Agradezco, querida amiga Manuela, que te hayas tomado la molestia de reseñar mis Mapas afectivos. Un gran placer. Y una gran alegría. Por fin (y después de tanta muerte) puedo reconciliarme con la vida, con instantes de belleza y felicidad, los que me procuran tus palabras cariñosas.
Vivimos tiempos apresurados. Y que alguien dedique su tiempo a los demás me parece un gesto hermoso. Tus palabras me resultan entrañables. Me alientan para seguir en la senda de esta vida, en busca de tiempo, nuestra sangre, tras las dunas de la amistad y el amor, recorriendo la Tierra.
Me alegra que te hayan dejado huella estos viajes por el mundo "alante".
Seguiremos soñando.
Rozan mis ojos, / las mágicas arenas de un libro. / Viajo por sus páginas, / a lomos de una sutil pluma. / (Pluma aquí, por bolígrafo o, / lo más seguro teclado). / Vuelo sobre el horizonte / de la amistad, del buen sabor, / que dejan las fibras / de los que acogen al viajero / como si fuera uno más, y lo es, / en la gran familia del universo. / Hay verdades en las líneas, / que dejan huella en el lector. / La amistad, los afectos, / van dando paso a párrafos / en los que el lector, vive / la calma y la sed de conocer / que tiene Manuel Cuenya, / autor de “Mapas afectivos”. / Mapas con ciudades y pueblos, / que dan cobijo con su historia / al hombre, al hombre y a la vida / que brota en la mirada del autor. / Al hombre y a la naturaleza, / que nos muestra Cuenya, / con la sensible pureza / del que ve por primera vez. / Mapas afectivos es como un árbol, / del que brotan sueños nuevos. / Es un sueño que hay que recorrer.
Quieren ser los versos precedentes un “gracias” a Manuel Cuenya, por este libro sereno y amigo. “Mapas afectivos” nos muestra un viajero sensible y abierto a saborear los rincones y las vibraciones que se sienten al caminar por lugares antes no vividos, o los ya vividos, pero en otras circunstancias y momentos, ya se sabe aquello del río, creo que lo dijo Heráclito, “nunca el agua es la misma”.
El libro de Manuel Cuenya, “Mapas afectivos”, ha sido una lectura preciosa para el fin de semana. El libro nos da alas para conocer los espacios y los tiempos en los que el autor nos muestra también, su fibra literaria y poética. Manuel viaja con los ojos puestos en las almas de las cosas y de las gentes, en las almas que la naturaleza va cincelando en sus paisajes. Las almas escondidas en las memorias de los que antes surcaron esas rutas.
Viajar nos transporta a dimensiones guardadas en las hélices de la genética, que ya en sí es el viaje más extraordinario. Transporta a los caminos que el hombre dará cuando llegó a la calma. Si escribo al revés los tiempos verbales, porque creo que eso es viajar, ir y volver, venir a donde otros han sido por nosotros. Devolver a los que seremos, caminos llenos de vida. Como también viajar es agradecer a Manuel Cuenya, en este caso concreto, los lugares por donde he circulado este fin de semana. La verdad es que sin salir de casa, he vivido, comido y paseado por rincones tan distantes como Marruecos o Méjico, también he conocido secretos muy cercanos, a tiro de piedra se puede decir. En definitiva, que hoy lunes, cuando escribo estas líneas, les animo a viajar con “Mapas afectivos”.
Manuela Bodas Puente – Veguellina de Órbigo.
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