Casi sin darnos cuenta ya estamos en agosto, que pronto enfriará su rostro, sobre todo por estos altos pagos del noroeste verde y medular. Este año (al menos en lo que va de año) se nos ha pasado visto y no visto. Hemos saltado del invierno al verano como si no hubiera existido la primavera.
A pesar de que el verano suele dar de sí (el pasado me permitió viajar a la bella Italia y también a Cataluña y Galicia), este verano está siendo cortito. O esa es al menos mi impresión. Cortito como casi todo en esta vida, salvo las enfermedades y dolencias, que se alargan más de lo que uno quisiera.
Entre las escapaditas o excursiones al interior de la provincia figura una reciente a los confines de la Maragatería, donde esta comarca se torna Cabrera y Bierzo. Hablo en concreto de Molinaferrera, a orillas del río Duerna (y próxima también al arroyo o salto del cabrito), que es punto de partida para alcanzar el Teleno, "una montaña de sueños", como apunta el montañero y escritor Vicente García.
El Mars Tilenus o Marti Tileno es una cumbre de 2188 metros, que mira hacia la Maragatería, La Cabrera y el Bierzo. La próxima vez intentaremos la subida a esta montaña sagrada y venerada (hubo un tiempo en que el arquitecto y escritor Luis Carnicero llegó a invitarme a recitar en el Teleno, pero aquel proyecto no cuajó, tal vez hubiera sido algo realmente chulo).
Teleno al fondo |
Por lo demás, me late que la subida al Teleno, ya desde Molinaferrera, Filiel (aldea cercana a Molinaferrera) o Corporales (ya en la Cabrera) no es tan fácil como la pintan. Quizá sea más suave que la subida al Catoute (2117 metros), aunque si ésta se encara desde Salentinos es más llevadera que si uno pretende subirla por Colinas del Campo de Martín Moro Toledano (Colinas, para los de la zona). Pero no voy a hablaros ahora de mis subidas al Catoute, tanto por una parte como por otra.
Después de la subida a la aldea de Bulnes desde Poncebos creo que quedé tocadín. Así que conviene recuperarse.
Con Topolina |
He de decir que es la primera vez que visito Molinaferrera. Y espero que no sea la última.
Sabía de la existencia de esta población por la amiga Nuria, la hermana de Isasy (Topolina), a quien volveré a hacer referencia más adelante.
Sabía que existía Molinaferrera pero nunca antes había puesto los pies en la misma. Por fin llegó la hora. Y pude disfrutar de este lugar que curiosamente figura entre una especie de sabana africana y el verdor arbolado con sabor a Bierzo, con aromas cabreireses.
La población de Corporales está a tiro de piedra de Molinaferrera (quizá a unos seis kilómetros). Pero desafortunadamente no hay carretera que comunique ambos pueblos, salvo una pista en mal estado para todoterrenos y conductores aguerridos (es lo que tiene vivir en esta parte de España, con desinterés, con desidia para bien comunicar la Maragatería, el Bierzo y la Cabrera).
Hay una pista para todoterrenos especiales, eso me cuenta, nos cuenta Topolina, que es toda una experta en la zona. Y además regenta la cantina de Molinaferrera, donde se come rico gracias a su buen hacer. Le agradezco su amabilidad y sus buenas vibraciones.
En su cantina me encontré con un tipo (él estaba con un grupo de personas comiendo), que se dirigió a mí como si me conociera. Y en efecto me conocía, aunque uno no lo reconoció (aunque sí me sonara su cara). Se trataba de Miguel Ángel González, de Cacabelos, que ha publicado algún libro sobre la zona, en concreto sobre el Teleno.
Y es amigo de Topolina, la cual también nos sugirió la visita de los petroglifos (diseños simbólicos grabados en roca) cercanos a Filiel, cuyo paisaje se me antojó de sabana africana.
La visita a Molinaferrera, con sus bellos parajes mirando a la montaña sagrada del Teleno, entre los que se halla algún molino o alguna cascadina, me entusiasmó.
Molinaferrera es como un oasis en medio del secarral, con los techos de las casas de pizarra (losa) como en el Bierzo. Uno tiene la impresión de visitar un pueblo berciano.
El trayecto de regreso hacia León por las tierras de la Somoza: Chana de Somoza y Lucillo se me apareció como envuelto por un halo espectral. A lo lejos se atisbaba Santa Colomba de Somoza (perteneciente al Camino de Santiago) al abrigo y la sombra de una abundante arboleda.
La poeta y urdidora de versos Paz Martínez, como si de una aparición virginal se tratara, caminaba por el pueblo. El azar decidió el encuentro. La voz de mi amiga la llamó. Y ella dijo haberme visto, aunque yo no la viera a ella.
Y acabamos charlando amistosamente, de lo divino y lo humano, al amor de unas cervezas. Gracias, Paz, por sembrar palabras cercanas. Y gracias Lidia, por estar en el Camino.
Y acabamos charlando amistosamente, de lo divino y lo humano, al amor de unas cervezas. Gracias, Paz, por sembrar palabras cercanas. Y gracias Lidia, por estar en el Camino.
*Lástima que algunas fotinas estén algo quemadas.
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