sábado, 30 de julio de 2011

Susana Fortes, por Idoia Arbillaga

 

                                         Rafa Escobar e Idoia Arbillaga en Priego (2011)


LA RAZÓN.27 .07.2011
“SUSANA FORTES”
(Por Idoia Arbillaga)




No sospeché al conocerla en los cursos de El Escorial, 1996, en su primera ponencia, jovencísima, brillante…, hasta dónde la llevaría su talento (ya hoy bien demostrado en sus diez obras publicadas). Los medios nacionales no han reparado suficientemente en un hecho sorprendente: La huella del hereje, notable novela de Susana Fortes, relata unos acontecimientos que luego se han cumplido con pavorosa similitud. En la obra, se roba un importante códice en la Catedral de Santiago, un deán algo peculiar está involucrado, y la llave de acceso al lugar santo fue facilitada. Bien, pocos meses después de la publicación de la novela, hace escasas semanas, ha sido hurtado un importante códice en plena catedral de Santiago, la llave estaba colocada en la caja fuerte, el deán declara que no eran pocas las personas con posible acceso a la llave. El paralelismo resulta insólito. 
La autora recibió la noticia en Londres, los medios gallegos la han asediado… Ahí es nada, el Códice calixtino es valiosísimo. Para The Guardian y otros medios británicos es el robo del siglo, la BBC también informó. Un bulo de la red relaciona a la escritora con cierta intención de denunciar la falta de seguridad, sandeces. La primera incursión de Susana Fortes en el género negro no ha podido ser más certera, por los personajes que crea, perfilados con gran coherencia y de manera sugestiva, y por una historia amena, estimulante…, tanto que hasta los cacos la han llevado a la vida real. Grande la Fortes.

jueves, 28 de julio de 2011

Concurso fotográfico en Camponaraya

Acabo de enterarme, después de ver las bases para este año 2011 sobre el Concurso fotográfico que organiza el Ayuntamiento de Camponaraya, que aparece en portada o contraportada una de mis fotos (y uno sin enterarse, si es que...) en su folleto informativo, publicitario. 

http://www.camponaraya.org/Datos/XIVConcursoCamponarayaenelCamino.pdf 

Bueno, ya me dirán si al menos figura firmada con mi nombre. Vaya aquí esta foto, tomada en la cruz de El Acebo el pasado año, imagen que envié of course al Concurso fotográfico de Camponaraya 2010. 


Henry Miller, un coloso de la literatura


 Publicado en Diario de León el 24 de julio de 2011. 

Un niño no necesita escribir, es inocente. Un hombre escribe para expulsar todo el veneno que ha acumulado a causa de su forma de vivir falsa (Henry Miller, Sexus).


