sábado, 23 de noviembre de 2019

Del agua y del tiempo, por Margarita Álvarez


Cuando leí la reseña que ha escrito y publicado la profesora, investigadora y escritora Margarita Álvarez confieso que se me erizaron todos los huesitos y se me saltaron las lágrimas de emoción. Margarita Álvarez Rodríguez

Es probable que uno sea de natural llorón, sensiblero, no sé, o quizá me ha pillado en un momento de flojera anímica, a resultas de mi estado actual de recuperación, después de una reciente cirugía (vale, ya sé que me estoy abriendo en canal, como cuando era un guaje y hacíamos la matanza del cerdo en mi pueblo, en mi casa, qué tiempos aquellos. Y al cerdo también lo abriamos en canal. Así somos los humanos, demasiados animales, por cierto). 
Los humanos, lo queramos o no, somos animalitos, algunos más que otros (es obvio, aunque decir lo obvio a veces se me antoja lo más complicado). Y es que a partir de una edad, ya supero el medio siglo, que se dice pronto (bien se dice y mal se entama) tampoco tengo reparos en decir lo que me apetece y cuando me apetece, aunque tampoco quiera caer en una salsa rosa, o en pura charcutería sentimentaloide. 

En todo caso, quiero expresar mi agradecimiento sincero y sentido a Margarita Álvarez por el tiempo, que siempre es oro y sangre, dedicado a la lectura Del agua y del tiempo. Y el tiempo, ay el tiempo, que ha empleado para componer esta bellísima y emocionante reseña acerca de mi librín, donde lo único que he intentado, una vez más, es mostrarme al desnudo, mostrar mis entrañas, mi tripamen, tanto el físico como el psíquico (al final, va a resultar que lo del cerdo en canal no es sólo algo metafórico, sino una verdad como un templo. ¿No dicen que el cuerpo de un gocho es lo más parecido a un cuerpo humano?). 

No quiero que se me vaya el santito al cielo malvarrosa de las irrealidades (que a uno le gusta levitar como derviche giróvago), y aspiro a tocar tierra, a sentir las raíces, a conectar con los entresijos y entretelas de la realidad. Y la realidad, en estos momentos (al menos una suerte de realidad) es que Margarita Álvarez me ha hecho feliz con su escrito sobre este librito intitulado Del agua y del tiempo. 
Me ha ilusionado, dicha sea la verdad. Y me ha devuelto la fe en la escritura (quizá nunca haya perdido la fe en la palabra escrita, en el pensamiento, que en buena medida se articula a través de la palabra escrita). 
No en vano, el blog de Margarita Álvarez se titula De la palabra al pensamiento. Y debajo del título cita al filósofo Wittgenstein (al que llegué a estudiar, aunque fuera de pasada nomás, en la Facultad de Filosofía ovetense, de la mano sobre todo del maestro Bueno y también de mi tocayo Manuel Fernández Lorenzo, a quien recuerdo con cariño). 
La cita del filósofo del lenguaje Wittgenstein reza de este modo: 
"Los límites de mi lengua son los límites de mi pensamiento". 
Eternamente agradecido, querida Margarita, por tu reseña. Quedamos emplazados para en algún momento presentar el librín en la Casa leonesa de Madrid. Presentación en la que también me gustaría contar, como ya te había adelantado, con la profesora, poeta y narradora María José Prieto (a quien curiosamente también conoces y con quien tienes buen trato). 
Vaya aquí tu maravilloso texto, que me permito compartir en este blog y con quienes deseen acercarse al mismo. 

1 comentario:

  1. Cuando uno se emociona no cuenta el tiempo, cuentan las vivencias que están hechas de sensaciones, de sentimientos y solo un poquito de razón. Yo me emocioné cuando te dirigiste a mí para dedicarme una de tus "fraguas literarias". Ahora te he devuelto solo un poco de aquella emoción. Unas palabras sin tiempo.Quizá unas palabras de agua, porque mi matria es lugar con río, siempre me he mirado en él, y todo lo que tiene que ver con un río me emociona especialmente. Unas palabras que van del río Omaña a los ríos bercianos... Y ahí se quedan suspendidas del tiempo. Gracias por tus palabras, las literarias y estas otras tan sinceras y cercanas... ¡Y éxito!

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