La pérdida de un ser querido es algo muy duro, mucho. Uno no lo sabe hasta que no lo sufre en sus carnes. Es entonces cuando uno toma realmente conciencia de la finitud, de la finitud de la existencia humana, hoy aquí y mañana en otro barrio, qué jodido, es entonces cuando uno toma conciencia de tantas cosas, porque sólo ante la muerte cercana podemos reflexionar con lucidez. El primer estoque bestial, clavado en mis entrañas, recuerdo haberlo recibido con el fallecimiento de uno de mis cuñados, a resultas de un infarto fulminante, aquello me dejó impactado, vuelto del revés, trastocado, eso ocurrió en el año de 2009. Algo que jamás olvidaré. Coincidió con una época difícil (aunque ninguna época es fácil para aceptar la muerte de un ser querido) en la que estaba áun reciente la desaparición de la Escuela de Cine de Ponferrada. Aquel proyecto hecho realidad, que terminaría descalabrado. Todo acaba llegando a su fin, cierto, pero aquello tuvo una duración harto corta, o eso tengo la impresión, aunque las vivencias fueran muchas y atómicas. Y ahora la muerte se ha vuelto a enseñar con mi padre, qué terrible. Uno no acaba de estar preparado, por más que lo intente, para aceptar la muerte de un ser querido, máxime cuando es tu padre, mi padre, a quien me sentía muy unido, alguien muy presente en mi vida, mucho, alguien que vivió por y para sus hijos, para su familia. Un ser excepcional, de una talla humana inmensa, al que los vecinos y vecinas del pueblo, de mi útero, extrañarán, estoy seguro, porque él siempre tenía un gesto amable, una sonrisa, unas palabras de amistad, de cariño para todo el mundo, incluso para quienes no se habían portado del todo bien con él. Un hombre que sólo quiso el bien. Y que siempre pedía perdón, pobrecito, si creía que algo no había hecho bien. Un santo o algo por el estilo, un discípulo de Cristo, quizá, que entregó su vida por nosotros. Esa es la impresión que tengo, ahora más que nunca, de él. Son tantos los recuerdos, los buenos recuerdos suyos, que no puedo dejar de emocionarme. Todo me recuerda a él, todo está impregnado por su figura colosal, absolutamente todo. Hace unos días se acercaba a casa un perrín, Pancho, que me hizo, nos hizo llorar, a mi madre y a mí, porque este inteligente y sensible animal siempre lo acompañaba en sus paseos. Y ayer, sin ir más lejos, asistía a una misa, que le han dicho unos vecinos, en la ermita de Las Chanas, espacio mítico y mágico, adonde él solía ir a pasear. Todo Noceda del Bierzo huele y sabe a él. Aromas y sabores que taladran mis poros, que me inundan.
Quiero, deseo quedarme con esos grandes recuerdos, con el cariño y la ternura que nos profesaba, a mí, y también a mis hermanas y a mi madre, a toda nuestra familia. Mis sobrinos, sus nietos, lo sienten en el alma, porque él les dejó huella, nos dejó una profunda e imborrable huella. Quiero quedarme con eso, pero el choque de su reciente fallecimiento es brutal, y resulta muy difícil integrarlo, digerirlo, hacerme a la idea real de su desaparición, al menos física, porque estará en espíritu a través de todos esos recuerdos. No creo en ninguna vida después de la muerte, en ninguna patraña de esas que nos han vendido desde los púlpitos. No creo. Pero sí quiero creer en una espiritualidad forjada a través del recuerdo. Un modo de consuelo, un mecanismo defensivo, adaptativo, que me permita seguir luchando, batallando en este en verdad valle de lágrimas, porque a partir de una edad, a partir de este mazazo en todo el alma, las alegrías, si las hubiere, ya no serán como antes. Ya no. Soy descreído acerca de lo que nos cuentan las religiones, que son un engañatolos, sin duda. Dios no existe ni tiene ninguna razón de existir. Sólo existe muerte, una muerte que siempre está acechando, una muerte que convive a diario con nosotros. Y después de la muerte no queda nada, sólo el recuerdo. Y con eso quiero quedarme. Con su buen recuerdo. Por eso me resulta aún más complicado aceptar la muerte de alguien tan cercano, tan entrañable, la persona que me dio la vida (él y mi madre, por supuesto), la persona que siempre estuvo ahí, cerca, muy cerca, en todos los momentos, en los mejores y aun en los peores, la persona, muy inteligente, que me aconsejó y me guió, me enseñó a conducirme por el mundo, a ser yo. El tiempo todo lo cura, se dice, pero el tiempo pasa muy rápido, y la vida es muy breve, demasiado breve, para todos cuantos aún quedamos aquí, por el momento, porque todos nos moriremos, tarde o temprano, más pronto que tarde (esto es otro descubrimiento o redescubrimiento), y la vida se detiene para quien se muere, se para de un modo definitivo, no hay cuentos que valgan. Asistir a la muerte de un ser querido es muy doloroso, sin duda, y ahora lo estoy sufriendo en mi interior, en todo mi ser, ahora lo estoy sintiendo como algo desgarrador, como una herida sangrante que me late como un corazón abierto, rajado, que nunca acabará de cerrarse del todo.