Henry Miller, un coloso de la literatura


De vez en cuando uno vuelve a Miller para alimentar su espíritu en esta época materialista y dopada, a la que sólo parece interesarle el entretenimiento y la propaganda. Y Miller es importante porque aún posee la capacidad de despertarnos. Lo que quiere, en el fondo, es conducirnos a las estrellas. Es tal su fuerza, que resulta único: “Ir más allá de uno mismo. Lanzarse al espacio, aferrarse a una escalera volante, subir por ella, elevarse, coger el mundo del pelo y levantarlo, despertar a los ángeles acurrucados en sus etéreas guaridas, ahogarse en las profundidades estelares, colgarse de la estela de los cometas.”
Un  escritor olvidado
Henry Miller –conviene no confundir con Arthur-, es hoy un escritor casi olvidado entre el gentío del realismo sucio, el Kronen y el prozac, incluso entre filólogos y estudiantes de literatura en nuestro país. La censura, su prohibición en los Estados Unidos (donde vivió retirado y casi en la pobreza durante sus últimos años en la localidad californiana de Big Sur) y la crítica hembrista de los años setenta contribuyeron a enterrar en vida a este coloso, que inventó para el siglo XX un nuevo estilo de escritura: la exuberancia en primera persona y el tiempo presente,  cuya voz valiente y revolucionaria devolvió la vida a la literatura, porque escribió con su sangre, como Gorki, tal como pensaba, tanto en el nivel consciente como en el subconsciente, con la lógica surrealista y un sabroso caos clarividente.
A Miller se le recuerda sobre todo por sus desvaríos salvajes y su bohemia, y aun por faceta provocadora y pornográfica.
“Miller fue el último lírico en inglés –escribe Umbral, nuestro Miller español-, padre de la cerveza y de los beatniks, abuelo de Kerouac y los ferrocarriles, tío carnal de los hippies y las amapolas, un Whitman que ya lo ha vivido todo… porque tenía el impulso whitmaniano de América, la juventud fúnebre de Poe”.
Miller también fue, incluso para nuestro Umbral, más que una experiencia literaria. Léanse, por ejemplo, Diario de un snob 2, Diario de un escritor burgués o Trilogía de Madrid: “Leía yo mucho a Miller en Vallecas, ediciones clandestinas de Losada con olor a nafta y huevos con panceta”. Sus pinceladas musicales también están presentes en El día en que violé a Alma Mahler: “Yo soy la soledad que toca el xilofón para pagar el alquiler”. En realidad, la prosa de Umbral, hecha de lirismo y sexo, es comestible, convulsa, onírica, pictórica y bien milleriana, acaso porque nuestro genial columnista y escritor siempre quiso parecerse a aquel filósofo libertino al que le gustaba recorrer con pasión los antros y callejuelas de París. Y que acabó haciendo de la capital francesa una deliciosa fondue o una tarta versallesca…. “¡Una ciudad eterna, París! Más eterna que Roma, más esplendorosa que Nínive. El ombligo mismo del mundo…” (Trópico de Cáncer). Algo que Umbral también ensayó con éxito desde y sobre la ciudad de Madrid.

Miller sigue siendo un maldito, como lo fuera el marqués de Sade, un transgresor, un autor contra el sistema imperante. Un tipo contradictorio bajo cuya pulsión sexual y libertinaje se esconde un místico y aun un romántico, que se forjó como escritor en las calles de París. “Las calles eran mi refugio. Y nadie puede entender el encanto de las calles hasta que no se ve obligado a refugiarse en ellas”, cuenta en Trópico de Cáncer. Y en su Primavera negra se despacha de este modo: “Nacer en la calle significa vagabundear toda la vida, ser libre… En la calle, aprendemos lo que son realmente los seres humanos… Lo que no pasa en plena calle es falso, es decir, literatura”.




En cualquier caso, este estadounidense nacido y criado en el barrio de Williamsburg, en Brooklyn, Nueva York, en el seno de una familia de clase media –“formada por nórdicos puros”-, dejó una profunda huella en toda una generación de escritores, como lo fuera la Generación beat, entre los que se encuentran Kerouac (conocido por su novela En el camino), Ginsberg y Burroughs, entre otros.

Hijo del surrealismo y la lírica de Whitman, la filosofía de Nietzsche –no en vano su primer intento serio de escribir fue un ensayo sobre este pensador- y los subsuelos psicológicos y lúcidos de Dostoievski, Miller es también un escritor épico, conocido sobre todo por sus Trópicos, el de Cáncer y de Capricornio, ambos geniales. “En Whitman cobra vida todo el escenario americano, su pasado y su futuro, su nacimiento y su muerte. Todo lo que de valor hay en América, Whitman lo ha expresado. Fue el Poeta del Cuerpo y del Alma”, escribe Miller en Trópico de Cáncer, novela que vio publicada cuando tenía más de cuarenta años en la ciudad de París, donde decidió autoexiliarse en busca de la libertad que no le procuraba por aquel entonces su país, Estados Unidos. “En ninguna parte me he sentido tan degradado y humillado como en América”, recuerda Miller en Trópico de Capricornio, que trabajó durante algún tiempo en una Compañía Telegráfica para sobrevivir. Después de sufrir penurias varias, y con el apoyo de su musa June, Miller logró hacerse escritor -lo que en verdad siempre quiso ser- y alcanzó el éxito en París, como tantos otros extranjeros por aquel entonces. En aquella época Francia, y en concreto su capital, era el lugar universal por excelencia, la cuna de los artistas. 

“Entonces entendí porque atrae París a los torturados, a los alucinados, a los grandes maníacos del amor”.









Si los hombres y las mujeres dijeran sí a la vida, menuda explosión supondría para los políticos y belicistas. ¿Qué harían esos bastardos? Se acabaría la esclavitud. El dinero no serviría para nada. ¡Creación! ¡Deseo! ¡Ilustración!

