Américo Vázquez: "Yo seguiré siendo, primero berciano y argentino después"
Manuel Cuenya | 31/03/2015
El médico, narrador y poeta Américo Vázquez Vuelta, autor de 'Ciertas Mujeres y el Médico', está concluyendo una novela, cuyos personajes son reales y están vinculados con uno de los capítulos de su anterior libro
En lo profundo del tiempo/ Te abandone en la distancia/ Pero una mezcla de sueños/ Y relatos me habitaban./ Un día besé tu fuente/ Y los cristales del agua/ Ocuparon mis entrañas/ Agitando sentimientos/ Como si fueran fantasmas/ Y en medio de este concierto/ Arropado por la magia,/ Aquí, en este lugar/ Con nieve de luna blanca/ Salió de mi el primer grito/ Que repico en las campanas./¡ Si, fue aquí donde nací!/ ¡Bendita Santa Leocadia!
El médico, narrador y poeta Américo Vázquez Vuelta es uno de tantos bercianos que en su día se embarcaron rumbo a América, en busca de un futuro, una mejor vida, cuando en la provincia de León, en España al completo, las condiciones económicas, sociales, culturales y políticas eran, cuando menos, adversas para tantas personas. Y estas circunstancias fueron las que llevaron a Américo a la Argentina, país que lo acogió con los brazos abiertos, "grandiosa tierra que me abrió las puertas para que encontrara el camino del conocimiento, en el arte de curar y las ganas de escribir, por mi esposa, María del Carmen, mis hijos y mis nietos", revive. "La savia seguirá nutriendo el árbol que dará nuevos frutos argentinos, pero yo seguiré siendo, primero berciano y argentino después", habla con nostalgia de su tierra de origen este entrañable ser humano nacido en Santa Leocadia, en el Bierzo Alto, que recuerda momentos irrepetibles, "todos bellos y nostálgicos" de su infancia y adolescencia en Toreno, Noceda del Bierzo y Ponferrada.
De Santa Leocadia no recuerda nada porque apenas tenía un año cuando su familia se fue a vivir a Fabero, "mejor dicho entre Fabero y Lillo, cerca de la mina El Pozo. A Santa Leocadia la conocí casi 80 años después, un día que Paco Vuelta me llevó para que viera la casa donde nací, bebiera agua de la eterna fuente, conociera la iglesia con sus campanas y donde fuimos recibidos por la amable gente del lugar".
En Toreno, donde sus raíces maternas se pierden en la lejanía de los tiempos con la llegada de los musulmanes a las riberas de Sil, allá por el año 720, pasó la mayor parte de su adolescencia y juventud, y en esta localidad reinició la escuela primaria con un maestro muy humano y muy sabio, Don Manolo, quien despertó su interés por la lectura, que tanto influiría en su vida.
A fines del 41, el año del hambre, cuenta Américo que la necesidad le llevó a Noceda del Bierzo, a la casa de Don Felipe (Felipote), para el cuidado de las vacas y de un brioso caballo, "que solo Dios sabe cómo no me volteó y descalabró". En todo caso, guarda muy gratos recuerdos de Noceda, sobre todo el excelente trato que le diera la familia de Don Felipe, "algo de escuela, monaguillo ocasional, la gente sencilla y pueblerina, el tiempo de la siega, las eras, leer los cuentos de Calleja mientras cuidaba las vacas". Después de aquella aventura, que sin duda evoca al Lazarillo de Tormes, Américo volvió a la escuela hasta que el cuerpo le dio fuerzas para cargar y descargar el carbón de los vagones, "no en el interior de la mina sino afuera en el llamado Muelle –precisa–. No mucho después la mina del Este me vería entrar por su boca negra para llegar cerca del tajo y trabajar de 'guaje', que era la primera tarea que nos daban a los que no sabíamos nada".
"Lo que me embarga es el abrazo y la ternura del cariño de mi madre, eso adquiere una enorme dimensión que aun hoy me hace feliz al recordarlo."