Es primavera en este Alto Bierzo, pero a mí se me antoja invierno, con su frío helador, con su temperatura afectiva bajo cero. Me siento destemplado, fuera del mundo, con el sabor agrio de este fallecimiento, inesperado e irracional. Nunca uno cree que acabará llegando la muerte de un padre, aunque todo o casi todo apunte, con sus guadañas, hacia la parca. Un absurdo, la muerte, una putada, una mierda, porque la muerte nos devuelve a la tierra, al abono, a la mierda, en definitiva. Hoy me he levantado sin ilusión, con bajo estado anímico, aunque con ganas de gritar, de gritarle al mundo lo poco que uno es, lo vulnerable que uno se siente. Quiero gritar, contar lo que siento, acaso como algo que ayude a liberarme de esta gran pena, que al menos libere parte de una tensión, que me aprisiona, que me impide ser aquel niño, que aún creía en los Reyes Magos, aquel rapaz que se divertía jugando en las Llamas del Valle, que aún creía en un mundo fantástico, y que ahora, casi de repente, se ha convertido en una pesadilla, en una crueldad, en algo muy doloroso. Los recuerdos no dejan de asaltarme. El dolor me atenaza. El tiempo, espero, me devolverá la sonrisa, aunque la falta de mi padre seguirá presente hasta el final de mis días. Hoy me gustaría ser, aunque fuera por un instante de felicidad, aquel chavalín que tanto y tan bien se divertía jugando en La Parada, la parada de mis ensoñaciones, ese espacio tocado y acariciado mil y una veces por mi padre, ese mundo que él viviera con entusiasmo, ese lado de acá, incluso ese lado de allá, que seguiré rememorando mientras me queden dos gotas de sangre en las venas. Ahora me veo agarrado de la mano de mi padre, como cuando era un niño feliz, acunado y mimado por mi padre, "monín, estate tranquilo, estoy contigo, no me voy a ir para el monte", me susurra con dulzura, con una voz entrañable, amorosa, esencial. Ese niño soy yo intentando descubrir qué hay al otro lado de la Sierra de Gistredo, en busca de aquellas historias que me contaba mi padre, a él que tanto le gustaba contar, a él que tanto le apasionaba la geografía, a él que tuvo la paciencia y el cariño de enseñarme a volar. Nunca, jamás olvidaré sus aventuras, cómo me relataba, con pasión y entrega, su viaje al Brasil en los años ciencuenta. Aquella aventura en barco y luego su estancia allá. Algún día viajaré al Brasil, en memoria y homenaje suyos. Lo haré. Mientras tanto, quiero seguir recordándolo sonriente, gracioso, feliz, con mucha energía, con mucha garra. Ese era mi padre, un ser único, irrepetible, extraordinario, una persona con una inmensa humanidad.
sábado, 30 de abril de 2016
miércoles, 27 de abril de 2016
Mil madreñas rojas
VIAJES
'Mil madreñas rojas'
Manuel Cuenya | 21/04/2016 - 18:12h.
http://www.ileon.com/cultura/061752/mil-madrenas-rojas
(Recupero este texto sobre mi reciente viaje a Marruecos por la ruta de las mil kasbahs, instantes de felicidad que, transcurridos unos días, se trocarían en puro dolor a resultas del fallecimiento, siempre inesperado e sobrecogedor, de mi padre. Ese mismo día, 21 de abril, justo después de impartir mis clases en León, recibía el terrible golpe. "Estaba leyéndolo cuando me enteré de la pérdida. Sentí paz. Parecía que preparaste el escenario para él. Como si él ya te protegiera desde el cielo. Abrazándote con la mirada", me ha escrito una persona. Conmovedor).
