lunes, 20 de abril de 2020

El humor en tiempos del virus corona

Ahora, que nos está cayendo la del pulpo (en este caso el bichito corona, y no digo Coronita porque sería atentar contra el Imperio Grupo Modelo mexicano, cuyo magnate era el leonés de Cerezales del Condado Antonino Fernández, qué grande este tipo. Y qué bien su fundación Antonino y Cinia), lo más sabio, tal vez, es emplear el sentido del humor. ¿Qué humor y qué sentido? Pues existen muchos humores. Y también muchos sentidos. Incluso el sexto (la propiocepción; El sexto sentido también es una película de suspense sobre los poderes sobrenaturales), y el séptimo... El séptimo sello de Bergman, ay, que estos son mandamientos, los diez mandamientos bíblicos... los siete mandamientos de los que nos hablara Orwell en su Rebelión en la granja, que mencionara nomás hace un par de días en este mismo blog. 
Uy, qué lío de mandamientos y de sentidos y de humores, a saber, el humor humorístico, valga la rebuznancia de burro atado al pesebre de las sonrisas. ¿Las sonrisas del burro o de quien lo contempla? 
No hagáis caso de mis tonterías, quiero decir de las bobadinas de mi lacayo (yo y mi criado. Delirio filosófico, como el título de un relato de Larra), que es en verdad el subconsciente, el cual no me deja ni a sol ni a sombra. Ese surrealismo que aflora aun en momentos de vigilia y duermevela. ¿Acaso luce el sol ahorita? Ojalá. 
Gómez de la Serna

Luz y color en el valle uterino, qué verde era el mío (como la película de Ford sobre la minería galesa, estremecedora), con el ganado pastando en los prados de la felicidad, en la Fontoria de mis ilusiones. 
Gran valle de luz y color, como me dice en un mensaje de audio de guasap el bueno de Sotuela (que está confinado en semi-libertad, según él, en San Clodio, su pueblo de Galicia, porque vive en una casa espaciosa y ajardinada), para referirse al valle de Noceda de los míos amores, o de los míos humores de los amores. Ahora que recuerdo, si uno no tiene lacayo ni criado. Y esto también parece un delirio.
¿En qué estaría pensando, santo cielo? Si es que esta cabecina mía, no sabe ni lo que (se) dice. 
Ah, sí, que existen muchos tipos de humor, el humorístico, decía, y el satírico, y el irónico, y el humor metafórico de las greguerías de Ramón Gómez de la Serna (de la Sorna)... Colosal Ramón, el autor de El circo, El rastro y Automoribundia (su volumen de memorias), entre otros muchos y buenos. 
Muchos tipos de humor, como el blanco y el negro tirando a macabro, y el tonto y el listo (el humor siempre es listo e inteligente, creo, por ñoño que se tercie, bueno, si es muy repipi, igual no es inteligente, al menos desde un  punto de vista emocional). Que la indigencia emocional no permite mucho humor. ¿Pero qué sabrás tú de humor?, me está susurrando al oído mi sub-consciencia florida y primaveral en esta prima-Vera con carga viral. Ah, y también existe el humor absurdo, esto acaba de chivármelo mi consciente (de repente me volvió el consciente, menos mal, ¿adónde se habría ido de paseo?). 
El proceso de Welles

