martes, 17 de noviembre de 2009

Español "modelno y agringado"

Español "modelno y agringado". Título entrecomillado porque cada una de las palabrinas podría cuestionarse por su escritura, incluso el término "español", que sería castellano, aunque los hispanoamericanos sigan hablando español, por cierto mucho mejor que nosotros, incluso los analfabetos, que le dan mil vueltas a la élite carpetovetónica de esta España rancia y mostrenca.



En Nadie escucha, excelente libro artículos de Llamazares, el autor leonés dedica un capítulo a Modernos y elegantes. Como para descojonarse y no echar ni una gota amarilla. Supongo que algunos de vosotros lo conozcáis. Mas esto no es inconveniente para que lo saquemos de paseo, cual perrito faldero, y de paso le demos una vuelta de tuerca, si nos apetece o lo creemos conveniente. 


El artículo de marras comienza así: "Desde que las insignias se llaman pins, los homosexuales gays, las comidas frías lunchs, y los repartos de cine castings, este país no es el mismo. Ahora es mucho más moderno”. 

Esto es lo que Ortega y Gasset, en La rebelión de las masas, llama “cultura moderna”. “Ya el nombre es inquietante: ¡que un tiempo se llame a sí mismo ‘moderno’, es decir, último, definitivo, frente al cual todos los demás son puros pretéritos, modestas preparaciones hacia él!”. 


Se nota que nuestro lenguaje se está agringando, yanquilizando, a resultas del dominio que ejercen los Estados Unidos de Norteamérica sobre nosotros, pobres marionetas al servicio del imperialismo, ahora algo suavizado por Obama. 
Los rapaces de estos tiempos, además de no leer una mierda, ven mucho a analfabetos catódicos y apostódicos, frikismo a la carta, largando verborrea insana a través de la caja tonta, y se quedan como alelados, contagiados por el virus yanqui, que se encarga al mismo tiempo de destrozar nuestro lenguaje y hacer que nos traguemos sus hostias lingüísticas. 

Los niños guay y las niñas pijas o fresita (que dirían los aztecas postmodernos) de nuestro país ya no saben, en verdad, si hablan espanglis, inglis o una mezcolanza de castellano modelno, español castizo e inglés pasado por la trituradora gringa. 

En nuestro país nadie es realmente moderno si no dice cada día cien palabras en inglés, porque las cosas, en otro idioma, nos suenan mucho mejor. Y sobre todo si las decimos en inglés. Así somos de horteras. 
Ni que decir tiene que es mejor llamarse Jennifer o John que Pepita o Manolito. 
Tampoco es lo mismo decir bacon que panceta (según Julio Llamazares), aunque tengan el mismo tocinamen, ni vestíbulo que hall, ni inconveniente que handicap... 
Qué fisnos somos. Y nos hemos vuelto. Hasta hemos perdido los sentimientos, porque ahora sólo tenemos feelings. Y cuando vamos al teatro, al cine o al fútbol sacamos tickets en vez de entradas, comemos sandwiches en vez de bocadillos y vamos al pub en vez de ir a la cantina de siempre o al bar de la esquina. Y los muy relamidos se limpian los mocos con kleneex en vez de limpiárselos con pañuelos. Pero para ser ricos del todo, y quitarnos el complejo tercermundista que seguimos teniendo, sólo nos queda decir con acento americano la palabra siesta, la única palabra que hemos exportado al mundo. 

Algo parecido me contó Juan Goytisolo hace años en Marrakech. 

-En España -me dijo- se habla cada vez peor. Ni se habla español ni inglés. Es como una mezcla que ya no se entiende. Como cuando te dicen frases así: es un ejecutivo muy agresivo. Parece que el ejecutivo te fuera a golpear. En español se podría decir que es un ejecutivo emprendedor, por ejemplo. 

-En España, cada día más uniformados por los medios de comunicación de masas, hablamos una suerte de spanglish -me atreví a responderle al señor Goytisolo.

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