"El
mejor modo de pasar la nochebuena es estar solo en una bella ciudad europea que
antes no conocíamos.
Observar a la gente feliz, o que lo parece, y no formar parte de su alegría, estar fuera.
Luego cenar pronto, antes de los fastos creyentes, en cualquier bar.
Pasear por las calles nocturnas, cada vez más vacías, llegar al hotel en la medianoche.
Escuchar a Bach, tal vez ojear un libro de textos breves.
Sentir una honda, imprescindible, algo ruda libertad.
Acostarse no muy tarde, tan lejos de todo: sentir ese placer misterioso".
LUPICINIO FÍLFEZ, ensayista y poeta.
Observar a la gente feliz, o que lo parece, y no formar parte de su alegría, estar fuera.
Luego cenar pronto, antes de los fastos creyentes, en cualquier bar.
Pasear por las calles nocturnas, cada vez más vacías, llegar al hotel en la medianoche.
Escuchar a Bach, tal vez ojear un libro de textos breves.
Sentir una honda, imprescindible, algo ruda libertad.
Acostarse no muy tarde, tan lejos de todo: sentir ese placer misterioso".
LUPICINIO FÍLFEZ, ensayista y poeta.
El
texto de Lupicinio Fílfez, o sea de César Gavela, me ha despertado estas
palabras, a propósito de la Nochebuena.
El mejor modo de pasar la noche buena,
querido César, es estar con una bella y afectuosa compañía. Ser feliz
observando a la gente feliz que uno quiere. Cenar pronto o tarde, eso no
importa, pasear o bien acurrucarse al amor de la lumbre, escuchar música
vibrante y placentera: el oratorio de Navidad de Juan Sebastian Bach, está muy
bien, pero podrían ser también otras músicas posibles,
leer algo o nada, escribir un aforismo, una greguería, incluso un micro, o
nada, sentir, eso sí, sentirlo todo de todas las maneras, sentir la libertad,
algo imprescindible, volar aunque sea en sueño, acostarse con las palabras
acariciadoras, siempre en dulce compañía, sentirlo todo... el placer inmenso de
estar vivo, gozar de salud y tener la temperatura afectiva adecuada, al lado de
un brasero, que procure asimismo la temperatura ambiental necesaria, mientras
afuera nieva con esplendor navideño. Y para rematar la velada de la nochebuena,
lo mejor, lo más saludable es dormir sereno, en paz, con la placidez de los
ángeles (o las ángelas) y soñar, eso sí, con mundos hermosos y posibles.
Gracias, amor, por estar
ahí.
Gracias eternas por éste regalo de vida que me ofreces cada día. Gracias por ser, por estar, gracias al momento y al lugar que nos unió y a cada mañana que encuentro tu sonrisa.
ResponderEliminarGracias por tu magia, por hacer éste mundo hermoso y posible.