De Ponferrada, Américo rememora su estancia primero en La Puebla y luego en la parte alta, a unos pasos de la Plaza de la Encina y del castillo templario. Y cómo los templarios despertaron su curiosidad por el misterioso castillo, dando rienda suelta a su imaginación y su fantasía. Allí comenzó la escuela primaria. "Entro de lleno en el mundo de los sentimientos y ahí, el corazón manda y, con la ayuda de la memoria, transito, cargado de alegrías y añoranzas, por aquel mundo mágico". Asimismo, le asaltan recuerdos de cuando comenzó la guerra, metido en la bodega subterránea, escuchando los tiroteos de los dos bandos entre Fabero y Lillo, "lo que me embarga es el abrazo y la ternura del cariño de mi madre, eso adquiere una enorme dimensión que aun hoy me hace feliz al recordarlo. Lo demás, no lo incorporo. No tienen cabida en mi corazón ni el resentimiento ni el odio".
Argentina, país fantástico
Apenas cumplidos los dieciocho, Américo se embarcó, con su familia, rumbo a Buenos Aires, y fueron a parar al centro de la capital porteña, donde pudo cursar el bachillerato, y posteriormente ingresar en la Facultad de Medicina, completando su carrera en 1963. "Todo ello sin pagar un centavo y con un nivel académico de lo mejor de América Latina. Esto es lo que me dio Argentina, un país fantástico y generoso con todos los seres del mundo que quieran venir a afincarse en esta bendita tierra", que le ha permitido, además, ejercer su profesión de médico con grandes satisfacciones. Gracias a su profesión –matiza– también ha podido viajar con su familia por varias partes del mundo. Viajar por distintos lugares supone para él una ilustración, que permite ver en directo los hábitos, costumbres y procederes que, por lo otro lado, resultan difíciles de imaginar, "desde lo más trivial a las obras monumentales". En su caso, viajar es también una fuente de inspiración a la hora de escribir. "A la vez que nos enriquece en conocimiento, nos embarga el alma".
Confiesa que al principio le costó adaptarse a la idiosincrasia del porteño. "Sufrí algunas escaramuzas que superé con facilidad. El porteño es inteligente, activo, dinámico y rápido en agilidad mental, capta con facilidad los problemas, pero tiene una manifiesta apatía para resolverlos". En cualquier caso, Américo es consciente de que las culturas son bastante parecidas, y que Buenos Aires es la ciudad más europea de América, al haber recibido a gran parte de los que huyeron de Europa durante la primera y segunda guerra mundial. "Esta ciudad me facilitó la apertura de la mente, que me ayudó a comprender y respetar a todo ser humano de cualquier origen, raza o religión".
"Juanma G. Colinas es un periodista de raza muy creativo, con una enorme capacidad de trabajo, perseverante... estoy convencido que tendrá un gran futuro en el medio de las comunicaciones".
Américo es, desde jovencito, un lector empedernido, que disfrutó y sigue disfrutando con multitud de autores, ya sean griegos o romanos, clásicos o modernos de cualquier origen, aunque siempre le han llegado más aquellos que logran meterse dentro de los personajes, captar y expresar sus sentimientos, su temperamento, su carácter –como el Dostoievski de 'Crimen y Castigo'–, que cala en el aspecto psicológico y drama profundo que embarga al protagonista, llevándolo a aquellas acciones compulsivas e irracionales, después de cometido el crimen. Y su vocación por la escritura creativa, que también surge en su mocedad, se desencadena cuando el periodista toreniense, Juanma González Colinas, le pide vía Internet una breve reseña de su larga historia para dar comienzo a 'Bercianos por el Mundo'. Gracias a Juanma, "Plumilla Berciano", se difundieron gran parte de sus poemas, y a partir de ese momento Américo decidió publicar sus primeros relatos. "Juanma y Paco Vuelta fueron los catalizadores que me empujaron a ganarle tiempo al tiempo y dedicarme a escribir", agrega este veterano poeta y narrador, que dedica palabras elogiosas a Juanma G. Colinas, "un periodista de raza muy creativo, con una enorme capacidad de trabajo, perseverante... estoy convencido que tendrá un gran futuro en el medio de las comunicaciones". Y acerca de Paco Vuelta dice que es un infatigable luchador, dispuesto a difundir la cultura leonesa. "Me unen a él lazos familiares y de profunda amistad. Es un conocedor de la vida y sabe vivirla y disfrutarla cada día, bien sea en soledad contemplando la naturaleza o en compañía de sus seres queridos".
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