jueves, 15 de febrero de 2018

A mi querido amigo Fermín López Costero

Querido amigo Fermín: 

Desde aquel día, en que me dijeras que estabas en tu última etapa, no he dejado de pensar en ti, de pensar en lo breve y efímera que resulta la vida, esta vida en la que tanto nos complicamos, a veces por tonterías (en verdad hay muy pocas cosas importantes, una de ellas, la más importante, la salud, nuestra salud, pues sin salud no somos nadie), mirando siempre (o casi siempre) hacia otro lado, entreteniéndonos (en el mejor de los casos) en hacer lo que nos gusta (la escritura y la lectura, como era tu caso). 
https://cuenya.blogspot.com.es/2018/01/es-cuestion-de-tiempo.html
La vida, sí, es algo que pasa mientras estamos haciendo otra cosa, mirando para otro lado, para el pasado (lo que suele procurarnos depresión o bajo estado anímico) o para el futuro, siempre incierto y me atrevería a decir inexistente (lo que nos lleva a la ansiedad, que muchas veces se transforma en estrés y hasta en infarto). 

Vivimos de prestado y cuatro días, a veces mal contados, entrañable amigo Fermín, que te nos has ido, ya para siempre, aunque tu espíritu seguirá en mi corazón, en mi alma, al menos mientras me quedé un soplo de vida. 
Me hubiera gustado haber vuelto a hablar contigo, decirte algunas cosas, incluso verte, pero yo tampoco tuve ya la fuerza para ir a verte al hospital, porque sabía, sé, que me desmoronaría. Y eso a ti no te haría bien. 
Quería y quiero conservar tu imagen apuesta, elegante, tu figura de fino sentido del humor, del buen talante literario. 
Tú eras y seguirás siendo un excelente escritor, un microrrelatista de lujo, al que espero rendir homenaje en las próximas clases de literatura que imparta en el Campus de Ponferrada. Tú mismo ibas a impartir algunas clases. ¿Te acuerdas? Claro que te acuerdas porque cuando me llamaste para decirme que habías empeorado, que no te sentías bien (eso fue en diciembre, yo estaba dando clases en León), se me paralizó el reloj. 
Todo se truncó al verte ya tocado y hasta estocado por la maldita, la puta enfermedad de mierda que es el cáncer, esa lacra que nos está matando a todos poco a poco, que va minando nuestro carácter y sentido de la vida. 
En estos momentos, de profunda tristeza, me resulta complicado poner un punto de humor a la vida, como tú siempre has querido, con tus cuentos, con tus escritos breves y no tan breves, con tus libros, que quedarán para siempre, incluso dedicados por ti. Mil gracias, amigo Fermín. 
Fue un enorme placer el haberte conocido y compartido contigo tantas aventuras literarias, tantos y tan buenos momentos, encuentros... 
Recuerdo, como si fuera hoy mismo, cuando nos conocimos. Yo acababa casi casi de aterrizar en el Bierzo, después de haber estado durante años fuera de España. 
Comenzaba a colaborar con el Diario de León, allá por el año de 1999. Y un buen día me llamaste por teléfono a Noceda, a mi útero. Entonces, yo no andaba con móvil. Era otra época. Te respondió mi madre. Me dijo que me había llamado un tal Fermín. Hasta que descubrí quién eras tú. Y al final nos pusimos en contacto. 
Me contactaste porque te gustaba mucho aquello que escribiera para ese medio. Qué bueno. Me alegra. Y me descubriste el Bierzo literario. Eso siempre te lo agradeceré, porque yo estaba alejado (en el espacio literario) de mi tierra, de nuestra comarca del Bierzo, por la que tanta devoción sentimos. Y descubrí tu forma de escribir, tu estilo, tu arte, tu humor mortuorio también (con esos muertos que se nos aparecen, muy en el estilo del gran Rulfo), el arte de la brevedad, de la síntesis/concisión, de la precisión lingüística, de la economía narrativa (que nuestro maestro Antonio Pereira tan bien ponía en práctica). Y me encantó. 
En realidad, no quiero despedirme de ti, sólo enviarte un entrañable abrazo, un cálido y fraterno cariño a esa otra dimensión, que algún día también conoceré. 
Con la mirada perdida y emocionada, te arropo con mi afecto. Y me quedó con tu espíritu, que siempre llevaré en el mío, en mi corazón. 

1 comentario:

  1. Me sumo absolutamente con el amigo Cuenya al profundo lamento de que nos haya dejado, aunque solo físicamente, Fermín. Yo también le tenía y tengo en gran estima. José Carralero

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