Miller es como un gurú de la escritura, un iluminado y un maestro indiscutible capaz de revelarnos lo esencial. 
En su prosa hay una generosidad que transfigura todo lo que toca. Lo primero que leí fue su Trópico de Cáncer, que me pareció pura dinamita. 
Una beca Erasmus me hizo conocer la ciudad francesa de Dijon,  escenario de esta novela. 
El otro es París, ciudad en la que también he vivido.
A Dijon había llegado Miller para dar clases de inglés en un instituto, creo recordar que fue el Lycée Carnot.
 Y se quedó congelado, según cuenta el propio autor, porque Dijon -doy fe- es una ciudad fría, con lago y psiquiátrico incluidos, en la que me instalé, durante algún tiempo, para cursar estudios universitarios e impartir clases de español. Un lugar sólo apto para pingüinos y lobos esteparios, y algún que otro extranjero en busca de nuevas sensaciones. “Una ciudad insignificante y sin perspectivas –escribe Miller en Trópico de Cáncer- donde se produce mostaza a carretadas”, que te hace llorar, me atrevería a añadir.
Al igual que Miller –qué osadía la de uno- también acabé trabajando en una Academia de Lenguas, Dijon Langues, donde conocí a una canadiense de Toronto, Jessica, que me descubrió a este coloso en todo su esplendor: Trópico de Capricornio; Días tranquilos en Clichy; Primavera negra; Sexus; Nexus; Plexus... Ella lo leía en lengua original. Afortunada la gachí. Jessica daba clases de inglés y era muy milleriana. También leía a Kerouac y Bukowski, y tenía un aire con la enigmática June Mansfield, de tez pálida, cabello rubio y ojos ardientes, esto es, la musa de Henry Miller, que aparece en la mayoría de sus obras –su gran autobiografía novelada- como Mona en Trópico de Cáncer, como Mara, incluso como Mona, en Sexus; Nexus y Plexus, o como Hildred en Crazy Cock. También a ella (June) está dedicada su novela Trópico de Capricornio, una auténtica confesión, que eriza los vellos del alma.
A través de Jessica, rayada de ensoñación y nieve derretida en el lago Kir, Miller me supo a emoción perfumada, feromónica, excitante. Y me tragué toda su prosa vitalista y autobiográfica, que me supo a pan bíblico, como me dijera en una ocasión el oscarizado Gil Parrondo.


A partir de ese momento decidí que este autor sería, al menos para mí, uno de los más grandes escritores que ha dado el siglo XX, aunque esto no deje de ser una apreciación subjetiva. No en vano, Henry reivindica a algunos de los maestros de la literatura como Rimbaud, al que le dedica un magnífico ensayo, El tiempo de los asesinos. Además de un escritor fuera de lo común, con una voz tan personal que revolucionó el mundo, Miller es un filósofo y un poeta que analiza la realidad de su tiempo y nos la devuelve cargada de lirismo y de luz.
Entre sus obras maestras cabe destacar asimismo El Coloso de Marusi, que escribió en 1941, con motivo de un viaje a Grecia, invitado por el escritor Lawrence Durrell. "Mi amigo Durrell me esperaba en Atenas para llevarme a Corfú… Antes de ver el país, ya estaba enamorado de Grecia y de los griegos. Me di cuenta con antelación de que eran gente cordial, hospitalaria", escribe Miller en las primeras páginas de este libro, que tal vez sea uno de los mejores libros de viajes que haya leído.
Con El Coloso de Marusi, Miller nos hace amar la sensualidad y la luz griegas en toda su magia. "La tierra griega se abre ante mí como el Libro de la Revelación". "La luz de Grecia abrió mis ojos, penetró en mis poros, dilató todo mi ser". La próxima vez que viaje a Grecia, prometo hacerlo con el Coloso bajo el brazo.
Leer Trópico de Cáncer sí es adentrarse en la literatura, impregnada de saber, aunque mejor sería decir en la vida, brutal y emocionante. Si me apuráis, Trópico de Capricornio es aún más redondo que el de Cáncer. La verdad es que Miller se hubiera consagrado como autor con sólo escribir un trópico, pero escribió mucho y rico, que dirían nuestros parientes hispanos.
Comenzó a escribir con la misma pasión y avidez con que había vivido. 

