domingo, 30 de septiembre de 2012

Bierzo aromático, Bierzo que enamora

En el hayedo de Busmayor

Inicialmente publicado en el Diario El Mundo, y retocado ahora, os dejo este texto. Espero que os guste. Salud. 

Cada país, cada ciudad, cada rincón, cada casa, y por supuesto cada persona suelen tener un olor característico, por el que se le diferencia y se le reconoce, y El Bierzo, que es una comarca singular dentro de la provincia leonesa, cuenta con su propio aroma, como quedó presente y patente en una de las más importantes ferias internacionales de turismo, donde el Consejo Comarcal del Bierzo hizo promoción del “perfume berciano”, lo que resulta algo verdaderamente evocador y coloca a nuestra comarca en una posición privilegiada en el apasionante mundo de las fragancias, la esencia del Noroeste, como ya se ha dicho de un modo harto lírico, eslogan inspirado al parecer en Viaje a una provincia interior, del escritor con raíces bercianas, Raúl Guerra Garrido, quien por lo demás hace patria, o mejor dicho matria, como a buen seguro diría la poeta Marifé Santiago. O como bien podría cantarnos Caetano Veloso. 


Primout al fondo
A uno, dicha sea la verdad, también le gusta ver, sentir el Bierzo como una matria, espacio de ensoñación, al que volvemos, cual si regresáramos al útero o bien a la caverna, como me recordó en una ocasión el maestro Gustavo Bueno. 

El Bierzo es ese lugar, tal vez idealizado en la distancia, al que uno retorna en busca de lo primigenio y esa esencia que impregnó para siempre nuestro espíritu. No es mala idea vender la fragancia berciana para que el personal, de dentro y fuera, se embriague con sus efluvios, y se enamore como loco de esta región que huele a color verde y a tierra medular con sabor a rojo, como rojos son sus pimientos asados y sus botillos ahumados con leña de roble y de encina, genuinas señas de identidad gastronómica. Ay, los pimientos asados en la chapa de la cocina de leña, cómo me devuelven al otoño de infancia y adolescencia.

No en vano, el Festival Nacional del Botillo, que tiene lugar en la capital del Bierzo Alto, esto es Bembibre, atrae a gentes de muy diferentes lugares. La verdad es que uno tiende a enamorarse de algo o de alguien por su aroma, digamos natural, aunque en ocasiones un perfume elaborado y sugerente puede encender e incendiar nuestra libido y trastocarnos el alma, y es entonces cuando comenzamos a entender que el amor es quizá una cuestión de feromonas, un asunto neuroquímico, lo que nos devuelve a nuestra condición de animalitos. 

Que uno se enamora de un olor es algo cierto, aunque intervengan otros factores, que tampoco vamos a negarlos. A veces basta con un olor para que construyamos todo un mundo, y al decir esto me viene a la memoria el diabólico personaje de la novela de Süskind, El perfume, que acaba asesinando a varias jovencitas vírgenes en busca de sus fluidos corporales, el potingue mágico, que le permita obtener el perfume definitivo, con el fin de subyugar a la humanidad. 
Hace poco volvía a ver la adaptación fílmica de esta obra, que por cierto no está nada mal.


La sierra de Gistredo al fondo
Curiosamente, Grenouille, el protagonista de esta historia, aunque posee un olfato extraordinario, es feucho y defectuoso, no tiene olor, lo que lo convierte en un ser siniestro, anormal, no querido por nadie. De ahí su interés en atraer la atención de los demás. 


Desde el mirador de Corullón
En el fondo, todos necesitamos sentirnos queridos, porque el Eros, dislocado entre el dinero y el Tánatos, sigue moviendo el mundo, al menos por ahora. De lo contrario, ya hubiéramos acabado con la especie humana y con la Tierra. Y el Bierzo, esencia del Noroeste, también aspira a ser amado por sus bellos bálsamos, los que nos siguen arrullando en los bosques encantados de nuestros sueños, como el hayedo de Busmayor, el mirador de Corullón o la Sierra de Gistredo, donde aún canta por fortuna el urogallo y campa el oso pardo en las brañas de Pardamaza y Primout. 

Sin embargo, no debemos dejarnos engatusar por las sanas y perfumadas apariencias, tras las que se esconden fumarolas térmicas y óxidos de zinc contaminantes, que nos atufan el aire y castigan nuestros árboles frutales, nuestra naturaleza esplendorosa, y esos hedores provenientes de la incineración de neumáticos, harinas y grasas animales, que acabarán por intoxicarnos, lo que atenta contra ese Bierzo idílico, que queremos y debemos enseñar a los visitantes para enamorarlos de verdad. 

Bierzo aromático, Bierzo que enamora.

martes, 25 de septiembre de 2012

American Beauty



American Beauty es de esas películas que uno lo dejan trastocado, con la cabeza vuelta del revés, porque es tal su fuerza audiovisual, tal su garra escénica, que te invita a reflexionar en profundidad sobre tu propia existencia. Es como si de repente pudiéramos  vernos reflejados (me refiero a los seres humanos) en esta obra, por lo demás ganadora de varios premios Óscar (entre ellos al mejor director Sam Mendes, al mejor guión original, de Ball, y al mejor actor, Kevin Spacey), aunque uno no sea ni lleve la vida del prota, un tipo de cuarenta y picos años llamado Lester Burnham, cuyo mayor estímulo es una masturbación mañanera en el baño, ay, la crisis de los cuarenta, porque después de ese instante feliz todo va a menos, según el mismo nos relata. Podría decir, sin ánimo a confundirme ni a confundiros, que su estructura narrativa es perfecta, en todo caso, me hace recordar a esas novelas cuya estructura redonda, circular nos enganchan desde el arranque hasta el final, y nos dejan casi casi al borde, sin respiración, aunque también haya (sabiamente administrados y dosificados) momentos de "relajo" y aun de risa/sonrisa. Me refiero, naturalmente, a esas obras que nos están anunciando, ya desde el inicio, el final, como El túnel, de Sábato (colosal), o Crónica de una muerte anunciada, de García Márquez (magnífica). 


