Lo que borda la ternura sobre los valles del Bierzo, lo que lentamente abolido aún palpita como un rubí en el melodioso pico de los pájaros, como declama el poeta Mestre en su Antífona de otoño en el valle del Bierzo.
Este Bierzo que es hoya-olla-refugio, nuestro lugar en el mundo, espacio tejido con la suavidad de los aromas en la rueca de las ilusiones. Perfumado con la sonrisa juvenil del sabor a manzana reineta una tarde abrileña, primaveral.
Una vez que hayamos desescalado todo lo que tengamos que desescalar, como si fuéramos Jesús Calleja en los Picos de Europa o en el Himalaya, regresaremos a nuestra supuesta normalidad, que ya no será la misma normalidad. O sí. Tiempo al tiempo.
¿Qué es eso de la normalidad? ¿Acaso éramos o somos todos anormales? La Humanidad como especie no es que sea muy normal. Y cada individuo se va apañanddo nomás como puede y le dejan, que esa es otra, con sus cuitas y miserias, con sus lirios dorados y sus azucenas de satisfacción (qué floreado me he puesto).
Cada individuo, como siempre, tendrá que salvar su culo como su dios o su diosa le dé a entender. Que en este corralón, hoy nublado, hay patadas y pa' todos.
Hoy me he levantado con ganas de acostarme con las palabras, como le gustara al bueno de Cortázar.
Regresaremos a la normalidad. ¿Estamos al borde? Al borde de un ataque de nervios, por decirlo al estilo Almodóvar.
Te veo subir, te veo bajar, hay una cosa que no puedes negar, estás al borde... estás al borde...Te veo perder, te veo ganar, hay una bomba lista para estallar...
Es la letra de una canción de la banda musical Ilegales, liderada por el fenómeno Jorge Martínez, que escuchaba con religiosidad en los años 80, cuando andaba de estudiante en la Universidad Ovetense, y en mis salidas nocturas de fin de semana solía ver a Jorge Martínez tomándose unas copas con sus cuates en un garito llamado la Santa Sebe (en la Vetusta de Clarín), que creo que ya no existe.
Del lado de allá, Del lado de acá y De otros lados. Una vez más sale a relucir Cortázar. En este caso la división en capítulos de Rayuela.
A estas alturas (desde el útero de Gistredo se ve todo con meridiana claridad, ya qusiera, ya) el confinamiento o desconfinamiento (depende cómo se aborde, y desde qué punto de vista) es pan comido, como quien dice, y la desescalada está a puntito de comenzar.
Habrá que endurecer, eso sí, las piernas (el ejercicio físico y mental siempre es saludable, con regla, que donde no hay regla se pone ella, dice mi madre) para resistir (resistiré, resistiremos, dinámicamente hablando, que es el lema-canción de esta situación vírica) el envite de la bajada, del descenso al valle. Y una vez en la huerta (cultivemos los afectos como si fuera nuestro huerto particular, el patio de mi casa es particular...) podamos volver a re-conquistar nuestra supuesta libertad (¿acaso la conquistamos alguna vez?), antes que nada la libertdad de pensamiento (bueno, pensar pensar hasta pensamos en los recibos del gas, de la luz... cuánto recibo... santo cielo... si hemos nacido sólo para pagar, para pagar hasta por respirar aire contaminado, mismamente como el payo el Porro, que todo lo paga este payo).
Llegará un momento, ojo al dato, que pagaremos por respirar. Qué el oxígeno es enormemente valioso.
Hay un pulso entre el Poder y la libertad. Eso es lo que está en juego hoy, nos dice Ramiro Pinto desde el balcón de su blog: https://ramiropinto.es/2020/04/29/coronavirus-sexualidad-voyeurismo/#more-18999
Habrá que armarse de valor, de coraje, para salir a la calle, embozados todos como astronautas (algo podrá decirnos Pedro Duque, que para eso es ministro y astronauta). Dejaremos nuestra condición de cibernautas (en realidad seguiremos enganchados y esclavizados a la Telepantalla) para volvernos astronautas en la ingravidez de este mundo vírico, que nos ha intoxicado sobre todo la mente, el cerebro. Intoxicaditos que estamos de tanto bulo, tanta propaganda, tanta fake news (ahora se dice así, para parecer más modernos), de tanta ponzoña como nos han metido en el cuerpo-alma, por unos y otros medios o conductos.
La desescalada (término con el que no está de acuerdo la RAE) llegarará en breve, y para eso debemos estar bien preparados, bien armados (que la terminología guerrera también se está empleando a fondo en esta pandemia, ¡esto no es una guerra! pero las consecuencias serán, están siendo ya, desastrosas).
Desde embalse de Luna |
Cuenta también el polifacético Ramiro Pinto (gran impulsor del Ágora de León, entre otros eventos) que, en vez de emplear el término desescalada, lo lógico, tratándose de una epidemia, sería hablar de curación progresiva o disminución de contagios. Pero, como el lenguaje todo lo puede (en realidad, al menos en gran medida articulamos el pensamiento a través del lenguaje, o dicho de otro modo, el lenguaje es pensamiento), pues se emplea el lenguaje desde el Poder con los fines que se pretende. "Y las palabras nos deslizan sibilinamente de un tema sanitario a otro de organización social", añade Ramiro Pinto, que toma a los pensadores Michel Foucault y a Chomsky como referentes.
"El lenguaje determina el saber", según el autor de Las palabras y las cosas: https://ramiropinto.es/2020/04/30/coronavirus-lenguaje/
Con lo cual el discurso desde el Poder está orientado a llevarnos hacia la desescalada del puerto que el sistema desea. Ni más ni menos.
Todo bajo el control de la palabra, del lenguaje, que nos hace pensar de un modo uniforme, unidimensional, por decirlo a lo Marcuse.
Proseguiremos confinados, encerrados, en verdad aislados en nuestras cavernas de prehistóricos posmodernos, alfabetizados o analfabetizados con la Telepantalla orwelliana, dopados a base de soma (¿os acordáis de Huxley y su Mundo feliz?), condicionamientos operantes y suculentas raciones de postverdad (¿ahora se dice así?).
Proseguiremos encerrados (ya dije que hoy amaneció nublado, o sea, que es un buen día para acostarse con las palabras) con la mirada puesta en la desescalada.
Átense los machos. O abróchense los cinturones, que el avión va a tomar pista. En Barajas. En el Prat. En la Virgen del Camino... Ah, no, que estábamos en una carrera ciclista, desescalando el puerto de Leitariegos. ¿O era otro puerto? Uf, vaya lío.
Qué comience el espectáculo, esto es, la carrera ciclista.