El escritor necesita dedicar todo o casi todo su tiempo, esto es su sangre, a escribir. Sin embargo, es fundamental entregarse a la vida, viajar, conocer... como también hiciera Rimbaud, que ya jovencito dejó de escribir para viajar por el mundo “alante” y vivir.  
Miller es un fenómeno en su hacer literario y vital, que tuvo la gran suerte de codearse con Anaïs Nin, otra musa brillante y cautivadora.  A decir verdad, las memorias de Anaïs son delicias que ya las quisiéramos muchos, pero es que la Nin no era ninguna moralista y hacía lo que le venía en gana. Ambos disfrutaban de los instantes, de la vida y del sexo.
El indestructible idealista, que también nació como Jesucristo en Navidad, es un descubrimiento, una bendición que algún día, a lo mejor, me inspirará para componer mi sinfonía del Trópico.

Lectura poética en Ponferrada

                                          Sara R. Gallardo en Noceda

Esto de las lecturas poéticas se está poniendo de moda, una moda saludable, creo, que espero surta efectos en la población berciana, leonesa, castellana, española, europea, mundial, o sea... Pero qué pretensiones las de uno. En todo caso, resulta divertido hacer lecturas, aquí y allá. Y desde hace unos años el Bierzo comienza a perfilarse, sobre todo en verano, como escenario lírico: Cobrana, Busmayor y Noceda. Qué tres nombres para tres Encuentros poético/literarios. Mola mazo, que se dice ahora. O antes. N'est-ce pas? 

Vaya, pues, que viva la poesía, la literatura en todo su esplendor, y sigamos masticando palabras en el lagar fraseológico, gnoseológico (qué palabrín) hasta sacarles todo su jugo, sus esencias, cual si estuviéramos destripando uva, como antaño hiciéramos, sin ir más lejos, en el lagar del tío Teresín, abuelo materno de mi amigo Miguel Ángel García, desde hace ya algún tiempecito Corresponsal de TVE en Berlín. Mas no nos vayamos por peteneras y démosle a la lectura o lecturas. 

Quienes tengáis un ratín, y podáis acercaros al salón de té Ko Ko Ro de Ponferrada, os esperamos hoy mismo, a partir de las 20h. Allí estará la poeta Sara R. Gallardo y este humilde servidor (qué tontuelo quedó esto último, ¿verdad?). 

miércoles, 27 de julio de 2011

A Tomás Néstor

Texto escrito con motivo del homenaje que se le rindiera el pasado sábado en Bembibre al profesor, viajero y animador cultural Tomás Néstor Martínez. 

Tomás Néstor en Veguellina, su tierra natal
Querido Tomás:

Aunque no podré estar físicamente en tu homenaje, deseo acompañarte en espíritu, acaso a través de estas palabras, que espero te arropen y te nutran.

Recuerdo la primera vez que nos vimos y hablamos de Juan Goytisolo y nuestra pasión común por Marruecos. Eso fue en Bembibre: nexo de unión y espacio afectivo donde nos ha tocado -o hemos decidido- realizar labores varias. Desde ese momento se forjó una afinidad amistosa que ha perdurado, por fortuna, a través del tiempo. Hemos tenido la ocasión de vernos en diversos encuentros y saraos culturales, incluso hemos compartido Tardes gloriosas, a orillas del Órbigo, en tu tierra natal,  en mi “útero de Gistredo” (Noceda del Bierzo), en el hayedo de Busmayor, y recientemente en Priego, Cuenca, que para mí fue una experiencia maravillosa, impregnada de poesía y amistad, sonrisas y afectos entrelazados en una belleza inolvidable, la que se procuran unos seres humanos dispuestos a vivir y sentir, a sentir todo de todas las maneras, como aquellos versos de Pessoa, a sentir en definitiva el mundo con ese toque mágico de amistad que nos envuelve tras su cálido aliento y su alegría acariciadora. La amistad, y aun otros afectos, como forma de vida, sobre todo en estas épocas convulsas. Cultivemos pues, amigo Tomás, la amistad, siempre y en todo momento, como hicieran los filósofos epicúreos, cuyo saber consistía en alejarse del mundanal ruido para reunirse al amor sagrado de las palabras en un huerto o jardín, quizá bajo algún árbol cobijador. Y aunque a veces nos sintamos eremitas, al menos por instantes, esta es una magnífica ocasión para rememorar -también vivir- los buenos momentos compartidos, aquí y ahora, antes y después, con todas vosotras y vosotros, contigo, estimado Tomás. 

