sábado, 12 de noviembre de 2016

Mapas afectivos en la mirada de Tomás Álvarez


Agradezco a Astorga Redacción, y en concreto a Eloy Rubio, que haya reseñado esta presentación de Mapas afectivos el pasado jueves en la capital de las mantecadas. Y por supuesto toda mi gratitud y cariño para el periodista y escritor Tomás Álvarez por tomarse con tanto entusiasmo y dedicación, tanto este libro de viajes como mi propia persona. Me alegra mucho, querido Tomás, que tú hayas ejercido de cicerone en La Ergástula, mostrándonos tu saber, tu modo de estar en el mundo, tú que eres gran viajero y contador de viajes. Un honor, un placer y un lujo para mí contar contigo. http://www.tomasalvarez.com/mapas-afectivos-manuel-cuenya.htm
La presentación fue realmente bien, con mucha gente cercana (Armando, Lidia, Gloria, Desi, Joaquín, Abel, Carlos...), con un auditorio inquieto, participativo, que nos habló también de sus espacios afectivos, como hicieran Isidro (con la ciudad de Berlín), Victorina (con Bruselas, en concreto un bosque que existe a las afueras de la capital belga) y el propio Tomás, enseñándonos los contrastes brutales de la ciudad india de Bombay, donde conviven lujosos edificios y adineradas gentes con el submundo de las prostitutas y los desarrapados de la sociedad. 
¡Si es que el mundo llamado Tierra está hecho un asquito!, se mire por donde se quiera. 
Y ahora los Estados Unidos estará bajo la tutela de un psicópata, un descerebrado, un ególatra, dispuesto a cometer cualquier barbaridad. Qué los dioses y las diosas nos cojan... confesados, a nosotros (me gusta este mayestático) que tan poco nos gusta rezar, descreídos y escépticos ante tamaños desaguisados que en el mundo son. 

Astorga Redacción
12/11/2016

El mundo en la mirada de Manuel Cuenya


  
El periodista Tomás Álvarez presentaba este jueves en la Ergástula el libro de Manuel Cuenya, 'Mapas afectivos'. Un libro de viajes a la antigua usanza, a la manera de Wilhelm Meister de Wolfgang Goethe, una historia de maduración, una instrumentalización del viaje para llegar a sí mismo, un si mismo ya de ahora como otro. Proponemos la lectura de la presentación de Tomás por ser una breve pero magnífica introducción afectiva al libro de Cuenya.

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La Ergástula es un espacio que invita al recogimiento, al encuentro con el conocimiento y la historia. Es el punto mágico de la ciudad. Parece hecho para meditar en él y sentir una poderosa energía telúrica.

En este mundo de prisas y estrés, miles de personas buscan ámbitos como este, propicios para encontrarse consigo mismo. Algunos viajan hasta Machu Pichu o a Stonehenge. Hay ciudades que han reservado iglesias para que los paseantes detengan sus pasos y tengan un centro de meditación, sean de las creencias que sean. Recuerdo una capillita en Zurich (Fraumunster) desnuda de decoración interior. Sólo unos bancos y una luz tamizada por las vidrieras, de Marc Chagall. La Ergástula podría ser perfectamente así; un ámbito en el que el recién llegado sólo necesita un banco de madera y una luz tenue que le permita sentirse a sí mismo, el vigor de la piedra y el rumor de la historia.

Este es el clásico espacio cargado de energía e historia de esta ciudad bimilenaria por donde pasan escasos turistas. Estoy seguro que cuando Manuel Cuenya escriba su visión de Astorga no lo hará sin antes meditar en la Ergástula.

Hablando de viajes y mundo, recuerdo a veces una frase, oída de labios de mi madre, pronunciada por una mujer de Cogorderos cuando viajó por primera vez hasta Astorga, en el coche de línea.

Como todos sabéis, el valle del Tuerto avanza entre montes hasta llegar a la altura de Fontoria. Allí se expande, al encontrarse con la corriente del río Porcos, y poco más adelante se empiezan a ver al fondo las torres de la catedral de Astorga.


Pues bien, hace un montón de décadas, cuando la propia catedral estaba aún desmochada por mor del terremoto de Lisboa, la vecina aludida al ver que el valle se expandía a uno y otro lado y que a lo lejos, sobre el horizonte, emergía una torre catedralicia, cuadrada y poderosa, exclamó pasmada: “¡Oh Dios! ¡Oh Dios! ¡Qué grande ye el mundo!”

Y es que –amigos- el mundo no cabe duda es grande, aunque a Manuel Cuenya parece habérsele quedado pequeño por sus ansias de verlo todo, de olerlo todo, oírlo todo, tocarlo todo...

