lunes, 28 de agosto de 2017

Den Haag: tras las huellas de Spinoza

Como su vecina Rotterdam, Den Haag (La Haya) es un modelo de ciudad vanguardista, con una arquitectura sorprendente, empezando por su estación central de trenes, "una catedral de luz" y de vidrio, adonde llega también la RandstadRail, no sólo trenes sino el metro proveniente de Rotterdam, todo un lujo, que queda a menos de 30 kilómetros de la sede del gobierno holandés y residencia de la realeza. 
RandstadRail en Estación Central de Den Haag

Recuerdo la primera vez que puse los pies en la misma, hace ahora un montón de años. A decir verdad, todos los indicadores mostraban Den Haag (quizá también pusieran The Hague, no recuerdo), con lo cual me resultó algo complicado entender que la ciudad que buscaba era Den Haag y no La Haya, como decimos en España. 
Estética Mondrian

Ya lo he dicho en alguna ocasión, me parece un grave error eso de intentar traducir nombres de ciudades y personas a otras lenguas, cuando debiéramos dejarlos tal cual, en lengua vernácula. ¿No os parece? Por eso viajar nos orea el alma y nos abre las entendederas. Y por supuesto, cuando uno viaja a algún lugar, sobre todo si viaja con los cinco sentidos, amén de alguno extrasensorial, graba a fuego, en la retina de su memoria, lo que ve, lo que siente. Tan fundamental el viaje, los viajes, para conocer el mundo en que vivimos, pues a menudo conservamos tópicos, clichés... que en nada se parecen a la auténtica realidad.
Viajar para dejar de mirarnos al ombligo, quitarnos la caspa y alejarnos como de la rabia de los nacionalismos idiotas (valga la redundancia). 
Después de tantos años, regreso a Den Haag, y me encuentro con una ciudad que apenas reconozco. Las ciudades (que son organismos vivos) como las personas cambiamos más de lo que creemos, al menos en nuestro aspecto físico, nuestra apariencia, otra cosa es el interior, que, en todo caso, siempre se mostrará como exterior para quien sepa y pueda observarlo con detenimiento y sentido crítico. Bien es cierto que en mi primera visita me dediqué a visitar el famoso Madurodam (con lugares emblemáticos de Holanda en miniatura) así como el Mauritshuis, donde me quedara hipnotizado, impresionado ante Lección de anatomía, de Rembrandt.
Chinatow en Den Haag

En realidad, ese era mi objetivo primordial, el poder ver en vivo y en directo este magistral cuadro del gran maestro de la Edad de Oro holandesa, porque tampoco me quedé mucho tiempo en el museo. Aquí también hay, entre otros, cuadros de Rubens, Hals (cuyo museo puede visitarse en la ciudad holandesa de Haarlem) o el propio Vermeer (véase sobre todo La joven de la perla y Vista de Delft)He de confesar que me acaba aburriendo pasarme mucho tiempo en un museo, intentando ver muchas cosas. Prefiero ver algo puntual con calma y dejar el resto, por si hubiera otra ocasión. Creo que no es conveniente saturarse, empacharse, porque, entre otras razones, a uno no le queda nada en su cerebro.
Bubble tea en restaurante cantonés de Den Haag
Tanta saturación acaba por convertirse en ruido indescifrable. También recuerdo que me encaminé hacia la costa, 
Scheveninge, que siempre procura buenas vibraciones, aunque el agua de la playa estuviera fría como un témpano. Ni que decir tiene que aquella primera visita fue en época estival. Como lo ha sido este reciente viaje. 
Cuenta el escritor villafranquino Gil y Carrasco en su Último viaje que en La Haya (El Haya) fue a Scheveningen, "a la orilla del mar, donde está el hotel de los baños... la mayor diversión fue ver el mar (romántico que era nuestro autor), que venía a estrellarse con bastante violencia en las dunas o montañas de arena...". 
Casa de Spinoza

Aparte de su aquitectura modernista o posmodernista (conocida también por su estética Mondrian, museo incluido), me sorprendió su barrio chino (Chinatown), en pleno centro, con sus puertas chinas, su ambiente y sus restaurantes, donde se puede comer rico. Deliciosos los bubble tea, una bebida de origen taiwanés, que recuerdo haber probado por primera vez en la ciudad canadiense de Vancouver, tan exótica y oriental. Un restaurante cantonés acaba siendo una estupenda elección. 

