domingo, 29 de marzo de 2020

Sociedad orwelliana

Orwell, que era un tipo lúcido, visionario, se anticipó a nuestra sociedad en su libro 1984, que escribiera precisamente en 1948. 
Llevo tiempo escribiendo acerca de este asunto y el Gran Hermano, esa Telepantalla que nos vigila día y noche (hasta existe un programa televisivo llamado Gran Hermano, en el que participara y hasta ganara el bueno de Juanjo Rocamora, que, aunque alicantino, ha estado en diversas ocasiones en Noceda del Bierzo, y por supuesto en mi casa, la casa materna y paterna).

Un post en Facebook del amigo Trapote (vallisoletano afincado en el Bierzo Alto desde hace años, en concreto en Labaniego) me ha hecho recordar esta situación orwelliana, este Gran Hermano que nos muestra Orwell en su ficción distópica (lo distópico como algo que nos hace creernos felices cuando en realidad estamos sometidos, oprimidos, bajo un estado totalitario). 
Una ficción que hoy, hace tiempo, se ha convertido en toda una realidad. Ya sabemos que la realidad supera cualquier ficción. Y la literatura, ahora más que nunca, debería ir por los derroteros de la realidad, del análisis de la realidad (ensayar, filosofar a partir de lo científico, de la razón), de esta realidad monstruosa que estamos viviendo a resultas del coronavirus, que en verdad nos ha traído enfermedad y muertes, miles de infectados y miles de personas en la UCI. No sólo en nuestro país sino en todo el Planeta. 
Disculpad que siga con el monotema vírico, pero es que necesito entender qué está ocurriendo, qué nos está pasando. Y necesito reflexionar acerca de este asunto, que entronca de lleno con este 1984 sobre el que hoy quiero hablaros. Y que recomiendo encarecidamente su lectura porque puede darnos pistas acerca de lo que que se nos puede venir encima cuando salgamos de este atolladero vírico, que saldremos, por supuesto, puesto que ya comenzamos a atisbar, en lontananza, que pronto alcanzaremos, en España, el pico de la curva, la estabilidad del problema. 
Orwell

Me lo recuerda, con entusiasmo, el científico, profesor y buen amigo chileno-español Ildefonso, que imparte clases en el Campus de Ponferrada. 
Saldremos de ésta, me digo, y eso deseo. Un algo de esperanza, aunque nos auto-engañemos, siempre viene bien de cara a hacernos más llevadera esta absurda situación, propia de las obras que nos legaran tanto Kafka como Camus, a los que me he referido en algunas ocasiones. 
Incluso me dicen, algún amigo me lo ha señalado, con toda su buena fe, claro, que llevo publicados tres textos titulados El miedo, El huevo de la serpiente  y La peste, y cree que ya he analizado en los mismos la situación. Ojalá hubiera logrado analizar y desentrañar este enredo, ya quisiera, ya. 
Que en estos momentos, en vez de cenizos y agoreros, me dice, necesitamos estar juntos, unidos y con esperanza. Sí, necesitamos fraternidad, esa que promulgaron los franceses en la Revolución. Y que en nuestro país se convirtió en cainismo durante la Guerra y la posguerra Incivil, algo que no hemos superado, por desgracia. 
En estos momentos también hay mucho malmete en este país de paisitos, que lo que consigue, con sus opiniones, es dividir en vez de unir. Necesitamos fraternidad, ahora más que nunca. Ser fraternos, ser hermanos, ser solidarios. Todos a una. 
Pero desgraciadamente, una vez más, cada cual va a su rollo. 
Fraternidad pedía en el anterior texto, La peste, que nos busquemos por cariño, no por el miedo a estar solos con nuestras angustias. 
El miedo, qué demoledor está siendo, y cómo se utiliza con fines perversos. 
Que el amor y los afectos son quienes pueden curarnos de todo este sin dios, que tendrá colosales consecuencias, por supuesto económicas (el puto virus, haya salido del laboratorio o por su propio peso, dinamitará el sistema, ¿estrategia china para hacerse con el mercado mundial?), aparte de psicológicas (muchos trastornos a la vista, no habrá suficientes psicólogos y psiquiatras en el país para solventarlos) y sociológicos (una gran desconfianza se habrá generado, entre otras, a la hora de acercarnos a nuestros prójimos, no nos vayan a contagiar el bicho o algo extraño. Y mucho menos hacer grandes quedadas..., qué corra el aire... qué corra...).  
Pues sí, os mando todo mi cariño, todo mi afecto. Y os deseo lo mejor, sobre todo a quienes estéis sufriendo verdaderamente el virus en vuestra carnes, con familiares y seres queridos en el disparadero. 
En cualquier caso, deseo aclarar que no es mi intención ser agorero ni cenizo, ni tampoco entretener a la gente (quede clarín clarete, que se me ha visto....), sino reflexionar acerca de esta locura. Y de paso, si os apetece, que estas mis reflexiones, estos mis pensamientos os ayuden a reflexionar, a sacar vuestras propias conclusiones. Esta es mi idea al respecto. Y así entiendo la escritura, que sirva para la reflexión.
Kafka

