lunes, 2 de enero de 2017

El infierno de los malditos

Ahora que el médico y psicoanalista Luis-Salvador López Herrero ha publicado la segunda parte de 'El infierno de los malditos' (Conversaciones con el mal) -si bien esta segunda parte aún no he tenido la ocasión de leerla, sí, en cambio, he leído la primera-, me apetece adentrarme en el lado sombrío del ser humano, demasiado bestial, como queda constancia a lo largo de la historia. 
Ese lado Hyde, que Stevenson nos mostrara con tanto acierto, ese lado oscuro que aflora, cuando menos, en las circunstancias adversas. 
Recordemos, por ejemplo, 'El ángel exterminador', del gran Buñuel, en el que vemos a unos burguesitos y burguesitas encerrados/as en una mansión, en la que, por razones inexplicables, acaso surrealistas, no pueden escapar. 

Al principio, todo son amabilidades y cortesías entre la tropa aristocrática, pero a medida que transcurre el tiempo (y descubren que un poder maléfico, o lo que sea, les impide salir al exterior) la cosa se enrarece, se torna fea y comienza a mostrarse el lado perverso de estos seres humanos, algunos de los cuales se convierten en auténticos malvados. 
Pues bien, 'El extraño caso del doctor Jekyll y Mister Hyde', de Stevenson, también nos enseña ese lado oscuro del corazón humano, que se pudre en su propia sangre. Se impone un desdoblamiento de personalidad, un trastorno bipolar o un trastorno disociativo de la personalidad que, en términos psicológicos/pisquiátricos, afecta a una gran parte de la población, más de lo que pudiéramos creer a priori. 
Ese demonio que tanto han castigado los endemoniados de la iglesia católica, y aun otras iglesias, evangelios y religiones, inventadas para castrar a los seres humanos. Para castrar incluso el lado siniestro del ser humano. 
Ese doble que tanta repercusión ha tenido en la literatura, de la mano de Poe ('William Wilson'...) o Maupassant ('El Horla'...), entre otros, y por supuesto en el cine, que es hermano directo de la literatura. 
Todo ese infierno (el infierno no son sólo los otros sino uno mismo)  es el que rescata el médico y psicoanalista Luis-Salvador (con quien he tenido la ocasión de conversar y entrevistar) a través de su primer volumen. Y lo hace con humor y brillantez, desde el psicoanálisis, a través de la historia greco-latina, centrándose en personajes poderosos, que ejercieran el poder, habida cuenta de que el poder corrompe, y vivimos, seguimos viviendo en manos de auténticos psicópatas, esta es la realidad (no nos rasguemos las vestiduras). 
El perfil psicopático es el que triunfa e impone, el que gobierna y desgobierna, el que maneja a su puto antojo. Los genuinos hijos de puta (de la chingada, que queda como más suavecito) no están encarcelados (al menos una gran parte) sino que pululan por doquier, ejerciendo poder (no lo olvidemos), disfrazados bajo la sonrisa falsa y trajeada de los tiempos posmodernos. 
Hecha esta reflexión, que se me antoja pertinente/impertinente (acaso para muchos/as), Luis-Salvador nos muestra la maldad del ser humano (los animales no tienen maldad, o al menos no tan sofisticada  y pérfida como la de los humanos) encarnada en personajes históricos como Alcibíades, Calígula, Nerón y tantos otros terroristas. 
Aunque todos y todas, en mayor o menor medida, contribuimos a alimentar ese mal, consustancial al ser humano. No hay más que arrojar un vistazo, por ejemplo, a la Cuba castrista, castrense y represora, en la que no sólo el mandatario y su séquito ejerce con despotismo el poder, desplegando su látigo castigador, sino todos esos chivatos y chivatas, que podrían delatarte por menos que un roedor se calza a una coneja, o tal que así, por menos de un plato de lentejas o de frijoles negros con arroz (que la vida es muy puta, y hay que comer cada día, y si es caliente mejor). Chivatería andante y sonante que está 'escurujada' tras el vecindario, nomás, y hasta puede que oculta tras alguien cercano, que se dice tu colega. Este es el panorama desolador que nos sirve como escaparate teatral. 
Veía con cariño ayer mismo a la perra de mi sobrino Víctor. Y me parecía que estuviera ante un ser humano entrañable de verdad. Canela es un ser adorable, del que uno se fía más que de algunos seres humanos. Siento ser tan arriesgado en mis afirmaciones. Canela es un ser mimoso, con ojines de nostalgia y afecto, que procura besos en forma de lametazos. Y duerme como una bebecina, arropada, con su cabecina sobre el almohadón de la cama. 
Ahora espero leer, con la misma pasión que su anterior libro, la segunda parte de 'El infierno de los malditos', que parece estar dedicado, entre otros, a Rimbaud (me entusiasma su figura y también su obra poética. 'El tiempo de los asesinos', de Henry Miller, es también un magnífico ensayo sobre este poeta iluminado y bajado a los infiernos), o Sade (vaya figurón, dicho sea de paso, el marqués era un moralista y un gran filósofo, que nos alertó de la maldad humana, aunque él mismo practicara esa maldad. A este, aunque aristócrata, lo pillaron con las manos en la masa y lo tuvieron encarcelado gran parte de su existencia. A otro lo hubieran guillotinado. Dicho lo cual, también quiero señalar que fue un precursor de la Revolución Francesa). 
Un lujo contar con Luis-Salvador en la provincia de León. Gracias, estimado amigo. Y mi enhorabuena a Eolas por editar este tipo de ensayos, tan necesarios en los tiempos actuales. 
A dos de enero de dos mil diecisiete.  

1 comentario:

  1. como bien dices, gracias por editar este tipo de ensayos, se echan en falta, feliz año, querido Manu y un aplauso por Héctor y Éolas

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