sábado, 20 de octubre de 2012

Las trastadas y las ánimas benditas


Las trastadas

Aunque algunos autores señalen que las trastadas se hacían en época de carnaval, éstas eran propias de la Semana Santa, sobre todo en el Bierzo Alto, y en concreto la víspera del Domingo de Pascua. 

La noche del sábado de Resurrección los mozos se dedicaban a hacer fechorías. Gustaban de sacar los aperos de labranza, los arados, carros, incluso el ganado de las cuadras de los vecinos y dejarlos en la calle, de modo que en ocasiones llegaban a obstaculizar el paso de los viandantes. 

En algunos pueblos ataban incluso un burro a las campanas de la iglesia para que tocara a Pascua. Las bromas eran bien pesadas. También era frecuente que cuando se sabía que una pareja estaba proclamada, a punto de casarse, los mozos del pueblo hicieran un rastro con pueisa (paja trillada) desde la casa de la novia a la casa del novio, y así todo el pueblo se enteraba del enlace matrimonial. En ocasiones se llegaba a la pura escatología: como era el rellenar unas bragas ensangrentadas con paja y colgarlas de un palo alto y bien visible al público. Así se las gastaban algunos bercianos durante la noche de las Trastadas. Algo que, con el paso de los años, se ha ido perdiendo. 

En algunos pueblos del Bierzo, como en Oencia, las trastadas se hacían durante la noche de San Silvestre, y en otros durante la noche de San Juan.

Ánimas benditas

No hace tantos años -pues la gente de más de cincuenta años da buena fe de ello-, existía en el Bierzo, sobre todo en el Bierzo Alto, una increíble tradición, que consistía en lo siguiente:

Cada sábado del año un vecino tenía que ir a pedir limosna por las casas de todo el pueblo para las ánimas benditas. Este dinero debía entregarlo al cura parroquial al día siguiente, el domingo. Los vecinos, por fortuna, no estaban obligados a dar dinero. Algunos daban un cacho de pan. Y cuando no podían o no querían dar nada decían: “Rezo”. Y si daban algo, el vecino, encargado de pedir, respondía: “las ánimas benditas se lo paguen”. 

Al que le tocaba ejercer de pedigüeño para las ánimas benditas, en realidad era para el cura de turno, iba provisto con una cesta de mimbre y una cruz de madera. Tradición que no está lejos de lo que sería una Santa Compaña al más puro estilo berciano. 

Durante el mes de noviembre, en el Bierzo Alto, se rezaba a las ánimas del purgatorio al finalizar la jornada laboral y antes de cenar.

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