Dicho lo cual (me apetecía aclarar algunas cosas), 1984 de Orwell da la impresión de que fuera una obra escrita en la actualidad, porque, ahora más que nunca, a resultas del Covid-19, estamos confinados en un estado de alarma, controlados por la Policía del Pensamiento (con el conchavamiento de chivatos y chivatas, propios de cualquier estado totalitario, que, si te sales de la raya, te atizan duro). Control estricto que, obviamente, es necesario, si deseamos hacer desaparecer o al menos espantar el virus, porque, si nos estuviéramos confinados, el virus seguiría campando a sus anchas. 
No obstante, me preocupa qué ocurrirá cuando todo haya pasado, que pasará, cuando nos den carta blanca para movernos, qué ocurrirá, lo cual entiendo que se hará de un modo paulatino, no de golpe y porrazo, para que no salgamos al ruedo... ibérico como auténticos toros de Mihura, embistiendo a lo que se nos ponga por bandera, o por capote. 
Me preocupa qué ocurrirá después del encierro. ¿Habrá un antes y un después? ¿Todas las aguas volverán a sus cauces? ¿Habremos aprendido o des-aprendido algo interesante, que nos sirva a nuestras vidas? ¿Renunciaremos al capitalismo salvaje en aras de una vida sencilla y natural? ¿Emprenderemos un viaje de retorno o sin retorno? 
Un amigo, otro, me envía hoy mismo vía guasap un sustancioso artículo, escrito por un doctor en psicología, titulado Tres Miradas y un destino, en el que nos dice: "Esta Odisea nos conmina a una travesía sin retorno. Lo crucial, cuando la emergencia de salud haya terminado, será decidir qué viaje hacemos". ¿Qué viaje deseáis emprender? ¿Qué viaje podremos o nos dejarán hacer?

Lo que parece evidente es que nos asestarán un golpe a nuestras economías, nos recortarán derechos y libertades (ay, la libertad, ese fantasma, que dijera Buñuel, esa quimera, de la que nos hablara el marqués de Sade, que se la pasó encerrado en prisiones y manicomios la mayor parte de su vida, precisamente por ser un librepensador), y tendremos que reponernos y recomponernos de este drama. Y me preocupa mucho, mucho, que los ultras -como ocurriera en los años veinte del pasado siglo- acaben haciéndose con el poder (es fácil contaminar a la masa con bulos, con falsedad, con todo tipo de trapacerías, la mentira acaba tornándose verdad para quienes se la tragan). Y entonces ahí que estamos perdidos. Habremos perdido la batalla, habremos involucionado y retrocedido en nuestros derechos y libertades, en nuestros salarios... en tantas cosas. Si eso ocurriera, que el escenario es plausible (no adelantemos acontecimientos, aunque cabe alertarlo), entonces sí que caeríamos de lleno en el pozo del control absoluto por parte del poder, de los poderes, quedando a su entero servicio, a su merced, como esclavos o títeres manejados a su antojo, a gusto y gana. Y ahí intervendría el Ministerio del Amor, precisamente para castigar los gestos de amor, el Ministerio de la Abundancia, para darnos la cartilla de racionamiento. O el Ministerio de la Verdad, para ofrecernos la Mentira, esa Gran Mentira, por lo demás, con la que llevan nutriendo nuestras ilusiones. Y qué nos creemos a pies juntillas. 
Esa Gran Mentira que nos viene anunciando, desde hace tiempo, el amigo escritor Eduardo Keudell. 

1 comentario:

  1. Por primera vez yo también estoy preocupado, Manuel, nunca por otra bacteria o virus pasó por mi cabeza nada semejante a lo que me está pasando ahora, será que este encierro-cuarentena -además de la virulencia de que este enano-miserable esbirro de bichito- me ha bloqueado mi sistema antiaéreo de seguridad y confianza, lo cual también me produce otra preocupación añadida. Y yengo a tus razonamientos y reflexiones, tienes todo el derecho, y es más, todo el deber de escribirnos tus escritos con notas y metáforas tan interesantes que siempre vienen bien para hacernos meditar -por todo lo que el contagio físico o psíquico nos dejará en nuestro cerebro- para elegir la dirección, el camino y los pasos, que si llegamos a buen puerto, deberemos tomar

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