lunes, 31 de agosto de 2009

Entre Main Street y Hastings St.

Todas las ciudades, sobre todo las de cierta extension y habitantes, suelen tener su barrio o barrios, digamos underground, y Vancouver tambien cuenta con esto, aunque a primera vista ofrezca un rostro pulcro y de buen vivir. 
Ayer, sin ir mas lejos, me paseee, luego de ver una peli de infarto en la Science World, por la Pacific Central Station, y ahi comenzo el faunerio. A menudo las estaciones de trenes y autobuses suelen convocar a los desarrapados, y en esta ciudad canadiense ocurre lo mismo que en otras ciudades. Desde la Pacific Central Station, desde donde parten trenes y buses para varios sitios de Canada, incluso para Seattle, tome la Main Street en direccion a Chinatown. 
Se me hace como un Harlem relativamente tranquilo, aunque se respira la decadencia, hoteles en muy mal estado, algunos cerrados, y se tiene la impresion de estar en un lugar poco seguro, entre gente de aquella manera. Pero lo peor es cuando uno llega a la esquina con Hastings Street. Territorio comanche. Aqui se concentran putas, yonkis, tarados, etc, que por fortuna no parecen peligrosos, aunque nunca se sabe. Senti como cierta inseguridad. Lo confieso. Y preferi caminar a la orilla de la calle, no por la acera, donde estan estos gichos, para evitarlos, no vaya a ser el demonio que tuerza la cola. 
La verdad es que no sabia que existia esto en Vancouver, ingenuo que es uno. Pero de todo hay en la "vigna" de nuestro "Segnor". Hastings Street hasta llegar al cruce con Cambie Street esta llena de buscadores de vida/muerte. 
El limite con el buen vivir, por decirlo de un modo fino y/o ironico, lo marca el cafe New Amsterdam, que es como un coffee shop a la holandesa, donde uno puede impregnarse Cannabis, y embriagarse con la "pot culture". Marc Emery, bien conocido entre la poblacion canadiense, incluso gringa, es el patron de este local. Conocido como The Prince of Pot, el segnor Emery edita ademas un magazine "Cannabis culture". Tal vez por esto Vancouver tiene fama en Canada de ser una ciudad con espiritu abierto y aires liberales, donde gustan morar los homo o gays, los ecolos, incluso los de tendencia comunista, o mejor dicho comunitaria y hippilionda. 
Al final, resulta que Vancouver es como una Amsterdam o New Amsterdam en medio de un Oeste salvaje, donde los osos campan a sus anchas, y los animalitos conviven por lo general con los humanos en un ambiente distendido y agradable. Continuara.

domingo, 30 de agosto de 2009

Victoria y la Vancouver Island

Victoria es una ciudad tranquila y con mucho encanto. Aunque probablemente le falte animacion, sobre todo durante la noche. Es un lugar magnifico para pasear y embriagarse de brisa marina, mientras se comtempla un horizonte de montes nevados, tras los cuales esta USA. No lejos se encuentra Puerto Los Angeles (no confundir con la ciudad) y la ciudad de Seatle, en el estado de Washington, que espero visitar algun dia. Sorprende ver a los conejos en los pastos del Campus de su universidad. 
En realidad, los animales han aprendido a convivir en paz con los humanos, o viceversa. Y esto es algo extraordinario. Se nota el amor que sienten por lo general los canadienses hacia los animales y hacia la naturaleza. No en vano, Greenpeace se fundo en 1971 en Vancouver. Y no en balde este pais cuenta con impresionantes bosques. Cuanto deberiamos aprender nosotros de esto, porque no dejamos de darle candela a nuestros montes, etc. Victoria y la llamada Isla de Vancouver es una experiencia bien recomendable, aunque lleva su tiempo llegar hasta aqui. Mas de un autobus, ademas del barco de ida y vuelta. 
Hasta la proxima.