La voz en off de un chico, que está grabando con una cámara de vídeo a una adolescente, nos anuncia la muerte, un asesinato: ¿Quieres que lo mate?... Sí, responde ella.


A continuación (a modo de segundo comienzo), y también en voz en off, mientras sobrevolamos una urbanización, el prota, Lester, nos muestra su barrio, su casa, a sus vecinos, a su mujer, a su hija, a la vez que se nos presenta, de un modo salvaje, definitivo: "Aún no lo sé, pero dentro de un año habré muerto... en cierto modo ya estoy muerto". Como para infartarse. 
Asistimos, por tanto, a la narración de un muerto (al menos en vida) como ocurre en los relatos de Juan Rulfo, y aun en su novela, Pedro Páramo. Véase, asimismo, la película de Billy Wilder, Sunset Boulevard, cuyo narrador es también un muerto. A partir de ahí, el espectador (al menos uno) se queda pillado, sin pestañear, durante las dos horas que dura la peli. 

Por enésima vez veo esta película, el pasado sábado en la tele, y siempre encuentro algo que me entusiasma. Es lo que tienen las obras maestras, por más veces que las veas, nunca te cansan, antes al contrario. Tiene todos los ingredientes para que uno se quede boquiabierto: situaciones y diálogos verdaderamente chistosos, al borde de un ataque de risa, cierto suspense, unos personajes que se salen, todos ellos, sobre todo Lester, perfilado con la textura del existencialismo y el descreimiento, todo ello aderezado con buen humor y la aceptación de su vida insignificante de perdedor en una sociedad, la gringa, en la que sólo parece contar lo apariencial y el materialismo sacado de madre; su esposa Carolyn, que es una histriónica insoportable (valga la redundancia); su hija Jane, que es una rebelde sin causa, insegura, confusa (como su propio padre dice de ella); Ángela, la amiguita "ado" de Jane,  que es una niñita fresa, la cual parece vivir en la nubes rosas (motivo y símbolo de la cinta) de una irrealidad perversa (a Lester, no obstante, lo enciende, hasta que se da cuenta de que es sólo una niña "inocente", harto vulgar, virgen y encima con muchas ínfulas); Ricky, el voyeur y excéntrico traficante de droga, que acaba enrollándose con Jane, la madre de Ricky, que es una mujer ausente, anulada por el castrador padre de Ricky, el coronel Frank, un homosexual encubierto y reprimido, para más recochineo homófobo, con una fiereza pusilánime y grimosa, quien acaba poniéndole gatillazo (ay, se me fue) a Lester. Ah, olvidaba mencionar a los simpáticos vecinos de Lester, a quienes acompaña a correr por la barriada.

Creo que no importa desvelar o desentrañar la trama porque se trata de una crónica de una muerte anunciada. 

El final, al igual que el comienzo, resulta portentoso: en una sucesión de imágenes (prodigio de montaje, también a lo largo de toda la obra) vemos desfilar algunas de las vivencias de Lester, alternadas con acciones presentes, contadas en planos breves e intensos. 

Qué lástima, cuando el prota parecía haber alcanzado ciertas dosis de felicidad, mientras contempla una foto familiar, su vida se esfuma. "Podría estar bastante enfadado con lo que me pasó -se confiesa Lester- pero cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza en el mundo... (uno de los temas que se abordan en esta peli, como el título indica)... No tienen ni idea de lo que les estoy hablando seguro, pero no se preocupen... algún día la tendrán". 
Sí, algún día la tendremos, seguro, señor Lester, porque todo el mundo desfila de este mundo efímero y provisional, el cual merece la pena ser vivido por amor y con amor, que engendra belleza (la contenida, por ejemplo, en una bolsa de plástico volando con ritmo por el aire, como nos muestra, en alguna de sus secuencias, American Beauty). 

Si aún no la habéis visto, no os la perdáis.

domingo, 23 de septiembre de 2012

La Górgora

http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/de-ruta-por-gorgora_727833.html



Me la habían pintado suave y resultó ser una tarea cuasi imposible, ay, la Górgora. Linda pero matona.
La primera vez que oí hablar de la Górgora (o Górgona) fue a Armando Viloria. Hace ya un montón de años. No debes perdértela, debió decirme el bueno de Armando. Qué curioso, nunca antes había oído ni mencionar la Górgora, recostada, es un decir, en el límite del Bierzo con la Cepeda. Bueno, en realidad, cae casi toda ella por el espacio cepedano. 