'Mil kasbahs' como mil madreñas rojas o mil madreñas
rojas como mil y una noches sensuales por el sureste marroquí. Partiendo
del ksar (casar en castellano) de Aït Ben Haddou, donde se han rodado,
ente otras muchas películas, 'Gladiator' de Ridley Scott, haciendo
escala en la kasbah Taourirt, ubicada en la ciudad cinematográfica de
Ouarzazate, para proseguir rumbo a los valles del Dades y del Todra.
Una
ensoñación azul comestible, un viaje para el recuerdo, que me ha dejado
un sabor exquisito, como un 'tajine' de poulet au citron. El
aroma humeante de los afectos, los sonidos hipnóticos de una velada al
amor de los timbales, en compañía de unos bereberes, como el bueno de
Rachid, entre otros, que se me antojan cercanos, gente entrañable con la
que uno acaba compartiendo memoria, esa memoria afectiva, que es lo
único que merece la pena en este mundo.
Recuerdo que fue Antonio Robles, el propietario de Mil madreñas rojas
en la población berciana de Salientes y sobrino nieto del que recibiera
una mención especial en el Premio Nacional de Literatura de 1932,
Antoniorrobles, quien me hablara de la 'kasbah Itran' en el valle de las
rosas, una zona de Marruecos donde abundan las alcazabas y donde crecen
las rosas primaverales, una tierra que tiene ciertas similitudes con el
cañón del Colorado, entre otros lugares de la Tierra. Y es que cuando
viajamos por el mundo adelante acabamos redescubriendo que, en esencia,
nos encontramos con paisajes familiares, aunque estos estén teñidos con
otros colores, paisajes, en todo caso, que a uno lo devuelven a su
útero, a su matria, porque tengo la impresión de que Salientes y el
valle de las rosas estuvieran religados. O ese es al menos mi deseo.
Gargantas del Todra.
Es probable que uno viaje para acabar encontrándose consigo
mismo, o para darse cuenta de que, en el fondo, los seres humanos, aquí y
allá, no somos tan diferentes como a primera vista pudiera parecer,
antes al contrario, nos unen los mismos sentimientos, idénticas
emociones, por eso me produce una inmensa tristeza cuando me topo con
gente que se aferra a la xenofobia, el clasismo, el miedo al otro, a lo
que entiende como diferente. Por eso me entusiasma viajar, viajar a ser
posible con los cinco sentidos, de modo que me ayude a confrontarme con
la propia realidad y por ende con otras suertes de realidades, de
vivencias.
En mi reciente viaje por el vecino país marroquí, "mi
segunda casa", como me dijera el amigo Enrique, he experimentado una
sensación que me ha ayudado a conocerme más y mejor. Eso creo.
Me ha
permitido reflexionar acerca de lo humano, incluso de lo divino (esos
dioses y diosas que inventamos para hacer acaso más llevadera esta vida
mortal y rosa) y me ha procurado emociones intensas. Desde la kasbah
mirador Itran, enclavada en Kelaa M'Gouna, me dejo arrullar por el
silencio nocturno, sólo interrumpido por el croar de las ranas, y la
protección de un cielo estrellado como sólo he llegado a percibir en las
estivales noches en Noceda del Bierzo. La temperatura ambiental es
excelente. La temperatura afectiva me estremece. Por fortuna, este viaje
continúa no sólo por la llamada ruta de las mil kasbahs sino por las
espectaculares gargantas del Dades y del Todra para finalizar en el mar
de dunas de Merzouga, donde contemplo, hipnotizado, un firmamento que me
abraza con su mirada.
Merzouga, en pleno desierto.
Kasbah Kela M'Gouna.
martes, 26 de abril de 2016
La fragua literaria leonesa: Ruth Miguel Franco
Ruth Miguel Franco: "Todo marca, pero nada es definitivo"
Manuel Cuenya
| 26/04/2016 - 11:18h.
La
profesora, investigadora y poeta Ruth Miguel Franco, autora de 'La
muerte y los hermanos', está ahora preparando varias ediciones críticas
de textos latinos, además de trabajar en un corpus de textos
documentales de diversas procedencias. Asimismo, tiene un libro de
poemas o, más bien, una mórula de libro de poemas.
Ruth Miguel Franco
EL globo que me ataste a la muñeca
padre, voló hasta el cielo
me quedó la conciencia del peso de mi mano
de leyes más fuertes que los nudos
como un dolor de huidas ajenas.
Y los otros niños miraron sus globos
aliviados y los otros padres
miraron a sus hijos. Nada les pesaba.
Tú y yo, padre, las manos vacías,
miramos al cielo.