viernes, 28 de agosto de 2009

Isla de Vancouver

Hoy, en una hora aproximadamente, tomare rumbo a Vancouver Island, y en concreto a la Victoria, que al parecer es como un Londres chiquito y cuidado. Veremos. Ayer fue un dia de relax y recreo en Vancouver. Algunas compras en un T and T (supermercado asiatico) y por la noche estuve en un Coffe Shop estilo Amsterdam, donde el personal va a fumarse sus petas. Al lado habia unos espagnolitos, con quienes no intercambie palabra. Hizo un dia realmente esplendido, con un cielo azul absolutamente despejado. En esta parte de Canada el clima es bueno, porque, salvo el invierno, la temperatura no es ni muy alta en verano ni muy baja en invierno. Y dicen que la Isla de vancouver goza de un clima aun mejor que el resto del pais. Un lugar curioso de esta ciudad es la Vancouver Art Gallery, no solo el interior, donde se estan exponiendo obras de los maestros holandeses, entre otros, Vermeer y Rembrandt, sino su exterior, incluso su parquecito, adonde van a parar los colgados, homeless, vagabundos, mochileros algo desarrapados, etc. Toda una fauna. Ayer hable de los seabus, en realidad, queria decir seaplane o seaplanes, las avionetas que van desde el puerto de Vancouver City a la isla. Uno tiene la impresion, nada mas llegar a esta ciudad, que es asiatica. Esta llena de restaurantes orientales: japoneses, coreanos, vietnamitas, etc. Me quedan menos de siete minutos, me anuncia el ordenata. Luego me despido. Continuara.

jueves, 27 de agosto de 2009

Vancouver y sus alrededores

Sigo en esta ciudad canadiense intentando descubrir o redescubrir algunas esencias, que vaya pretension la mía. Este martes estuve en Granville Island Public Market, un mercado de Abastos donde se encuentra hasta chorizo y jamón de nuestro pais. Curioso. Incluso especifican de donde son los productos: Asturias, Castilla, etc. Los precios, puestos en gramos, 100, son algo elevados. Pero por lo general la comida no es cara. Y comer en alguno de los muchos restaurantes que hay en el mercado resulta bien asequible. Vancouver, si lo comparamos con ciudades como Paris, Londres, incluso Madrid, resulta hasta una ciudad barata. Gran nivel de vida, pero eso no significa necesariamente que los precios de las cosas esten por las nubes. Tal vez por esto, y tantas cosas mas, sea una ciudad apetecible, para visitar sin duda, y tal vez para vivir durante una temporada. Ayer miercoles tuve la suerte de estar en el concierto de The Pretenders, banda mitica, que escuchaba con devocion en la decada de los ochenta. Un gustazo verlos tocar en vivo y en directo en Stanley Park (Malkin Bowl). La vocalista, Chrissie Hynde, se mantiene impecable. El pasado lunes, en el mismo lugar, tambien tuve la ocasion de escuchar a Elvis Costello. Interesante. Realmente, Vancouver es una ciudad con animacion. Y la Granville Street, donde estoy alojado, vibra durante la noche, incluso hasta altas horas. Este viernes actua ACDC en el BC Place Stadium pero me lo perdere porque ya he quedado para ir a la ciudad de Victoria en la isla de Vancouver. Es una pena. Un paisano australiano me dijo que en concierto son geniales, que el los vio en Manchester y se flipo. Si es que no se puede estar en todo.
El Stanley Park, con sus 400 hectareas, es no solo un parque sino un bosque maravilloso, con lagos y lagunas, y arboles de pelicula. Y atravesar el Lions Gate Bridge, que debe tener mas de un kilometro de largo, es una experiencia fantastica. Mientras uno lo cruza no dejan de pasar avionetas, seabus, hacia la isla de Vancouver. Los alrededores de esta ciudad, como el Capilano Suspension Bridge o Grouse Mountain, son visitas obligadas. Increibles vistas sobre la ciudad desde la Grouse Montain. Lastima que a menudo el cielo se encapota, porque esta a mas de mil metros sobre el nivel del mar, y Vancouver esta a nivel del mar. Vancouver no es solo el Stanley Park, monumental, sino Chinatow, donde uno se cree en China, o el barrio de Gastown, donde tuvo su origen la ciudad, una especie de Greenvillage neoyorkino, con sabor a bohemia y movida, con el Steam Clock narrando el tiempo. Hasta la proxima.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Vancouver, my love

Sigo en Vancouver intentando reconocer y reconocerme en el espacio. Tan lejos y tan cerca de Europa. Tengo la impresion de que Canada es como una Suiza inmensa y salvaje, donde se vive confortablemente, porque este parece o es un pais tranquilo, cuyas gentes se muestran sobre todo corteses, debido a su exquisita educacion britanica. No en vano Vancouver pertenece a la British Columbia. "Sorry" es la palabra preferida de los canadienses, segun una oriunda. 
"Sorry", le dice un tipo a su perro por haberlo pisado sin querer. Vancouver es un buen lugar para visitar y tal vez para vivir. Incluso ha sido elegida como una de las mejores ciudades del mundo para vivir. A lo mejor le falta mas animacion, visto desde una optica mas latina. No obstante, la Granville Street tiene bastante vida nocturna. Y a la entrada de The Roxy, una de los pubs de moda, se ven colas de gente, incluso durante la semana, al menos ahora en verano. El clima es bueno, aunque en invierno la temperatura puede bajar hasta los menos 10 grados. Se me acaba el tiempo. Siento esta ciudad como una brisa amorosa en la English Beach y la sonrisa natural de una vendedora de hot dogs, latina tras su ingles con acento. Veo Vancouver a traves de un seaplane hacia Victoria y el olor marino de un sonido de gaviota. 
Hasta la proxima.

