lunes, 28 de mayo de 2012

Acerca del diálogo y la dialéctica




“En España no se dialoga porque nadie pregunta, como no sea para responderse a sí mismo. Todos queremos estar de vuelta, sin haber ido a ninguna parte. Somos esencialmente paletos”. Así de a gusto se despacha Antonio Machado en su Juan de Mairena, libro de obligada lectura, sobre todo para aquellos que han perdido el norte, el sur, el este y aun el oeste. 

No le falta razón a Machado. En España seguimos siendo esencialmente paletos (aunque no conviene caer en generalizaciones). Prueba de nuestro catetismo son nuestros regionalismos y nacionalismos amenazantes y castradores. 

Si en nuestro país no se pueden ni ver los de un pueblo con los del pueblo vecino, cómo cojones (perdón) se van a mirar a la cara los de una autonomía con otra. Autonomías, al menos algunas, que se nos han ido de madre. O se nos quieren ir. Bueno, que cada cual haga lo que le salga de las entretelas... 

No hay más que fijarse en los seguidores de los diferentes equipos de fútbol, que esto sí que tiene tela y migollo. Parece que en vez de asistir a un partido se tratara de una guerra. Y para más inri siempre se llevan la gata al catre los mismos: Madrid, Barça, PP, PSOE, y así en este plan abusón. Siempre ganan los más fuertes, esto es los más ricos, qué pena. A los cuales apoyamos la masa/vulgo borreguil en gesto sumiso y servil. Basta ya. Dejemos de ser al menos tantito imbéciles porque nos las dan siempre del mismo lado y no espabilamos.

Sólo hace falta echar un vistazo al panorama de planes independentistas que pretenden enjaretarnos algunos hijos de la gran chingada, que sólo buscan su preciado botín. Y a los demás que los zurzan. 

En tiempos no tan lejanos era habitual andar a pedradas los de un pueblo con el vecino, incluso los de un barrio con otro dentro del mismo pueblo. Al menos en el Bierzo Alto eran frecuentes las peleas entre los pueblos, y aun entre los barrios. Y hoy seguimos desavenidos porque España como nación sigue siendo un problema para algunos incendiarios, que quieren borrar todo vestigio de su pasado, incluso toda crónica de su presente. “Las páginas que se escriben con sangre pronto son de muy difícil lectura” (Cela, San Camilio 1936). España, con eñe de coña y de coño, es un problema, ahora más que nunca, que estamos hipotecados y endeudados hasta el cejamen, nuestros bancos y bancas son sospechosos, y el paro se ha disparado hasta límites increíbles. la ley del embudo: lo ancho para mí y lo estrecho a medias. Ni siquiera. Lo ancho pal' menda y si sobra algo, pal' menda también (en León dicen/decimos jambo). Si a ello añadimos la pobreza, incluso infantil, ya estamos como para que nos arrastren por los suelos. Pero este es el lugar en el que nací, qué le vamos a hacer...

         En este país no se dialoga porque lo lógico, creen algunas bestias, es andar a tortas, que se traducen la mayor parte de las veces en balazos en el corazón de gente inocente. Muertes gratuitas. Crímenes  en nombre de una ideología, un terruño, una patria chica. Como algunos no se sienten españoles -ni siquiera ibéricos ni hispánicos...- no podemos llamarles paletos, sino extraterrestres que aspiran a elevarse por encima del bien y del mal, anticristos cristianos que creen en los tiros y en la fuerza bruta como espiritualidad suprema. ¿Qué fuerte, no?

En España no se dialoga porque es mejor intentar imponerse por la fuerza, a hostiazos. Nuestros políticos y gobernantes, por lo demás, no suelen ser verdaderos filósofos, como quisiera Platón para su República, ni siquiera filósofos mundanos. De académicos ya ni hablamos. No se imagina uno a algunos señorones y señoronas, cuyo mirar pérfido nos intimida, leyendo a Platón en sus ratos libres. Tampoco parece que tengan claro lo que es la dialéctica. 

“No emplees la violencia con los niños cuando les des las lecciones; haz de manera que se instruyan jugando”. No eduques a los cachorrillos en el rencor, que luego podrían sacarte los ojos. 

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