Luego, pasados los años, le pedí a Armando Viloria una colaboración para la revista La Curuja, y me obsequió una hermosa leyenda, con náyades y medusas incluidas, una historia encantadora por la Górgora, "la Gólgota", se me antoja decir en plan guasón. O "la del Gorgorito", convinimos mi amiga A. y este humilde servidor, que nos la echamos a la espalda hasta en dos ocasiones. Qué valientes. O qué despistados. Bueno, la primera vez sólo llegamos hasta la cueva del Moro (y la Mora, supongo), eso sí, trepando cuesta arriba como "culuebras" que reptaran por las veredas de las esperanzas teñidas de marrón sorpresa. O algo tal que de esa manera. No, no resulta fácil subirse a la cueva del Moro. Y peor aún es la bajada. "Yo por ahí no bajo", debí decirle a mi amiga. Pues hala... a tirar pal monte por la senda que encontremos, no sin antes asomar el hociquín al precipicio. "No, porque aquí no debe seguir la ruta", nos dijimos a la vez. 

Al final, después de algún tumbo, dimos con un sendero que nos llevó casi casi hasta una mina abandonada, que queda ya próxima a Montealegre, punto de partida de esta secreta y escalofriante ruta por los "cañones" del Colorado cepedano y berciano. 

Digo casi casi porque, como el sendero no parecía llevarnos directamente a la mina, decidimos cruzar el monte por un "lavadero", uno de esos sitios por el que el agua de la lluvia acaba penetrando hasta abrirse paso entre el matorral. Y por ahí que nos fuimos derechitos al río-reguera, que cruzamos sin problema (baja muy poca agua en verano) hasta alcanzar la vieja mina abandonada. Una vez allí, Montealegre queda en lo alto, al ladito mismo, nomás, a unos dos kilómetros de distancia. Se suda de lo lindo para subirse hasta el punto de partida de la ruta, a las afueras del pueblo, donde está una cancha de deportes (polideportivo, le llaman algunos y algunas, qué cosas). 




Lo mejor, "en tratándose" de rutas con cierta peligrosidad, es tomárselo con cierto humor, pero siempre con los pies firmes y en tierra, no vaya a ser el "demoi"…, que decían nuestros antepasados y aun nuestros padres. "Hay que estar un poco pallá -me recordaba mi padre- para ir por el peligro". Y mi padre, no es porque sea mi padre (que no diré progenitor, porque quedaría pedante) es un sabio. No en balde, ya está a punto de cumplir los 84 y se sigue manteniendo en bastante buena forma. Si se puede evitar el peligro, mejor que mejor. 


Pero vayamos al tema, o sea, a la Górgora, que tiene tela y roca el asunto de marras. Se trata de una ruta de dificultad media alta, esto dice en el cartelito del inicio. Y es cierto. Incluso me atrevería a subrayar que en algunos tramos es de nivel alto-alto, esto es, un peligro, porque, como bien me recordaba mi amiga, no se puede confiar en las cuerdas y escalas con cuerdas que están puestas, porque pudieran estar rotas… Y si pones la pata ahí, te vas al garete. No es que te puedas partir algo, que tampoco sería el mayor mal, sino que te podrías romper toda la madre, y ya, se acabó el paisano o la paisana. 


Hay que ser un experto (y encima procurarse uno mismo "las ataduras" y seguridades pertinentes) para treparse por algunos tramos de la ruta, si no estás jodido o jodida. Bien es verdad que, a lo largo de esta ruta por el Górgora, hay salidas de emergencia (se agradecen, y mucho), al menos dos salidas de este tipo. Lo más chistoso de la ruta (ya dije que la abordaría con humor) es que llega un momento en que se nos plantean dos opciones: una, la ruta difícil, que es seguir por el medio de una garganta profunda, la peña del Infierno (tal vez), con la consiguiente metedura de pata en el agua y la mojadura correspondiente, porque hay que lanzarse a un pozo, y luego ya se verá... y otra, la ruta fácil, que se trepa por rocas casi imposibles, eso sí, habilitadas con un cordamen para poder realizar el descenso y/o ascenso, dependiendo del tramo. No se sabe qué será mejor, si arrojarse al pozo y continuar hasta sabe dios dónde, o bien arriesgar el pellejo por las cuerdas  (de las que tendrías que fiarte, qué cosas). 

Me apetece dejar aquí todas estas impresiones para que quienes deseen emprender esta ruta no se lleven sorpresitas. Queda dicho. El miedo guarda la viña, y a veces al paisano o paisana. Tampoco es cuestión de ser un miedica, sino de no ser un loco o loca. 

La última parte de la ruta, antes de alcanzar la presa, es realmente peligrosa, y recomiendo encarecidamente que el personal se ande con cuidado, eso sí, si antes logró salvar algunos obstáculos. 

La ruta, sobre todo por el río, es de una gran belleza vegetal, bajo la umbría, en medio de helechos y humeras entre otros singulares árboles, y poderosas rocas, con algunas cascadas como de cuento. 

Montealegre
Olvidaba deciros que uno de los aperitivos para emprender y encarar La Górgora es tomarse unas sopas de trucha en Casa Mi tocayo, quiero decir en Casa Manolo, en Montealegre, y así ya te alegra el día y al menos parte de la ruta por las llamadas Raja del Infierno y la vulva de la Górgora.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Integrismo islámico