Desde este espacio-jardín, que ansío sea de las delicias,  seguiré creyendo en la amistad, y ojalá este encuentro, esta reunión-homenaje a tu persona, querido Tomás, perviva más allá de estas humildes palabras, que sólo aspiran a dar cuenta de lo que estoy sintiendo.

Enhorabuena.
Un abrazo entrañable.


martes, 26 de julio de 2011

Río Burbia

                Río Burbia a su paso por Corullón. Texto para el Calendario del Consejo Comarcal.
Resulta atrayente seguir el curso del río Burbia, que nos devuelve una imagen de vía romana bajo el agua. Se me antoja emocionante navegarlo, descenderlo en canoa, adentrarse por entre la espesura de su vegetación, hacer piruetas en el agua, nadar río abajo, dejándose arrastrar por la corriente, sentirse trotamundos y explorador como en una película de aventuras, aunque sea en la propia tierra, que en verdad es nuestra matria, regresar al río de la vida, que también lo es de la muerte, porque uno, cuando es danzante, nunca se cansa de indagar nuevos territorios, de sorprenderse como un niño que mirara el mundo por primera vez, con esa su mirada inocente y salvaje; de viajar, en definitiva, a través de las riberas de la memoria.
                           Castillo de Corullón

viernes, 22 de julio de 2011

Días de poesía y amistad en Priego

                                          Ángel Luis, Clara Janés, Pablo García Baena, Társila y Juanjo


Diego Jesús Jiménez y Tomás Néstor en León (2009)

http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/encuentro-poetico-en-priego_701508.html 

Desciende entre pinares la quietud de la tarde.
En él fluyen los cielos y se desvela, como un tapiz, su música.
Suspendido en la imagen que reflejan las aguas, el universo sacia
la sed que no conoce límites. En mi sangre penetran
como luces dormidas los aromas, moradas
donde mi cuerpo habita, oculto, en sus remansos.
                                                                    Desnudos paraísos de frío
sus paisajes de nieve, donde aún la pureza
fuera de mí, herida por la infancia, florece en la memoria
como un dios extinguiéndose. 
(Diego Jesús Jiménez, Itinerario para náufragos)

 Una experiencia inolvidable, Priego, que espero repetir el próximo año. Bueno, eso nunca se sabe porque la vida se rebela por instantes absurda y no hay quien a darle forma y contenido. Tendemos a racionalizar la realidad, la vida, y a menudo nos puede lo irracional, lo kafkiano, el sueño de la sinrazón produciendo monstruos. 


                                       Idoia y Luis Alberto de Cuenca
Pero seamos optimistas y no nos dejemos llevar por un análisis tremendista. Priego, decía, me encantó. Y ahora estoy saboreando esos días de poesía y amistad, sonrisas y afectos entrelazados en una belleza que se me hace maravillosa, porque la belleza es acaso la única protesta que merece la pena en este mundo des-razonado, en el que tanta gente pasa hambre y sufre guerras y catástrofes varias. Qué lástima. Con lo bonita que puede, también, llegar a ser la vida. 


                             Olga, Marisa, Miguel Mula y Adriana
La poesía como vida, la vida impregnada de poesía. La belleza de unos versos que se hacen carne y espíritu. La amistad que se teje entre unos seres humanos dispuestos a divertirse, disfrutar, sentir la vida, el mundo, como tiernos infantes (en este caso no difuntos), con la inocencia salvaje y prístina, con la mirada infantil de quien se asombrara de lo que ve y escucha, toca y saborea. 


