domingo, 3 de octubre de 2010

Berlín nunca se agota

Berlín nunca se agota, aunque sí puede agotarte, si lo que pretendes es callejear, al menos, el Berlín centro o zona A. Para llegar al resto de sitios o zonas (B y C) lo mejor es coger la U-Bahn (metro) o bien la S-Bahn (tren de cercanías), que resultan realmente rápidos y eficaces. La RE7 o bien la RB14 te llevan por 2,80 euros, desde el aeropuerto Schönefeld y sin tener que hacer transbordo, hasta el centro de la ciudad.


Son tales sus dimensiones, sobre todo después de la reunificación, que uno puede acabar literalmente exhausto después de nomadear durante horas y horas por la misma. Es una ciudad donde uno no siente agobio ni claustrofia, en todo caso agorafobia, pues se muestra espaciosa, abierta, como un inmenso desierto urbano y rebosante de oasis. Terreno pantanoso, al menos bien húmedo (esa es al parecer su etimología), aunque hayan elegido el osito u osita (Bär/Ber) como símbolo, incluso cinematográfico, y uno se encuentre con muchos de estos, simpáticos y amorosos, a lo largo y ancho de la ciudad. Lo mejor, quizá -si encima hace buen tiempo, algo raro- es alquilar una bici y darle estopa. "Si quieres -insistió mi amigo Miguel Ángel García- puedo dejarte una bici". También existe la modalidad de la bici-taxi, que tal vez les venga bien a los turistas perezosos, dispuestos a dejarse llevar.


Unter den Linden
Algunas de sus avenidas, como la triunfal 17 de junio, que es una prolongación de la famosa Unter den Linden, o la Kurfürstendamm,  parecen auténticas pistas de aterrizaje, o podrían servir para tal menester, llegado el caso. 


Gedächtniskirche
La Strasse des 17 Juni parte de la Puerta de Brandenburg, atraviesa el Tiergarten, y llega hasta el distrito de Charlottenburg. Por su lado, la comercial y chic Kufürstendamm, que tiene su punto de origen cerca del Zoologischer Garten, al lado de la bombardeada iglesia de la Memoria (Gedächtniskirche), atraviesa también Charlottenburg y Wilmersdorf.


Palacio de Charlottenburg
Se me hace, cuando menos extraña, la numeración de las calles y avenidas, lo que debe obedecer, sin duda, a otra lógica, la lógica matemática alemana, tan genuinamente filosófica, al decir de algunos, que, como su idioma, responde a otra estructura lingüística, que poco o nada tiene que ver con la nuestra, esto es, la latina. No hay más que recibir algunos cursos de alemán para darse cuenta de ello.

Sorprende, asimismo, su escasa iluminación nocturna, incluso en los centros turísticos y de interés. Es harto probable que, de este modo, su ayuntamiento ahorre mucho en electricidad. No están los tiempos como para malgastar, y de esto Alemania sabe mucho. No en balde es la locomotora de Europa, y uno de los países más poderosos del mundo.


Rotes Rathaus
Barrio de Nicolai
Catedral
Berlín tampoco da la impresión de ser una ciudad en exceso aseada, antes al contrario, se ve y se nota algo sucia, y esto no lo digo con espíritu de pulcritud ni con afán moralizante, sino como simple constatación y dato objetivo. Aunque determinados lugares, como el tranquilo y agradable barrio de Nicolai, con sus  sugerentes tiendas y tascas de cerveza y vino, próximo al Ayuntamiento Rojo (Rotes Rathaus), o la llamada isla de los museos (donde se hallan algunos museos como el Antiguo, el de Pérgamo o la Berliner Dom, o sea, la catedral), parecen especialmente cuidados.


En mi próxima visita a esta metrópoli espero no olvidarme de Gil y Carrasco, que como bien sabéis, sus devotos, fue enterrado en el cementerio de Santa Eduvigis, "tragado por el muro de la vergüenza", según Valentín Carrera, y aún hoy -lo sé porque me lo han dicho, incluso lo he leído en alguna parte- hay una placa en la calle en la que viviera y muriera nuestro insigne y romántico literato, amigo íntimo del barón Humboldt. Se trata de la Dorotheensstrasse, en el número 39, próxima a la Puerta de Brandenburgo.  Asimismo, me gustaría visitar algunos de los garitos nocturnos, que tan bien debe conocer el músico y paisano Luis Miguélez. Y asistir, cómo no, a una representación de Familie Flöz, Teatro Delusio, una compañía internacional asentada en la vieja capital del Reich y la nueva capital de la posmoderna o transmoderna arquitectura, que nos ha hecho reir y vibrar a lo largo de estos últimos años con su teatro de máscaras, gracias, entre otros, a uno de sus fundadores, Paco González, gallego-berciano de "la raya", esto es, de Vilar de Silva, Rubiá, en Ourense, donde suele organizar, en la casa de Chao do Prao, cursos de clown y teatro.

Es probable que Berlín no sea ni una ciudad fea ni guapa, sólo una cosmópolis en contante ebullición cultural, artística, económica, urbanística, arquitectónica... capital creativa y de la concordia, que invita a descubrirla y aun redescubrirla en varios viajes, recorridos, nomadeos, porque al final es el viajero quien, a través de su mirada y su sentir, añade o no lindura a aquello que en verdad desea, y es su deseo lo que engendra esta belleza.

*Quiero dedicarle este Berlín a un paisano, alias "La Federal", que nos abandonó hace unos días a resultas de un puto Alzhéimer. Tomás fue uno de tantos emigrantes en Alemania Federal, de ahí su sobrenombre,  quien durante un tiempo ejerció como cartero en la localidad de Noceda del Bierzo.  

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