jueves, 19 de marzo de 2020

Primavera vírica

Ahora que la primavera podría brotar en nuestros corazones, y en nuestras almas, nos han inoculado en toda la madre el principio de incertidumbre y la psicosis a través de un puto virus de mierda, que nos está volviendo majaretas perdidos. 
Un virus que está poniendo en jaque, incluso mate, a todo el Planeta. ¿Pero cómo hemos podido, los humanos, demasiado humanos, dejar que se escape un virus tan puñetero? Porque todo apunta a que es un virus de laboratorio, creado con fines auto-destructores. ¿A quién va a beneficiar esta barbaridad? Que alguien me lo diga. 

Todos saldremos perdiendo en esta contienda, sobre todo los pobres, los desamparados, los mayores, los débiles... Pero todos acabaremos perdiendo la partida de ajedrez, como le ocurre a Max Von Sidow (por cierto, fallecido recientemente, vaya aquí mi humilde homenaje a este grandísimo actor) en El séptimo sello con la Muerte. 
De repente, retrocedo a la infancia, aquella infancia feliz, en la que jugaba al ajedrez, aquella infancia de juegos e ilusiones. De sueños. 
Es tal mi obsesión vírica que hasta creo que tengo síntomas, lo cual no es de extrañar, habida cuenta de la locura que se ha desatado con este contubernio, no os preocupéis, me encuentro bien, eso creo, en mi útero de Gistredo, arropado por el cariño materno y la montaña sangrada, que, como buena frontera natural en su parte norte, nos protege de las inclemencias. 
En realidad, Noceda es como una ollita dentro de otra olla llamada Bierzo. Tanto es así que en nuestra comarca el virus del carallo no se ha extendido mucho, al menos de momento. Esperemos que logremos frenarlo. Hasta hace poco ni siquiera se sabía que hubiera llegado al Bierzo Alto, pero hace nada ya se habla de algún caso en la capital del Benevívere. 
En Noceda no tenemos constancia de ningún caso. Y eso resulta alentador. Pero, como no vivimos en una burbuja, aunque este sea un pueblo-ollita, no estamos exentos del tal mal. Y además me produce escalofríos que se contagie gente amiga, familiares, gente conocida, que se contagien en definitiva nuestros prójimos (aquí me sale la vena crística, bueno, la vena humana, nomás). 

Aunque pudiéramos acabar todos contagiados, lo importante es ir haciendo tiempo, replegar velas, tomar el pulso y la temperatura a este ambiente febril y neumónico (¿se dice así?), hacer tiempo en aras de encontrar soluciones eficaces, retro-virales que puedan servir para controlar la pandemia, una vacuna (de la que ya se está hablando, pero que tardará en ponerse en marcha). 
Hagamos tiempo (el tiempo lo es todo) para que el virus no logre hacernos saltar por los aires a todo el mundo, literalmente a toda la Tierra. No dejemos, por favor, que esto ocurra. 
Hagamos todo lo que está en nuestras manos. 
Seamos solidarios, saquemos lo mejor de nosotros mismos. Unamos fuerzas. Alentémonos. 
No nos veamos unos a otros cual si fuéramos unos apestados. Por que mucho me temo que, si salimos de esta (que saldremos), generemos tal aversión al contacto, que luego desfilemos todos como zombis por los paisajes desérticos después de la batalla. 
Ahora que la primavera podría brotar en nuestros corazones, y en nuestras almas, con los arroyos discurriendo por las praderas de nuestras esperanzas verde que te quiero verde, nos han asestado un golpe bajo en todo nuestro ADN, una cornada brutal en nuestras entretelas. 

Desde el balcón de mis ilusiones -la ilusión, ay, es lo último que deberíamos perder-, contemplo el mundo, contemplo el silencio natural de un pueblo recluido en sus casas, con el murmullo de los arroyos corriendo por mis venas. Y el brote primaveral de las hierbas y los árboles. Entonces, me dejo hamacar por ese silencio, por esa savia melodiosa que palpita bajo los párpados de la esperanza. 
Ahora, que ha llegado la primavera, con su virus en el ambiente, necesito creer en un mañana (y cambiar el mañana, dios dirá, por el mañana, nosotros diremos), que nos saque de este encierro, en un presente que nos aliente bajo el sol de siempre, con su luz natural y el brillo certero de la belleza, que sabe a salud. 
Luchemos por la salud, el único bien que merece la pena. 
Salgamos reforzados (pues tenemos que salir adelante) de esta crisis vírica, que, no lo olvidemos, trastocará nuestra economía, nuestra psique y nuestro corpus social. 
Pero salgamos reforzados, individual y colectivamente, pidiendo que, a partir de ahora, la guita (si alguna queda) se dedique fundamentalmente a la investigación, a la sanidad... a nuestra salud y la salud del Planeta... a lo que nos salva de todo tipo de enfermedades.
Y dejémonos de joder, de joder a los de siempre, a los desvalidos, dejemos de darle relevancia a aquellas bobadas que no nos conducen a nada y nada aportan a la Humanidad. 
Esta pandemia nos está tocando de lleno. Y debe ayudarnos a reflexionar acerca del mundo en que vivimos para, acaso, no caer una y otra vez en los mismos errores. En la misma perversidad del sistema, de este sistema vírico y homicida. 

2 comentarios:

  1. Gracias por hablar en nombre de todos. La mayoría compartimos tus sentimientos..

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  2. Totalmente de acuerdo Manu...un abrazo y mucha salud

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