, ya lo decía la Régula, inocentes, dos inocentes, eso es lo que son, pero siquiera la Charito paraba quieta, que el Azarías ni a sol ni a sombra y, a la noche, ni pegar ojo, con sus paseos y carraspeos, y si se ponía a rutar era lo mismo que un perro, y así hasta la amanecida que asomaba a la corralada, mascando salivilla, el pantalón por las corvas, y los porqueros y los guardas y los gañanes, siempre la misma copla...

Después de ver ayer mismo Los santos inocentes, me viene a mientes este pasaje, perteneciente al capítulo o Libro Cuarto: El secretario, en el que tanto Alfredo Landa como Juan Diego lucen de un modo espléndido, ajustándose bastante al punto de partida que es la novela de Delibes: 

... ¡suélteme, señorito, suélteme! y el señorito Iván, secamente, ¡para quieto, Paco! Y él, Paco, el Bajo, ¡suélteme, por su madre se lo pido, señorito! cada vez más excitado, y el señorito Iván, sin cesar de disparar, mira, Paco, no me hagas agarrar un cabreo, aguarda a que termine la batida, mas a Paco, el Bajo, el ver desplomarse las perdices muertas ante sus chatas narices, le descomponía, ¡suélteme, señorito, por Dios bendito se lo pido! hasta que el señorito Iván se irritaba, le propinaba un puntapié en el trasero y le decía, si sales del puesto antes de tiempo, te pego un tiro, Paco, tú ya te sabes cómo las gasto, pero era el suyo un encono pasajero, puramente artificial, porque cuando, minutos después, Paco, el Bajo, empezaba a acarrearle el botín y se presentaba con sesenta y cuatro de los sesenta y cinco pájaros abatidos y le decía nerviosamente, el pájaro perdiz que falta, señorito Iván, el que bajó usted orilla de la retama, me lo ha afanado el Facundo, dice que es de su señorito, la furia del señorito Iván se desplazaba a Facundo, ¡Facundo! voceaba con voz tonante, y acudía Facundo, ¡eh, tu, listo, tengamos la fiesta en paz!, el pájaro perdiz ese de la retama es mío y muy mío...

La novela, estructurada en seis libros, la resuelve el gran Delibes con el accidente (el Quinto) y finalmente con El crimen (El Sexto), una estructura que no es exactamente igual en la película, pero que se aproxima bastante. 

... Paco, el Bajo, sin hacerse de rogar, se afianzó en la rama, abrió la navaja y en un dos por tres vació los ojos del cimbel y el pájaro, repentinamente ciego, hacía unos movimienros torpes y atolondrados, pero eficaces, pues doblaban más pájaros que de costumbre y el señorito Iván no se paraba en barras, Paco, has de cegar a todos los palomos, ¿oyes? con los dichosos capirotes entra la luz y los animales no cumplen, y así un día y otro hasta que una tarde, al cabo de semana y media de salir al campo, según descendía Paco, el Bajo, de una gigantesca encina, le falló la pierna dormida y cayó, despatarrado, como un fardo, dos metros delante del señorito Iván, y el señorito Iván, alarmado, pegó un respingo, ¡ serás maricón, a poco me aplastas!...   (El accidente).

Delibes, que era un gran devoto y defensor del campo, lo conocía como nadie. Y eso le permite ambientar esta novela y aun otras muchas, como Las ratas o El camino (ambas extraordinarias). Y por supuesto el escritor vallisoletano era un gran cazador (ahí está su Diario de un cazador), con lo cual sabía manejarse perfectamente en este mundo. 

el señorito Iván alzó el brazo, con la jaula de los palomos en la mano, y, simultáneamente, levantó la cabeza y, al hacerlo, el Azarías le echó al cuello la soga con el nudo corredizo, a manera de corbata, y tiró del otro extremo, ajustándola, y el señorito Iván, para evitar soltar la jaula v lastimar a los palomos, trató de zafarse de la cuerda con la mano izquierda, porque aún no comprendía, ¿pero qué demonios pretendes, Azarías? ¿es que no has visto la nube de zuritas sobre los encinares del Pollo, cacho maricón?   (El crimen).

Delibes, que le dedicara su novela a otro coloso como Félix Rodríguez de la Fuente (extraordinarios sus documentales de El hombre y la tierra) seguirá siendo un manantial de inspiración, de palabras precisas, con las que construir ficciones y realidades. 

Y Juan Diego permanecerá para siempre en nuestro subconsciente cinematográfico. 


