jueves, 16 de enero de 2020

Preguntadle a las diosas

Preguntadle a las diosas por la estrella de Oriente. Las estrellas, que también son diosas, os guiarán a través de la Vía Láctea hasta el mismísimo portal de Belén, la Tierra prometida, convertida desde hace tiempo en un polvorín, que no en un polvorón de Navidad.
Preguntadle a las diosas por Jesús de Nazaret, y de paso decidles que la historia de la infamia, el teatro de la crueldad se repite en este universo finito e ilimitado, pues no linda [de lindar, de lindes, no de hermoso] ni con Cristo bendito hecho hombre.


Preguntadle a las diosas si el universo es finito o infinito, si seguirá en expansión hasta reventar como una granada, como revientan en la Tierra prometida y encarnizada. Y entonces el espacio tiempo se diluirá, incluso desaparecerá.
Preguntadle a las diosas, oh Reyes de Oriente, si el sol seguirá poniéndose por el Poniente [valga la redundancia], en ese Occidente hiper-capitalizado, donde los dioses comercian y hasta trafican con el dinero, con los seres humanos, con las armas, con todo lo habido y por haber bajo la capa de las estrellas, mientras los pobres mueren como moscas en medio de la barbarie y la hambruna, en mitad de la nada y el vacío más absoluto.
Preguntadle a las diosas, queridos Reyes, si el mundo logrará alcanzar algún día el fantasma de la libertad, la quimera de la igualdad, la empatía de poder ponerse en la piel del Otro.
Y por último preguntadle a las diosas si este año podremos seguir en paz y en armonía con el yo y con el tú, con la salud rebosante de las cascadas de miel y dátiles en los oasis que aún existen en los desiertos de la Tierra Santa.

Preguntadle a las diosas, ay, preguntadle a las diosas. 

3 comentarios:

  1. Manuel, las diosas, que hermanas son de las estrellas del firmamento, que en su día, dice la ficción de los magos de Oriente, acompañaron a éstos para acercarlos al establo donde venía a la Vida, como tu bien conoces, Jesús de Nazaret.
    Y precisamente, esta judío, descendiente de la estirpe del Rey David, vino al mundo con una misión. Esta misión consistía en devolverle la dignidad a todos los humanos. Todos sin excepción. Y dio la libertad para seguir sus consejos, llegando, finalmente, a morir en un madero, por todos aquellos que no quisieron, no quieren y nunca querrán respetar de igual a igual a su semejante. Bien por codicia, bien por envidia, bien por ignorancia o bien por cualquier otra circunstancia de considerarse superior y despreciar al otro.
    Ellas no saben si algún día el sol cambiará el lugar por donde nace en este Tierra de todos, porque ellas no han sido las hacedoras del Universo. Lo que sí saben es que el propio hombre, por naturaleza, tiene la libertad de hacer el bien o hacer el mal. Y aunque muchos, seguidores o no de Jesús de Nazaret, hacen el bien, otros muchos hacen el mal. No entienden que todos tenemos la misma dignidad, blancos o negros, rojos o azules, heteros u homos, del Madrid o del Barça. Y claro, esos que no admiten ni permiten esas premisas, que tú, Manuel, que tan bellamente expresas como siempre, les hagan responsables de que personas buenas como tú escriban con ese sentimiento que te honra.
    Agradezco, y no sabes cuánto, tus palabras.

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  2. Yo creo que las mejores respuestas se las pueden ofrecer Atenea, la más sabia y Afrodita,que si ésta última no lo soluciona todo, es que no hay solución.... :-)

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  3. Gracias, Fernando y Àngels, por vuestro comentarios. Me encantan.

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