viernes, 21 de agosto de 2009

Vancouver

Hasta aqui he llegado. Escribire sin acentos porque no los veo en este teclado. Y no tengo paciencia ni tiempo para andar buscandolos. Ha sido un viaje largo. Primero con escala en Toronto, y luego otras cuatro horas hasta Vancouver. Nueve horas de diferencia con el Bierzo. 
He encontrado la biblio publica, desde donde se puede usar internet de modo gratuito, al menos durante una hora. Vancouver es una ciudad muy hermosa, con playas, bosques y montes cargados de fantasia. 
Siento que se me esta acabando el tiempo. 
You have seven minutes, me avisa el ordenata, o algo asi. 
Gracias amigo Jose Luis por haberme puesto en el camino, en el bueno. 
Hasta la proxima.

lunes, 17 de agosto de 2009

Canadá

Después de unos días de asueto y jolgorio en el útero de Gistredo, toca Canadá...

martes, 11 de agosto de 2009

Francisco López en el hayedo de Busmayor

Vuelvo al hayedo de Busmayor en busca quizá de inspiración y la presencia allí de Francisco López Pozo, al que olvidé en anterior reseña, y no quiero que ahora se me vaya el santo al cielo. He leído algunos poemas de este paisano de Igüeña y me han gustado, sobre todo ese que dice: Trabajando en el carbón, en deuda con la luz/ aquel tiempo subterráneo/ era mejor/ Trabajando en el carbón, aquella paciencia/era mejor/que esta tristeza/traidora con el diablo./Y el placer sólo un residuo en algún lugar del cerebro,/cuando caen del techo rocas de cartón piedra/me aplastan y en algún lugar del mundo/suenan canciones románticas italianas. Tus versos, Francisco, me devuelven a aquella infancia minera, ¡qué negros eran nuestros valles!, y aquel sentimiento de que en algún momento un minero podía perder la vida, bajo los cielos mal entibados de cualquier chamizo. Yo rezaba -aún creía en algún dios cristiano- para que mi padre llegara sano y salvo cada noche a casa. Sentí como angustia, sólo pensar que pudiera ocurrir una desgracia. Como la que le ocurrió al padre de un amigo, Javi, cuando yo apenas contaba con once años, época en la que también descubrí la literatura de Larra, insigne suicida. Además de Francisco, en la cena nos acompañó la presidenta del IEB, Mar Fue un encuentro para no olvidar y espero que se repita. Por cierto, en Busmayor también me encontré con algunos paisanos, como Luis, el hermano de Paco el albañil, y Catarino y su familia. Hasta la próxima.

Oye, acere, ¿qué volá?

