En estos tiempos de barbarie, en los que impera la basura, desde
la televisión hasta la comida, pasando por la música, la literatura y aun otras
nobles artes, asistir a un concierto de la Fanfare Ciocarlia es, cuando menos,
un modo extraordinario de dejar de pensar en tanta inmundicia, una forma de
alejarse de la historia de la infamia y religarse, por ende, con la música y la
belleza, con los afectos y la calidez que procuran sus sones balcánicos. Al
menos a uno le han servido como una especie de terapia contra tantos
males. No es que sea un pesimista, nada de eso, sólo que la realidad
se impone como una apisonadora. Pero siempre nos quedarán los sueños y los
mundos hermosos donde la música nos devuelva a una naturaleza primigenia
impregnada de placer y felicidad, exenta de dolor.
En cualquier caso, escuchar a esta orquesta rumana y romaní en la
Sala La Vaca de Ponferrada, el pasado fin de semana, me ha fascinado, cargándome
de energía y haciéndome vibrar. A lo mejor resulta que, en mis vidas anteriores
(suponiendo que las hubiere, que es mucho suponer) fui zíngaro y por eso
siento tan familiar la música de la Fanfare Ciocarlia, que, por lo demás, me
hace recordar a aquellas bandas de otrora que, con sus instrumentos de viento,
nos enrolaban en mundos fantásticos, en verbenas de leyenda.
La música, cuando lo es de verdad, se me hace un arte sublime. Y
este grupo, compuesto por once músicos, me ha tocado de lleno con esos ritmos
trepidantes, engatusadores, que de un modo inevitable me han ayudado a
viajar a ese país, Rumanía, tan poco conocido, al que en ocasiones no tenemos
en mucha consideración, antes al contrario, a pesar de que nos une
una lengua y también una música con ciertos sonidos similares. A veces
tengo la impresión de que cuantos más lazos nos unen con otras culturas, y
aun con otros países, más miedo nos produjera. Es el miedo al Otro. Quizá
porque nos asusta el parecido. Ojalá la música de la Fanfare o fanfarria nos
hermane y hasta nos ayude a reflexionar, una vez más, acerca del mundo en
crisis de valores en el que vivimos, ya que nada de lo humano nos es ajeno. En
realidad, quienes tuvimos la ocasión de ver y sentir a estos músicos rumanos
sobre el escenario, y, por supuesto, quienes tengan alma romaní, ya estamos en
sintonía con este país transilvaniano, que nos ofrece su mejor música
–escúchese asimismo a los Taraf de Haidouks-, en este caso a través del tiempo
de los gitanos. Como aquella inolvidable película de Emir Kusturica, el Fellini
de los Balcanes.
Es Cierto que lo exotico, incluido el cercano, nos conlleva a deambular por los sueños y mas si nos llega empaquetado en cualquiera de las artes vivas cual sea su naturaleza. Allá en los tiempos ya lejanos en que los perros no se ataban con longanizas recuerdo en mi mente todavía incipiente, oír leyendas de gallinas desaparecidas misterisamente en el filo de la noche, los gitanos que la noche anterior nos habían entretenido deliciosamente, tambien, así mis tres añitos de llenaba de sueños de terror de lo desconocido que supongo de alguna manera cambiarian mis percepciones por los tiempos a venir... y es así que los sueños moldean el futuro de los humanos
ResponderEliminarsin querer ni saber...???