('Domingo 2 (paseo)', 'La muerte y los hermanos', Ruth Miguel Franco)
Doctora en Filología Latina y Licenciada en Filología
Clásica y Filología Románica por la Universidad de Salamanca, Ruth
Miguel Franco es una poeta leonesa, que en la actualidad imparte clases
en la Universidad de las Islas Baleares, donde desarrolla toda su labor
investigadora y docente. Ha publicado diversos artículos en revistas
como 'La sombra del Membrillo', 'Cuadernos de Valverde', 'Letralia' o
'Los Noveles'. Y ha sido incluida en diversas antologías, entre otras:
'Cuento y poesía juveniles: León 1979-1996 (Madrid, Cátedra, 1997),
'Voces nuevas (XXIII Selección) (Madrid, Torremozas, 2010) o 'La voz +
joven' (Caja Madrid, 2010). También ha traducido poemas y ensayos y ha
editado diversos textos y documentos de carácter filológico, que sin
duda son importantes para los especialistas de la lengua y la
literatura. "Considero importante todo lo que sea sacar a la luz
información nueva y ponerla a disposición de otros estudiosos. Es la
labor base del filólogo, pero a la vez la menos vistosa: buscar,
transcribir, editar", señala Ruth, quien recibiera un accésit del
prestigioso Premio Adonáis en el 2011 por su poemario 'La muerte y los
hermanos' (Rialp, 2012), lo que le sirvió para darse a conocer como
poeta, porque, en su opinión, no cree que le hubiese resultado tan fácil
publicar un poemario sin haber ganado este accésit. "Y, aunque hubiese
llegado a publicarlo, nunca habría tenido la difusión que este tuvo",
matiza Ruth, a quien le gusta leer y escribir, "con y sin premios. Pero
con premios es mejor, naturalmente", apostilla ella, que entiende la
poesía, al menos la suya, como algo suave y acogedor. Y en lo referente a
su poemario recuerda que se esforzó en su estructura y ritmo global,
"el camino hacia la comodidad en la expresión", dando lugar a un libro
revelador y sugerente, original en su composición.
QUÉ rápida es la muerte si es pequeño
el cuerpo que se lleva.
Qué rápida es la vida.
Sin ti
no hay nada que me aparte del peso y de la ausencia
no hay nada que me una
al peso y al recuerdo. Sin ti todo es ligero.
Tu cadáver era diminuto.
Cabía entre los brazos de cualquiera.
Qué rápida y pequeña fue tu muerte.
El cuerpo que tomó
lo que nos deja.
('La muerte y los hermanos', Ruth Miguel Franco)
Poesía versus investigación
"Creo que es más fácil escribir cuando pasas
semanas sin establecer contacto visual con nadie. La soledad, el
aburrimiento y la falta de público (y, con ella, la falta de vergüenza)
ayudan a escribir"
Aunque cree que su condición y labor como filóloga le ha
impulsado a leer libros que de otro modo no habría leído, y por supuesto
que le ha influido en su capacidad de trabajo y concentración, en
general está convencida de que su faceta como investigadora y como poeta
son formas de pensar opuestas, "la investigación y la poesía requieren
dos cerebros desconectados", aclara ella, consciente de que el poeta
funcionario es un mito, "a no ser que se trate de un funcionario
decimonónico, con manguitos y visera, copiando a mano extensos libros de
cuentas", precisa con humor. "El tiempo y la energía que se dedica a la
docencia y a la investigación normalmente se roba a otros menesteres",
resume esta investigadora, profesora y poeta, que también llegó a
impartir clases en Italia durante su estancia en ese país, lo que, según
ella, le resultó muy terapéutico para su pluma, a resultas del
extrañamiento de la lengua, la falta del más elemental contacto humano y
sus experiencias estéticas. "Cuando sabes que te vas a ir, pierdes la
vergüenza. Haces lo que te da la gana. No estoy hablando de libertad,
sino de sacar los pies de las alforjas. Creo que es más fácil escribir
cuando pasas semanas sin establecer contacto visual con nadie. La
soledad, el aburrimiento y la falta de público (y, con ella, la falta de
vergüenza) ayudan a escribir", especifica Ruth, que ha estado y vivido
en muchos lugares, siempre de uno lado para otro, salvo en estos
momentos: la primera vez que vive más de dos años seguidos en la misma
ciudad, lejos de su tierra leonesa, desde donde la ve pequeñita, porque
"las cosas desde la distancia se ven pequeñitas", aunque diga que no es
mucho de sentir. "Sí es cierto que me identifico más con las blasfemias y
los dichos leoneses. Además, he vivido y vivo cada día grandes choques
culturales en el Mediterráneo. Tampoco es que el carácter leonés sea
precisamente llevadero, pero lo de uno siempre es mejor", señala esta
poeta, cuya familia es leonesa al completo, "no hay nadie de fuera desde
que se conserva memoria de los apellidos, exceptuando, quizá algún hijo
de maestros nacido en Asturias o Valladolid por casualidad".