Oye, acere, ¿qué volá?, es una típica expresión habanera utilizada por Pedro Juan en Trilogía sucia de La Habana. Con voz de ron, untada de sexo, este escritor, polifacético en sus variopintas tareas, nos adentra en los subterráneos de una ciudad que los turistas ni se imaginan. Algo que también nos cuenta en El rey de La Habana, por ejemplo. Y es que Pedro Juan son muchos pedritos, como él mismo escribe en Melancolía de los leones, “pedro el grande sigue procreando cada día más pedritos y los otros pedritos no se mueren”. Buenas raciones de sexo y algunas dosis de ron siempre ayudan a soportar la vida. Su existencialismo está a prueba de bomba: “A los cuarenta todavía está uno a tiempo de abandonar la rutina, el agobio estéril y aburrido y comenzar a vivir de cualquier otro modo. Sólo que casi nadie se atreve”. “… a la vez voy envejeciendo. Y descubro quew pierdo capacidad de cinismo”. Hay que tener alma de gaucho y corazón de nómada para vivir como a uno le da la gana, con la libertad puesta más allá del horizonte, sin rendir cuentas a los demás, ni siquiera a uno mismo, dispuesto a romperse y rehacerse una y mil veces, antes de que los gusanos le entren a la carne, antes incluso de que dejen al margen del sistema grosero y acaparador, caníbal, que se encarga, como siempre, de meternos en vereda, encauzarnos, y todo eso que ya sabemos. Pedro Juan nos invita a conocer de verdad La Habana, ese lugar deseado por tantos y tantos turistas en busca de sexo fácil y ron barato, esa ciudad poblada de jineteras, algunas licenciadas, otras en busca de un cacho de pan, porque para vivir en un sitio así hay que armarse de valor, inventarse cada día, que dicen los habaneros, para conseguir algunos fulas, ahora pesos convertibles, que te ayuden a sobrevivir en medio de una fauna a veces grotesca, entre la que se encuentran los chivatos, disfrazados de amigos, amantes y otros, que pueden dar con tus huesos en algún agujero, y ahí se acabó tu libertad y todas tus ilusiones. La Habana que nos enseña Pedro Juan resulta increíble por momentos, pura ficción, mas sentimos que es real, con sus olores y su decadencia, sus personajes en busca de sentido, en medio de un sinsentido, dispuestos a hacer lo que sea con tal de sobrevivir, porque “la ética del pobre es amar a quien tiene dinero y ofrece alguna migaja… El pobre, o el esclavo, da igual, no puede complicar demasiado su moral, ni ser muy exigente con su dignidad, so pena de morirse de hambre”, escribe el autor con una lucidez extraordinaria. Descreído, incluso nihilista, Pedro Juan nos cuenta que el amor es una mentira, que el dinero es un pájaro volando, que pudre cualquier significado, añade este menda, y la salud se arruina en un minuto. No caben filosofías ni éticas, cuando de lo que se trata es de comer, al precio que sea, y todo tiene un precio, el que tienen que pagar los cubanos, la mayoría, por vivir en un país así. Conviene no olvidar que una minoría, digamos selecta, elegida a dedo por el régimen, vive de otro modo, como siempre. Y los artistas, por lo general, suelen ser unos afortunados porque ellos y ellas suelen gozar de privilegios no permitidos al común de los mortales. Aún recuerdo a la actriz Mirta Ibarra, viuda de Titón, viajando desde La Habana a Madrid. Si uno no atenta contra la revolución, nada pasa, porque lo sagrado en Cuba son los principios revolucionarios, caducos desde tiempos ha. No obstante, el ateísmo revolucionario ha dado algunos frutos. ¿Pero cómo sería este país y sus paisanos si cambiara de régimen? Entonces Pedro Juan tendría que inventarse otra Habana. Y es que el hombre no está hecho para la derrota, según Hemingway. “Un hombre puede ser destruido pero no derrotado”. Por eso Pedrito nos dice que no se puede bajar la guardia. “Por ese me noquearon aquella vez –se despide el autor de Trilogía sucia en La Habana-. Por bajar la guardia”.

domingo, 9 de agosto de 2009

Pedro Juan Gutiérrez y La Habana

Descubrí a Pedro Juan Gutiérrez y su literatura hace ya algunos años, quizá fuera en un programa de libros de la TV-2. No recuerdo. Lo cierto es que me quedé con la coplita y me embarqué en la lectura de sus libros. Comencé con Trilogía sucia de La Habana, que me dejó flipado, como para aventurarse, a ritmo de boleritos y ron en los bajos fondos habaneros. Lo que cuenta Pedrojuán en este libro de relatos, que orquestó como novela, me impresionó sobremanera. Y sobre todo sentí escalofríos al pensar en el autor, viviendo en Cuba, bajo un sistema, digamos castrador, perdón castrista, aunque ahora sea Raúl el de la batuta. ¿Cómo un tipo como Pedro Juan se atreve a escribir como escribe, y puede vivir en La Habana?, se pregunta uno. No obstante, hay que decir que sus libros, la mayoría, no se encuentran en Cuba, aunque yo tuve la fortuna de dar con una de sus obras, Melancolía de los leones, en la plaza de Armas de La Habana Vieja, en mi segundo viaje a la capital cubana. También conviene añadir que Melancolía de los leones fue recortado a su mínima expresión. El sociólogo navarro, Mario Gaviria, que vive durante gran parte del año en La Habana, me dijo que lo conocía, que había estado en su casa, en Centro Habana, y mi sobrino Pablo contactó con él a través del correo electrónico, y sé que se han intercambiado algunos mails, aunque el Internet en Cuba es una aventura digna de relatar. Pero ahora no es el momento. Después de Trilogía sucia de La Habana, leí Animal Tropical y El rey de La Habana. Me quedo sin duda con la Trilogía. Quien conozca algo de La Habana, se dará cuenta de que lo que cuenta Pedro Juan es tan real como la vida misma. Creo que no exagera ni un pelo. Tiene una voz inconfundible, que es lo mejor que se puede tener, su forma de contar resulta amena y a la vez engancha y subyuga al lector. A Pedro Juan Gutiérrez lo han comparado con el Miller del Trópico o con Bukowski, pero él es único, porque ha vivido/vive aún unas circunstancias especiales, como son las cubanas. Continúa.