                            Anabel Torres y Fernando Nombela
Priego me encantó como escenario de sosiego y paz, y aun como espacio de ataraxia y huerto epicúreo donde las personas se reúnen en torno al amor sagrado de unas palabras incandescentes: el brasero dulce y amable de las palabras que renacen de sus cenizas, que vuelven a tomar vuelo y consistencia, que retoman nuevo significado tras su significante revulsivo: la creación (reconstrucción) de un nuevo mundo a través de la palabra aún no gastada ni malgastada.
                                          César Gavela

                                                        Pilar Blanco 
La palabra como sanación. Los versos balsámicos, que invitan a la recreación y le hacen creer a uno en el mundo. 
                                  Colinas y Juanjo
Priego me tocó la fibra, me alimentó con sus versos y sus gentes. Y sentí con intensidad y cariño a mis compañeros y compañeras de viaje: el viaje al interior de la belleza. El viaje a las esencias. Me entusiasmó conocer a Pablo García Baena, con su vitalidad y su entereza, su porte elegante y su saber. Me gustó la presencia tranquila de Clara Janés y sus vivencias por el ancho mundo. Me alegró volver a ver a Luis Alberto de Cuenca, con sus versos cercanos, cual si fueran de uno mismo, como aquello que dice: “Todo en la vida / se reduce a dos cosas: / sexo y comida”, o lo que se me antoja similar:.la vida se resume a Eros y Tánatos, deseo y muerte, algo bien psicoanalítico, freudiano, que comparto y siento. 

                                       Anabel Torres y Antonio Carvajal
Por allí pasaron también Antonio Carvajal (al que Anabel Torres le rindió homenaje), el maestro de la luz, mi paisano Colinas, que me dedicó uno de sus libritos, Catorce retratos de mujer. Gracias, Antonio, por tus palabras cargadas de lírica y vida. Y todos esos amigos y amigas que me hicieron vivir momentos tan agradables, en su amor y compañía: 

Olga (inolvidable), Adriana (una revelación), Idoia (un gusto volver a verla), Pilar (cercana), María (un encanto), Marisa (que pintó un cuadro que me hizo recordar el puente de Arles, de Van Gogh), Anabel Torres (con quien me hubiera gustado platicar más), Eva/Patty Ice (agradable), Társila (madre e hija, y a su vez mujer e hija del gran poeta Diego Jesús Jiménez), César (que nos deleitó con su ingenio y versículos dedicados a los poetas nádicos), Miguel Curiel (que nos cantó a la luz de la luna, con su voz lírica y su guitarra), Miguel Mula (siempre entrañable), Ángel Luis (hospitalario), Rafa Escobar (que me dedicó su libro de poemas, cuyo título se me hace transgresor; qué pena que tuviera que salir pitando al saber de la agonía de su primo), Tomás Néstor (que nos leyó unos poemas, con su voz siempre poderosa), José Enrique (que disertó sobre la poesía de Colinas), Fernando Nombela (que resultó seductor y simpatiquísimo), María José, Marga, Amparo, Juanjo Lanz... Siento no acordarme de todos y de todas. Y lástima que no pudiéramos ver/escuchar a Pere Gimferrer, él que tanto sabe de cine y literatura aunque su poesía me siga latiendo hermética, como algunos poemas de su Rapsodia. Hasta la próxima. 

miércoles, 20 de julio de 2011

A Fonsagrada, territorio de la distancia

http://www.diariodeleon.es/noticias/revista/territorio-de-distancia_613685.htmlTerritorio de la distancia

Galicia es tierra familiar, y A Fonsagrada es un paisaje legendario, en la provincia de Lugo, donde se rodó 'Elogio de la distancia', un poético documental realizado por el leonés Felipe Vega, con guión de nuestro paisano Julio Llamazares.

Vuelvo a esta terra legendaria, acaso para reencontrarme con la belleza primigenia y el encanto verde de los sueños milenarios, y me topo (atopo) con Adrián y Bolaño, que se muestran generosos y hospitalarios. 

