lunes, 7 de febrero de 2022

Susah o Susse, arrulladora

23 de diciembre de 2021 

Regresar a Susa, Susah o Sousse es un gran placer, sobre todo cuando el cielo te acaricia con su luz y el mar te arrulla, como si te susurrara una canción ancestral, que fuera directa a las entrañas.

Susa, con su fortaleza y su Medina, es un espacio tranquilo, que procura buenas vibras.

Hoy me he concedido el obsequio de alojarme en un hotel con vistas al mar. Un pequeño lujo que uno puede darse de vez en cuando.
Conste que me adapto a lo que se tercie. Qué remedio, si uno aspira a trotar por el mundo. Mas en esta situación pandémica creo que tampoco se puede dormir en cualquier sitio. Por aquello del virus.
Aunque por estos lares no da la impresión de que estuvieran especialmente preocupados con el dichoso virus, tal vez porque tienen otras cosas en las que pensar.

Y, la verdad sea dicha, noto que la crisis se está cebando con este país. Amén de otros. ¿En qué va a quedar todo este cacao maravillao? Mientras, intentemos seguir viviendo el día a día, disfrutando de la luz y de los colores, que suman maravilla, según la amiga Angels Gendre.
Embarcado, quizá en una nave de fantasía, rumbo al País de las maravillas. Por seguir con la maravilla.

Esto escribía la víspera de la Nochebuena mientras estaba en Sousse, ciudad que me cautivó la primera vez que la visité en el año de 2019. Y a la que he vuelto en más de una ocasión, porque en el 2019 viajé en mis vacaciones de Semana Santa y luego en las de Navidad. Y después de estos viajes me he quedado prendado de Túnez. Y en este caso de Sousse, con su medina, que es Patrimonio de la Humanidad, a resultas de su buen estado de conservación, y sobre todo con su zona costera, que el viajero agradece mucho, fundamentalmente en época invernal, debido al buen clima del que goza esta ciudad de almendras y naranjas, con temperaturas realmente agradables. 

Sousse se ublica en el llamado Sahel tunecino, literalmente la orilla o la costa, esto es el umbral de las arenas del Sáhara, habida cuenta de que una buena parte del país es puro desierto.  
Cabe destacar que el Sahel se extiende a lo largo de la costa de Oriente, desde Hammamet (en el norte), que tuve la ocasión de visitar en la Navidad de 2019, antes de que supiéramos de la pandemia, hasta la población de Mahdía, que pude visitar en este reciente viaje, de lo que daré cuenta en este blog.
Asimismo, el Sahel, que cuenta con una línea férrea (conocido como el metro) comprende la ciudad de Monastir, que también visité en anterior viaje, y una parte de la ciudad de Sfax, donde también estuve. 
En esta ocasión pude alojarme en un hotel moderno, confortable, con vistas al mar, algo que me entusiasmó.

La verdad es que merece la pena alojarse en un sitio así, con cena y desayuno incluidos. 
Recuerdo que pregunté en la oficina de turismo por un hotel en el centro de la ciudad de Sousse y me recomendaron uno que, dicha sea la verdad, no me ofrecía mucha confianza en cuanto a higiene. No debieron verme pinta de alguien que pudiera pagarse algo mejor. No sé. Uno nunca sabe, en realidad. La verdad es que dije que no necesitaba nada lujoso, pero de ahí a mandarme a un sitio como al que me enviaron, eso sí céntrico, la cosa cambia mucho. 