Ese sí que me rechifla, el humor absurdo, porque la vida es también un absurdo.  ¿O no? Kafka supo verlo como nadie en sus obras La metamorfosis, El proceso, entre otros libros. En el El proceso (del que existe una adaptación fílmica por parte de Orson Welles) nos escalofrió el alma al contarnos la historia de Josef K. (que podría ser el trasunto del propio autor), un hombre inocente, interpretado por Anthony Perkins, el de Psicosis, que es procesado y juzgado. Algo que ocurre con relativa frecuencia, por ejemplo en Estados Unidos, por no decir en todo el mundo. Un absurdo en toda regla o desregla. Qué peligro el aparato burocrático y represor. 
A decir verdad, Kafka tuvo gran influencia en el mago del suspense cinematográfico, Hitchcock, al menos en películas como Falso culpable y Con la muerte en los talones
De repente, nos confinan y nos dicen que un virus maléfico podría poner en riesgo nuestra salud y la de nuestros congéneres mundiales. La hostia bendita, ¿pero Cristo nuestro Señor no nos había redimido de nuestros pecados? Bueno, a los musulmanes no sé quien los habrá redimido. Y a los demás creyentes, de religiones varias, tampoco. En sectas, quiero decir en otras sectas, ya ni me meto, que a lo peor salgo escaldado. Como si me hubieran metido en las calderas de Pedro Botero. ¿Por cierto, quién era este tipo? ¿No es un escultor famoso? Que esculpe mujeres orondas (en la Vetusta de Clarín) y hasta gatos (en la Barcelona del Raval, en la que residiera durante algún tiempo el escritor francés Genet, el autor de Diario de un ladrón. 
Genet, que tanto influyera en el escritor y Premio Cervantes Juan Goytisolo, ambos enterrados en el cementerio de marroquí de Larache. Juntitos para la eternidad. 
No me queda clarín clarinete si Botero es asador de almas en pena o artista. La Santa compaña o el arte de vagabundear entre tinieblas. 
Deberíamos releer el poemario titulado la Divina Comedia, esos cantos de Dante, Infierno, purgatorio y Paraíso, no hay más infierno que el humano (el infierno son los otros, como dijera el existencialista Sartre en A puerta cerrada-Huis Clos, y el infierno también es uno mismo, podríamos resaltar). 
Si no hay más infierno que el humano (¡el horror, el horror!) tampoco hay más paraíso que nuestro huerto de la amistad y la ternura, el amor y serenidad. El equilibrio mental, quizá logrado con humor, el humor que brota como una flor de la vida (esto me ha quedado algo cursi, disculpad), de esta primavera avistada en lontananza; la Divina comedia, sí, para que nos haga reflexionar en momentos de convulsión y crisis, la comedia cuyo origen se remonta al culto a la fertilidad, o eso dicen los expertos, la comedia dell'Arte, esa comedia que nos hace reírnos de nosotros mismos, tan importante reírse de uno mismo, relativizar todo, sentir que la vida también puede ser y es maravillosa. 
Decía el genio Chaplin que, mirada de cerca, la vida parece una tragedia; en cambio, vista de lejos, parece una comedia. 
La vida es maravillosa... si no le tenemos miedo. Por eso, ahora más que nunca, no debemos tener miedo, miedo a la incertidumbre (aprenderemos a convivir con la incertidumbre), miedo a la realidad, miedo al presente y el futuro inmediato, porque todo pasará y todo quedará, también los buenos recuerdos. 
Encaremos la vida con humor, con buen humor, aun en los momentos más duros, sólo así podremos salir airosos. 
"Morirse es fácil. La comedia es difícil", dijo un actor. 
Hacer llorar es fácil, lo difícil es hacer reír, se dice a menudo. Por eso debemos esforzarnos por hacer reír, por reírnos (por supuesto de nosotros mismos), aunque lo mejor es que la risa aflore de un modo natural. 
La riso-terapia (ahí está Mari Cruz García Rodera) como un modo de afrontar esta vida, esta vida que "comienza en lágrimas y caca", como nos cuenta el satírico y jocoso Quevedo en uno de sus sonetos, entre escatológico y filosófico. Y termina en lágrimas y caca. Círculo cerrado. 
La risa, que chispea como la espuma de un licor (leamos el ensayo de Bergson), es una preocupación para las religiones, para el sistema, porque si nos reímos, además de liberarnos de tantas ataduras (catártica, terapéutica que es la risa), desafiamos en cierto sentido las convenciones y normas que nos imponen. 
A través de la risa, del lado cómico, también podemos poner en cuestionamiento lo que nos sucede. Y por ende podemos cuestionar el mundo en que vivimos.
"¿Qué es lo peor que me puede ocurrir, que me maten?", me dijo con una sonrisa de oreja a oreja un mexicano hace un montón de años en el país azteca. 
México, ese país que se mueve entre la muerte y la vida con pasmosa facilidad, haciéndole albures a la realidad, como quien, a modo de pase torero, le diera unas chicuelinas al morlaco de turno. 
Me viene a la mente ese extraordinario ensayo que es El laberinto de la soledad, del Nobel Octavio Paz, que nos adentra de lleno, por la puerta grande, en el universo de México. Impresionante, revelador se me antoja (cual antojito mexicano, se me están antojando ahorita unas quesadillas) el capítulo dedicado a Todos los Santos, día de muertos. 
En realidad, nos jugamos la vida en cada instante, pero no por eso debemos detenernos, detener nuestro paso firme y resuelto. Debemos disfrutar cada instante, incluso con la realidad en nuestra contra. Al mal tiempo, buena cara. "Déjate de ser tan quejumbroso, de estar llorando por todo... Al mal tiempo debes hacerle buena cara... sólo así te irá muy bien cuando yo te nombre gobernador de la ínsula", le dice Don Quijote a su escudero Sancho en la archiconocida y cómica obra de Cervantes (ese autor racionalista, ateo, según Jesús G. Maestro, discípulo aventajado del gran filósofo Gustavo Bueno). Una extraordinaria, monumental novela de viaje que, en estos momentos de encierro, nos hará volar. Y nos arrancará más de una sonrisa. Y aun algunas risas. Humor crítico, humor dialáctico el que se desprende de la lectura de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha. 

