sábado, 19 de octubre de 2013

Adormideras

Recupero este texto escrito hace años y publicado en el Diario de León en su día, con algún ligero retoque. Salud.
                                
Si en tiempos la religión fue el opio del pueblo, como se dijo desde el altar marxista-leninista, hoy son los partidos de fútbol televisados, los culebrones y el pastillamen de diseño quienes actúan como adormideras en este vasto Imperio de los gozos y sombras. Yo me quedo con Alkistis Protopsapti y su voz-volcán, que despierta y enciende, lava musical, sangre caliente.

En el Bierzo, país encantado y cautivador, somos muy dados a engancharnos a estos opiáceos. El futuro parece no preocuparnos, porque a lo peor resulta que no existe. Y estamos aquí comiéndonos la olla… podrida. El futuro, que ahora se hace presente,  es el opio nuestro de cada día. Dánoslo hoy, Chusín,  y cuando se tercie. Pero no te olvides de nosotros.

 Es como si en este reino no tuviéramos otros pasatiempos en los que invertir nuestro caudal de energía, nuestra libido rosa. Y siempre estuviéramos asesinando los momentos de placer y ocio a base de narcóticos. 

Thomas de Quincey fue un experto "homicida" y comedor de opio, pero a éste también le gustaba habitar el huerto florido de la literatura. A las drogas gracias. Que aunque se diga que siguen haciendo estragos en la sociedad, a muchos parece irles bien encima del dromedario. Hay camellos que se cabalgan como yegüinas. Mientras tanto, los Magos reposan en Oriente. Vaya cuento.

Los partidos de fútbol televisado nos tienen sorbido el seso, y también el sexo. Estas drogas nos tienen controlados, adormecidos, apijotados. Como si en ello nos fuera la vida. El deporte en sí no está mal, incluso es beneficioso para la salud, aseguran algunos entendidos en la materia.

Woody Allen –que ahora debe estar tocando el clarinete en el Michael’s Pub de la Gran Manzana, en estos últimos años en el Carlyle Hotel- sigue descojonándose de esos personajillos abotargados, atocinados y tripones como cerdos de San Martino, que se empeñan en quemar calorías practicando footing en el Central Park de Nueva York. Gente que va arrastrando el cuerpo y sus angustias vitales y con el resuello a punto de angina de pecho. 

Cuando uno no está en forma, el deporte puede infartarte, no te olvides, compañero de olimpiadas. El deporte, pues, está bien para quien lo practica con asiduidad, incluso es sabido que haciendo deporte, además de desarrollar músculo, se activan y elevan las encefalinas y endorfinas (opioides endógenos), lo cual ya es suficiente para andar chutado por el mundo, sin necesidad de esnifar droga a través de imágenes futboleras y otras.

Una cosa es el deporte ejercitado por uno mismo, y  otra bien distinta es apalancarse en la silla del bar o en el butacón doméstico para tragar fútbol por arrobas.

Ya se sabe que es mejor tener entretenida y soplada a la población con opiáceos, que ponerla a  desenterrar reflexiones de esta ciénaga que  pretende engullirnos al precio que sea.




                           
                           


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