sábado, 23 de abril de 2016
Me enseñaste a volar
Ahora ya es
tarde para decir lo que sentía por ti, ahora ya es tarde para decirte lo mucho
que te quería tu hijo, porque te has ido, así de repente, como nunca nadie
hubiera sospechado, al menos quienes te conocíamos. Mis hermanas, tus hijas, te
adoraban y tú lo sabías, pero eso no fue suficiente para mantenerte, al menos
un tiempo más con nosotros, porque tú nos lo diste todo, tú diste todo por tu
familia (el hombre más trabajador y afectuoso), también mi madre, tu mujer (a
quien adorabas, lo sé bien) estaba ahí, te cuidaba (“a limpia y buena cocinera
no hay quien la gane”, eso acostumbrabas a decirle, a decirme), pero algo se te
pasó por la cabeza (qué se te pasaría), te dio un mal aire, y decidiste que la
vida, que tu vida ya no merecía la pena ser vivida, qué terrible, ahora nos
queda y nos quedará un vacío y una tristeza inmensa, que revientan como una
granada en nuestro cerebro, incluso el remordimiento de no haber podido hacer
nada más por ti, por evitar lo tal vez inevitable, por quitarte de encima las
malas tentaciones, de cuidarte y mimarte aún más y mejor. Quizá nunca sea
suficiente el amor y el cariño que un hijo le da a su padre. Tú lo diste todo y
más. A lo mejor deberíamos habértelo dicho cada día, cada minuto, para que
supieras lo especial que eras para nosotros. Aunque creo, sinceramente, que sí
lo sabías. “Donde está mamá”, me preguntabas con ternura cada vez que ella se
ausentaba, aunque sólo fuera un momento. Mi madre para ti era sagrada. Le
tenías devoción. Ahora ella te extrañará mucho, te echaremos en falta, no sólo
la familia, sino los vecinos. Ha habido un corte. A partir de ahora ya nada
será igual.
La vida es
una puta ironía (y ahí es donde me revienta el cerebro) porque tuviste
accidentes jodidos, trallazos varios, de los cuales te salvaste, en alguna
ocasión por los pelos, y ahora, que ibas tirando (dentro de los desgastes y
achaques propios de la edad avanzada, este año cumplirías 88, y lo
festejaríamos por todo lo alto, al igual que la boda de tu nieta Vanina, como
tú le decías), elegiste la más cruel y dañina de las muertes. Joder, en qué
estarías cavilando, qué se te pasó en esos momentos por la cabeza. Creías que
quitándote de en medio sería más fácil, pues no, nos hemos quedado rotos, sin
aliento, se nos ha helado la sangre, sobre a todo a Cini y a Mari, tus hijas
del alma, que te encontraron allí. Qué bestial. Como para quedarse tiesas ellas
también del susto. Dejaste tu reloj de
pulsera y tu navajina querida en la cocina. Objetos que conservaré, conservaremos,
te lo prometo, como oro en paño. Ese será nuestro oro afectivo. Ese y tantos
buenos recuerdos que pervivirán para siempre en nosotros. A mamá le preguntaste
varias veces a qué hora iría a su gimnasia. Al parecer, habías hecho una
planificación. Hostias benditas.
Cierto es
que la muerte se me antoja siempre mierda pero no te merecías esta muerte, de
ningún modo, tú no te la merecías, y ahí es donde me siento impotente, descorazonado,
falto de fuerza.
Al menos pude
darte un beso de despedida el miércoles, antes de emprender rumbo hacia
Albares, ese fue mi último contacto contigo, pero eso no me sirve de consuelo, ni
me servirá, nada me consuela ante tamaña pérdida, tu pérdida irreparable. Me
siento desgarrado, herido. Mi alma sangra, mi ser se estremece. No logro
entender este absurdo en el que por instantes se convierte la vida, una vida que se tiñe de muerte, una muerte
salvaje, atroz, que cercena mis entrañas.
Hay días que
mejor sería arrancarlos del calendario. Y este es un día para hacer desaparecer
de la faz de la tierra. Este tiempo me está atormentando. Y no me permite
descansar. Es un tiempo que se me enrosca al cuello, ahogando mi respiración. Me
gustaría creer que es tan sólo una pesadilla, de la que acabaré despertando. Me
gustaría creer que este mal sueño llegará a su fin cuando amanezca. Pero me
temo que esto no será así, sino que la angustia, el desconcierto, continuarán.
