jueves, 5 de julio de 2012

Flamenco (y otras músicas)



         Suele ocurrir que uno elige un bar en función de la música que allí ponen. En el Bierzo, concretamente en Ponferrada o en Bembibre, son pocos los bares de noche especializados en algún tipo de música.  O al menos uno los desconoce. Es como si la música no fuera importante. O no pareciera importarles a los clientes, que aguantan con estoicismo el ruido que les arrojan encima de sus oídos taponados, elevando su voz, si cabe, por encima de los decibelios "atronadores". 
Aunque no se encuentran muchos bares especializados en algún estilo de música, sí me gustaría reseñar el Cocodrilo y la sala Tararí en la capital berciana.

      En esta sociedad "embadurnada" se habla de la televisión basura, de los trabajos basura, de la comida basura y de algunas otras mierdas. Pero son pocos a los que se les oye hablar de la música basura, que en nuestra época es como el pan y el cáliz nuestros de cada día. 

Como en casi todo lo que se ha dado en llamar arte, lo que predomina en la actualidad, y desde hace tiempo, son los sucedáneos, las malas imitaciones, el mal gusto, lo hortera y lo Kitch, o sea. Y en muchas ocasiones ni siquiera se puede hablar de música, sino de ruidos más o menos empaquetados. Vivimos rodeados de basura. Qué lástima. Y algún día, no tardando, acabaremos ahogados en nuestra propia inmundicia. Pero no nos pongamos estupendos ni tremendistas, y apechuguemos con lo que "haiga" (que dicen en mi pueblo).

A lo largo de la vida, uno se ha dedicado a escuchar músicas varias, clásica, rock, pop, psicodelia, músicas del mundo... Entre todas esas músicas, el flamenco, que desde el 2010 ha pasado a ser Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, nunca fue una de mis preferidas. Incluso podría decir que me resultaba insoportable a los oídos, tal vez porque  no le prestaba suficiente atención, o seguramente porque lo que escuchaba también era un vil sucedáneo. 

Uno, por el hecho de ser norteño, está acaso más familiarizado con la llamada música “celta”, que quede en folclórica, porque le término "celta" también se las trae, salvo que hablemos del Celta de Vigo o de los Celtas aquellos que en tiempos fumara mi padre. 

Desde hace tiempo también me he sentido muy atraído por la música zíngara, esa que se oye en Los Balcanes.  Escúchese por ejemplo a los Taraf de Haïdouks. 

Sin embargo, el flamenco, que tiene mucho de gitano y de árabe, no me enganchaba hasta que presencié  una sesión en vivo y en directo y vi, cómo no, Flamenco, la película de Saura. 

Meterse alguna que otra sesión de flamenco en vivo invita a saborear este arte musical, que en verdad lo es. Hace tiempo me di una vuelta por las famosas y turísticas cuevas del Sacromonte granadino, que aunque no sean los sitios más adecuados, si me ayudaron a presenciar algún que otro espectáculo de flamenco. Se me pusieron los pelos de punta viendo a los bailaores y bailaoras zapateando al ritmo desgarrador de los cantaores flamencos. 

Tiene el flamenco ese aroma de muerte, y ese regusto a entonación magrebí, que se te mete en las entrañas y te produce un agridulce contraste de emociones.  Es el flamenco un arte para disfrutar en vivo y en directo. Me gustaba mucho el maestro Enrique Morente.

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