Almas del nueve largo

Cabeza sin rostro; por José Luis Alvite

21 Septiembre 12 - - José Luis Alvite
Hay en la intolerancia del integrismo islámico una obvia evidencia de que sus promotores carecen de sentido del humor. Suele ocurrir con todos los pensamientos doctrinales cuando en su codificación la crítica es reemplazada por el dogma. Se trata de un  problema por el que pasó también la Iglesia católica en los oscuros días de su intransigente persuasión oral reforzada por el convincente fuego de la hoguera. Es vieja la tentación de muchas religiones al sentirse atraídas por la idea de suplantar las leyes civiles con el entramado de sus normas y erigirse no sólo en rectoras de los individuos, sino en propietarias del Estado. El integrismo islámico ha extendido la furia de la catequesis y una preocupante demostración de que los totalitarismos religiosos consideran el humor una perversión del pensamiento. Creen que la felicidad no tiene que ser divertida. Además de observar con reparos la belleza, los salafistas prohíben el erotismo de la alegría. Salvo que ocurra con la estricta discreción del canto de los pájaros, abominan de cualquier manifestación musical, lo que significa que pretenden que Mahoma sea un profeta sin fusas y sin corcheas, un ser abstemio y duro de oído, una cabeza sin rostro que concebía la poligamia y el amancebamiento, pero prohibía el solfeo. Oriana Fallaci abominó enérgicamente de ese mundo criminal y oscuro poco antes de morir y yo comparto el fondo del pensamiento de la inolvidable colega. Suscribiría al pie de la letra casi todas sus frases. Oriana defendió su cultura occidental con decencia, esa vieja variante de la valentía, tan en desuso en Europa. El integrismo supone un viaje doctrinal cuyo destino es la sustitución de la imaginación por la obediencia. Yo no podría ser integrista musulmán. A pesar de mi agnosticismo, prefiero los usos y costumbres del Cristianismo. Los cristianos al menos aceptan con humor que a Dios le llames Manolo.
Una vez más, estimado José Luis, andas muy atinado en tus apreciaciones y reflexiones con respecto al integrismo islamista. Uno tampoco podría ser un integrista musulmán, ni un integrista católico, ni nada de eso, porque las religiones estás fundadas para engañar a la población y sumirla en el miedo, el caos y el desconcierto. 
El dios (o dioses y diosas) que nos han vendido no tienen razón de ser en este universo agujereado y en expansión, acaso finito aunque ilimitado, o infinito, nomás. No importa, porque nosotros, por desgracia y aun por fortuna, nunca llegaremos a saberlo, ni siquiera la especie humana. Y esto no lo digo con afán apocalíptico, sino desde un punto de vista más o menos racional. Bueno, hasta donde me alcanza el cerebrín. 
No hagas lo que yo haga, sino lo que yo te diga que debes hacer, sueltan algunos prebostes y misacantanos, acaso con cierto sarcasmo. Conviene recordar que la iglesia católica, con sus dogmas y sus inquisitoriales actuaciones, no está tan alejada del integrismo musulmán. Y, no hace tanto, las mujeres en nuestro país estaban atadas a la pata de la cama al igual que lo están las musulmanas (velamen incluido, también para las españolas). Tampoco deberíamos olvidar la influencia que el Islam ejerciera (y sigue ejerciendo) en nuestro sacrosanto y apostólico país. 
El humor, que sin duda es signo de inteligencia, al menos emocional, no está bien visto ni acá ni allá, porque con el humor se pueden dar excelentes pases toreros y manejar con tino la dialéctica, y al final es lo único (aparte del amor) que nos queda en este mundo esclavizado no sólo a una religión, sino a varias, a trabajos alienantes y mal pagados, a hipotecas, a enfermedades, a despidos, a desempleos, a quedar en la calle, al sereno congelado de la miseria, al miedo ancestral que emplea el poder imperante, a todo aquello que procura incertidumbre y causa infelicidad.
Si es que no somos más que animales conscientes de nuestra finitud, aunque algunos (y algunas) sigan creyendo en un paraíso con odaliscas enroscadas a sus pasiones erectivas, y aun en un infierno, con caldera hirviendo, lo que es peor todavía. 
Si a nosotros nos puede causar gracia la figura de Mahoma (Mohamed), a ellos les parece que nuestros santos y santas de palo son meros muñecos. Me lo dijo en una ocasión una musulmana, otrora residente en Sevilla, mientras visitábamos la Catedral de Santiago de Compostela. "Me causa gracia ver todos esos muñecos". Pues eso, que estamos en las mismas. 
Pero, cuidado, porque el integrismo (sea del tipo que se quiera) acaba dinamitando la razón, la lógica filosófica, la reflexión analítica, el logos, en definitiva (no así el mito), que es la fuerza que nos guía por este mundo absurdo, irracional, despótico, salvaje, que atenta contra la dignidad humana y pone en peligro nuestra existencia. A Buñuel también lo criticaron con dureza por inventarse a Cristos riéndose a carcajadas. Y la risa, en la segunda poética de Aristótoles, resulta atómico-nuclear para los creyentes. Algo que recoge, como sabemos, El nombre de la rosa, de Eco. 
Véase/léase este diálogo  entre Guillermo de Baskerville y Jorge, el ciego bibliotecario:
“- Hay muchos otros libros que hablan de la comedia, y también muchos otros que contienen el elogio de la risa. ¿Porqué este te infundía tanto miedo? 
- Porqué era del Filósofo. Cada libro escrito por ese hombre ha destruido una parte del saber que la cristiandad había acumulado a lo largo de lo siglos.... 
- ¿Por qué temes tanto a este discurso sobre la risa? No eliminas la risa eliminando este libro. 
- No, sin duda. La risa es la debilidad, la corrupción, la insipidez de nuestra carne. Es la distracción del campesino, la licencia del borracho... la risa sigue siendo algo inferior, amparo de los simples, misterio vaciado de sacralidad para la plebe... Pero aquí, aquí... –y Jorge golpeaba la mesa con el dedo, cerca del libro que Guillermo había estado hojeando- aquí se invierte la función de la risa, se la eleva a arte... La risa libera al aldeano del miedo al diablo, porque en la fiesta de los tontos también el diablo parece pobre y tonto, y, por tanto, controlable. Cuando ríe... el aldeano se siente amo porque ha invertido las relaciones de dominación... la risa sería el nuevo arte capaz de aniquilar el miedo... Y este libro, que presenta como milagrosa medicina a la comedia, a la sátira y al mimo, afirmando que pueden producir la purificación de las pasiones a través de la representación del defecto, del vicio, de la debilidad, induciría a los falsos sabios a tratar de redimir (diabólica inversión) lo alto a través de la aceptación de lo bajo.”
Muy esclarecedor este diálogo. La risa aniquila el miedo. Y entonces dejamos de estar esclavizados, incluso a nosotros mismos. Lo cierto es que siempre nos quedará la risa (y la sonrisa bella y amorosa de quien amamos y nos ama) para sobrellevar con dignidad y acaso con feliz desenvoltura esta vida que nos ha tocado en este valle de rosas, a veces espinadas, y en ocasiones floridas y fermosotas. 