Y seguirán haciendo mella. Me gustaría creer en otra vida, más allá de la
muerte, pero no le encuentro sentido a otra vida, ni siquiera a ésta. No creo
en dioses, tampoco creo en la salvación eterna, ni siquiera en ninguna
salvación, y eso me trastoca aún más, porque la vida es finita, y tu vida ha
llegado a su fin. Y eso me resulta cuasi imposible de asimilar, digerir. Ahora
estoy sufriendo el primer tragantón, pero sé que no será el único, por
desgracia, porque esto no se alivia ni se aliviará por más años que
transcurran. Hoy sí siento que el mundo tiembla, que mis ojos, abatidos y
vidriosos, miran la realidad de otro modo. Lloro por dentro, lloro por fuera, siento
mis lágrimas correr como ríos que van a parar a la mar, que es el morir, hoy me
muero un poco (o un mucho) yo también, hoy me siento muerto, como tú, que
sentías devoción por tu único hijo varón. No tiene ningún sentido que hayas decidido
poner fin a tu vida así. No lo tiene. Por más y más vueltas que le doy a todo
esto.
A menudo uno
se preocupa por memeces, cosas a las que les damos una importancia excesiva,
pero, ay, cuando ocurre algo que es de verdad terrible (también
incomprensible), porque es entonces cuando uno toca fondo. Y yo tengo la
impresión de haber tocado el fondo.
No quiero
derrumbarme, caer en el precipicio, pero este es un golpe durísimo, que no
logro encajar, esta es una cornada brutal en todo el ADN de mi alma. Sólo lo
sabe el que lo sufre en sus carnes.
A partir de
ahora, lo sé, ya nada será como antes. Ya nada será igual. La vida continúa, se
dice, sí, como una cantinela a la que tampoco encuentro sentido. La vida
continuará, pero la tuya se paró. Se detuvo para siempre jamás. Y eso no puedo
ni podemos remediarlo. Ya no podemos. Y es ahí donde nos damos de cabezazos
contra muros construidos a prueba de bombas. Nunca uno está del todo preparado,
por más que lo intente, para afrontar la pérdida de un ser querido, y en este
caso aún menos, porque se trata de la pérdida de una figura entrañable (sobre
todo cuando hablo de alguien como tú, un padre ejemplar, modélico, entregado en
cuerpo y alma a tu familia).
Tú, con tus
sabios consejos, con tu tesón, me enseñaste a caminar por el mundo, me
mostraste el mapamundi de los afectos y las ensoñaciones. Me enseñaste a volar.
Y ahora siento que me faltan alas. Algún día puede que vuelva a volar pero por
ahora no puedo. Mi alma sangra. Mi ser se estremece. Me siento muerto como tú,
papá.
martes, 19 de abril de 2016
La fragua literaria leonesa: Fran Allegre
Cultura
Fran Allegre: "La cultura de raíz leonesa es la leche de nuestra madre"
Manuel Cuenya
| 19/04/2016 - 12:24h.
El
poeta, músico y artesano Fran Allegre, autor de 'Deixando'l cuerpu',
sigue componiendo, tocando, construyendo instrumentos musicales y
escribiendo poemas, además de artículos etnográficos, otra de sus
facetas creativas e investigadoras.
Fran Allegre. Foto: Manuel Cuenya
Poeta, músico, artesano, artista, en definitiva, Fran Allegre (http://franallegre.blogspot.com.es/)
es un gran valor en la provincia leonesa, a quien deberíamos tener muy
en cuenta. No en vano, le entusiasma dar vida y vuelo a la lengua y
cultura leonesas. Como queda claro en sus 'Poemas pa nun ser lleidos'
(Ediciones Filandón, 2008), su ópera prima, cuyo título sí invita a ser
leído, sobre todo para bajar a la tierra, según su creador, o bien su
reciente antología 'Deixando'l cuerpu', que nos muestra su pasado, y
también un presente visto con ironía, un libro en el que sobresalen
poemas emocionantes como 'La ñeve', 'Ñacióu muertu' o 'El consumidore',
entre otros. O como él mismo nos muestra a través de sus palabras: "La
cultura de raíz leonesa es identidad, historia, palabras, emociones...
es la leche de nuestra madre. Un poso base de ADN de rebeldes bosques
astures aún algo presentes en llanos y altos con desarrollo, mezcolanza,
y esparcimiento a los cuatro puntos cardinales en el devenir de los
tiempos".
