El rojo sangriento del terreno acapara nuestra atención. Y nos hace tomar conciencia del desastre que está ocurriendo. Los
árboles, seccionados, parecen estar gritando, crepitando en su agonía. Un grito
de horror. Imposible no despertarse de esta pesadilla, en medio
de unas llamaradas que acabarán calcinando este bosque acaso centenario.
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