Como no me convenció, me dirigí a la costa, que ahí se encuentran varios hoteles vistosos, aunque la pandemia se ha llevado por delante algunas instalaciones a resultas de la crisis. Y el turismo ha descendido de un modo considerable. En realidad, no me encontré, durante el viaje, a turistas españoles. Ni siquiera turistas y viajeros de otras nacionalidades. El asunto es que me encaminé en busca de un hotel que me convenciera mientras seguía preguntando a los lugareños, que me parece a priori un buen modo de dar con lo que uno desea. Después de dar alguna que otra vuelta -uno no abandona su condición de nómada- me topé con un tendero al que le pregunté por un hotel y el tipo, listo como el hambre, me propuso una casa de huéspedes, que llegué a ver, no estaba mal, pero ese día me apetecía disfrutar del confort de un hotel.
Parezco todo un pijolondio o niño pera o fresa. Ná de ná. Sólo apariencias. Y las apariencias en ocasiones más ocultan que desvelan esencias. Por cierto, la habitación de esta casa privada tenía buen aspecto. Las apariencias, ay. Pero en el baño no parecía que hubiera ni una sola toalla, ni siquiera gel. Nimiedades, vamos. Por su parte, el tendero, que daba la impresión de que en verdad quisiera hacer negocio, me dijo que él mismo me procuraba toalla y jabón... o lo que fuera. Qué majo. Pues va a ser que no, expresión que ahora se utiliza mucho. Y va a ser que no porque quería probar, experimentar, yéndome a un hotel de esos de estrellas relucientes, al borde de la mar, que, por otra parte, pensaba que sería carito. A todo esto, el tendero, simpático sin duda, me dijo que la suerte de hotel que estaba buscando me costaría un riñón.
Joder, parece que todo el mundo me ve como si fuera un mendigo. Hostias, Pedrín. Me armé de valor, es un decir (conviene echarle humor al tema) y me fui hasta un resort. Hasta me daba miedo cruzar la puerta, con tanto control. Incluso llegué a pensar que ni me dejarían pasar. Que el guardián de turno me lo impediría. Algo así como lo que le ocurre al campesino en el cuento de Kafka titulado Ante la ley. Si es que el absurdo preside nuestras vidas. Y el azar tiene más importancia de lo que en un principio creeríamos. Eso nos viene a decir la mecánica cuántica. Cosas de físicos, que al final acaba influyendo en los psíquicos. Este es otro decir. O sentir.
Pues la suerte se echó de mi lado y traspasé el umbral. Y me planté sonriente delante de la recepción. Pensaba que me iban a atizar bien atizado, aunque contento. Pero aquel precio me pareció una auténtica ganga. Tal vez porque necesitaban llenar el hotel a como diera lugar porque no había suficientes turistas. En todo caso, la reflexión es que no se puede dar uno por vencido a la primera de cambio. Y que a veces por pagar algo más (la diferencia de precio con respecto a la habitación en la casa privada que me había ofrecido el tendero era irrisoria) se consigue lo que se desea. O al menos uno se había imaginado que podría ser tal.
Conviene recordar que, además de una diferencia de precio mínima, en el hotel, a todas margaritas, como dicen en México, servían una suculenta cena y un desayuno no menos rico. Me apetecía contar todo esto. No sé si puede servirle a otros viajeros.
En Sousse, creo que como en el resto del país, se come sabroso. A uno le gusta mucho su gastronomía, incluso un simple bocadillo, cuyo sabor se queda impregnado en tu ADN. Y por supuesto los zumos de naranja y de otro tipo de frutas como la granada. Y también sus dulces. 
Adentrarse en la medina de Sousse, como en cualquier medina, dicho sea de paso, es regresar a un tiempo de olores, sabores, colores... Pura sensorialidad. Y en esta ocasión me topé con un hombre -o él hizo que nos topáramos- que, tras su apariencia de viejecito sabio, era arquitecto jubilado, según él, quiso acompañarme en un breve recorrido para mostrarme algunos de los rincones que a él le parecían significativos. La verdad es que me dejé llevar a sabiendas de que el buen hombre acabaría pidiéndome algo, por ejemplo guita. Y así fue. Pero la charla con él, además del recorrido, estuvo bien. 

Aunque esta vez no me acerqué al Kantaoui, merece la pena darse una vuelta por este lujoso puerto deportivo, a las afueras de la ciudad, lugar al que suelen ir los turistas, también en busca de confort. 
El Ribat de Sousse, la fortaleza, sigue atrayendo como un imán. Y el mar, que es en realidad una belleza universal, te arrulla con el hipnotismo de sus olas.


4 comentarios:

  1. "El mar te arrulla con el hipnotismo de sus olas"

    Olé, Manuel

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  2. Después de todo lo que estás viajando por el mundo y luego narrandolo, Manuel, te vas a convertir en el Ernest Hemingway español; en un tiempo marcado y señalado por la pandemia de un bichejo que nos ha traído y nos trae por el camino de la amargura como a Ernest le marcó los viajes en las guerras. Ánimo que eres joven y tienes que seguir contándonos muchas más aventuras de tus viajes. Un abrazo. Benjamín.

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  3. No conozco aún Tunez, pero no soy persona de volver al mismo sitio varias veces. No sé si volvería a Suse segundas veces, a pesar de lo que cuentas. Pero espero ir la primera vez.
    Un abrazo.

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