Lo que ahora es el barrio chino de La Haya fue en tiempos, antes de la segunda guerra mundial, el barrio judío, donde también se halla la casa (número 72-74 Paviljoens­gracht) donde viviera el filósofo Spinoza antes de su muerte, tal como reza en una placa. 
Enfrente, en un parque/jardín, se erige la estatua de este librepensador, que se apartó de la religión (sabio que era) para abrazar una filosofía materialista, como bien sabe el amigo filósofo Pablo Huerga, quien también viajara tras las huellas de Spinoza (sobre lo que hablaré en otra entrada). 
El principal motivo de este viaje a Den Haag, en realidad, era acercarse a la figura de este gran filósofo judío sefardita, para más señas de origen español, aunque se haya hablado de que era de ascendencia portuguesa. Se sabe que su padre se llamaba Miguel de Espinosa. Y Spinoza hablaba y leía en español. 
Resulta, cuando menos curioso, que al ladito mismo de la casa de Spinoza, en la Doubletstraat, está el barrio rojo de La Haya.  El controvertido barrio rojo, pues la prostitución, aunque forme parte de la historia de la Humanidad, no está bien vista, aunque todos y todas, en cierto modo, contribuyamos a que continúe la historia universal de la infamia. Y vendamos, sino nuestro cuerpo (a veces también, que nadie se rasgue las vestiduras de santones) sí nuestro espíritu, nuestra mente, nuestra alma. 
El propio Spinoza era consciente de que el cuerpo está unido a la mente. No hay una separación entre ambos. “La mente humana es la idea del cuerpo humano”. El capitalismo salvaje nos ha convertido en autómatas, objetos de intercambio. El capitalismo se nos revela como un enorme escaparate en el que todo se compra y se vende. En todo caso, lo importante es que cada cual pudiera ejercer su libertad (tan difícil, habida cuenta de que la libertad es una quimera, como dios), que cada cual pudiera decidir lo que hacer con su vida, sin imposiciones, sin coacciones ni esclavitudes. Pero, por desgracia, estamos esclavizados. Y se impone la coerción como un modo de control bestial. El miedo y la esperanza, que nos obligan a renunciar al presente a cambio de un futuro anhelado, nos convierten en siervos, en esclavos. Algo así decía Spinoza, quien, por sus ideas preclaras y avanzadas, fuera expulsado de la comunidad judía, desterrado de su ciudad natal, Ámsterdam, y perseguido, porque  no creía en la trascendencia  ni en la salvación, ni siquiera en dios, al menos como era entendido en su época. En todo caso, era consciente de que la religión servía para reforzar y consolidar el poder, el poder político, gubernamental. Pero todo esto requeriría de un análisis más exhaustivo. 
El autor de la Ética, cuya mente/cuerpo impregna Den Haag, llegó a escribir que: Si los hombres fueran libres, no se formarían, en tanto siguieran siendo libres, ninguna idea sobre el bien o el mal”. 
Su tumba, situada en el jardín de la Nieuwe Kerk de esta ciudad, aparece repleta de flores, cual si el filósofo del siglo XVII -que por fortuna ha sido rescatado del olvido- hubiera fallecido recientemente. Una lápida sobre el césped y un mural con su rostro, incluida la palabra Cavte, nos indica el lugar donde suponemos que enterraran a este filósofo proscrito que naciera en Ámsterdam, la llamada Jerusalén del Norte, adonde fuera a parar una gran comunidad judía. Esto también daría para otro texto. 


La luz, que tuviera Spinoza, ilumina su tumba. Uno se queda pensativo: la muerte es nuestra única certeza. 
En mi recorrido por Den Haag me topo con un bar, Pavlov, que me hace salivar, como el perro que condicionara el fisiólogo y psicólogo ruso. 
Es evidente que la filosofía y la psicología me han ayudado a visitar esta ciudad holandesa. 

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