viernes, 21 de septiembre de 2012

Graffiti a la carta

Recupero este texto, con ligeros retoques, e ilustrado, eso sí, con algunas imágenes, porque una imagen a veces vale más que mil palabras, claro, depende de quién sean las imágenes y las palabras, porque si la palabra es de García Márquez, pongamos por caso, entonces una palabra suya a lo mejor equivale a mil imágenes de vaya usted a saber qué imaginólogo/a. Queda dicho. 



En Ponferrada
Incluso en la ciudad de Ponferrada podemos ver algunos graffitis. Los amantes del graffito cuentan con algunos espacios murales para expresarse, lo que no está nada mal. 

El término graffito (y en su plural lexicalizado graffiti) designa cualquier manifestación gráfica o icónica que se plasme de modo espontáneo en un lugar público. Su origen es tan antiguo como la propia comunicación humana, y está íntimamente ligado a la naturaleza del hombre-mujer, y esa su necesidad de comunicarse con el resto de humanos. 


El graffiti, más conocido como pintada mural, ha sido objeto de estudio desde hace algunos años. La bibliografía es abundante. Hay quienes aseguran que el graffiti es una marranada hecha por gamberros sin oficio ni beneficio. En cambio, hay quienes creen que este es un verdadero arte, el arte en su estado más puro, a saber, el arte que sale de las entretelas selváticas del buen hacedor. A uno le parece que el graffiti es una forma de expresión como cualquier otra, y como tal debe ser aceptada por parte del pueblo, mal que les pese a algunos mandatarios, que intentan castrar la libertad de los individuos, al precio que sea. 

En la Oranienburger Strasse-Berlín
Berlín


El graffiti, como todo lo que sea ha dado en llamar arte, puede ser algo hermoso o algo vomitivo. Ciudades como Viena o Berlín son conocidas, entre otras cosas, por el graffitti. El propio muro de Berlín, del que ya sólo quedan algunos vestigios dispersos, entre otros en la Niederkircherstrasse, era como un muro graffiteado, en el que los ciudadanos intentaban plasmar su desesperación, su grito expresionista de dolor e impotencia, su tristeza y su vejación. 

Hasta en ciudades como Coruña uno se puede encontrar con este tipo de expresionismo grafitero.


En Coruña



En el universo comunicacional graffitero son bien conocidas las pintadas que realizan a menudo los prisioneros en sus celdas, así como las pintadas que los estudiantes hacen en los pasillos, aulas y servicios de los colegios, institutos o facultades... 


Hay pintadas y frases ciertamente graciosas. Como una que viera en una pared hace años en Buenos Aires:  "Nos mean y la prensa dice que llueve". Qué chistosito. 


Los graffiteros suelen ser personas o colectivos que no siempre son escuchados, y que en muchas ocasiones están sometidos a un silencio forzado. Luego es natural que intenten utilizar determinados espacios como tribunas de libre expresión. 


La pintada mural urbana, que es propia de nuestra cultura de masas, tiene gran parecido y finalidad a los eslóganes políticos.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Mamoneo orquestal/consistorial


Pues sí, da pena que, mientras las orquestas y orquestinas cobran un pastón por tocar -sobre todo las pelotas- durante unas pocas horas, muchos buenos grupos anden a verlas venir, y encima, si quieren dar un concierto, deben hacerlo por la patilla (la jeta o la face), porque quienes los contratan (éstos sí son quienes tienen en verdad la culpa judeo-cristiana, qué cosas) entenderán que su trabajo no es ningún trabajo, o algo tal que así. Un reflejo, para qué engañarnos, de lo que ocurre con otras actividades, digamos culturales o artísticas, en el resto de este país en vías de putrefacción. Breviario de podredumbre. ¿A ver quién le pone el cascabel a la gata? Al pez gordo le siguen untando, y al flaco, que le den por el lado donde más "manca". Al tiburón hay que seguir alimentándolo, mientras que al pequeñín hay que atizarle y darle candela, estoupa, para que siga ligerín por las veredas agrias del señor (y la madonna).

Nunca he entendido, ni entenderé, porque se siguen contratando orquestas que cobran un pastizal para un día de fiesta, y para más recochineo, muchas de estas orquestas (la mayoría) no tocan en directo, sino en enlatado. Alguna, asegura mi subconsciente, se salvará de la quema. Y pondrá todo su empeño y buen hacer. 

Pero cómo nos toman el pelo. Y luego están los grupos que actúan en directo, de verdad, pero, ay, estos no son dignos de ser contratados, y si finalmente alguien los llama, se les paga cuatro euros, o simplemente no se les paga, y a correr la mona. Qué pena. 

