viernes, 23 de marzo de 2012

A propósito de Rosa de Sanatorio y Moreno-Ruiz


Domingo 18 de marzo de 2012

(Hace pocas fechas, el buen Manuel Cuenya –oyente que fue de Rosa de Sanatorio, le recuerdo participaciones poéticas y en prosa en aquellos concursos (?) literarios a contrapelo, que hacía yo en el programa de vez en cuando, para el harto disgusto, a menudo, de la dirección de Radio 3, RNE, siempre digo que me enorgullezco especialmente de los oyentes que tuvo Rosa de Sanatorio– citaba –Manuel Cuenya– en su blog lo que decía yo a propósito de Antonio Pereira, a propósito, de paso, de una evocación hecha por mí de Nilita Vientós, gran dama puertorriqueña, a propósito la dicha evocación, por lo demás, de una cita que de ella hacía Jesús Dávila, periodista e historiador puertorriqueño con cuya amistad me honro desde hace más de cuarenta años, y he recordado este pasaje de mis Diarios, que traigo de nuevo por aquí a la espera de que me entren las ganas de escribir un rato –y hablando de aquellos oyentes de Rosa de Sanatorio, no pocos de los cuales paran de vez en cuando por este blog, ¿alguien sabe algo, acaso ella misma, de una chica que también enviaba poemas y prosas a los dichos y supuestos concursos literarios del programa, la cual se firmaba como Chocheíta y remitía sus envíos desde Salamanca? Era realmente ingeniosa).

Agradezco el guiño, José Luis, y ese recuerdo a aquel programa entrañable, instructivo, esencial, que tú dirigías con buen tino en las madrugadas de a diario en RNE, Radio 3. Imposible olvidarse de Rosa de Sanatorio y todo aquello que nos relatabas (incluidos textos de tu Ángeles en mis cojones, que por cierto está leyendo ahora una amiga, mi cuata). Por mi parte, confieso haber aprendido mucho, tanto (o más) que en mis clases de la Facultad, a la que asistía cada vez menos, esa es la verdad, sobre todo a medida que avanzaba en cursos. Prefería, claro está, escuchar tu programa, quedarme a estudiar, leer, escribir en noches de blanco satén, "danzar" incluso enroscado al universo en expansión, siempre al amor/calor de lo radiofónico, de la música minimalista de Philip Glass (qué grande), que tú, Moreno-Ruiz, y también Ramón Trecet me descubrierais, enganchado a aquellos sonidos de Carles Santos, o bien a aquellos versos valleinclanescos, puestos en boca de tu hija, que ya será una moza, aquellas poesías insustituibles de César Vallejo ("yo nací un día que Dios estuvo enfermo"), aquellos textos de Dalí y Buñuel, vaya par de fenómenos (desconocidos para muchos en el terreno literario), y aun aquella velada en que invitaste al gurú galego Antón Reixa (otro que tal baila a ritmo de saudade). Imposible olvidarse, decía, de tus programas de radio, auténticas lecciones de emoción y saber. Y luego aquellos concursos? literarios que tú nos regalabas y a los que uno, gustoso y atrevido, acudía con sus letras y su espíritu de aventura. ¡Qué osado era uno! Recuerdo que llegué a ser uno de los finalistas (creo que ganador) de aquel concurso tratante en versificaciones erótico-pornográficas. Qué intrépido, decía. Algún día prometo dejar colgado en este blog Esa señora metafísica, el texto poético que tú premiaste con tus palabras. Un poema o texto en prosa, acaso lírica, cuya influencia filosófica (acaso proveniente del maestro Gustavo Bueno) podría antojarse evidente. Entonces, por aquella época, cursaba estudios en de filo-psicología en la Universidad de Oviedo (recuerdo que me preguntaste, cuando nos vimos en Madrid, si yo era asturiano). Y comenzaba a descubrir la literatura con devoción, incluso en la Facultad, con profes como un tal Manuel, mi toca-yo, que nos/me hablaba, entre otros, del marqués de Sade (enorme en lo filosófico y en lo literario, también, no hay más que leerse su Filosofía en el tocador o su Justine), aunque ya jovencito fuera un apasionado de Julio Verne y otras historias de aventuras (entre ellos figuraba naturalmente Stevenson) y con once años descubriera a Larra, que me dejó impresionado. Ay, la Nochebuena de 1836. Me encantaba escuchar Rosa de Sanatorio, aunque también me entusiasmaba Caminando sobre la luna, de Luz Elez (¿qué será de esta chica?). ¿Y que será de la tal Chocheíta? Y de tantos otros que enviaban textos a Rosa de Sanatorio. Tengo muy buenos recuerdos de aquella época en la que a uno el mundo le latía espléndido. Entonces, uno era un jovencito con las ilusiones aún intactas, sin máculas, con el rostro sereno, con el mundo, insisto, por montera. 
También algún día daré cuenta de ese otro texto en la que nos pedías que nos elogiáramos mucho en un ejercicio narcisista. El mío se titulaba En memoria del ingenioso Don Cuenya del Bierzo, creo recordar. 

1 comentario:

  1. Querido Manuel, a Luz Elez la tienes en el blog "Caminando sobre la Luna", claro.
    Un abrazo,
    JL

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