La fragua literaria leonesa: Sara Abad Reguera

 

LA FRAGUA LITERARIA LEONESA

Sara Abad Reguera: “Ver el mundo a través del regreso me ha hecho pensar mucho en mi identidad, mi memoria”

La joven poeta leonesa Sara Abad Reguera, autora de 'Pan de mar', está en estos momentos, después de concebir esa publicación como un viaje emocional, buscando las piezas del próximo puzle.


Sara Abad Reguera escritora poeta
Sara Abad Reguera.
Manuel Cuenya | 28/04/2022 - 14:16h.

Graduada en Ciencias Políticas (2021) y Sociología (2020), la joven y dinámica Sara Abad Reguera es autora del poemario 'Pan de mar', del que se siente orgullosa y contenta, porque, en su opinión, ha conseguido que tenga coherencia interna y que la gente que lo lee la encuentre, que era uno de sus objetivos fundamentales.

"¡Y he conseguido publicarlo! Con una edición increíble. Es mucho más de lo que podía aspirar, la verdad. Tengo mucho que agradecer", explica esta leonesa cosmopolita, que ahora está viviendo en Buenos Aires.

Una poeta que también ha podido vivir y estudiar en Madrid (Universidad Carlos III) y en Ciudad de México (UNAM) con una beca. Pero que se siente muy arraigada a su tierra, por eso dice que siempre está de regreso.

"Ver el mundo a través del regreso me ha hecho pensar mucho en mi identidad, mi memoria, mi barrio, mi folklore, lo que cantaba mi abuela, lo que me cocina mi madre. Y todo ello me ha hecho aprender que el amor se construye con muchas manos. De eso he querido hablar en 'Pan de mar', o esa es mi conclusión en el libro. Sin duda, la aprendí en León", rememora Sara, para quien su ciudad natal es hogar y el hogar lo es todo, según ella.

"No es fácil construir un hogar, pero mi familia lo ha conseguido. Todo lo que conozco de León es porque mi familia me lo ha enseñado. Eso es increíble. Por eso para mí, León significa vínculo", apostilla Sara, cuyo poemario 'Pan de mar', que un viaje simbólico, iniciático, de crecimiento, de búsqueda, de descubrimiento, forma parte de la colección 'Libros... a cuentagotas', publicados por Eolas Ediciones, con la edición de la poeta y periodista Eloísa Otero, la portada de la artista visual, fotógrafa y diseñadora gráfica Rocío Cuevas y las ilustraciones del interior correspondientes a Alba Alfageme.

Una colección donde también están incluidas poetas a las que hemos podido entrevistar en esta misma sección como Silvia Abad MontoliúMareva Mayo o Marina Gay, además de Pilar Cañas.

(Puedes seguir leyendo esta fragua en este enlace de ileon: https://ileon.eldiario.es/cultura/128523/sara-abad-reguera-ver-el-mundo-a-traves-del-regreso-me-ha-hecho-pensar-mucho-en-mi-identidad-mi-memoria)

domingo, 24 de abril de 2022

Jaraiz de la Vera, capital del pimentón

 Conocida como la capital mundial del pimentón, Jaraiz de la Vera -existe un monumento que así lo corrobora- es sede del Consejo Regulador de la Denominación de Origen del Pimentón de la Vera y cuenta incluso con un museo del pimentón ubicado en el palacio del Obispo Manzano, en la Plaza Mayor de este pueblo-ciudad que sabe y huele a matanza de gocho, en realidad a embutido. 

Algo que me devuelve a la infancia y la adolescencia, cuando también en mi pueblo del Bierzo Alto hacíamos matanza y la aderezábamos con pimentón, que provenía, por lo general, de la comarca de la Vera en Extremadura. 

Aunque me recuerda mi madre cómo en otros tiempos, siendo ella una niña, en Bembibre había molinos donde se molía el pimentón. Vaya por delante que me fascinan tanto los molinos como el pimentón, ese oro rojo que me inunda de placer. Le echaría pimentón a cualquier comida. Me parece un invento extraordinario. Y además sabemos que ayuda a mejorar el sistema inmunológico. Asimismo, contiene enzimas antioxidantes y resulta analgésico y antibiótico. 