Tampoco entiendo por qué a los grupos locales no se les suele dar cancha en las fiestas. Al parecer, Tote y sus malas compañías no llegaron a actuar en el Cristo bembibrense por desavenencias dinerarias, y Runa Manaz, que estuvo muy bien el pasado domingo en el Benevivere, confesó que actuaban por el puto morro. Bueno, Jon dijo que les pagaban con humo. Qué chachi. 

Por cierto, me gustó ver a mi tocayo  Martínez como líder del Runa Manaz. 

La verdad es que no se imaginaba uno al internacional superlanzador de peso reconvertido en músico y poeta. Un crack, o sea. 

lunes, 17 de septiembre de 2012

II Encuentro de cine documental en Quintanilla de Losada (La Cabrera)

Montañas cabreiresas

Confieso mi descubrimiento tardío de la obra de Carnicer, y por ende de su obra cumbre -al menos para mí- como es Donde Las Hurdes se llaman Cabrera. Pero nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán. 
La lectura y aun relectura de este imprescindible libro de viajes, del gran Ramón Carnicer, me ha llevado a esa comarca límitrofe con el Bierzo en ya varias ocasiones. La penúltima el día de mi cumple. Y la última fue el pasado sábado -El Cristín en Bembibre-, con motivo del II Encuentro de cine documental en Quintanilla de Losada, Encinedo, donde se proyectaron algunos documentales etnográficos, entre ellos, La memoria de los pueblos del Bierzo (sobre el que hablaré en otro momento), y Donde las Hurdes se llaman Cabrera, 50 años después, realizado por Alonso Carnicer (el hijo de Ramón) y Sara Grimal, que inevitablemente nos hizo recordar aquel viaje a pie de Ramón Carnicer por La Cabrera Baja (Puente, Pombriego, Santalavilla, Llamas, Odollo, Castrillo, Noceda, Saceda, Nogar, Robledo, Quintanilla, La Baña), que relata con chispa y humor el autor villafranquino/universal. 

Casa en Corporales

Pombriego
Nogar
La Baña

Alonso y Sara nos ofrecieron una primera parte estupenda, pues este trabajo tendrá continuidad. Asimismo, tuvimos la ocasión de ver la proyección de las impresionistas y bellas imágenes de Cecilia Orueta, que al parecer no llegaron a convencer a algunos cabreireses porque, según ellos, La Cabrera actual no es tan vieja ni tan triste como la artista muestra, pero es que las miradas artísticas son eso, por fortuna, y por supuesto no tienen por qué ser un reflejo exacto de la realidad, sino una reinterpretación, acaso una reconstrucción, un modo más o menos original de abordar el tiempo y el espacio. Ahí reside la magia y el poder del arte. 


Alonso Carnicer y Sara Grimal
A menudo (casi siempre) el arte discurre por cauces que nada tienen que ver con la política (con lo políticamente correcto). 
A menudo (en muchas ocasiones) el arte acaba incomodando al poder imperante. Algo parecido le ocurrió a Ramón Carnicer cuando escribió Donde Las Hurdes se llaman Cabrera. Incluso, transcurridos los años, algunos y algunas (acaso por propio desconocimiento, ignorancia y aun estrechez de miras) siguen viendo este excelente libro como algo que fuera en contra del paisaje y paisanaje de La Cabrera, cuando lo que pretendía Carnicer era retratar lo que vio y sintió en una tierra que, como tantas otras, vivía anclada en el Medievo. Así era la España rural de hace no sólo 50 años sino incluso de hace menos de 40 años, pues en mi pueblo, sin ir más lejos, las condiciones de vida eran bastante precarias. Y así también en otros lugares del Bierzo, como nos llegó a recordar Jesús A. Courel, quien, además, hizo una brillante interpretación del controvertido libro de Ramón Carnicer. 


Ana Gaitero y Jesús A. Courel
Julio Llamazares

Después de las proyecciones, hubo una mesa redonda acerca de La Cabrera y el libro de Ramón Carnicer, moderada por la periodista Ana Gaitero, en la intervinieron, aparte de Jesús A. Courel, el aguerrido periodista Fulgencio Fernández, el colosal escritor (también periodista, según recordó Gaitero) Julio Llamazares, que escribió el prólogo de la hasta ahora última edición de Donde las Hurdes se llaman Cabrera y cuya intervención resultó extraordinaria, el ex alcalde de Encinedo, Ramiro Arredondas (que tuvo algún derrape), el actual alcalde de Encinedo, José Manuel Moro (que hizo una defensa férrea de la bondad de los cabreireses), y los realizadores Alonso Carnicer y Sara Grimal, quienes expresaron su agradecimiento a la población de La Cabrera por acogerlos con hospitalidad, a pesar de que algunos llegaron a regañarlos por lo que escribiera el padre de Alonso, Ramón Carnicer. 


Fulgencio y Arredondas
Me encantó volver, una vez más, a la Cabrera, trepando monte arriba por el Morredero hasta alcanzar la cumbre del Portilla (a casi 2000 metros de altitud) para enfilar bajada hacia Corporales, ya en la Cabrera, y continuar hasta el destino "cinematográfico" o "literario": Quintanilla de Losada, con la mirada siempre puesta en la llamada de las montañas. 
Antes de arribar a Quintanilla, Nogar se muestró al viajero como una alucinación magrebí. De repente, me pareció haber llegado a una aldea en medio del Atlas, tal vez al valle del Ourika. Y eso me trajo muchos y buenos recuerdos. 
La próxima vez, en lugar de trepar monte arriba, quizá podríamos hacer el viaje en helicóptero. Sería un paseito, nomás, desde Ponferrada hasta el meollo del cogollo cabreirés. 

domingo, 16 de septiembre de 2012

Salamanca festiva y torera

In this place, you can see the sky fall dark.