Hipnótico hayedo de Busmayor

El encuentro en el hayedo de Busmayor me encantó. En medio de una naturaleza esplendorosa, con la luz de mediatarde filtrada, aire puro y agua que susurra amorosidades, me embriagué poesía y música, artes sublimes. Arropados por la gente del entorno y muchos venidos desde fuera, nos sentimos felices. Y por supuesto nos reencontramos los amigos bajo la batuta del maestro de ceremonias Tomás Néstor y la anfitriona de la fiesta, Carmen Busmayor, que se mostró amable y hospitalaria en todo momento. Y encima, el alcalde del ayuntamiento de Barjas, nos hizo un obsequio y nos brindó una cena en toda regla, con pulpo, empanada y churrasco. Una maravilla. 
La noche, mientras bailábamos, se volvió mágica por momentos. Un placer para los sentidos y una levitación espiritual. Gracias,`poetas, por vuestra entrega y cariño. Gracias Carmen, Raquel, Ester, Rafa, Miguel Ángel, Fermín, Tomás, Nuria, Mariajo, Jovino, Marialuisa, Nacho, el sobrino de Curiel, y tantos otros. 
Hasta siempre. Con mucho afecto.

viernes, 7 de agosto de 2009

Poética en Busmayor

Antes de entrale a la lírica, me dice una rapaza italiana, que no mencionaré, por qué escribo tantas tonterías en este blog, entendida que es ella de la lengua castellana. Bueno, pues cuento nomás lo que me sale de la bola. Dicho lo cual, paso a lo que de verdad interesa, el encuentro poético, mañana sábado en el hayedo de Busmayor. Y me he acordado que tengo que leer unos poemitas. Estos son:

Bajo el cerezo azul

Si tu quisieras, oh amada
podría acercarme a las lindes de tu espíritu
carnal y fluido
y navegar
enérgico y atrevido
en el río de tus palabras
en el paisaje tierno
de tu mirada
rosa en las ensoñaciones
sensual en el con-tacto
bajo un puente de hierro
y alguna nostalgia
cual barca
abierta al infinito
Si tu quisieras, oh amada
Te esperaría más allá
del tiempo y los espacios curvados
y me quedaría
enroscado al confín del océano
deseando tus deseos
amándote
palabra hecha luz
bajo el cerezo azul
de tus ilusiones

Melancólico y aromático

Algún día serás dichoso
cuando el mundo obedezca al raciocinio
y las mareas soplen
con amor
algas y esperanza
libertad
más allá de las hecatombes y holocaustos
Algún día serás dichoso
cuando los seres humanos duerman
en el huerto de la amistad
y las mareas escriban
siempre con amor
poemas bajo la luz del candil
más acá de tus silencios
Algún día puede que llegues a ser dichoso
cuando toques el horizonte
tan-tán melancólico y aromático
Entonces sabrás
de qué color es la muerte
y los límites confusos
de un universo derretido
ms no olvides
que algún día creíste en la humanidad
ente abstracto
pero eso ya ocurrió
en tiempos místicos y sanguinarios
cuando las fieras se amansaban solas
en el crepúsculo de lo irreal
en las selvas prehistóricas de los sueños
y ahora sólo quieres ser alma y fantasía
dulzura en el instante
vida-latido
porque llegó el momento de no pensar
difícil tarea
Algún día serás dichoso
Pero ahora tuéstate al sol
vibra a ritmo marino
come manzanas
bajo la brisa mentolada de mediodía
y sueña con tu hija
que nunca fue

Y para despedirme hoy, dejo lo que un día me pidieron desde el Consejo Comarcal del Bierzo en homenaje al monte Capeloso.

Como en un bosque encantado, cuya magia se desprende de las ramas aromáticas y seductoras de sus árboles, la realidad trepa hacia la cumbre, en medio de un tapiz salpicado de malvas y amarillos, verdes y diminutos grises, que animan y ennoblecen al Capeloso, monte que en su hierofonía esconde los sueños de otro tiempo.

jueves, 6 de agosto de 2009

Vigo y Las Cíes

Hacía mil años que no estaba en las Islas Cíes, y me pareció un lugar paradisiaco, un Caribe a la gallega, aderezado con pulpo a feira y zamburiñas. Me encantó. 
Me torré al sol como un lagartín, y disfruté de las aguas cristalinas de estas playas, la Rodas y Figueiras. 

