domingo, 12 de enero de 2020

Túnez, calor y luz

Recupero este texto (y recuperaré otros acerca de mi reciente viaje a Túnez), que escribiera in situ durante mis 'vacas' en este magnífico país, que me ha enganchado de por vida. Un nuevo mapa afectivo se ha desplegado ante mí. Habida cuenta de que este blog ya no tiene mucha memoria. Y en espera de que pueda colgar al menos algunas fotinas hechas con mi móvil, os dejo, para quienes no hayas podido ver/leer mi muro de face, estas palabrinas acerca de Túnez. 
Este es el primero de una serie. 
Un viaje, una vez más, que me ha permitido reflexionar mucho, recorrer algunos sitios en los que nunca antes había pisado, descansar incluso, y sentir en cierto modo una forma de viajar diferente a algunas anteriores porque tomé como base el hotel Lella Baya en Yasmine Hammamet. Y desde ahí fui haciendo recorridos por el entorno y aun por toda la zona costera del noreste del país. 

 17/12/2019

Después de un finde en Madrid a todas margaritas (que dirían en el país de los cuates y encuatas, siempre tan presente Mexiquico), me vine a Túnez, que es país ya familiar, pues estuve en el mismo durante la pasada Semana Santa.
Y me quedaron ganas de volver, aunque en este caso a otros lugares, además de la propia capital, en la que ya he estado hasta en tres viajes, incluido éste último (el primero en un viaje enlatado, en el que nos llevaban literalmente de la mano, allá por el 2007, creo recordar. Guardo buen recuerdo de un tipo, científico él, Ezquerra, que llegó a conocer al poeta madrileño maragato Leopoldo María Panero). 
En esta ocasión me apetecía algo de calor. Calor y luz. Sobre todo luz, esa luz mediterránea que nos vuelve a todos pictóricos y entusiastas, alegres y saludables. Y amorosos. Y bellos. Del señor. De la señora. Es un decir o dicir, como decía (valga la rebuznancia de burriquín) uno de los tipos más burrines que haya conocido, que para más inri tuviera como profe (malísimo, es obvio) en la Facultad en Oviedo. Vaya fenómeno. 
Esa luz que es en definitiva, visto lo ya visto, belleza, salud y amor. Casi nada. Esa luz pictórica, cinematográfica, como si estuviéramos en una escena iluminada por el propio Storaro. Valga a modo de ejemplo. 


Por fin me animo a escribir algo en el face, en la cara oculta de la luna, como el discazo de los Pink Floyd (enorme este grupo, por el que sigo sintiendo auténtica devoción, me entusiasma su concierto en Pompeya), la cara de la media luna plateada. O roja en el poniente. Quería decir en el norte del continente africano, en el Magreb, en este país, que sin dejar de ser tierra islámica, aspira a ser liberal, dentro de lo liberal que se puede ser, ay, donde la religión es una forma de vida, que impregna todo, transversalmente.
Playa de Hammamet
De cabo a rabo. Y tiro porque me toca. 
Podría seguir en delirio, con el delirium tremens a cuestas, aun sin chupar del frasco. Alucinando mares y surcando cielos. Entré en trance como derviche. Giróvago. No lo puedo evitar. Quiero. Deseo levitar, volar, volar muy alto, tanto como me permita mi cuerpo espíritu, que todo es uno y due. Dos. Eso. Volar como cuando era un rapacín. 

Mi padre me enseñó a volar. Y mi madre también. Ellos, que son mi origen, me enseñaron a volar. A volar como cigüeña adonde "haiga" calor. ¿Os gusta ese haiga
Costa Hammamet

Mas uno venía a deciros que me vine [redundando o templando], quiero decir que he volado, que he viajado a Túnez, Tunis o Tunes (así suena en árabe). Y por una vez en esta historia, la historia de la infamia y la crueldad (Borges y Artaud sabían mucho de la infamia y la crueldad) me he allegado, cual turista enlatado, a un hotel de cuatro estelles, estrellas, perdón, no es para apantallar, sólo (le pongo tilde, como antaño, para diferenciarlo del solo de soledad) que una agencia ponferradina (podría decir su nombre, Álvaro y María son estupendos, Nautalia, eso mismo, así se llama la agencia de viajes) me lo recomendó, y acepté. 
Medina de Hamammet

María, que es una chica bien agradable, me lo sugirió. Y Álvaro, que es un hombre bien responsable, me convenció. "Aunque no duermas todos los días allí -apostilló Álvaro-, te merece la pena".
Si es que uno se hace viejo, che, y necesita confort, aunque desee en cierto modo salir de mi zona de confort, de mi espacio trillado.
Pues eso mismo, la agencia me propuso un hotelazo (a mí me lo parece, se nota que soy un paletín o estoy habituado a cositas modestas, incluidos hostels, pensiones, hostales) en Hammamet, que es zona costera, con esa luz amorosa, que teje sensaciones buenas y bellas. 
Aunque hoy amaneciera un día nomás grisáceo. Un hotel, el Lella Baya, para más señas al borde del mar, de la playa, en la zona de Yassmine o Yasmine Hammamet, algo alejado del centro histórico, de la Medina de Hammamet (a unos diez kilómetros, casi casi como de Noceda a Bembibre), pero el transporte funciona bien. Incluso los autobuses van estupendamente. Y cuestan muy muy poco. También se pude tirar de taxi o bien taxis o minibuses colectivos. Uno se va apañando bien.
La llegada al aeropuerto de Túnez capital fue a altas horas de la madrugada (bueno, sobre las dos de la mañana del lunes 16, pero allí estaba alguien esperándome para transportarme hasta el hotel, que queda a casi una hora de ruta, en realidad, tuve que preguntar por mi cochero/carruaje. No tardó en aparecer el tipo encargado de conducirme a mi destino).

Hoy mismo me he acercado a la capi, para recordar otros tiempos. Y hasta he tenido el gustazo, el enorme placer, piacere, de hacer de guía a una pareja de argelinos, amables y educaditos. Bueno, sólo hablaba el tipo, economista, me dijo, porque su chica se limitaba a sonreír, y poco. Los encaminé al hotel Tej, al ladito del gran hotel África. Pero el Tej, donde estuviera alojado este menda el pasado mes de abril, les pareció caro. Es bien asequible para un españolito. Eso creo. Pero al economista argelino se le antojó caro. Y se fueron a otro. Vaya rollito os estoy soltando, madonna mía. Ya libre (el buey suelto bien se lama o lambe, como dien en mi pueblo) me dispuse a recorrer la medina. Dejándome ir, fluyendo. Hermoso verbo: fluir. Mientras compongo o entamo este discursillo, sigo con mi birra en el resto, quiero decir el restaurante, que me afranceso, joder, del hotel, cuyo interior parece que fuera diseñado por Gaudí. Gaudí en Capadocia. Como una sagrada familia islámica y un algo estalactítico y estalagmítico, valporqueriano. ¿Se dice así? El Lella Baya me recuerda a las cuevas de Valporquero, aunque el hotel se note artificial. 
Continuare. Que me pongo pesado. Y ser pesado es horrible. Lo peor, como se dice ahora. A ver si me está afectando la cerveza.
Postdata: Os dejo alguna fotina de Hammamet, del hotel, de Túnez. Hechas con la mierda de cámara del móvil. Por fortuna, guardo algunas en mi nueva cámara Nikon, mi camarón de la Isla. Que ya os enseñaré algún día cuando las descargue. Ahora confórmenseme (vaya palabro) con estas. Salud, amor y República.

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