Por eso debemos sonreírle a la vida, que sin duda es un milagro, habida cuenta de los muchos virus y bacterias que conviven con nosotros, de todo tipo de contratiempos que podemos sufrir. Así que este virus corona tampoco puede acabar con nuestro humor y nuestra risa. Aunque nos salga un humor absurdo. Como el que le saliera a Ionesco en su teatro (La cantante calva, La lección, El rinoceronte epidémico...), o bien a Beckett con su Esperando a Godot o Final de partida (en clara alusión a un juego que se ha perdido, tal vez el juego de la vida, como esos juegos diabólicos que vemos en Drowning by numbers, de Greenaway), y por supuesto al gran Mihura con sus obras de teatro, que he tenido el gusto de adaptar, al menos un par de ellas, entre otros muchos humoristas, como Gila, soberbio, Eugenio, grandioso, o José Mota, con su vieja del visillo, que no es otra figura que la que ejercen los chivatos y chivatas tan propios de los sistemas totalitarios o bien las curujas y curujos de los pueblos... 
Humoristas enormes, como Cantinflas (emocionante e inolvidable su discurso en Su Excelencia) o los Hermanos Marx, con su cine desternillante, cargado de sabiduría. Y tantos otros, como el propio Charlot, a quien ya mencioné, que, con su humor brotado del subsuelo de la vida (él, que tuvo una infancia dickensiana, como un Oliver Twist) nos ha hecho reír y llorar a partes iguales haciendo malabares en la cuerda floja de un circo sin red (o Red).
Pues ríamos y sonríamos a la vida, mientras podamos. 
Con emoción. Con valentía. 

1 comentario:

  1. Un gran recorrido por territorios, personajes y obras que nos enseñarán mucho sobre el humor, la ironía, el sarcasmo, la risa, la emoción, la sonrisa (otra clase de risa) y un sin fin de variantes y géneros que sin duda nos harían sentir mejor frente a las adversidades. Por eso la cultura, la lectura y demás conocimientos son tan importantes como grandes herramientas para construir nuestra fortaleza para hacer frente a cualquier situación traumática o emocional. Pues a seguir navegando por los caminos que nos llevaran a buen puerto que es meta

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