Vigo también me sorprendió, no la ciudad, donde sí he estado en varias ocasiones, sino los conciertos de la rapera Aid, una noche, y de Juan Perro (Santiago Auserón) a la noche siguiente. 
Se nota que Auserón ha bebido en las fuentes de la música cubana. No en vano se rodea de músicos cubanos. Listo que es el rapaz, porque dónde encontraría mejores músicos. No había mucha gente en la actuación de Juan Perro, quizá porque costaba 20 euritos, tal vez porque el paisanaje viguense prefiere gastárselo en copas y mariscadas. Quién sabe. 

Auserón es sin duda uno de los iconos de la movida madrileña, y uno de los referentes musicales. No olvidemos sus canciones con Radio Futura, uno de las bandas más grandes (no por número sino por calidad, excuso decir) de la década de los 80. También la ciudad de Vigo, la gris y marina ciudad gallega, dio buenos grupos, como Golpes Bajos o los Siniestro Total. 

Ahora queda el concierto de Leonard Cohen, el 13 de agosto, también en Vigo, pues cuando actuó en León no pude verlo, debido a asuntines politiqueros, en los que no entraré ahora, y debería volver a Vigo en busca de los poemas musicales del judío canadiense. 
Canadá, qué país, algún día daré fe de este lugar de lagos y montañas, etc. 
No tardando, espero, porque después del 15 de agosto -festividad de mi barrio- tomaré el avión rumbo a Toronto, y luego Vancouver. Y esto, supongo, dará para muchas crónicas...

martes, 4 de agosto de 2009

Vicent y su Tranvía a la Malvarrosa

El próximo martes, en Radio Bierzo (la Ser), hablaré de Tranvía a la Malvarrosa.


Manuel Vicent, al que leo de vez en cuando sus columnas de El País, me enganchó hace ya tiempo, desde que leyera sus reportajes de viajes –recuerdo con entusiasmo el que hizo sobre la ciudad marroquí de Fez- y su Balada de Caín, que me impactó, no porque fuera premiada con el Nadal en 1987, sino por su forma de narrar, tan llena de humor. Recuerdo que este libro lo compré en Francia, traducido a la lengua francesa (no tengo perdón), en una librería de ocasión, de las muchas que hay en París, y me pareció extraordinario, incluso en lengua gala, que ya tiene tela el asunto. 
Su forma de escribir, marcada por la luz mediterránea, los aromas frutales y marinos y la socarronería, con un punto siempre lírico, resulta vitalista y muy cercana. 
Es como si pudiéramos acariciar y paladear su prosa. Algunas de sus novelas, como Tranvía a la Malvarrosa y Son de mar han sido adaptadas al cine, con desigual fortuna.
Su obra, extensa y variada, lo convierten en uno de los grandes narradores españoles de las últimas décadas. 
He elegido Tranvía a la Malvarrosa, cuyo argumento da la impresión de que fuera autobiográfico, incluso el protagonista de la historia se llama Manuel (como el autor), y nos muestra la Valencia franquista y rural de los años 50, con sus chiringuitos y cabarets, sus cines y las canciones de Machín, a través de la mirada de un adolescente (levítico, nos aclara el autor) que aspira a convertirse en cura, en medio de un ambiente de perversión y crímenes, propios de un ambiente rural y represivo. 
La historia del crimen de Amelita, a manos de un huertano oligofrénico, me hace recordar un episodio similar, ocurrido en Noceda del Bierzo a finales de los 50. En aquel caso, el crimen a guadañazos no llegó a consumarse, por fortuna para la chica, que hoy vive en Alemania.


Tranvía a la Malvarrosa nos cuenta un viaje iniciático, como el propio título nos indica, en el que asistimos, como lectores, a las peripecias y a la transformación de Manuel, que acaba descubriendo, de la mano de su padrino Vicentico el Bola (pintoresco personaje), el mundo de los placeres carnales: las prostitutas y otras chicas, como su amor idealizado Marisa y/o la francesa Juliette o Julieta (pues a ésta última también le llama Marisa), y ya adolescente decide abandonar la fe en Dios y en la iglesia y estudiar Derecho y hacerse escritor, leyendo entre otros a Camus, a Gide, a Sartre, incluso a Ortega y Unamuno, como el autor de la novela. De ahí su trasfondo autobiográfico. 
“Me debatía entre la fe en Dios y el placer que me exigían los sentidos”, nos cuenta el protagonista-narrador. Y añade, a modo de reflexión, como si en la misma deseara condensar su postura ante la realidad: 
“Yo no quería ser un portador de valores eternos sino un gozador de placeres efímeros. Empezaba a creer que había más estructura en un aroma que en cualquier pensamiento, más verdad en los sentidos que en la lógica”.


