martes, 14 de julio de 2009

Miller y El coloso de Marusi

Henry Miller, no confundir con Arthur, es hoy un escritor casi olvidado entre filólogos y gentío del realismo sucio, el Kronen y el prozac. No se estudia en los institutos ni en las universidades. Permanece como oculto, tal vez porque sólo se le recuerda -quien lo recuerda- como un provocador, cuyos textos están impregnados de sexo. 

En cualquier caso, este estadounidense nacido en Brooklyn, Nueva York, dejó huella en toda una generación de escritores, como la llamada Beat Generation, entre los que se encuentran Kerouac y Burroughs.

Miller es conocido sobre todo por sus Trópicos, el de Cáncer y de Capricornico, ambos geniales. Escrito el primero, Trópico de Cáncer, en la ciudad de París, donde el estadounidense decidió auto-exiliarse en busca de la libertad que no le procuraba por aquel entonces su país. En Francia fue donde Miller alcanzó el éxito, como tantos otros extranjeros. Entonces Francia, y en concreto París, era el lugar universal por excelencia, la cuna de los artistas.

Miller es sin duda un maestro de la acracia, la libertad y la contracultura. Lo primero que leí de él fue Trópico de Cáncer, que me pareció pura dinamita. Una beca Erasmus me hizo conocer la ciudad francesa de Dijon, uno de los espacios de esta novela. El otro es París, ciudad en la que también he vivido. A Dijon había llegado Miller para dar clases de inglés en un instituto, creo recordar que fue el Lycée Carnot. Y se quedó congelado, según cuenta el propio autor, porque Dijon -doy fe- es un sitio para zorras polares y lobos esteparios, impregnado de mostaza, en la que me instalé durante algún tiempo. Acabé trabajando como profesor de español en una Academia de Lenguas, donde conocí a una canadiense de Toronto, Jessica Torrens, que me descubrió a Miller en todo su esplendor: Trópico de Capricornio, Los días de Clichy, Primavera negra, Sexus...

  Ella lo leía en lengua original. Afortunada la gachí. Jessica daba clases de inglés y era muy milleriana. Leía a Kerouac y Bukowski, y tenía un aire con Anaïs Nin, la amante de Henry, June (Mona), Artaud, etc. A través de esta guiri rayada de ensoñación y nieve derretida en el lago Kir, Miller me supo a emoción perfumada, feromónica, excitante. Me tragué toda su prosa vitalista y autobiográfica. A partir de ese momento decidí que Miller es uno de los más grandes escritores que ha dado el siglo XX, y probablemente uno de los mejores de la literatura universal, aunque esto no deje de ser una apreciación subjetiva. No en vano, Miller reivindica a algunos de los maestros de la literatura como Dostoievski o Rimbaud, al que le dedica un ensayo, El tiempo de los asesinos. Además de un escritor a contracorriente, con una voz muy personal, Miller es un filósofo, que analiza la realidad de su tiempo y nos la devuelve cargada de lirismo. Hoy, en la radio, hablaré de una de sus obras maestras, El Coloso de Marusi, que escribió en 1941, con motivo de un viaje a Grecia, invitado por su amigo, el escritor Lawrence Durrell. "Mi amigo Durrell me esperaba en Atenas para llevarme a Corfú", escribe Miller en las primeras páginas de este libro, uno de los mejores de viajes que haya leído. Una auténtica revelación y un baño de luz. Con este libro Miller nos sumerge en las cálidas aguas del mediterráneo y no hace embriagarnos de la sensualidad griega. "La tierra griega se abre ante mí como el Libro de la Revelación", "La luz de Grecia abrió mis ojos, penetró en mis poros, dilató todo mi ser". Después de esta relectura prometo volver a Grecia, con el Coloso bajo el brazo.

2 comentarios:

  1. encargué el coloso de marusi por internet porque está descatalogado y ahora lo tengo en la habitación esperando a ser leído. es como si sintiese que tengo que esperar a la primavera para aprovechar toda esa luz de la que en todas las críticas que he leído la gente habla. me encanta miller y opino igual que tú. un saludo!

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