…Y fruto de sus ansias por conocer espacios del mundo es este libro, apasionado, subjetivo, cargado de emoción, en el que el lector recorre los paisajes de diversos continentes y a través de las callejas de las ciudades, descubre olores y sonidos, percibe huellas de Miguel Torga, Dickens, Pessoa o Valle Inclán.

Y lo curioso –y magnífico- es que al final del libro, acabamos descubriendo no sólo a Vancouver, Estambul, Ámsterdam o Berlín, sino el alma nómada y poética del propio viajero.


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Manuel Cuenya no ve, mira.


Mientras que ver viene del latín ‘videre’; mirar viene de ‘mirari’, admirarse. Ver es una capacidad física. Podemos ver un edificio pero no “reparamos en él”. Mirar es algo más, implica atención deliberada. Voluntad.

Quiero recordar aquí la frase de Marcel Proust de que “El verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes sino en tener nuevos ojos”. 

Evidentemente, Proust está asociando el verdadero viaje a la mirada.

Cuando Cuenya acude a Pontevedra, a Estambul, Essaouira o Matavenero, no va como un turista normal sino como un explorador, y en esa tarea del explorador no viene provisto de una guía monumental, ni de un callejero. A lo máximo, lleva una descripción de Goytisolo o un texto de Llamazares. Y mira, escudriña y siente. Mira a su entorno, indaga y siente. Siente los olores del taller de los curtidores, las esquilas de los rebaños, los sones de gaitas de algún grupo portugués o la voz cristalina de la griega Eleftheria. 

Cuenya es de Noceda del Bierzo. Es un nómada que ha viajado más cargado de curiosidad que de finanzas, es un buscador de emociones, dedicado a conocer, enseñar y escribir. 

Ha trabajado de profesor en la Escuela de Cine de Ponferrada (Universidad de León), en México y Francia. Imparte clases de teatro y escritura creativa en la Universidad de León. Es editor de la revista ‘la Curuja’ y ha escrito –aparte de este- otra serie de libros como Viajes sin mapa, Trasmundo, Guía de Bembibre, el Bierzo y su gastronomía y la fragua de Furil. Asimismo, ha participado en otros libros colectivos y colabora regularmente en La nueva Crónica e Ileon. También ha hecho alguna cosa bella en Guiarte.com.

Y ahora saca sus ‘Mapas afectivos’ en los que nos descubre paisajes de diversas partes del globo, empezando por Norteamérica. Descomunal su trabajo sobre México.


En la Península Ibérica se ciñe al cuadrante noroeste, a lo que es el antiguo reino de León; la Galicia que decían los romanos y las crónicas árabes. En este cuadrante se incluyen los territorios portugueses del Viejo Reino, con Oporto y Tras os Montes.

Nos lleva Manuel también por ciudades europeas como Ámsterdam, Londres y Berlín… y la increíble Estambul. Por fin, cierra su obra con el norte de África (El Atlas, Marrakech, Fez, Esauira…) un territorio especialmente querido, en el que encuentra destellos medievales y andalusíes y aún del mismo Morredero.

Para el escritor, es fundamental acudir al encuentro de cada ciudad “siempre con los cinco sentidos, en un intento cognoscitivo por degustarla, olerla, tocarla, escuchar su latido, y su temperatura, no sólo ambiental sino afectiva”. Y así lo hace.

Llegados a este punto, no voy desvelar más. Le dejo la palabra a él, no sin antes volver a recomendar su libro, un libro cargado de belleza, poesía y conocimiento. Porque Manuel es un hombre culto que, además, sabe mirar… y contar. Gracias por habernos revelado tus mapas afectivos.

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Una vez finalizada esta presentación, fue el propio autor el encargado de desvelar los afectos sentidos en los viajes que narra en su libro. Para, a continuación, dar cabida a las afectividades viajeras de algunos de los asistentes, quienes se fueron animando a narrar la experiencia emocionada de algunos de sus viajes. Durante la presentación de la obra, se pudo disfrutar así de una amplificación del libro, un libro que se hace plural desde aquel momento en que la autoría se abre a incorporaciones que le vienen de afuera . Una visión de Berlín, una de un bosque umbroso, hasta ahora inapreciado en Bruselas, y una mirada descarnada y solidaria de Bombay en la la India, fueron sumándose a las crónicas viajeras y apasionadas de Manuel Cuenya.


http://astorgaredaccion.com/not/13502/el-mundo-en-la-mirada-de-manuel-cuenya/

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