"Ya me había enterado por Yuma del reportaje", me dice Bolaño. Se refiere a la crónica que publicara hace unas semanas en Diario de León, y a la que ahora le doy rueca y vuelo en este espacio. 
                                                   Bea Lastra

Desafortunadamente, me entero por Bolaño del fallecimiento del santo bebedor, Atilano. Por su parte, el padre Mondelo, Don Ramón, no está en A Fonsagrada, al menos no en la villa. Eso sí, logro hablar con Bea Lastra (que en tiempos atendiera el punto de información del Camino de Santiago en A Fonsagrada) por teléfono, gracias a la amabilidad de sus padres. Y esta vez sí visito As Seimeiras de Queixoiro: el bosque sagrado de las meigas y los trasgos. 
                               Seimeira de Queixoiro

http://www.diariodeleon.es/noticias/noticia.asp?pkid=613685 
http://www.nocedadelbierzo.com/archivos/A%20Fonsagrada.pdf 
A Fonsagrada, territorio de la distancia  
Galicia es tierra familiar, y A Fonsagrada es un paisaje legendario, en la provincia de Lugo, donde se rodó Elogio de la distancia, un poético documental realizado por el leonés Felipe Vega, con guión de nuestro paisano Julio Llamazares. Me habían hablado tanto de A Fonsagrada, que se me acabó metiendo el gusano de la curiosidad en el cuerpo y a buen seguro en el alma. El visionado de esta película  –y sobre todo las maravillas que me contara una buena amiga- fueron el impulso definitivo para visitar este territorio, que se torna entrañable cuando se contempla con ojos de asombro, como un niño que descubriera la realidad, la luz, el encanto de la naturaleza salvaje.

Elogio de la distancia

                    Castillo de Navia
Con el documental bajo el brazo -es un decir-, y una enorme inquietud, me dirijo hacia este municipio,  situado en el camino primitivo de Santiago, en busca de lugares y personajes. El punto de partida es, en este caso, Ponferrada. Determinados tramos del viaje, hasta alcanzar A Fonsagrada, se me antojan de una sin par belleza.  Los Ancares fascinan al viajero, sobre todo si uno se atreve a seguir la ruta a orillas del río Navia, a su paso por la refrescante localidad de Navia de Suarna, donde éste puede reponer fuerzas, visitar su castillo y darse un chapuzón en sus aguas, bajo el puente medieval, antes de alcanzar el objetivo. 
                              Puente de Navia

                                   A Fonsagrada
A Fonsagrada se aparece empinada, y tengo la impresión que desde esta montaña gozaré de magníficas vistas, lo que confirmo casi de inmediato. Me quedo sobrecogido. El aire sopla fresco, aunque sea junio y luzca el sol, porque A Fonsagrada está a mucha altura sobre el nivel del mar. ¿A quién se le ocurriría la bendita idea de construir esta villa en una zona tan elevada? Doy un paseo por la misma, en espera de encontrarme o reencontrarme con sitios y personajes fílmicos, y aun con el resto del paisanaje.  
                                            Fonte
                        Casa do Concello y mercado
 “Esta es la ‘fonte’ que da nombre a la población, y esta la ‘Casa do Concello’”, me dice mi compañera de viaje. De repente nos topamos con un mercado, donde compramos unos quesos, y el vendedor nos obsequia una botella de vino. Ya tenemos la comida, pienso. Seguimos caminando hasta llegar a una casa. “Vamos a visitar a una persona que de seguro te gustará. Aquí vive el ‘padre’ Mondelo”. 
                                            Padre Mondelo
Nos recibe con los brazos abiertos como si fuéramos peregrinos dispuestos a alcanzar la gloria eterna, aunque en realidad no hemos llegado en peregrinación, pero casi. Se trata de un hombre entregado a las nobles causas, que nos deleita con su conversación y su sentido del humor. “Daros una vuelta por el pueblo, que luego quedamos para comer”, nos dice. La comida, con el pulpo a feira como especialidad, nos resulta divertida y entrañable. También nos acompañan unos misioneros, llegados de lejanos y exóticos lugares como Sudáfrica, Kenia o Perú con sus vivencias y su espiritualidad a cuestas. Uno de ellos, de origen italiano, se muestra entusiasmado cuando nos ponemos a hablar en su lengua materna, mientras le atizamos al vino. Otros parecen más embebidos en su rollo. Nos despedimos, en espera de encontrarnos en otro momento, y continuamos nuestro viaje por los alrededores de A Fonsagrada, territorio cuya naturaleza se nos ofrece esplendorosa. 
Seimeira de Vilagocende
El viajero (y la viajera) sienten este paisaje  como propio, y por instantes tenemos la grata impresión de que un chorro hipnótico y arrullador nos devolviera a un espacio primigenio, la catarata de La Gualta, en Noceda del Bierzo. Estamos ante la Seimeira de Vilagocende, cuyos efluvios nos ayudan a tonificar el cuerpo y el ánimo. Es un espacio sagrado, que nos invita a saborearlo en toda su grandiosidad. “Este podría ser buen sitio para acampar”, nos decimos. En todo caso, es un magnífico lugar para echarse una siestecita, después de una sabrosa comida. Descansamos durante algún tiempo. Aún tenemos por delante una larga jornada. Repuestos y tonificados, regresamos al centro de A Fonsagrada. Allí nos espera –es otro decir- el restaurante Cantábrico. Parece que estuviéramos siempre tras la comida, pero no es del todo cierto. El Cantábrico es un restaurante en el que encontraremos, al menos, a un personaje que forma parte de Elogio de la distancia.  

