Morirse tan joven siempre es una cabronada. De la hostia bendita. Aunque sepamos de antemano, no conviene hacerse los mensitos, que la muerte nos espera, a veces, casi siempre, antes de lo que quisiéramos. Que casi nunca queremos.
Desde hace tiempo, la muerte me obsesiona, sobre todo la de los seres queridos, de aquellas personas con quien uno ha tenido algún trato, o ha conocido de algún modo. Y la poeta Guadalupe Grande era aún muy joven para morirse.
Guadalupe Grande en Tardes literarias en Bembibre |
Guadalupe era amiga del Facebook, lo cual no es mucho decir, porque en el Facebook se tienen amigos, amigas, con quienes paradójicamente uno no tiene ningún contacto. Así somos los humanos, al menos estos humanos de la época del Internet, estos seres que nos hemos hecho adultos en época virtual, lo que no quiere decir, ni mucho menos, que la época virtual nos haya facilitado el tránsito a la madurez. Antes al contrario, nos hemos infantilizado, robotizado, y en cierto sentido deshumanizado. Porque no hay nada como el contacto directo, real, tangible. No obstante, me ha conmocionado el fallecimiento de Guadalupe Grande porque sí tuve la ocasión de verla y charlar con ella hace años, creo que en febrero de 2011, con motivo de las Tardes Literarias en Bembibre. Y luego otra vez durante una visita ese mismo año en verano que hiciera al Bierzo Alto, en concreto a la aldea de Cobrana, donde se celebraba un encuentro literario (el segundo), gracias al empeño de la Asociación el Zofreral.https://cuenya.blogspot.com/2011/08/en-el-zofreral-de-cobrana.html
Guadalupe Grande era, por lo demás, la hija de los buenos poetas Félix (a quien tuve la ocasión de ver/escuchar, hace años, en el certamen de Priego-Cuenca) y Paca Aguirre (a la que no tuve el placer de conocer).
Cabe recordar que me encantó escuchar a Félix Grande en 2012 en Priego. Un hombre con duende, capaz de camelar al público con su saber, con sus anécdotas, con su decir poético, con su pasión por el flamenco y su balada del abuelo Palancas.
Félix Grande era heredero de la poesía de Luis Rosales, César Vallejo y Machado. Algo que heredó asimismo su hija Guadalupe, que, junto con otras y otros poetas como Cecilia Quílez, Pilar Blanco, Aarón García Peña o Ricardo Virtanen, apareció en Cobrana de la mano del Premio Nacional de Poesía, el amigo y paisano Juan Carlos Mestre, autor del colosal poema Cavalo morto, que le dedica al poeta brasileiro Lêdo Ivo.
Mestre |
No en vano, ambos llegaron a traducir La aldea de la sal, de este magnífico poeta brasileño, a quien también tuve la ocasión de saludar en la ciudad de León en 2011, poco antes de su fallecimiento, con motivo de un premio que le concediera el Club Leteo, de la mano de su responsable el poeta Rafa Saravia. https://cuenya.blogspot.com/2012/12/a-ledo-ivo.html
Vivir para morir. Eso parece que nos está gritando la realidad actual. Que se está despachando a gusto cercenando vidas. Pues también acaba de fallecer la escritora Elena Santiago, a quien le dediqué una fragua literaria en Diario de León en 2013. Y hace tan solo unos días me enteraba, vía correo electrónico, del fallecimiento del compañero Luis Calzado, el director de la biblioteca del campus de Ponferrada, también joven, con quien compartiera alguna charla, algunos buenos momentos, incluso algunos viajes a León. Sobrecogido me he quedado asimismo con la muerte de Luis.
Juana, Guadalupe, Cecilia y Sara |
Qué pena comenzar a asistir a la muerte de tanta gente querida, conocida, amiga. Qué pena descorchar este 2021 con el corazón encogido. La vida, ya hemos aprendido la lección, es un auténtico milagro. Y no lo digo en términos religiosos.
Me gustaría que ese vivir para morir se transformara en un vivir para contar. Y pudiéramos seguir contando. Soñando. Viajando. Poetizando o embelleciendo la realidad.
"Morir a los 55 años es una derrota innecesaria. Odiosa y radicalmente injusta", escribe Manuel Rico en el diario El País a propósito de Guadalupe Grande.
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