Maanuel Vicent parece decantarse por los sentidos, materia con la que suele configurarse una novela, antes que por la razón. En cuanto a su viaje de auto-conocimiento, también nos aclara que: 
“Unos se van al desierto para descubrir la verdad, otros suben a la cima de un monte… unos se adentran en el bosque… otros se van a las cruzadas detrás del Santo Grial… algunos navegan en busca del vellocino de oro. 
Yo había realizado un primer viaje frustrado en el taxi de Agapito al burdel de la Pilar y ahora iba en el tranvía de la Malvarrosa junto a una chica francesa…”.
Una novela, impregnada de sensorialidad, que os cautivará como un buen vino en barrica de roble, con aroma a mar mediterráneo y especias exóticas. 

Saborear silencio y merendar muerte

Vivir en un pueblo es saborear silencio y merendar muerte. A veces el silencio se podría cortar hasta con el cuchillo de matar los cochos, aunque esto no suene a lírica. A Woody Allen no le gustaría vivir en un pueblo, ni siquiera en Oviedo, que sabe a Vetusta clarinesca, que no clarinetera. 

Un pueblo se vuelve extremadamente apagado, sin chispa, sobre todo para un neurótico de la urbanidad, como lo es el cineasta y clarinetista de Nueva York. Vivir en un pueblo es estar alejado de la polución y el estrés del mundo moderno. 

Vivir en un pueblo es vivir en perpetua nostalgia, siempre recordando el ayer. No se puede estar todo el tiempo viviendo de los recuerdos. Envejeciendo prematuramente. A veces siento hambre de estímulos. Es entonces cuando me da gorrión -como se dice en Cuba-, y la tristeza se apodera de mi ánima. Y me siento como en el purgatorio de las desventuras, velando mi propio cadáver, rezando a una virgencita, a una dama, que se me antoja inexistente. Por favor, ayúdame, madonna mía, sálvame de este silencio, échame un (sic) cable y acercame a la luz, a tu velita incendiaria. 

Es como si estuviera en una caverna, perdido en el paleolítico, chupando humedad en el pozo de las amarguras. El mundo no es un valle de lágrimas. El mundo es un vergel, a veces poblado de rosas y castaños y nogales. El mundo se puede saborear como un gran helado italiano. Che bello

En el Caribe la vida es más fácil que en el Alto Bierzo, donde la nieve encoge el ánimo, y el frío amodorra el espíritu. Bueno, el verano en el Alto es más suave y acogedor. El sol y la playa despiertan el apetito y hacen más llevadera la existencia. 

En el Caribe se ama más y mejor que por estas tierras de frío, espejo de silencio y nieve. En los países cálidos las chicas se abren con pasión. Aquí, en cambio, andamos de capa caída, con los mocos salidos de madre y el cerebrín hecho un lío. A decir verdad aún quedan manjares caldositos, gallina starlux, lujo de los tiempos posmodernos. Qué tiempos los nuestros, aunque mejor sería decir qué espacios, porque hay mucho espacio por recorrer, y uno a veces siente los silencios, sin nada que nos perturbe, sin un quítame allá esas hojarascas que nos alebestren y nos conmuevan. 

Quiero despegar, abrazar el horizonte, cabalgar los sueños que se tejen con hilos de sensibilidad y pasión, amor y acción. Quiero viajar y conocer nuevas gentes. Necesito vivir un sentido espacial de nuevas y modernas dimensiones, atravesar los agujeros negros, jugar a ser niño en el Reino de Alicia y sus maravillas, entrar en el espacio jadeante de las emociones, que giran en torno a un cuerpo celestial, hecho de amor y perversión. 

Henry Miller pasó una temporada en el infierno parisino, para luego en la vejez largarse a California Beach. A Miller siempre le apasionó el mundo mediterráneo. De ahí su Coloso de Marusi. En París la vida es dura pero muy estimulante. En el Trópico la vida fluye como una corriente marina. 

Durante mi estancia en México tengo la impresión de haber vivido más intensamente que durante el resto de mi existencia. En México todo va más deprisa, aunque los ahoritas se hagan eternos. El tiempo en México se extiende como una toalla infinita, en un espacio grandioso y muy colorido. 