                             Restaurante Bolaño
Bolaño –en realidad se llama José Lombardía Pereira, nos aclara su hijo Adrián- es el dueño del Cantábrico, que aparece en el documental, en concreto en la estación de otoño. “Pues nada, hemos venido aquí gracias a Julio Llamazares”, le decimos al hombre. “Ah, Llamazares, claro”, responde él, satisfecho. Entonces, se muestra interesado y nos enseña un libro titulado Eloxio da distancia, cuyas fotos corresponden a Cecilia Orueta, la compañera de Llamazares. En este singular libro figuran interesantes reflexiones y miradas de sus autores: "Antes da mirada, a paixaxe era só un territorio". Bolaño confiesa que se divirtió mucho durante el rodaje, y que el libro es un complemento de la película, Elogio de la distancia. “Ser, é unha película, pero chámano documental para non ter que pagarlle aos actores”, aclara él con humor. También nos cuenta que se divirtió conversando sobre su afición común, las setas, con otro emblemático actor, Yuma, y jugando con el hijo de Llamazares y Cecilia Orueta. "Un aguilucho", dice Bolaño con simpatía acerca de este niño. Adrián, en cambio, asegura que no quiso aparecer en el documental porque tenía que madrugar mucho para rodar, y eso no le gusta. Adrián es, por lo demás, un rapaz despierto y amable, que atiende a los viajeros con generosidad, incluso les invita a unos cafés y chupitos. Nos cuenta, asimismo, varias anécdotas, entre ellas, que su padre Bolaño toma este nombre de la casa donde nació y se crió. "Mi padre tenía que escaparse de las labores diarias si quería ir a la escuela", sentencia. La charla resulta amena. Y aprovechamos la ocasión para preguntarle por otros dos personajes de la zona, Atilano y su hijo Cándido. “Viven a las afueras de A Fonsagrada, en la aldea de Palmeán”, nos dice.

"Atilano -confiesa Adrián- se conserva en alcohol... son muchísimos los litros que ha bebido en su vida, tal vez miles”. No nos extraña que el propio Llamazares acuñara el término atilanarse, acaso con la intención de que este vocablo se incorpore al Diccionario de la Real Academia de la Lengua como sinónimo de embriagarse.

El Cantábrico -en tiempos escuela y ahora conocido como restaurante Bolaño- es un buen sitio para reponer energía al amor de una cazuela de caldo y un vino o cualquier otro manjar, postre incluido, por ejemplo una tarta de A Fonsagrada, que está exquisita. Ya se sabe que Galicia es el paraíso de la gastronomía, y aquí se come bien y abundante.

                          En San Martín de Suarna
El paisaje de la distancia,  alejado de casi todo aunque cercano a las poblaciones astures de Grandas de Salime y San Antolín de Ibias, resulta cautivador y nos invita a reflexionar sobre la belleza en el mundo, contenida en este espacio mítico. Antes de abandonarlo, saludamos a las diosas, y emprendemos ruta hacia la cuna del padre Mondelo: San Martín de Suarna, que nos religa con una suerte de espiritualidad en medio de un bosque eterno de castaños, robles y abedules. Como en un abrir y cerrar de ojos el viaje por este paisaje cinematográfico está llegando a su fin, pero Eloxio da distancia nos deja marcados: "Eloxio da distancia é a película dun escritor e o libro dun cineasta ou mellor: é a película dun viaxero que escribe e o libro dun cineasta que viaxa".  "O cine é viaxar e as películas deberían propoñer viaxes". He aquí el nuestro.