"Venid hasta el borde, les dijo.
Tenemos miedo, podríamos caer.
Venid hasta el borde, les dijo.
Ellos fueron. Los empujó... y volaron".
                               G. Apollinaire


Ambas citas aparecen pintadas en una pared de Salamanca, en la calle del parque, la que mira hacia La Vaguada o Barrio Chino. 




Sobre esta fechas, Salamanca, que desde tiempos inmemoriales atesora fama de ciudad licenciosa y bruja, se convierte en una gran feria (los toros son toda una institución) y fiesta. Con magníficos conciertos en la Plaza Mayor, una de las más bellas de España. 

Uno suele aprovechar el tirón para acercarse a la ciudad charra, torera, rejoneadora, con aroma a pata negra, hornazo y chocho (que es un dulce anisado), en la que tuve el gusto de vivir como estudiante universitario durante algún tiempo, no mucho, esa es la verdad, aunque sí intenso y sabroso, porque allí estuve haciendo, después de acabar mi carrera en Oviedo, los cursos de Doctorado. Pero esto ya forma parte de la prehistoria. Qué tiempos aquellos. Entonces, uno era un jovencito dispuesto a comerse el mundo. Luego uno comienza  a ser consciente de la brevedad de la vida. Qué maravilla, ser joven y vigoroso. Bueno, ahora no puedo quejarme, aunque los años no pasan en balde. 
Novelty

A partir de los setenta años, decía el escritor Juan Goytisolo, uno aprende a vivir cada día como si fuera el último. A partir de los cuarenta, se me antoja decir, uno intenta vivir con intensidad, disfrutar de verdad de cada momento. Pero no nos pongamos (mi lacayo y yo, o yo y mi lacayo, que diría Larra) estupendos, y vayamos al quite, a esa Salamanca que me sigue cautivando, aunque la actual sea otra. Nostalgia de otro tiempo, y de otro espacio, de aquella ciudad poco o mal pavimentada (esa es al menos mi impresión). Entonces, el barrio chino, donde hoy se asienta el Palacio de Congresos y Exposiciones, era un chavolerío, y toda la parte donde se ubican algunas facultades, como Físicas y Químicas, estaba dejada de la mano de dios (suponiendo que este existiera, que es mucho decir). 
San Juan de la Cruz



En aquella época, la ciudad charra tenía todo el aspecto de un gran poblachón, salvando, eso sí, su monumentalidad, que lucía y sigue luciendo estupenda en sus catedrales, iglesias y demás casas,  a saber, la Casa de las Conchas (donde está la oficina de turismo y una espléndida biblioteca), la de las muertes (que parece siempre cerrada), la de Unamuno (colindante con la casa de las muertes), la modernista Casa Lis (que alberga un museo de art-nouveau y art déco), la de la Santa Teresa, la llamada Casa de las Viejas (actualmente sede de la Filmoteca de Castilla y León), entre otras muchas. 
Ahora la ciudad está llena de monumentos y estatuas dedicadas a literatos y figuras ilustres como Góngora, Torres Villarroel, San Juan de la Cruz, Martín Gaite, además de las clásicas del Lazarillo y el ciego, Unamuno, Fray Luis, La Celestina, entre otras muchas.


Martín Gaite
Me encanta pasear por esta ciudad, construida a escala humana, y sentir su belleza contenida y reflejada en su río, el Tormes, que fluye literario por mis venas, inundándome de satisfacción. Me sigue admirando su vida estudiantil, tal vez porque uno nunca ha abandonado su monacato de eterno estudiante. Me siguen encantado sus bares, como el Camelot, donde recientemente tuve la ocasión de ver/escuchar un  concierto.  
Concierto en el Camelot


Luar Na Lubre
Salamanca es esa ciudad a la que uno siempre vuelve, quizá porque me dejó marcado, pero en la que uno sólo está de paso. Me da la impresión de que es un sitio hecho por y para estudiantes y profesores/as. ¿Qué sería de esta ciudad castellana si no tuviera una universidad tan prestigiosa, así como tan afamados centros de español para extranjeros? Véase, por ejemplo, el Don Quijote, en la histórica calle de Placentinos.

Malech Mechaya
La Plaza Mayor, en cuyos soportales se halla en mítico café Novelty, estatua de Torrente Ballester incluida, nos obsequió (nunca mejor dicho) este septiembre veraniego los conciertos de Luar na Lubre (Resplandor en el bosque sagrado), Malech Mechaya y Los vecinos del callejón. No conocía la música klezmer de los Mechaya y tampoco a Los vecinos del Callejón, que hacen una fusión de estilos, con un directo animado. Pero confieso que quien me entusiasmó, una vez más, fue la banda galega Luar na Lubre, que presentaba su disco Mar maior, y a quien viera por primera vez en concierto en la coruñesa playa de Santa Cristina como teloneros de Mike Oldfield. Año de 1999. Allí estuvimos algunos nocedenses, como Joe, Travi y Xava, conducidos por la "Triquineta" desde el útero gistredense hasta A Coruña. Cuántos y qué maravillosos recuerdos.