En el Caribe las mamitas/mamacitas y los papitos/papacitos están a la que salta. Aprovechan cada instante como si en ello les fuera la vida, como si no hubiera más tiempo ni espacio. No se puede dejar para mañana lo que se pueda hacer hoy. Esta es la sabiduría popular. No hay futuro. El futuro hay que patearlo, caminarlo, recorrerlo. Es un camino que se hace al andar, como bien sabía Antonio Machado. Lo que uno pueda llevar por delante, mejor que mejor, y que me quiten lo bailao. La vida es corta, muy breve. Bien lo sabía Séneca. Por mucho que durara la vida, siempre se quedaría raquítica, insuficiente... No me cansaría nunca de vivir. Hay tantas y tantas cosas que se podrían hacer... Nos complicamos la existencia con estupideces. Nos volvemos atolondrados, y esta sociedad capitalista se encarga de someternos a sus intereses. Todos somos peones suyos, esclavos de un sistema jodedoramente acaparador. Me asusta que el capitalismo tenga tanto poder sobre nosotros, pobres marionetas al servicio de una productividad, salvaje mundo de la competitividad, mundo de negreros, abundancia de la que se benefician cuatro gatos. 

El mundo es de cuatro, y el resto a pringar por la patria, por una familia, por una sociedad, invento antropófago que devora a propios y extraños.... Todos en el patíbulo de la muerte, carne de psiquiátrico, carne de cañón... Todos sumidos en el caos y el desconcierto. Hay algunos que logran flotar y elevarse por encima de la mierda. Los eremitas. Como Simón el Estilita. Ese tipito que aparece en la peli de Luis Buñuel. 

Hay algunos que encuentran el camino florido, fluido rosa, rock psicodélico. Y para ellos el mundo es bueno y no necesitan criticar ni cambiar nada. Levedad del ser admitida. Puro cachondeito. No hay más que ver cómo se lo montan en Benidorm, donde por lo demás nunca he estado (miento, sí estuve, pero ya ni me acordaba)

Me invade una tristeza atroz sólo de pensar la cantidad de individuos que no tienen nada que llevarse a la boca, gente que muere como moscas, vidas que nada significan. La vida no vale nada en León Guanajuato. Méjico lindo y chingado. Somos animales. Ya lo sé. Pero a veces actuamos como dioses caídos de la ultratumba. Nunca podré concebir esta vida cruel y prehistórica. El sexo sigue moviendo el mundo, pero el sexo ha creado muchos prejuicios y tabúes, condenas y demás putiferios. Todo se ha mezclado. Nada tiene valor ni sentido. El sexo no es más que otra moneda de cambio. Todo se transforma en dinero y maldad, astucia y perfidia, y el que sea tonto que se queje a dios o al diablo, que aunque grites y revientes como una granada, nadie se apiadara de ti. Todos estamos en el mismo barco, a la deriva, asfixiados por este sistema castrador y tremebundo que nos atenaza y ahoga, monstruo aberrante, camaleón con cien mil pies y antenas parabólicas. Nos tienen controlados, amarrados a la pata de la mesa. Esto es un vil engaño. Pero no queda más remedio que jodernos y aguantar lo que nos echen en la pila, cerdos de buen comer, qué más se puede pedir en los tiempos calamitosos que atravesamos. Nunca el mundo ha sido bondadoso. A lo largo de la historia ha habido guerras y escaramuzas varias, sangre infecta, enfermedades a tocateja, caca por todas las esquinas, duendes que se introducen hasta en los poros del alma, cabrones a todas luces, pícaros y putañeros y zorras corridas... fauna para ser soñada e imaginada más que vivida.

Gil de Biedma y su Retrato del artista

Después de leer Retrato del artista en 1956, de Gil de Biedma, me he quedado como con mal sabor de boca. Por momento he llegado a aburrirme. Que Gil de Biedma ponga en cuestionamiento a Miller, a Henry, me parece realmente atrevido. Y que no se sienta inclinado a traducir el Coloso de Marusi, obra excelsa, me saca de quicio. Por lo demás, salvo algunos pasajes de cierta intensidad lírica, que no emoción, me parece vulgar. 

En el Diario también hace referencia a Juan Goytisolo y Monique Lange. Y sobre todo el Gil nos cuenta sus devaneos amorosos/sexuales con infantes y otros. Nada interesante, al menos para mí. 

Diarios extraordinarios son el de Dalí (Diario de un genio), Mi último suspiro, de Buñuel, La linterna mágica, de Bergman, los diarios de Anaïs Nin, El oficio de vivir, de Cesare Pavese, casi todo Umbral, que es un inmenso diario íntimo o El cuaderno gris, de Plá. Continuará.