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jueves, 30 de septiembre de 2010

Berlín, capital cultural de Europa

Aunque no conociera esta urbe de enormes avenidas y bosques inmensos, canales y lagos por doquier, y aun no la hubiera pisado en mi vida, soñaría a buen seguro con ella, porque es tal su poder de fascinación, cuando uno conoce su historia y todo lo que fue algún día, que con esto ya sería suficiente. Aquel Berlín cabaretero, con ángeles azules y marlenes Dietrich, puro expresionismo, aquel Berlín de Brecht, Piscator y Max Reinhardt que nos hicieron creer en el teatro, incluso en el teatro del proletariado, y que aún hoy siguen en pie, al menos sus edificios, como el clásico Deutsches Theater, el Volksbühne (conocido por sus arriesgadas y sugerentes puestas en escena) o el Berliner Ensemble, frente al que se encuentra la estatua del maestro Bertolt Brecht.
Dejemos la fantasía, y volvamos a la realidad, porque viajar procura movimiento (vida) y emoción, y un viaje a Berlín, o varios -el anterior lo hice como interrailero en 2002- aporta no sólo datos, sino un buen racimo de sensaciones y experiencias, inolvidables.
Brecht



Berlín, después de la caída del Muro, ha logrado recuperar toda aquella energía cultural, renaciendo de sus propias cenizas, creando espacios impresionantes como la Potsdamer Platz, con sus edificios vanguardistas, véase el Sony Center, y toda esa arquitectura posmoderna que resulta como de ciencia ficción.


Berlín fue y sigue siendo una ciudad con gran poderío cultural, sobre todo en la música y el teatro, aunque también en el cine. Para los devotos del llamado Séptimo Arte se recomienda el Filmuseum (http://www.filmmuseum-berlin.de/).



                                 Cúpula del Sony Center
                                    (Potsdamer Platz)


Casa de las Culturas del Mundo
En lo referente a la música, el singular edificio del Kulturforum, que alberga desde la Filarmónica, que en tiempos dirigiera Von Karajan (http://www.berlin-philarmonic.com/) hasta la Biblioteca Nacional, y la no menos pintoresca Casa de las Culturas del Mundo (Das Haus der Kulturen der Welt: http://www.hkw.de/), conocida como la "ostra embarazada", hablan por sí solos.

Berlín es una ciudad poblada por jóvenes con inquietudes, procedentes de todo el mundo (tal vez por esto no abundan los arios, altos y rubios, como me sugiere mi amiga), dispuestos a hacer que vibre, día y noche, la que fuera capital de un Imperio, y que ahora se perfila como un lugar revulsivo, con la fuerza y la vitalidad de quien aspirara no nólo a recuperar su pasado glorioso, sino a superarlo con creces.

Al músico Luis Miguélez este Berlín le recuerda el Madrid de la movida: alternativos, okupas, desheredados, diferentes, inquietos, y otros muchos, incluidos quienes gustan de la Love Parade y chupar cerveza hasta subirse por las paredes como arañas panteoneras, mientras recorren la ciudad en su BierBike, un curioso  carrito al que se suben un montón de rapaces y rapazas, como puede verse en cualquiera de las céntricas calles berlinesas.



Es cierto -según el Corresponsal de TVE- que la mayor parte del dinero te lo gastas en cerveza, antes que en comida. Aunque ni la cerveza, y menos aún la comida, resultan caras en Berlín, sobre todo si en el hotel te metes un desayuno campero en toda regla, a base de huevos cocidos, jamón, salami, etc., o bien si hacemos una comparativa con ciudades como Madrid o Barcelona. Tal vez por esto, y por su magnífica red de hostels (en los que uno se puede alojar de un modo barato y confortable), a los jóvenes les atrae tanto este destino.



Y si se te abre el apetito, mientras deambulas por la ciudad, siempre puedes recurrir a algún puesto de salchichas, incluso a algún exótico vendedor ambulante, con parrilla a la cintura y bombona a la espalda, siempre bajo su sombrilla anaranjada. Todo un espectáculo. Y un peligro porque el tipito de marras podría, de repente, achicharrarse, o churruscarse como una salchicha más. Supongo que tendrás controlado el mecanismo. A estos "salchicheros" puedes verlos a las afueras de la Estación de Friedrichstrasse, y aun en los aledaños de la Alexanderplatz. Por 1,20 euros puedes comerte un bocata de salchicha aderezado con mostaza o ketchup.


En mi afán por sobrevolar la ciudad, acaso ataviado con alas de deseo, decido subirme al Panoramapunkt (http://www.panoramapunkt.de/) para contemplar, desde lo alto, esta Metrópolis, aun a sabiendas de que el avión no espera (vaya paradoja, deseo volar, mas no tengo prisa por ir al aeropuerto Schönefeld, que en verdad está alejado del centro, incluso más de lo que uno sospecha). Factures o no factures, no se te ocurra, viajero intrépido, llegar con menos de cuarenta minutos por delante, sobre todo si no tienes tu tarjeta de embarque. Corres el riesgo, casi con toda seguridad, de que te quedes a verlas venir, descompuesto y sin avión. Pero esta es una historia a la que, ahora al menos, no pondré fin.  Aunque bien es cierto que Berlín, como toda gran ciudad, no se agota ni en un fin de semana largo, por más que éste lo sea, ni en dos o tres miradas, sino que requiere de más tiempo y muchos más ojitos que hablen, palabras que miren y miradas que piensen, por decirlo de un modo poético.


Columna de Victoria
Me fascina Berlín, desde este mirador ubicado en un edificio de la Potsdamer Platz, que se abre como un inmenso verdor avanzando por en medio de un sinfín de edificios. Otros prefieren subirse a la cúpula del Reichstad o a la Torre de Alexanderplatz, incluso a la Siegessäule o Columna de la Victoria, situada en el centro del Tiergarten (aunque ahora permanece cerrada por restauración). Por cierto, esta cinematográfica columna me recuerda al Ángel de la Independencia, en el Paseo de Reforma,  de Ciudad de México.  

Continuará.

2 comentarios:

  1. Thanks for an idea, you sparked at thought from a angle I hadn’t given thoguht to yet. Now lets see if I can do something with it.

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