De repente, me doy cuenta de que, hablando de Salamanca, salen inevitablemente a relucir otras ciudades como Oviedo o Coruña, por las que también siento un cariño especial. 

Hasta la próxima parada. 

viernes, 14 de septiembre de 2012

Crónicas y presentaciones, por Raquel Viejobueno

Raquel Viejobueno en Noceda del Bierzo

Aquí os dejo esta crónica de la escritora madrileña Raquel Viejobueno Rodríguez, que un buen día apareció en Noceda del Bierzo en busca de la poeta Felisa Rodríguez, que curiosamente lleva el mismo nombre y apellido que la madre de Viejobueno. 

http://www.uncafeconliteratos.es/cronicas/noceda2012.html

Crónica de la Presentación en Noceda de

Dos Años de Literatos (2009 - 2011)
La Noche - Antología de Autores Narradores
desde el país de la infancia - II Antología de Cuentos Infantiles de Mujeres Escritoras


Las Fontaninas
Noceda del Bierzo, León
28 Enero 2012


Un día de pocas horas. Salí de Madrid a las 9 y media de la mañana y eran la una y media cuando entraba en Las Fontaninas.

Me volví roble, como lo que rodea Noceda, un paraje de encantos, serenidad, sosiego, aguas medicinales que calman el alma. Miguel y Natalia nos esperaban, unas bellezas de personas.

Buena comida en las Fontaninas, calor a tiempo, a saber estar, a elegancia en el instante de vivir, porque hay veces que necesitas un remanso de reposo, para saciar nostalgias que te comen el alma.

Sobre las 5 llegó Manuel Cuenya, fantástico escritor, amigo de literaturas, de sueños, de miles de lugares que ve en su pupila. El Café comenzó, mucha tranquilidad, buenos textos, olor a armonía. Salieron nombres de autores, de autoras que dejan en su pluma parte de ellos, de la ropa que los tapa y los hace crecer. Sobre las ocho se terminó. Pasamos a cenar y sobre las 11 de la noche, vuelta a Madrid. La tira de asfalto fue generosa y dócil. A las cuatro y diez de la mañana reposaba mis ensueños en mi almohada. Todo había salido bien. Gracias a Manuel Cuenya, a las Fontaninas y a todos los que nos apoyan en la distancia. A Concha Nieto que habló conmigo antes de irme, a Carlos Órdenes Pincheira por ser el poeta de siempre y a todos los antologados y antologadas que dejaron sus huellas en Un Café con Literatos. Gracias al "Diario de León" por tan buen reportaje, y a la radio del Bierzo por su interés y apoyo.

Me vuelvo a llevar conmigo el mejor paisaje. Noceda.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Festival de Cine de Astorga

Mario Camus
Hacía tiempo que no asistía a la clausura del Festival de Cine de Astorga, entre otras razones porque éste suele coincidir con las fiestas, ay, de la Encina de Ponferrada, que a decir verdad cada vez me interesan menos o nada, o bien porque, por estas fechas, acostumbro a viajar a otros lugares. Hace un par de años, por ejemplo, estuve en Berlín, y otras veces, también por estas fechas, viajo a la ciudad charra. 

El asunto es que, por pitos o flautinas, me he perdido, durante años, la gala del Festival de Cine de Austúrica. Y eso que queda, como quien dice, a tiro de piedra. La Astorga de las mantecadas y el palacio de Gaudí, una ciudad en la que hay muchos curas y militares, como me dijera mi profe Marino Pérez Álvarez, de quien conservo muy buenos recuerdos. Pero este es otro cantar.

Este año el aliciente era ver/escuchar a uno de los más grandes directores de cine de este país, ¿de qué país?, se preguntarían algunos, y algunas. Pues eso, que este año el homenajeado era Mario Camus, por cuyo cine, al menos algunas de sus pelis y series televisivas, siento casi casi reverencia. Ahí quedan La colmena, Los santos inocentes, La casa de Bernarda Alba, que por cierto pasaban el pasado sábado en la tele, y sus míticas series como Fortuna y Jacinta o Curro Jiménez (que tan buenos momentos me procurara cuando era un tierno infante). 
Assumpta Serna
Aparte de Camus, cuya seriedad se respira en el ambiente, la salsa sonriente la puso la actriz Assumpta Serna, una musa inspiratriz (valga la redundancia), a quien se le ve incluso más guapa que en la pantalla, lo cual es es mucho decir, porque las actrices de cine suelen ser por lo general chiquitas y finas, poco o nada sonrientes. Bueno, esto último quizá sea exagerado. No lo tengáis muy en cuenta. Pero lo digo, y si cuela, pues eso. A la Serna se le ve simpática, cercana, alta y poderosa. "Y está muy buena", me recordaba alguien. Pues sí que está guapetona, Assumpta, y además se maneja en varios idiomas y ha escrito, al menos, dos libros sobre la interpretación cinematográfica. Un lujo para Astorga y para nuestro cine.  Siempre recordaré a Assumpta Serna por su papel en Matador, de Almodóvar. Creo que fue en esta peli donde la vi por primera vez, espléndida, hecha toda una mantis religiosa.


Scott Cleverdon
Y para finalizar este recorrido por el Festival de Cine de Astorga, ahí estaba también el actor escocés Scott Cleverdon, que nos hizo un pase torero, eso sí, provisto, en vez de con su capa, con su falda. Un decir, o sea. Por cierto, el simpático Cleverdon está casado con Assumpta Serna. 

Me encantó, por lo demás, saludar a amigos, amigas y conocidos (y conocidas).
Hasta la próxima edición.