Guía en el museo del pimentón

Me gustó visitar el museo del pimentón en Jaraiz, de la mano de una joven guía oriunda, que resultó ser una buena conocedora de todo el proceso de elaboración del pimentón, ya que sus padres, según contara, también lo hacían en su casa. Desde el triturado de los pimientos secos hasta el ahumado y secado con leña de encina y de roble, tan abundante en la zona, aplicando el calor justo para conseguir la deshidratación adecuada. De forma que se obtengan un color y sabor y aroma intensos. 

Una chica con un excelente castellano hablado y un buen don de gentes, que cursó estudios en la Universidad de Salamanca. Curiosamente sin acento extremeño.  

María Jose, guía de la Oficina de Turismo

Sólo por esto ya merecería una visita a Jaraiz de la Vera, aunque la ciudad ofrece muchos rincones con encanto, así como algunos bares como la Coruja, cuyo nombre me hizo sonreír. 

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Compartido con: Público
Público

Con aroma a pimentón, que me devuelve a la infancia, ese territorio de sueños felices. Y la curiosidad de encontrarme con un bar llamado Coruja.


En un próximo número de
nuestra revista La Curuja (Coruja) haremos referencia a este bar, donde se toman buenas raciones de oreja de cerdo. De repente, me vi en algún bar del Bierzo. Y es que Jaraiz, que es el pueblo más grande de la comarca de la Vera, me hizo recordar mi tierra, que también lo es de pimientos (sobre todo el Bierzo Bajo) y de pimentón. También me gustó probar el tasajo, que es como una cecina de cerdo condimentada con pimentón de la Vera. En tiempos, se hacía con carne de cabra, que vendría a ser como la cecina de chivo leonesa. Ya no recordaba que también en México, donde viví en los años noventa, se come  tasajo. Por lo demás, Jaraiz es un sitio
tranquilo, que también tuve la ocasión de recorrer por mí mismo y gracias asimismo a una guía de la oficina de turismo de la localidad llamada María José, a la que agradezco sus explicaciones sobre el origen etimológico de esta villa de realengo y otras muchas hasta llegar a la visita del museo del pintor y músico jaraiceño Jaime de Jaraiz, cuya figura y obra merecen la pena ser conocidas: https://preparatuescapada.com/caceres/jaraiz-de-la-vera/museo-jaime-de-jaraiz


Desde el parque de los Bolos, donde se asienta la picota, que es símbolo de esta villa, se tienen vistas espectaculares a la sierra de Gredos, que parece que estuviera al ladito mismo. 

La Sierra de Gredos proporciona suficiente agua, en forma de arroyos y gargantas, a esta fértil comarca de La Vera, donde florecen los cerezos con la belleza explosiva de un cuadro impresionista.  Como por ejemplo El huerto en flor, del pintor Sisley.opintor Sisley. 


Entre estas gargantas se encuentra la de Pedro Chate, donde se ha creado el llamado lago de Jaraiz, lugar muy frecuentado por los bañistas en época estival. Eso me dice un buen hombre, con el que me topo, el cual, como cicerone, me adentra en la naturaleza exuberante de esta bella comarca. En medio de un bosque de robles, nogales y chopos se abre esta piscina natural, que en su parte alta se conoce como el lago y en su parte baja como Charco de las Tablas.

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Compartido con: Público
Público

El brote primaveral de la Vera mirando a Gredos.


En esta zona también existe un mesón construido en un antiguo molino.


Y en la parte del lago propiamente dicha hay un bar restaurante con una terraza, que tiene unas magníficas vistas. 

Mi visita a la ciudad coincide con una feria agroalimentaria, donde pueden encontrarse, en las diversas casetas, productos de calidad de la tierra. 

Jaraiz es un punto de partida estupendo para recorrer la zona: Cuacos de Yuste, que es Conjunto Histórico Artístico, y el propio monasterio de Yuste, entre otros lugares. 

Se cuenta que el rey Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico regresó a España, desde Flandes hasta Laredo (Cantabria), para curarse de una artritis y decidió asentarse en la comarca de la Vera por ser un lugar retirado y por su buen clima. Y mandó construir una casa palacio al lado del monasterio de Yuste, donde permaneció recluido hasta el final de sus días. 

Y para finalizar esta entrada he de decir que me gustó la hostería Verahouse, gracias a la amabilidad de Miriam. Y las tostadas con tomate y jamón del bar restaurante Fezur.

Por cierto, el rapaz que me sirviera, que creo era hijo de la familia responsable del negocio, había estado en Ponferrada porque, según él, llegó a tener una novieta en la capital del Bierzo. 

¿Y qué fue de la Serrana de la Vera? ¿Alguien la ha visto?