Asimismo, Fran aparece incluido en "Esto no rima" (Editorial
Origami, 2012), una antología poética coordinada por el poeta leonés
Abel Aparicio, así como en alguna antología de autores en asturleonés.
Incluso ha hecho sus pinitos como autor teatral con 'Sentir, y nun
sentir sentire', una obra escrita en asturleonés, romántica, cuyo
protagonista, un joven pintor, al que le cuesta acercarse a la belleza
femenina, que se lamenta, de modo permanente, por la pérdida de la
belleza y aun por el miedo a la misma.
Y, en este mismo sentido, colaboró, en unas jornadas medievales celebradas en Sicilia, con Batarnù: http://www.batarnu.com/home.php,
un grupo de teatro italiano de calle. Está convencido de que la poesía
es la irremediable manifestación de un callado grito. Y, en su caso, de
un grito oscuro. "También puede ser un modo de vida que seguramente,
esperpéntico o no, va ligado a la verdad, no sé si a la de uno
solamente, o también a la colectiva. Probablemente a las dos", se
expresa este músico, de formación autodidacta, que toca tocos los
instrumentos tradicionales, incluidos la chifla y el tamborín. Recuerda que
su maestro tamboritero fue Lucas Simón de Abajo. Compone temas propios y
recoge, a través de estudios de campo, composiciones tradicionales
leonesas, dándoles difusión a las mismas. Ha participado en diversos
programas de radio y televisión, y ha dado conciertos por toda España,
incluso por algunos países de Europa como Italia, Portugal o Alemania.
El arte como alimento espiritual
"La poesía puede ser un modo de vida que
seguramente, esperpéntico o no, va ligado a la verdad, no sé si a la de
uno solamente, o también a la colectiva. Probablemente a las dos"
En su faceta como artesano de instrumentos tradicionales
leoneses, construye, desde finales de los 90, zanfoñas, chiflas,
tamborines, gaitas leonesas, rabeles, pitos, panderos, cuadraos,
panderetas, arpas, entre algunos otros. Y dedica parte de su tiempo a
impartir talleres didácticos de música e instrumentos tradicionales
leoneses en colegios e institutos. Cuenta que él pensaba estudiar
ciencia pero, cuando descubrió la música, se dejó fluir en busca de la
artesanía y la música como modo de vida. La música como medio de
comunicación, que le permite decir lo que de otra manera no podría decir
a buen seguro. La música es, en su opinión, la consecuencia de vivir.
"Es la consecuencia de que te pinchen, y sangres... La música en
principio, y la poesía después como manifestaciones de sentimientos, de
sentimientos verdaderos", sintetiza Fran, que se siente marcado e
influido, desde un punto de vista poético, artístico, por el hecho de
haber nacido en la comarca de Órbigo. "León en su conjunto tiene madre
suficiente como para parir o hacer parir gran variedad de
manifestaciones de los sentimientos. Bajo mi punto de vista, la gran
riqueza de paisajes, seres vegetales y animales, colores que la habitan o
habitaban en algunos casos... La variedad no es un impedimento para ver
la cohesión cultural identitaria más manifestada norte sur que nos hace
también ser de alguna determinada manera... La pérdida, la inundación,
el paso del compartir del común a no poder pagar el piso, la obligación
impuesta de tener que ser lo que no somos, el cambio a la nada...
Pérdida de la belleza, de la verdad, muy presente. El adiós a especies,
paisajes, palabras, lumbres, o a firmas con apretones de manos está
demasiado presente como para no manifestarse de forma artística",
rememora Fran, quien cree que la provincia de León ha dado y sigue dando
buenos narradores y poetas, grandes artistas en general, como por
ejemplo Juan Carlos Mestre, al que admira cuando lo escucha recitar.
Puedes seguir leyendo esta fragua en el enlace de ileon.com
martes, 12 de abril de 2016
La fragua literaria leonesa: Francisco L. Pozo
Francisco L. Pozo: "Los poetas somos seres que podemos soportarlo todo"
Manuel Cuenya | 12/04/2016 - 11:45h.
El poeta y fotógrafo berciano Francisco L. Pozo, autor de 'Para ver nacer el cataclismo', está a la espera de que alguna editorial se interese por su nuevo poemario. Además, tiene previsto ponerse a trabajar en otras ideas relacionadas con la poesía visual.
