martes, 6 de octubre de 2015

Isla del Bierzo

Este artículo escribía para Diario de León hace años, unos diez, al que ahora doy otra vez vuelo porque tengo la impresión de que estuviera vivito y coleando.               

                                                                            
         El Bierzo es una cubeta sedimentaria del Terciario y Secundario, de características similares a la cuenca de París, esto es L’île-de-France, la enorme periferia parisina, que se extiende por el Oeste hasta lugares tan turísticos como el Reino de Disney, en Chessy Marne-La-Vallée.
         Geológica y morfológicamente somos casi iguales. Tenemos un cuerpo en forma de hoya o cazuela que se parece a la Isla de Francia. Mas el Bierzo es una olla a presión a punto de saltar por los aires. 
         En nuestra ínsula también contamos con un río, el Sil, que hace las funciones de Sena, aunque en el Sil no haya barcos mosca o bateaux mouches que nos brinden la oportunidad de darnos un garbeo turístico por esta comarca leonesa. A decir verdad, al Bierzo le vendría  bien un poco de turismo fluvial.  
Thalys en la Gare du Nord de París
   
         Nuestra comarca es una pequeña isla si la comparamos con la francesa. Pero no deja de ser una isla en medio de unos mares de secano, espejismo que se colorea con los pinceles de la realidad cual pintura impresionista.
El Bierzo desde las peñas de Ferradillo


         El Bierzo es una isla maravillosa en la que se cuecen botillos con cachelos, si bien estamos apartados de la tarta de chocolate y las golosinas que saben a poder. Y todo nos queda a desmano, incluso la noble capital leonesa se halla lejos de nosotros. O nosotros de ella. Y Valladolid parece inalcanzable en el horizonte castellano y estepario. Ancha y distante está y es Castilla. Dicho así podría resultar exagerado. A veces las exageraciones a primera vista encubren verdades palpables, con olor a cuerno achicharrado. Las apariencias no sólo ocultan verdades sino que también las desvelan.  En esencia, no hemos abandonado la caverna platónica, y seguimos prisioneros del mito, al que le cuesta hacerse logos, esclavizados a esa dialéctica del regressus que nos impide progresar al ritmo adecuado y subirnos al tren de gran velocidad. Cuando nos toque de veras,  acaso será de gusarapo flipado, o cucaracha tullida,  a la que le faltará maría y aun otros habanos que fumar. “Un trazado de velocidad alta... que a la vuelta de unos pocos años se revelará como de una obsolescencia integral”, según Roberto Arias. Cuando nos llegue esta velocidad, los franceses ya estarán con unas aceleraciones que podrían meternos vértigo.
Bierzo brumoso y mágico


         Una vez más los bueyes vanguardistas de esta Europa de tiburones van por delante de nuestras insuficiencias treneras. Y la Isla de Francia goza, desde tiempos de Maricastaña, de una red extraordinaria de comunicaciones. El tren y el RER llegan a todos los rincones. Uno, que tiene el culo pelado de trotar en  burra por los rincones bercianos, agradecería que al menos nos obsequiaran un trenecito que fuera algo más que un chucuchú. Doy por descontado que muy tarde llegaremos a un train à grande vitesse

1 comentario:

  1. En muchas ocasiones es bueno echar mano de la memoria histórica.
    Gracias Manuel por devolvernos este relato

    ResponderEliminar