lunes, 28 de noviembre de 2011

A Lêdo Ivo

Lêdo Ivo con la poeta Carmen Busmayor

Lêdo Ivo con el poeta Abel Aparicio

Con Lêdo Ivo. Foto: Carmen Busmayor

Confieso que gracias al maestro y amigo Juan Carlos Mestre descubrí la poesía del brasileiro Lêdo Ivo, que el pasado viernes nos deleitó con su presencia  en León, gracias asimismo al Club Leteo, que preside Rafa Saravia, quien decidió otorgarle este año el premio, como en anteriores ediciones ocurriera con Vila-Matas, Paul Auster, Fernando Arrabal o el autor de Las partículas elementales, el Houellebecq terrible de las letras francesas. 
Una revelación, la poesía de Ivo. Un modelo a seguir. Una verdadera fuente o río de inspiración, sobre la/el que volveré una y otra vez. Un bombazo lírico que me late definitivo, esencial: "Mi patria no es la lengua portuguesa/Ninguna lengua es una patria", tal como quisiera Rilke. La lengua materna/paterna es acaso manantial de pensamiento a través del que uno reflexiona, se expresa. Mas para Ivo su patria es su tierra, sus ancestros, su paisaje-memoria, sus sentimientos y emociones hacia el espacio que lo vio nacer. Qué lindo
Leídos algunos poemas por el propio autor, como Mi patria, y después recitados por el trovador berciano de la Villa resultan conmovedores. 
He aquí el Cavalo Morto de Ivo y el Cavalo Morto de su discípulo aventajado Mestre, y ese esclarecedor poema Mi patria. Que los disfrutéis. 


CAVALO MORTO (LÊDO IVO)

En Cavalo Morto las muchachas acostumbran a salir de paseo con los soldados. Y luego a quererse. Sucede entonces algo inverosímil: después de hacer el amor, bordan en las nubes, con un alfabeto azul y blanco, el nombre de los enamorados: José, Antônio, Manuel, Joâo.

Las muchachas vuelven más jóvenes de esos amores entre la maleza. Regresan intrépidas, excitadas por el filtro de la luna. Y para ellas no hay ya exigencias, cobardías, acontecimientos. Sólo existen los soldados del batallón.

En agosto, enero, igual en septiembre, las muchachas aman en Cavalo Morto. Pasan abrazadas a sus enamorados y dejan en la arena del camino algo como un rastro de espuma o velo. Los soldados no saben hacer sonetos, ¡pero cómo aman!
De noche, Cavalo Morto nunca está despoblado. Y si pasas un día por allí y oyes voces, risas y gemidos de amor, no te asustes por miedo a los fantasmas. Son las muchachas amándose con los soldados en Cavalo Morto.




Cavalo Morto (Mestre)

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un poema de Lèdo Ivo es una luciérnaga que busca una moneda perdida. Cada moneda perdida es una golondrina de espaldas posada sobre la luz de un pararrayos. Dentro de un pararrayos hay un bullicio de abejas prehistóricas alrededor de una sandía. En Cavalo Morto las sandías son mujeres semidormidas que tienen en medio del corazón el ruido de un manojo de llaves.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Lèdo Ivo es un hombre viejo que vive en Brasil y sale en las antologías con cara de loco. En Cavalo Morto los locos tienen alas de mosca y vuelven a guardar en su caja las cerillas quemadas como si fuesen palabras rozadas por el resplandor de otro mundo. Otro mundo es el fondo de un vaso, un lugar donde lo recto tiene forma de herradura y hay una sola tarde forrada con tela de gabardina.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo es un río que madruga para ir a fabricar el agua de las lágrimas, pequeñas mentiras de lluvia heridas por una púa de acacia. En Cavalo Morto los aviones atan con cintas de vapor el cielo como si las nubes fuesen un regalo de Navidad y los felices y los infelices suben directamente a los hipódromos eternos por la escalerilla del anillador de gaviotas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Un poema de Lèdo Ivo es el amante de un reloj de sol que abandona de puntillas los hostales de la mañana siguiente. La mañana siguiente es lo que iban a decirse aquellos que nunca llegaron a encontrarse, los que aún así se amaron y salen del brazo con la brisa del anochecer a celebrar el cumpleaños de los árboles y escriben partituras con el timbre de las bicicletas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
Lèdo Ivo es una escuela llena de pinzones y un timonel que canta en el platillo de leche. Lèdo Ivo es un enfermero que venda las olas y enciende con su beso las bombillas de los barcos. En Cavalo Morto todas las cosas perfectas pertenecen a otro, como pertenece la tuerca de las estrellas marinas al saqueador de las cabezas sonámbulas y el cartero de las rosas del domingo a la coronita de luz de las empleadas domésticas.

Cavalo Morto es un lugar que existe en un poema de Lèdo Ivo.
En Cavalo Morto cuando muere un caballo se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere un evangelista se llama a Lèdo Ivo para que lo resucite, cuando muere Lèdo Ivo llaman al sastre de las mariposas para que lo resucite. Háganme caso, los recuerdos hermosos son fugaces como las ardillas, cada amor que termina es un cementerio de abrazos y Cavalo Morto es un lugar que no existe.

MI PATRIA


Mi patria no es la lengua portuguesa.
Ninguna lengua es una patria.
Mi patria es la tierra tierna y untuosa donde nací
y el viento que sopla en Maceió.
Son los cangrejos que corren en el lodo de los manglares
y el océano cuyas olas continúan mojando mis pies cuando sueño.
Mi patria son los murciélagos colgados de la techumbre de las iglesias carcomidas,
los locos que danzan al atardecer en el hospicio junto al mar,
y el cielo encorvado por las constelaciones.
Mi patria son las bocinas de los navíos
y el faro en lo alto de la colina.
Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiante.
Son los astilleros podridos
y los cementerios marinos donde mis ancestros tuberculosos y palúdicos no paran de toser y temblar en las noches frías
y la fragancia del azúcar en los almacenes portuarios
y las tencas que se debaten en las redes de los pescadores
y las ristras de cebolla enroscadas en la tiniebla
y la lluvia que cae sobre los corrales de peces.
La lengua de que me valgo no es ni nunca ha sido mi patria.
Ninguna lengua engañosa es una patria.
Tan sólo sirve para que celebre mi gran y pobre patria muda,
mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario,
mi patria sin lengua y sin palabras.

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