(Curso de composición de relatos y microficciones, nivel intermedio, UNED de Ponferrada, impartido por Manuel Cuenya)
Me
gusta el color lila y los atardeceres verde oro en el parque de mi ciudad. La
continuidad de los parques. Me gustan las tardes de los sábados con mi
hermana en el Antique, y cuando atisbo en alguien una actitud de bondad o el
presentimiento de algo verdadero.
Me
gusta sentir el tacto, el olor y la emoción del comercio con los libros que me
habitan; el silencio; la lentitud, y engolfarme en la descripción de los
personajes de un relato.
Me
gusta perder la noción del tiempo y creer o vivir, tal vez soñar, que en la cocina está mi madre haciendo la cena.
Me
gusta El derrumbamiento de la casa Usher, el amor como correctivo, vivir
los amores con urgencia; comprobar que el autobús sale todos los días más o
menos a su hora y que es un milagro que esto suceda; las alboradas líquidas y
los crepúsculos dorados; las comidas con mi familia.
Me
gusta sentir nostalgia del tiempo pasado y evocar mi niñez y juventud, al lado
de las personas que he amado. Comprobar que todavía me puedo sorprender a mí
misma sintiendo algo nuevo, solo tengo que dejarme estar, y a lo largo del día
habrá al menos una oportunidad de que eso suceda.
Me gusta Rayuela y darme la posibilidad de acordar lo que pienso con lo que siento.
Me
gustan los conciertos de la banda de música donde toca mi sobrino la flauta
travesera. Los boleros. La sinfonía Fantástica de Berlioz.
Me
gusta cantar. Dormir.
No
me gusta el ruido, tanto físico como mental, ni lo acelerado con que se
desenvuelven los acontecimientos en la actualidad. Tampoco me gusta la excesiva
virtualidad que nos procuran las redes sociales y el estar tan interconectados.
Me
desagradan la mendacidad, la fiesta de los toros, la sórdida manipulación de
ciertos políticos, la gente que grita, que tira los papeles al suelo, que no
respeta su ciudad.
No
me gusta el brócoli, ni que me den consejos. Que presupongan cómo es mi vida
privada, a partir de lo exterior. Que me pongan etiquetas como la de estar sola
y actúen en consecuencia.
No
me gusta mi superior jerárquico, que se irrita, se pone nervioso por cosas
pueriles, ni la angustia, ni la ira, ni en mí, ni en los demás.
No
me gustan los zapatos de tacón ni me gusta en absoluto vestirme con el color
negro.
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