Esto ocurrió en octubre del 2007. Y en mi reciente viaje a la ciudad charra ni siquiera osé volver a preguntar si ahora ya sí vendían Diarios.
Resulta sorprendente, cuando menos, que en Salamanca no se venda el Diario de León. La verdad es que hasta ahora no había reparado en tal asunto. El pasado fin de semana, con motivo de un concierto, me acerqué a la taurina, monumental y universitaria ciudad charra. Siempre se inventa uno algún pretexto para viajar, para salir del terruño, para airearse, porque viajar orea el alma y ejercita el cuerpo. El concierto lo daba el compositor italiano Ludovico Einaudi en el Auditorio de Fonseca, lo que se me hizo delicioso.
Einaudi es como un Philip Glass mediterráneo y sosegado que toca el piano con sensibilidad repetitiva aunque estimulante. Por cierto, el compositor minimalista Glass dio un concierto, también el pasado fin de semana, en Madrid. Lástima que uno no pueda estar en todo. Por fortuna a este músico estadounidense, autor de varias bandas sonoras, entre otras de Las horas así como de la última película estrenada de Allen, El sueño de Casandra (ya ha llovido y aun diluviado), lo pude ver/escuchar, la última vez en el Teatro Emperador de León. Y la anterior en Toledo, aunque aquella vez el maestro del minimalismo musical no acompañaba a su Emsemble.
Como siempre, la música le transporta a uno a mundos emocionantes, porque es sin duda el arte por el arte, tal vez el más sublime. Ahora que lo pienso a uno le hubiera gustado ser músico.
Después de visitar la feria del libro antiguo y de ocasión, en la Plaza de Los Bandos de Salamanca, le pregunté a un quiosquero por el Diario de León del domingo. Su respuesta fue categórica y enfadada: “En Salamanca no se vende el Diario de León, en ningún sitio, porque tampoco se venden los periódicos salmantinos en León”. Bueno, señor, no se ponga así, sólo le preguntaba por el Diario.
Después de visitar la feria del libro antiguo y de ocasión, en la Plaza de Los Bandos de Salamanca, le pregunté a un quiosquero por el Diario de León del domingo. Su respuesta fue categórica y enfadada: “En Salamanca no se vende el Diario de León, en ningún sitio, porque tampoco se venden los periódicos salmantinos en León”. Bueno, señor, no se ponga así, sólo le preguntaba por el Diario.
Me quedé fuera de juego, y continué rumbo a la Plaza Mayor en busca de un sitio donde quizá encontraría un Diario, en balde, claro está. Se podría entender que el Diario no se vendiera fuera de la Comunidad de Castilla y León, pero en Salamanca, tan castellana y próxima a nuestra capital provincial, no me encaja. Al final se va a cumplir el dicho de “León solo”.
Luego de intentarlo una vez más, sin éxito, desistí en el empeño de conseguir un Diario, y regresé de nuevo a la feria del libro antiguo y de ocasión con la esperanza de encontrar algo que mereciera la pena, pues la primera visita la había hecho de un modo apresurado. Había algunos libros interesantes, como la biografía que le dedica Ramón Gómez de la Serna a Valle-Inclán, pero lo que me entusiasmó fue dar con el tercer y cuarto libros de La arboleda perdida, de Alberti. Pues el primer y segundo libros de estas memorias recuerdo haberlos comprado en la feria del libro de antiguo de Ponferrada. A falta de un Diario, me cargué con algún libro, porque lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta.
Luego de intentarlo una vez más, sin éxito, desistí en el empeño de conseguir un Diario, y regresé de nuevo a la feria del libro antiguo y de ocasión con la esperanza de encontrar algo que mereciera la pena, pues la primera visita la había hecho de un modo apresurado. Había algunos libros interesantes, como la biografía que le dedica Ramón Gómez de la Serna a Valle-Inclán, pero lo que me entusiasmó fue dar con el tercer y cuarto libros de La arboleda perdida, de Alberti. Pues el primer y segundo libros de estas memorias recuerdo haberlos comprado en la feria del libro de antiguo de Ponferrada. A falta de un Diario, me cargué con algún libro, porque lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta.
Esto es nomás un fiel reflejo de aquello que nos decía Ortega, en La España Invertebrada, que vivimos en compartimentos estancos. El Bierzo triste y solo, como Fonseca; León, más solo que la una; Castilla y León como entelequia inabarcable, mísera y alejada del mundo... salvo Vallata o Fachadolid, que vive en el pesebre, en el meollo del cogollo, o sea, con Juanvi, ay, haciéndole ejercicios loyolescos a la vida contemplativa, y dándole de paso a las buenas viandas y mejores caldos de la Ribera del Duero. ¿Qué fuerte, no? Hasta otra.
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