Francisco L. Pozo. Imagen de M. Cuenya
Francisco L. Pozo es un poeta y fotógrafo nacido en el Bierzo Alto, en concreto en Igüeña, una bella población rodeada de montañas, con un valle de Bubín bucólico e inspirador, lo que le ha influido de un modo decisivo. De madre berciana y padre jienense, los cuales se conocieron en la Barcelona de los años 60; donde fue concebido este creador, cuenta que no llegó a ver la luz del Mediterráneo, pues sus padres no acababan de adaptarse a la vida en la gran ciudad y decidieron nacerlo en el Bierzo, "al calor del carbón, que reclamaba, por aquellos años de 1968, mucha mano de obra".
Cree que ese su primer viaje, aún nonato, marcó de algún modo, "tal vez poético", el devenir de su vida posterior, sin sentirse nunca plenamente habitante del lugar donde le ha ido tocando vivir. Confiesa asimismo que su infancia en el lugar de su nacimiento ha sido el período más feliz de su vida, "tal vez el único", matiza, en ese intento por mostrarnos, como hiciera el poeta Rilke, que la infancia es la única patria verdadera, en la que se forjan los sueños y las ilusiones. "Hasta los 14 años tuve la suerte de vivir rodeado de montañas, ríos y bosques, en un pueblo minero, de ganadería y agricultura de montaña, con todas las vivencias que eso supone, y que sí, de alguna manera han influido en mis poemas. Pero también todo el éxodo posterior", apostilla este autor berciano, que fue precisamente a partir de los 14 años cuando comenzó a interesarse por la literatura, sobre todo por la poesía, "casi exclusivamente", de modo que su primera etapa como lector de poesía la dedicó a clásicos como Bécquer, Neruda o los poetas de la Generación del 27.
Y a partir de ahí recuerda con emoción leer a Carlos Edmundo de Ory, así como a algunos poetas de la Generación del 50, quedando deslumbrado al descubrir la poesía de los novísimos. Su lista de poetas sería muy extensa, en todo caso, e incluiría asimismo a grandes poetas como Juan Gelman, Olvido García Valdés, Clara Janés, Chantal Maillard, y muchos otros; "pero los poetas que más me han emocionado han sido César Vallejo, Pedro Casariego Córdoba, Miguel Suárez, Paul Celán o Ted Hughes", señala este apasionado de la naturaleza, de su tierra, de lo ancestral, "la inefable intrahistoria de nuestros ancestros del noroeste, desde la época oscura de los celtas hasta los tiempos más cercanos de hombres como el Tío Perruca, aquel rudo igüeñés que se abrazó a un oso 'para bailar o para matarse'", de ese Noroeste mágico y literario, que tanto inspirara, entre otros, al gran Antonio Pereira. "Hace mil años todo era noroeste", escribe Francisco en su poemario, 'Para ver nacer el cataclismo' (Baile del Sol, 2015), cuyo título nos predispone a adentrarnos en la tragedia y la desolación. "Hace referencia a un cataclismo interior, íntimo, sentimental, en el que sí cabe la desolación y se intuye la tragedia", reflexiona el autor, para quien este libro es un intento de poner fin a un viaje de ida interrumpido y así poder iniciar el viaje de vuelta. "Un viaje en el que hay varios paisajes tanto físicos como sentimentales: el Bierzo más rural de mi infancia, la juventud en el Madrid de los 90, y años más tarde de nuevo regreso al Bierzo de la burbuja inmobiliaria y la crisis a partir de 2008, económica, laboral y lo peor, sentimental: la muerte de mi hermano Antonio, mi separación y divorcio...etc. La mayoría de los poemas están escritos por 'un hombre solo', en el silencio de una casa vacía, acaso roto por 'el murmullo hiriente del frigorífico'; un hombre solo que ve desde su ventana, afuera, 'más casas vacías' con más seres silenciosos y aturdidos en mitad del espejismo de una idílica 'llanura' -un descampado en realidad-, y al fondo, la ciudad de 'las puertas frías', con su centro comercial y sus 'días del engaño'. Y más allá, ese hombre solo, ve desde su ventana, unas montañas que le esperan... 'para ver nacer el cataclismo'". La escritura, la poesía, en su caso, como un modo de ahuyentar los malos espíritus, para que no se cumplan sus miedos. Bajo esa idea están escritos, según él, los poemas que configuran este revelador libro, "escritos con el miedo de saber, y a la vez con la valentía de aceptar, que ocurrirá lo que ha de ocurrir". Una idea que ha extraído recientemente a partir de la lectura de la poeta argentina Alejandra Pizarnik: "escribo para que no suceda lo que temo".
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